domingo, 6 de junio de 2010

La eucaristía, sacramento de fe y amor

El relato sobre la multiplicación de los panes nos muestra la verdadera voluntad de Dios: que no falte el pan para todos. Los apóstoles ofrecieron a Jesús cinco panes. Así vemos que, cuando nos dejamos nacer por la fuerza de su amor y le ofrecemos incluso lo poco que tenemos, hay pan para todos, y sobra. Pero cuando algunos se dejan llevar por el egoísmo, el pan se acumula en pocas manos y no hay pan para todos. Dios actúa en nuestra historia por medio de instrumentos humanos, y cuando su palabra cae en corazones abiertos y generosos, se produce un milagro de amor. El pan se comparte y se reparte, se convierte en una forma de encuentro que es un anticipo del cielo, y hay pan para todos.
La Eucaristía siempre es pan para todos; nadie se ve privado de ella por falta de dinero; es pan sobreabundante tanto para ricos como para pobres, es pan que no hace distinción de personas.
La relación entre el pan que se comparte y el pan de la Eucaristía aparece con mucha claridad en 1Cor 11, 20-22. Pero es importante que, con este texto del evangelio de Lucas, que es el evangelio de la misericordia, reconozcamos cómo el pan que Jesús nos reparte en la Eucaristía nos exige también compartir el pan de nuestras mesas para mostrar a los pobres el rostro de Jesús que los ama y los cuida mediante nosotros. La eucaristía es el sacramento del amor fraterno, de la unidad y de la generosidad. Por eso mismo, decía San Juan Crisóstomo: “¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera le dejan pasar frío y desnudez”.
P. Víctor M. Fernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

ES ALGO QUE NOS ENSEÑA