sábado, 28 de diciembre de 2013

TEXTO COMPLETO: La oración del Papa Francisco por las familias

"Jesús, María y José
A ustedes, la Sagrada Familia de Nazaret,
Hoy miramos con admiración y confianza;
En vosotros contemplamos
La belleza de la comunión en el amor verdadero;
A ustedes encomendamos a todas nuestras familias,
Y a que se renueven en las maravillas de la gracia.

Sagrada Familia de Nazaret,
Atractiva escuela del Santo Evangelio:
Enséñanos a imitar sus virtudes
Con una sabia disciplina espiritual,
Danos una mirada limpia
Que reconozca la acción de la Providencia
En las realidades cotidianas de la vida.

Sagrada Familia de Nazaret,
Fiel custodia del ministerio de la salvación:
Haz nacer en nosotros la estima por el silencio,
Haz de nuestras familias círculos de oración
Y conviértelas en pequeñas iglesias domésticas,
Renueva el deseo de santidad,
Sostener la noble fatiga del trabajo, la educación,
La escucha, la comprensión y el perdón mutuo.

Sagrada Familia de Nazaret,
Despierta en nuestra sociedad la conciencia
Del carácter sagrado e inviolable de la familia,
Inestimable e insustituible.

Que cada familia sea acogedora morada de Dios y de la paz
Para los niños y para los ancianos,
Para aquellos que están enfermos y solos,
Para aquellos que son pobres y necesitados.

Jesús, María y José,
A ustedes con confianza oramos,
A ustedes con alegría nos confiamos".
(29 de dic, día de la familia)

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23.

Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". 
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. 
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. 
Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, 
y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño". 
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. 
Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, 
donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

El evangelio presenta a la familia de Nazaret como modelo único e irrepetible, bien por la composición del núcleo familiar, bien por el significado que tales personas asumen en la historia de la salvación. El relato de la huida a Egipto y del regreso a Nazaret, une en un mismo relato los aspectos teológicos y apologéticos, traza un cuadro realista de las muchas experiencias vividas por la santa familia. El texto, en efecto, recuerda los acontecimientos que siguieron al nacimiento de Jesús: la partida de los Magos, la crueldad de Herodes, el sueño de José y el éxodo como prófugo a Egipto. 

Mateo, sin embargo, va más allá de los hechos narrados y pretende mostrar a Jesús como un nuevo Moisés, que experimenta la misma suerte del gran legislador: es perseguido y debe huir (cf. Ex 4, 19); después regresa a Israel cumpliendo la Escritura: “De Egipto llamé a mi Hijo” (v. 15; cf. Os 11, 1). Pero, a la muerte de Herodes, la orden de establecerse en Nazareth que José recibe del ángel del Señor abre camino a otro proyecto de Dios. Los tres hijos de Herodes, Arquelao, Herodes Antipas y Felipe heredaron el reino. Al cruel Arquelao correspondió la Judea y por esto José, por razones de seguridad se trasladó a Galilea, donde reinaba Herodes Antipas. Para Mateo aquí se cumple la profecía: “Será llamado Nazareno” (v. 23), en cuanto el evangelista identifica la palabra “Nazareno” = nossri con la palabra "vástago" = nesser (cf. Is 11, 1: 53, 2). Jesús es el Mesías humilde que cumple las esperanzas del pueblo y las promesas de Dios.

Uno de los temas más candentes de la sociedad actual es el de la familia, en el que emergen problemas y dificultades considerables, debidos a la falta de valores y de ideales, unidos, por ejemplo, al materialismo y al hedonismo de la vida, a la permisividad de los responsables en campos educativo y moral, y a la carencia de auténticos guías y formadores en este sector. También la Iglesia siente vivo el problema y se interroga acerca del designio que Dios tiene sobre la familia, animando a todos a vivir según el evangelio en el respeto de las culturas y empeñándose en aliviar las condiciones de pobreza y necesidad de muchos núcleos familiares, a ejemplo de la familia de Nazareth plenamente inserta en la vivencia humana y especialmente en la vida de los pobres y de los que sufren.

La experiencia actual de la familia cristiana presenta, también ella, notables problemas, porque no todo es pacífico o está resuelto, más bien se ven a menudo familias que portan cruces de distinto género y, a veces, pesadas: las de los exiliados de su propia tierra, las divididas por disensiones familiares o por motivos de trabajo, las que han perdido algún miembro por el empeño puesto en defensa de los derechos humanos y de la promoción humana, las laceradas por la inmigración, las que viven socialmente desahuciadas, incomprendidas, marginadas o en ambientes indignos y depravados que devalúan la condición humana.

La sagrada familia no era una familia sin problemas, pero la presencia de Dios le comunicó fuerza, serenidad y paz interior. Jesús es el lazo de unión de toda familia cristiana.



(Comentario tomado de: “Lectio divina para cada día del año. Vol. 2 Tiempo de Navidad” Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.), Verbo Divino, Navarra, 2000, Pág. 53-55.)

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

CUARTO DE ADVIENTO – 22 de Diciembre de 2013.
“COBIJEMOS a JESÚS Y MARÍA en nuestra casa CON LA ESPERANZA DE LA SALVACIÓN”

): Lectura del santo Evangelio según san Mateo 1, 18–24:

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
“Dios escribe derecho en renglones torcidos”, dice el antiguo refrán. La Palabra de Dios que hoy escuchamos pareciera darle la razón. María ha quedado embarazada y, aunque ya está comprometida con José, todavía no vivían juntos, por lo tanto no tenían relaciones sexuales –Lucas lo manifiesta con claridad en la respuesta de María al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?” (Lc 1, 34)-. El Espíritu Santo plenificó la maternidad de María, haciéndola engendrar al Salvador del mundo, Esperanza para toda la humanidad. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

El pobre de José no tenía conocimiento de lo que estaba sucediendo con su comprometida y cuando se enteró… Lo más probable es que se sintiera burlado o por lo menos no amado por María. Tal parece ser la situación porque decide abandonarla en secreto…

Dice la palabra que era un hombre Justo… y no sólo porque su camino se realizara en la JUSTICIA, sino porque, para la Biblia, ser justo es lo más parecido a “estar lleno de gracia”. Es decir que se juntaron “el hambre y las ganas de comer”, dos santos estaban siendo protagonistas de un acontecimiento que traería la ESPERANZA y la SALVACIÓN definitiva.

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.

La Palabra hace una pausa… José es mostrado como alguien que está reflexionando sobre el asunto. Esto nos muestra que era un hombre cabal, pensante. No se tomó las cosas a las apuradas, no salió ha hacer las cosas atolondradamente. Parece que José era bastante sereno y pacífico, es decir, para nada impulsivo.

Pero con la razón no basta…. Toda cosa para ser entendida necesita la presencia de Dios. el Ángel habla en sueños con José y le explica las cosas como son… ni en broma José hubiera llegado a solucionar su dilema con la sola razón. Convendría que aprendiéramos de él y nos pusiéramos en oración cada vez que necesitamos resolver alguna dificultad o tomar decisiones para nuestra vida. Las cosas serían más sencillas y saldrían mejor que hasta ahora.

Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".

Escuchemos lo que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre el Santísimo Nombre de Jesús:

430 Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión. Ya que “¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”, es Él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre, “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.

432 El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la persona de su Hijo hecho hombre para la redención universal y definitiva de los pecados. El es el Nombre divino, el único que trae la salvación y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación de tal forma que “no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4,12).

433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio. El propiciatorio era el lugar de la presencia de Dios. Cuando san Pablo dice de Jesús que “Dios lo exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre” (Rm 3,25), significa que en su humanidad “estaba Dios reconciliando al mundo consigo” (2 Co 5,19).

744 En la plenitud de los tiempos, el Espíritu Santo realiza en María todas las preparaciones para la venida de Cristo al Pueblo de Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en ella, el Padre da al mundo el Emmanuel, "Dios con nosotros" (Mt 1,23).

sábado, 14 de diciembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» 
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» 
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

Palabra del Señor

"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". 

La incertidumbre de Juan es notoria. Se encuentra prisionero del poder real, a merced de sus enemigos. Sabe que su vida corre inminente peligro de muerte y quiere saber si la entrega tiene sentido. “Esperar”. Es la palabra que Juan utiliza para referirse a su actitud ante Jesús. Toda nuestra vida se basa en una actitud de espera. Esperamos esto o lo otro, pero siempre esperamos algo… de nosotros, de los demás, o de Dios… siempre esperamos. El día que ya no esperamos nada, no tiene sentido vivir… sin esperanza la vida es un continuo no-ser, una sucesión de nada. 

Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. 

La respuesta de Jesús se basa en los hechos. Jesús no expresa palabras, ideas, símbolos o pensamientos; Jesús expresa realidades, cosas palpables. El no viene a “hacernos el verso”, vino a salvar y lo muestra con hechos concretos. Apuntando a los milagros realizados hace resonar ecos de profecías (Is 35, 5-6; 61, 1), por eso es el que ha de venir (Mal 3, 1). 

Eso es lo bueno de la esperanza, demanda respuestas concretas, palpables, hechos y no palabras. La esperanza es real. La ilusión, al ser algo tan interior e irreal, tan fuera de lo concreto, se convierte en espejismo, delirio o quimera, que termina en ofuscación, en frustración. Juan esperaba algo real, la promesa de Dios le había dicho que el que ha de venir llegaría a hacer realidad esa espera. Jesús responde con hechos, ya que las palabras sobran. 

El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. 

Juan es el precursor. Es el ángel de Dios para Jesús (Ángel significa mensajero, mensajero divino). El ángel de Dios no sólo cuida las espaldas, como representamos al ángel de la guarda en nuestra tradición cristiana, sino que allana el camino. Juan, el ángel de Dios, allana el camino de Jesús, le facilita las cosas, se ocupa de que Jesús no esté estorbado por cosas que no tiene que ver con él. Es que, a través de Juan, Dios envía un presentador para la actividad de Jesús en el mundo, los hombres y mujeres ven facilitada su atención al mensaje y la obra del Salvador por la predica de conversión de Juan el Bautista. 

Nosotros también podemos ser “ángeles”, mensajeros de Dios, para los que están a nuestro alrededor. Allanando sus caminos, en definitiva lo que hace cualquier padre o madre para con sus hijos, o los amigos con quienes los necesitan. Ser “ángeles” es hacerle la vida más llana, en lo que dependa de nosotros, a quienes comparten esta existencia a nuestro lado. Nuestro trato “angelical” hacia las personas con las cuales convivimos les llevará al encuentro con la vida y la obra de nuestro Salvador Jesucristo. 

Mantengamos firme la esperanza, Dios no falla y lo muestra con hechos concretos. El que ha de venir, se presenta de nuevo en cada Navidad para mostrarnos el milagro y la bondad de su presencia. Seamos “ángeles", mensajeros de Dios, allanando los “caminos del Señor” como lo hizo Juan el Bautista. Vale la pena y el mundo lo necesita. Amén.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Santísima Virgen María -8 de diciembre Inmaculada Concepción de María

La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción. 

Como demostraremos, esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bulaIneffabilis Deus.

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.

Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la "llena de gracia" desde su concepción.

La Encíclica "Fulgens corona", publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»

Fundamento Bíblico

La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica. 

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.

En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.». Las palabras en español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene" y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no "prueba" la Inmaculada Concepción de María ciertamente lo sugiere.

El Apocalipsis narra sobre la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1). Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,1-12):

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."» 
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán. 
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

Palabra del Señor

“EL FRUTO DE UNA SINCERA CONVERSIÓN”

“Reconocer que necesitamos convertirnos para manifestar, en el amor que nos tenemos unos a otros, el Reino de Dios presente entre nosotros”.

"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".

El mensaje de Juan el Bautista comienza con una invitación a la conversión que, en sentido religioso y profético convertirse -en el NT-, es denominado metánoia (cambio de modo de sentir) y “convertirse” (volver a Dios) metanoein (cambiar de modo de sentir). Es decir todo se resume en cambiar… para Juan el Batista hay una fecha de vencimiento, hay una fecha límite ya que el reino de los cielos está cerca. Nos invita apurarnos, a no demorar ni un minuto más. 

A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.

Juan es el que viene a invitarnos para allanar los caminos, es el que promueve un enderezamiento de los senderos. Nuestros caminos están retorcidos con altibajos, entre “valles y montañas”. Así se hace dificultoso vivir… hay que allanar, hay que hacer llanita la vida. Se trata de subir lo hundido y bajar lo hinchado. Tiene mucho que ver con la “autoestima”. Ni estar en el fondo de nuestra depresión… ni subidos a la montaña de nuestro ego. En algunas cosas estamos tan disminuidos, tan caídos, tan por el suelo… y en otras somos tan egocéntricos, tan creídos, tan encumbrados mirando a los demás por sobre el hombro. Juan invita a allanarnos… a ser, no un camino retorcido con curvas y altibajos, sino una senda llana y recta por donde Dios circule sin contratiempos y con comodidad. 

Produzcan el fruto de una sincera conversión

La imagen que presenta Juan es una comparación con los árboles… los frutos de un árbol, el “hacha puesta a la raíz”, el árbol que no sirve, que no da fruto, es hecho leña para el fuego. La connotación espiritual parece girar en torno a la aceptación de la semilla que Dios ha sembrado, de la cual nació el árbol, de la cual sale el fruto… entre lo que sembró Dios, lo que creció y el fruto que sale parece haber un descalabro. Si Dios sembró buena semilla: ¿Por qué sale mal fruto? He aquí la necesidad de la conversión… hay que seguir la continuidad que Dios provocó, no se trata de hacernos de nuevo, de modo diferente, se trata de ser lo que siempre fuimos y de dar los frutos de tal semilla sembrada. 

Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.

Juan sabe los límites de su accionar… él solo está dando los primeros pasos… la iniciación que propone tiene que ser consolidada con la presencia del Espíritu Santo que marca a fuego a los creyentes. Un ejemplo nos puede ilustrar: si alguien hace un sello de hierro y le pone pintura marcando con él una puerta de madera, la pintura permanece un tiempo limitado en ella (hasta que se limpie con disolventes o se deshaga con el tiempo), pero si toma el sello de hierro y lo pone en el fuego para luego, al rojo vivo, marcar la puerta, esta permanecerá así hasta que la misma puerta se rompa o desaparezca. La pintura fue algo exterior, el fuego es algo que altera químicamente la madera. 

En nuestra vida si la conversión no se da obedeciendo los impulsos del Espíritu Santo las cosas cambian superficialmente, el voluntarismo no sirve de mucha ayuda. En cambio si el Espíritu Santo es quién provoca la conversión, esta se produce en nosotros como una marca de fuego, quedamos sellados de por vida en ese cambio. 



Se trata entonces de “allanarnos” para que el Señor llegue a nosotros de modo rápido y cómodo. Hagámosle fácil el recorrido de Dios desde el cielo a nuestro corazón. Salgamos de los senderos retorcidos que hizo el “becerro” irracional y entremos en los caminos rectos y llanos que la conversión nos propone. El “sello” del Espíritu Santo nos marcará a fuego. Amén.

domingo, 1 de diciembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Del santo Evangelio según san Mateo 24, 37-44 

Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. "Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. 

“Redescubrir la necesidad de estar prevenidos y preparados; para que, usando los dones que el Señor nos dio, estemos listos cuando Él venga”. 
EL TIEMPO DE ADVIENTO

El Adviento es un tiempo de gracia y esperanza. Es un tiempo de preparación. La Iglesia quiso darnos, en este tiempo, una preparación para la celebración de la venida al mundo de la “Palabra” que “se hizo carne y habitó entre nosotros”, es el Misterio de la NAVIDAD. Pero, al mismo tiempo, en Adviento celebramos esa preparación “escatológica”, es decir, una preparación que apunta a los últimos tiempos, los de la venida definitiva del Señor. El Adviento considera todo el misterio de Jesús desde la entrada del Señor en la historia (Navidad) hasta su final. Es, podríamos decirlo así, un hermoso modo de vivir nuestra propia historia, desde la concepción hasta la muerte. 

En este tiempo estamos llamados, como comunidad cristiana, a vivir de un modo determinado y especial: la VIGILANTE y GOZOSA ESPERA, la ESPERANZA, la CONVERSIÓN.

Adviento es un tiempo de vigilancia y gozosa espera. No es estar como el policía que controla que nadie cometa un delito, o como aquel que se pone en juez de los otros y vigila las acciones de los demás para acusarlos de los malos actos que cometieron. No se trata de eso. La vigilancia del adviento esta centrada en el cuidado y la atención de aquel que vigila para que todo lo bello que está viviendo no se le escape de las manos. Es la atención de un niño en el parque de diversiones, la atención de un espectador sobre el espectáculo que está viendo o disfrutando. La vigilancia del adviento es captar dones y regalos, gracia y misericordia de Dios para con nosotros. San Agustín decía: “temo al Dios que pasa”, pero temía porque tenía miedo, no de Dios, sino de que pase y él no se de cuenta. Eso es el adviento la vigilancia del que no quiere perderse nada, por eso es gozosa espera, la promesa de Dios ya está hecha y falta, solamente, su cumplimiento. Él puede llegar en cualquier momento, hay gozo en su pueblo que lo espera con entusiasmo y alegría.

La esperanza del adviento es una situación propia de este tiempo ¡Cómo no alegrarnos en la esperanza por una nueva Navidad! ¡Es un tiempo de perdón y afecto en que se avecina! ¡Es la reconciliación de los hermanos, la mesa compartida, los parientes y amigos que se vuelven a encontrar y celebran la vida! Adviento nos prepara a eso, Adviento nos invita a la esperanza de ir al encuentro, no aguardar pasivamente, de la promesa de un Dios tan grande que se acuerda de nosotros en Jesucristo.

La conversión es la consecuencia lógica del adviento. Cuando la Palabra de Dios penetra nuestros corazones los transforma y les llena de sentido. Las virtudes de cada uno se vuelven evidentes. Aún en medio de una sociedad industrial y consumista, y que en este tiempo empiezan las campañas comerciales de la NAVIDAD, nuestra preparación adviental y la celebración misma de la Navidad como fiesta del encuentro de Dios con nosotros nos tiene que llevar a prepararnos con espíritu de conversión a la celebración del reencuentro con la vida y los afectos. 

LA PALABRA DE DIOS

El evangelio nos dice: “Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor” (Mt 24, 42) “Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada” (Mt 24, 44).

En el contexto precedente al presente relato, Mateo recoge una frase de Jesús que sirve de guía a todo el discurso: “Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos” (24, 12). Es la gran tentación ante la que Jesús nos pone en guardia: a lo largo de la vida, tras haber recibido la fe y el amor de Dios, se corre el peligro de dejar enfriar estos dones y perderlos. Todo ello ha ido encaminado a que Jesús instruyera a sus discípulos sobre cómo han de vivir hasta que este mundo concluya. La venida del Hijo del Hombre como juez en ese momento se convierte ahora en el núcleo de la instrucción. Sólo el Padre sabe el día y la hora de esa venida: 

“En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt 24, 36) 

“Será un día único -el Señor lo conoce- y no habrá día ni noche, sino que al anochecer habrá luz” (Zac 14, 7) 

El diluvio de tiempos de Noé (Gn 6-8) fue siempre una imagen de juicio sobre los infieles y de liberación para los fieles (Is 54, 9). Así los discípulos, al dejar el tiempo del juicio en manos de Dios, viven como justos, preparados para la venida del Hijo del hombre. 

En el fin del mundo habrá una separación repentina y definitiva de los justos respecto de los injustos, ilustrada con dos imágenes gráficas. Los “tomados” representan la reunión de los elegidos (v. 31). El ejemplo del ladrón que fuerza la entrada en una casa (literalmente “que excava a través” de los muros de barro) subraya que nunca se sabe cuándo sucederá la venida definitiva del Hijo de Dios, por lo que la disponibilidad constante es esencial.

El peligro serio que tenemos es gastar el tiempo a nuestra disposición, nuestra existencia, sin optar de verdad por algo grande, sin decidirse de veras a dar a la libertad ese gran aliento que sólo puede provenir de haber encontrado en Jesús la verdad y el amor. Para esto, el creyente goza del don de vivir en la iglesia, custodia de la verdad del Evangelio, ya que sólo en el encuentro con la verdad del amor de Dios podemos abrirnos a una verdad de inmensos horizontes. 

Si se olvidase esto, sucedería lo que al hombre que no vela por su casa: le roban lo más valioso. El descuido nos podría hacer perder -y para siempre- la gracia de Cristo que hace verdadera la vida cristiana. Por consiguiente, vale la pena velar, tener despierta la fe, porque ya está aquí la luz. No hagamos como los contemporáneos de Noé, que fueron incapaces de levantar la cabeza para “acogerse” al don de Dios.



Este tiempo de Adviento nos tiene que servir para estar preparados y prevenidos, tratemos de vivirlo intensamente. 

“eSTE ES EL MOMENTO DE PREPARARNOS”