viernes, 2 de octubre de 2009

Carta de Pablo a los Efesios




Introducción


“Biblia, libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora, bueno y amigo para el corazón, fuerte, poderoso compañero. Tu desnudez asusta a los hipócritas y tu pureza es odiosa a los libertinos.”


Gabriela Mistral


He querido escribir algunas líneas más sobre la carta que el apóstol san Pablo escribió a la comunidad de Éfeso, al menos para profundizar un poco en algunos puntos que me parece relevantes.

Estos pocos puntos quieren ser un estimulo, para que tu, querido lector y amigo, te tomes el tiempo para leer de modo completo, toda la carta a los Efesios, y con corazón abierto recibas los mensajes de bendición que Dios quiera concederte por medio de la lectura y meditación. Una de las cartas más importantes.

Es un hecho, reconocido por todos los estudiosos de la Biblia, que la Carta a los Efesios ocupa un lugar muy elevado en la literatura devocional y teológica de la Iglesia Cristiana.
Algunos con fundados motivos han llegado a llamarla, “La Reina de las Epístolas” y para otros estudiosos de las Sagradas Escrituras, es la cima más alta del pensamiento del Nuevo Testamento. Sin lugar a dudas, el apóstol la escribió cuando estaba en la cárcel, y muy cerca del final de su vida. Efectivamente, él se llama a sí mismo: “prisionero por Cristo” (3:1); “prisionero del Señor” (4:1); “un embajador en cadenas” (6:20).

El argumento central de san Pablo en la carta a los Efesios, está como resumido en cuatro versículos del primer capítulo, en los que Pablo dice que Dios, “nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo. En él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad, a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria”. (Efesios 1:9-12).

Por lo cual el pensamiento clave de Efesios sería que solo en Cristo se da el verdadero orden y armonía. Mientras que en todo el orden de la naturaleza, cuando no se lo deja entrar a Cristo, no hay nada más que desunión y desarmonía.
Sin Dios como eje central de nuestra vida personal, familiar y social, los hombres estamos divididos entre nosotros; se produce desintegración y luchas entre las diferentes clases sociales, entre pueblos y naciones. En esta línea, todas las luchas que como sociedad estamos enfrentando, toda la inseguridad creciente que angustia a la humanidad en la actualidad, es resultado de que grandes estamentos de la sociedad no vivimos como “herederos de Cristo” y no lo tenemos como “jefe, en el que debemos poner nuestra esperanza”, cumpliendo en todo “su voluntad”. Esta inseguridad y batallas exteriores, surgen de la naturaleza humana, herida por el pecado, ya que en nuestro ser interior, todos somos el campo de combate espiritual, desgarrados entre el deseo del bien y el deseo del mal; pues la persona humana odia y ama sus pecados al mismo tiempo. No difiere en mucho esa idea de San Pablo con las palabras que María como Reina de Paz no cesa de repetirnos, cuando insiste en que si no tenemos paz en nuestras familias, ni en el mundo, esto se debe a que falta la paz de Dios en nuestros corazones. Al no vivir de acuerdo a su santa voluntad, no vivimos en paz con él, ni vivimos en paz con nosotros mismos, y esto se transmite al mundo entero. “¡Queridos hijos! Hoy los invito de manera especial a que oren por la paz. Sin Dios no pueden tener paz ni vivir en paz…” (25 de diciembre, 2008).
Pablo, que tiene la formación recibida tanto del pensamiento griego como del judío, propio de su tiempo, quiere llevarnos a tomar conciencia de que estamos sumergidos en una batalla cósmica que se está librando entre los poderes del mal y los del bien, entre Dios y los demonios. El ser humano, que ha sido creado para la comunión con Dios y para vivir en la paz de su santa voluntad, está en una lucha continua. Y en esta lucha, ninguno de nosotros es ajeno, ni puede dejar de involucrarse, sabiendo que solo en Cristo podremos tener la verdadera armonía y paz, y ser canales de estos dones para el resto de la humanidad. Para no terminar derrotados en este combate espiritual necesitamos estar revestidos de la armadura de Cristo, la cual es diferente a las armaduras del mundo. La armadura del mundo “Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.” Juan 15, 19 La armadura del mundo es la que nos colocamos cuando, a causa de las heridas de la vida, nos vamos poniendo diversas máscaras, a fin de fingir ser algo que no somos, ya sea para agradar a los demás, recibir cariño o para obtener otros beneficios.

La armadura del mundo son las mentiras con las cual queremos convencer a los demás para terminar luego convencidos nosotros mismos y por lo tanto profundamente confundidos y desorientados. Es el hacer responsable a los demás de las cosas malas que nos suceden, sin dar los pasos correctos, que surgen de la oración, el perdón y el compromiso con el prójimo que nos necesita.

En realidad, la armadura del mundo, se transforma en un arma de Satanás, la cual en lugar de defendernos del dolor, nos vuelve cautivos, en modo tal de no llegar a disfrutar de la verdadera libertad que procede del Espíritu Santo.

La armadura de Dios

El alma que venza la potencia del demonio no lo podrá conseguir sin oración ni podrá entender sus engaños sin mortificación y sin humildad. San Juan de la Cruz
“v. 10. Fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. v. 11. Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio. v. 12. Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. v. 13.

Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. v. 14. Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. v. 15. Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. v. 16. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. v. 17. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. v. 18. Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos…” (Ef. 6, 10-18). Seguramente todos hemos sentido la fuerza de alguna influencia perversa en algún momento de nuestra vida, por lo cual necesitamos de la armadura de Dios, especialmente si vamos dando pasos hacia adelante en la vida cristiana.
Si nos ponemos la armadura de Dios, no viviremos indefensos en este mundo hostil, y estaremos listos para enfrentar cualquier cosa con las que el maligno o sus compinches nos quieran destruir. Ya en la carta a los Corintios Pablo nos advertía sobre la importancia de este combate, y como el primer campo de batalla se encuentra en el propio pensamiento de la persona.1 En ocasiones la batalla comienza cada día desde el momento en que nos despertamos. Lamentablemente muchos cristianos, aun reconociendo esto, no lo toman con mucha seriedad. Este olvido hace que el enemigo los tome desprevenidos y tengan derrotas, una y otra vez, lo cual hace que muchos hombres y mujeres de Dios, anden por ahí sintiéndose confundidos y como pisoteados, habiendo perdido el gozo que debería dar el pertenecer a Cristo, y el servirle, trabajando en la construcción de su Reino. Por lo cual, antes de seguir adelante, quisiera que te hagas tres preguntas:

1. Cada mañana, antes de salir de tu casa.

1 Cf. 2 Cor. 10, 3-5. o de ponerte a realizar las tareas cotidianas, ¿te pones bajo la protección de Dios, de María Santísima y de los Ángeles de Dios?

2 2. ¿Te tomas el tiempo para cribar, discernir, distinguir y diferenciar, los pensamientos que vienen de Dios, de aquellos que vienen del maligno, pero de forma encubierta? Ten presente que incluso todo buen plan o proyecto tiene que ser voluntad de Dios para que pueda dar frutos buenos y duraderos.

3. ¿Qué cambios tendrías que hacer para que la oración de protección y el discernimiento de las diferentes clases de espíritus se conviertan en algo diario para tu vida? Hay quienes no tienen muy en claro quién es el verdadero enemigo, siendo que Pablo lo dice con total claridad en el v. 12: “Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.”
2 Se puede ahondar en el libro del mismo autor, que lleva por título: “Protege tu vida”. Ed. San Pablo. Argentina.
Lo que está diciendo aquí el apóstol es que nuestro enemigo es el diablo, los ángeles caídos y una multitud demoniaca que intenta destruirnos cada día. Por lo tanto su intención es llevarnos a dudar de Dios, alejarnos de su voluntad, impedir que sigamos creciendo y saliendo cada día un poco más de la oscuridad para caminar hacia su luz. Sin embargo, muchos buenos cristianos, no quieren saber nada de este tema, que tal como vemos tiene un fundamento bíblico innegable y que ha sido ratificado por el Magisterio y la Tradición de la Iglesia a lo largo de los siglos. La armadura Romana Según lo que nos dice el mismo Pablo, sabemos que en varias oportunidades estuvo en cárceles romanas y que además estuvo un tiempo encadenado a un soldado romano durante uno de sus encarcelamientos. Además por su cultura romana estaba familiarizado con los pertrechos militares defensivos y ofensivos, tales como las armaduras y espadas. Por lo cual al reflexionar sobre este texto sobre la armadura espiritual, tengamos en cuenta que Pablo sabia como un buen soldado debía vestirse para no ser derrotado y morir en la batalla.

Veamos a continuación en base a referencias históricas, como eran las armaduras que conocía Pablo en su época y los elementos que la constituían, para profundizar en un segundo momento en la lucha espiritual de la cual nos habla san Pablo.

1. El cinto o cinturón. (v. 14 a) La túnica del soldado se sujetaba con un cinto, comúnmente hecho de cuero y metal, del que se colgaba la espada, y que le dejaba libertad de movimientos.

2. La coraza (v. 14 b) La coraza consistía en un chaleco grueso y protector que defendía el corazón de las flechas y también de los golpes de las lanzas o de la espada enemiga.

3. Las sandalias, o protectores de los pies (v.15) Estos estaban hechos con cuero muy grueso que además de cubrir los tobillos, proporcionaba un buen apoyo y equilibrio para la batalla. Algunas sandalias incluían clavos en las suelas, lo que le permitía al soldado fijarse firmemente en el combate a fin de mantener el equilibrio y no retroceder.

4. El escudo. (v. 16) Seguramente el escudo al cual se está refiriendo Pablo no es uno de esos escudos redondos y pequeños, sino más bien unos escudos rectangulares y grandes, hechos de una madera dura pero a la vez liviana y forrado de metal, el cual servía para proteger casi todo el cuerpo. Esta clase de escudo permitía que en algunas ocasiones los soldados se unieran hombro con hombro y escudo con escudo, formando un vallado imponente que impidiera el avance del enemigo.

5. El casco. (v. 17a) Siendo la cabeza uno de los puntos más delicados del cuerpo humano, el casco se transforma en uno de los elementos más importantes. Si bien eran suficientemente duros por afuera como para resistir los golpes sin romperse, a la vez eran suaves por dentro a fin de amortiguar cualquier golpe que el soldado pudiese recibir.

6. La espada (v. 17 b) Finalmente Pablo menciona el arma defensiva y ofensiva más importante, que es la espada, la cual solía ser corta, fácilmente maniobrable y muy afilada. Interpretación espiritual Reflexionemos ahora, querido hermano/a, como revestirnos de esta armadura, ahondando espiritualmente en la actualidad de esta enseñanza de Pablo, de manera tal que mientras lees, también vayas orando, como si te pusieras gradualmente una por vez, cada una de las piezas de esa armadura Divina, con el propósito de ponerte esta armadura de protección desde la mañana de cada día.

Ten también presente que así como no sales de tu casa, sin la camisa o sin ponerte el calzado, tampoco deberías salir de tu casa, y ni tampoco estar en ella o en ningún lugar, sin ninguna de las diversas partes de tu armadura espiritual. Además ten en cuenta que aunque esta armadura espiritual sea invisible, es tan real y mucho más importante que la ropa con la que te vistes cada día.

1. El cinto o cinturón. (v. 14 a) Pablo llama a este cinturón “el cinturón de la verdad”, y decía que era una clase de cinto que le daba al soldado libertad de movimientos, lo cual significa que mientras que otros puede que anden incómodos e indecisos; el cristiano al conocer la verdad y al ser guiado por el Espíritu Santo, puede moverse con libertad y rapidez, evitándose muchas angustias, fracasos y sinsabores, o al menos aprendiendo de ellos. Jesús dijo de si mismo que él es la Verdad (Jn. 14,6). Por lo cual el cristiano jamás debería andar en caminos de mentira y falsedad. Poniéndote este cinturón, el Señor te traerá su Sabiduría para no ser engañado por las mentiras de Satanás e incluso para llegar a descubrir a aquellas personas que pueden ser lobos cubiertos con piel de corderos y que se acercan a ti con segundas intenciones. Ten presente que si eres una mujer o un hombre de Dios y te has propuesto seguir la voluntad de Dios, necesitarás estar muy despierto y atento, por lo cual necesitas de este cinturón de verdad con el cual el Espíritu de Dios quiere sostenerte cada día. Cuando estamos inmersos en la Verdad de Dios, entonces filtramos por él, todo lo que escuchamos, del mismo modo que pasamos por su Corazón a través del discernimiento, cada persona, situación, proyecto, etcétera.

De este modo Dios mismo filtrará o colará, cualquier elemento encubierto bajo forma de bien, con el cual el enemigo quiera hacerte daño a ti y a tu ministerio. Cada mañana podrías decirle a Dios algo semejante a:

“Señor Jesús, tú que eres la Verdad, hoy me decido a ponerme el cinturón de la verdad, confiando en el poder que en ella tú has puesto. Ayúdame para que en este día pueda vivir, hablar y testimoniar solo la Verdad. Amén”.

2-La coraza (v. 14 b) Cuando Pablo habla de esta parte de la armadura la llama “la coraza de la justicia”, lo cual es sinónimo de integridad y rectitud. Cuando uno está vestido de integridad, está fortalecido en Dios y aunque tenga que pasar por sufrimientos y reciba heridas, sin embargo ninguna será mortal y de todas ellas podrá recuperarse. Las palabras no nos pueden defender siempre de las acusaciones, pero sí una vida íntegra. La única manera de afrontar las acusaciones y las calumnias que se le hacen al cristiano es siendo todo lo bueno que se pueda ser. Otro significado que encontramos en el revestirnos con la coraza, es proteger nuestro nivel emocional y permitirle a Dios que obre en nosotros, dándonos el tiempo para que las heridas que hemos recibido a este nivel a lo largo de la vida, vayan cicatrizando. Muchas personas, dirigen su vida y reaccionan desde las emociones. Hay quienes son niños emocionales, pues han quedado atados a una etapa emocional del pasado y son esclavos de sus sentimientos. Si bien las emociones pueden ser algo hermoso y de gran ayuda para realizar la propia vida, sin embargo, cuando ellas no están sometidas y entregadas al Señorío de Cristo pueden volverse en contra de la persona, ser una tortura y por lo tanto un punto vulnerable por el cual Satanás tratará de hacernos daño. Para comprender mejor lo que estoy diciendo, bastaría que miraras en tu historia y que con sinceridad reconocieses como te fue cada vez que hablaste o actuaste solamente desde el nivel emocional. Por lo tanto no se trata de no tener emociones, sino de que estas sean purificadas y elevadas cada día por el amor de Dios, alineándolas en sintonía con su voluntad. Puedes orar diciéndole:

“Amado Jesús, hoy me revisto de la coraza que me concede tu Santo Espíritu, para poder resistir a las críticas y a toda palabra de mal que se quiera pronunciar en contra de mi. A la vez protégeme de todo ataque que quiera confundir mi corazón, para que todos mis sentimientos reposen en la paz que proceden de tu Santa voluntad. Amén.”

3-Las sandalias, o protectores de los pies (v.15) Las Sandalias o el calzado, representan el ardor por propagar la Buena Noticia de la paz. La característica del cristiano es que está dispuesto a ponerse en camino para compartir el Evangelio con otros que no lo han recibido. Pero también considera que en muchos de los lugares que tu pisas, encuentras contaminación de diversas clases. Lugares donde el egoísmo, la ira o la superstición, para citar solo algunos ejemplos, son moneda corriente de los que allí transitan. Al calzarte y proteger tu alma con las sandalias de la oración, nada te hará daño y tu podrás avanzar con decisión y en modo sostenido, llevando la paz, donde no la hay. Entonces tu experiencia será que estarás protegido de cualquier conflicto que haya a tu alrededor, poniendo la paz de Dios. Podrás mantener el equilibrio y firmeza en el Señor, para no caer y seguirás avanzando sin distraerte con personas o situaciones que te harían en cambio perder tiempo valiosísimo.

“Señor, hoy decido ponerme el calzado de la paz. Por eso te pido la gracia que en cualquier lugar que hoy entre y con cualquier persona que me encuentre yo sea un pacificador, de manera tal que pueda ser un “instrumento de tu paz”. Has que por cada lugar que hoy pase pueda dejar huellas de tu Espíritu de armonía, para que sean muchos los que decidan caminar detrás de ti”.

4-El escudo. (v. 16) Cuando Pablo menciona el escudo lo llama: “el escudo de la Fe”, y luego agrega “con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno”. Una de las armas más peligrosas en las guerras antiguas eran las flechas incendiarias. Se mojaba la punta en brea, se le prendía fuego y se lanzaba. El escudo grande tenía dos capas de madera pegadas entre sí. Cuando se le incrustaba un dardo incendiario, se hundía en la madera y se le apagaba la llama. La fe marca la diferencia entre la derrota y la victoria, la fe puede apagar los dardos de la tentación. Y para Pablo, la fe es siempre la confianza absoluta en Cristo.
Cuando caminamos cerca de Él, las tentaciones que nos llegan no nos herirán. Puedes imaginar ese escudo y decirle al Señor algo como:

“Señor, hoy quiero tomar el escudo de la fe, para que tenga la tranquilidad de que aunque el enemigo me lance muchas flechas incendiarias de pruebas y tentaciones, la fe poderosa que de ti procede me defenderá. Gracias porque fortalecido y defendido por este escudo no probaré la derrota, y podré avanzar por caminos de victoria”.

5-El casco. (v. 17a) Pablo lo llama el casco de la salvación. Ahora bien, la salvación no es solamente algo del pasado, sino que es un don que nos ofrece cada día Nuestro Redentor. Él nos da el perdón de los pecados del pasado y del presente, y también la fuerza para conquistar el pecado en los días que han de venir. Yo suelo hablar de los pensamientos ladrones,que son aquellos que por venir del mal espíritu vienen a robarnos las bendiciones que hemos alcanzado de parte de Dios y su paz. De hecho, casi todas las batallas espirituales por las cuales solemos atravesar, comienzan en nuestras mentes, para luego pasar a nuestras emociones y de allí a los otros niveles de la vida.

Por lo que si del libro de la Colección Paz Interior: “Lo que nos roba la Paz”, en lo que se refiere a los pensamientos que roban las bendiciones de Dios. Ed. San Pablo. Argentina.
logramos proteger nuestra cabeza de todo pensamiento equivocado del maligno, tendremos ganada la batalla.

“Señor, hoy tomo la decisión de poner sobre mi cabeza el casco de la salvación, a fin de que tu proteges mi mente y mis pensamientos. Dame tu gracia para que tus pensamientos echen raíces profundas en mí y a la vez alejes de mi todo pensamiento encubierto que el maligno quiera sembrar en mi mente. Gracias porque este casco de salvación que tu me estás poniendo protegerá mi mente y me ayudará a distinguir los pensamientos que vengan a mi”.

6-La espada (v. 17 b) Aquí él dice que la espada del Espíritu, es la Palabra de Dios.

Cuando conocemos y nuestra vida está inmersa en la Palabra de Dios, el maligno no puede engañarnos con sus mentiras. Las falsedades del mundo caen, cuando filtramos todo a través de la Palabra de Dios. Saliendo al combate de cada día con la Palabra de Dios en su corazón, el Espíritu Santo te recordará aquellos versículos por medio de los cuales Dios te irá guiando y mostrando su voluntad. También te ayudará para entrar en dialogo con aquellos con quienes te encuentres a lo largo de la jornada.
Nunca podremos ganar las batallas de Dios sin el Libro de Dios.

“Señor, yo hoy decido poner en un lugar central de mi vida la espada de tu Palabra. Gracias por esta arma espiritual que ayuda a defenderme y a avanzar en la tarea de llevar tu Buena Noticia a quienes más la necesitan”.

“Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos” (Ef. 6:18)

Por último, aunque no es comparada con ningún arma especifica, Pablo llega sin embargo al arma más poderosa de todas —

la oración.

Notamos tres cosas que dice acerca de la oración:

(a) Debe ser constante. Tendemos muchas veces a orar solamente en las grandes crisis de la vida; pero es en la oración diaria donde el cristiano encuentra la fuerza diaria,

(b) Debe ser intensa. Una oración vacilante no nos llevará a ninguna parte.

La oración requiere concentración de todas nuestras facultades en Dios.
(c) No debe ser egoísta.

El cristiano no puede pedir solo para sí mismo, pues terminará agotando la fuerza de su oración.
Por lo tanto, cada mañana, orando en fe revistámonos de esta armadura; pidiéndole al Espíritu Santo que nos ayude a vestirnos en cada una de sus partes. Aunque sea algo que no podamos tocar con nuestras manos y ver con nuestros ojos, podemos confiar en que Dios nos envolverá con su amor, su presencia y su poder, cuando tengamos que salir a un mundo donde hay tanta oscuridad. Sin lugar a dudas Dios honrará y cumplirá el compromiso que nos ha hecho por medio de su servidor, el apóstol san Pablo.

Oración


Señor Jesucristo, tu desde las tentaciones que sufriste en el desierto nos enseñaste que también nosotros solemos ser atacados por el enemigo. Pero te damos gracias porque no nos has dejado indefensos, sino que nos dejaste muchas herramientas para que te permitamos ser nuestro Defensor. Te pido que me ayudes a reconocer la realidad de esta lucha, que muchas veces se da en mis pensamientos, en mi corazón, y en mi vida, para poder tener victoria con la ayuda de tu gracia. Amén.”

Padre Gustavo Jamut

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