domingo, 27 de enero de 2013

RETIRO

Gracias Señor, por convocarme una vez más, por tu confianza y la de Daniela Marisel Medina y Luciinda Ramos.Gracias xq sabiendo lo q soy me hayas confiado esta misión.
1,2,3 de febrero 2013. casa de retiro san luis.

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

domingo 27 Enero 2013

Tercer Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : Santa Ángela Meríci

Evangelio según San Lucas 1,1-4.4,14-21.

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, 
tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. 
Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, 
a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. 
Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. 
Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. 
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. 
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: 
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos 
y proclamar un año de gracia del Señor. 
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. 
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

“HOY SE HA CUMPLIDO EN MÍ”


“Redescubrir nuestra vocación cristiana; para que, ungidos por el Espíritu Santo, como en Jesús, hoy se cumplan en nosotros las Sagradas Escrituras”
Hoy. 
Vivimos en un mundo de vanas promesas. Los que nos gobiernan patean la pelota para adelante y el que viene después, como no puede cumplir lo que el otro prometió, se conforma con echarle la culpa de todo lo que pasa y promete algo que él tampoco cumplirá. Palabras como siempre, nunca, jamás, es la última vez, etc., suenan a promesa incumplida, o lo que es peor, por incumplirse. 

Las palabras del Señor, expresadas con tanta fuerza en el evangelio de hoy, nos llaman la atención sobre la cantidad, casi infinita, de promesas incumplidas (hacia nosotros y hacia los demás) que tenemos en nuestro haber. Es muy fácil, en un momento de emoción, arrepentimiento, valor o cobardía, prometer algo que, desde lo más profundo de nuestro corazón, queremos cumplir; pero que, con el tiempo, se va diluyendo. 

Aprendamos que no se trata de tener buenas intenciones ni motivaciones exquisitas, sino que lo importante, no son las palabras, sino los hechos. El hoy es lo que cuenta, el hoy es el campo de batalla donde se desenvuelve el combate de la vida. De nada valen las promesas si no se las realiza. No nos mintamos más: ¡O hacemos hoy lo que pensamos o nunca se hará realidad! Hoy es el tiempo, no mañana. 

Muchos viven frustrados por las oportunidades que perdieron o no se les dieron en la vida, se la pasan hablando de lo que hicieron o no hicieron en el pasado. El pasado ya está muerto, no existe. Si ayer fuiste una mala o excelente persona, eso no importa: ¡Lo importante es qué sos ahora! De recuerdos no se hace un presente. 

Otros viven planificando para mañana, se sacrifican por un mundo tan irreal como el de las películas y, en realidad, proyectan sobre una pared blanca imágenes que a plena luz del hoy no existen. Viven soñando una realidad que nunca llegará. No porque no pueda existir, sino porque nunca se pasa de los sueños a la obra, de la promesa a los hechos, de la visión legítima a la concreción, en el hoy, de esa idea. 

¡Vive el hoy! ¡Esfuérzate hoy por ser quien eres o quieres ser! ¡El ayer y el mañana no existen! ¡Sólo existe el hoy! Y eso es lo que somos. ¡Seamos hoy y seremos siempre! 

Me ha consagrado por la unción 

Nosotros también estamos consagrados por la unción. No una unción sólo de aceite, sino una unción del Espíritu Santo. ¡Tú, cristiano, eres un consagrado por la unción! El día de tu bautismo, el Señor te consagró por la unción. El día de tu confirmación, el Señor te consagró por la unción. Cada vez que recibes la Eucaristía, el Señor se te entrega a ti, consagrado por la unción. Al pedir perdón por tus pecados, renuevas la consagración que hay en ti por la unción. Todo bautizado es un ungido. Todo bautizado está consagrado en el Espíritu del Señor. 

Pero no se trata de recibir la consagración por la unción del Espíritu del Señor para nada. No es un objeto que se cuelga en la casa. No es arte decorativo en la vida del creyente. La unción sirve para algo, no está de adorno, tiene un propósito definido: ENVIAR. 

Él me envió 

Como cristiano has sido enviado por Dios para hacer la tarea de Cristo Jesús hoy y aquí en la tierra (vea Gál 2, 20). ¿Cuántos de nosotros valoramos este envío? ¿Qué significa misionar para los católicos de hoy? Aparentemente, muy poco. Los bautizados, en su gran mayoría, tienen los tesoros guardados por Dios en su corazón, tirados en el sótano de su vida. Allí, en el cuartito de los objetos que no sirven para nada, hemos puesto la unción del Espíritu del Señor. En vez de estar llevando la buena noticia a los pobres, ni siquiera sabemos de qué se trata esa buena noticia. ¡Eh, la Biblia no muerde! Aunque sea un salmito por día podrías meditar, ¿no? En vez de anunciar la liberación a los cautivos, parece que nosotros somos los mejores prisioneros de Satán. Aunque la puerta esté abierta, a pocos se les ocurre dejar la esclavitud del pecado. Dar la vista a los ciegos, primer milagro en la vida de todo creyente, no pasa, para nosotros, de ser algo formal. En vez de andar por la vida con los ojos de la fe bien abiertos, parecemos ciegos guiando a otros ciegos. Estamos atados a las devociones de moda y donde aparece un nuevo “profeta” trasnochado, o alguna nueva “aparición de la Virgen”, allí están los ”ciegos” corriendo para ver... nada, sino solo su propia imaginación de que son iluminados. El prólogo de san Juan nos decía el segundo domingo de Navidad: “En ella (la Palabra) estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 4). Busquemos en la Palabra de Dios la luz para nosotros los hombres. Dejemos el mundo de las tinieblas, que Dios nos ha llamado a ser iluminados y no ciegos. 

Me animo a escribirles como lo hace San Juan: “Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen” (1 Jn 2, 1). 

Dar la libertad a los oprimidos es algo que todos podemos, desde la unción del Espíritu Santo, hacer hoy en nuestra vida. No hace falta mucho. Mire cómo ocurren las cosas. Pregúntese: ¿Qué pasa si nos hemos perdido en el camino y sólo uno conoce cómo volver? ¿Qué hacemos? -Lo hacemos guía y lo seguimos –me responderá. Y es cierto. Si él encuentra el camino para sí, con sólo caminar, será seguido por todos. Usted puede liberar a los oprimidos con sólo liberarse a sí mismo. Si usted es capaz de seguir el camino de Señor, los demás también lo seguirán. Proclamemos un año de gracia del Señor. Lo hagamos hoy, en nuestra vida. Que cada uno siga su camino espiritual y todos estaremos en la misma senda. No busquemos el cambio de los otros. Cambiemos nosotros y los demás nos seguirán. ¿Y si no me siguen? ¿Crees, acaso, que si no siguen tu ejemplo, seguirán tus palabras? Es hoy y soy yo el protagonista del cambio. Se trata de hoy, y no de mañana, se trata de mí, y no de los demás. Ojalá todos podamos decir como Jesús: “Hoy se ha cumplido (en mí) este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.




domingo, 20 de enero de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


domingo 20 Enero 2013

Segundo Domingo del tiempo ordinario

Evangelio según San Juan 2,1-11.

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 
Jesús también fue invitado con sus discípulos. 
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". 
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". 
Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga". 
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. 
Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde. 
"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron. 
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo 
y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento". 
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 
" EL PODER DE LA ORACIÓN"

“Valorar el poder de la oración; para que, con fe, pidamos a Dios lo que necesitamos y recibamos siempre con abundancia de su generosidad”. 

A leer relatos como este, nos quedamos admirados de lo poco que creemos en la Palabra de Dios. Jesús nos dice: “pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá” (Lc 11, 9). La invitación del Señor es clara, hay que orar para que Dios nos escuche. 

Hoy se nos revela un gran milagro de Jesús. El primer milagro, o “signo”, nos dice san Juan. Y todo esto nace de la capacidad de observación que tiene su madre. 

María, “como faltaba vino” nos dice San Juan, le dice a su hijo: “No tienen vino”. ¡Nada más! No hizo falta un gran discurso teológico de María sobre el poder sobrenatural de Jesús. ¡Sólo con decir: “No tienen vino”, basta y sobra! Es que en este asunto de la oración no importan las palabras sino la actitud que tengamos. Veamos: María es consciente de que tiene a su hijo delante de ella. No es cualquier hijo, es el Hijo de Dios que ha sido engendrado en ella para la salvación de todos. Pero María se dirige a Él con palabras confiadas. Con palabras tan simples y sencillas como la misma realidad: no tienen vino. 

“A buen entendedor, pocas palabras”; nos dice el popular refrán. Dios entiende bien lo que necesitamos. No le hacen falta a Dios oraciones bonitas, ni muy extensas, ni tan repetidas, ni tan inteligente. Eso es lo bueno de Dios para con nosotros, está ahí atento a nuestras necesidades. Esperando que de nuestros labios salgan las sinceras palabras que digan aquello que, sencillamente, necesitamos. A veces somos tan rebuscados en nuestra relación con Dios, la hemos estructurado tanto que necesitamos de complicados rituales, casi mágicos, para establecer relación con Él y nos olvidamos que somos sus hijos muy amados. Un hijo no necesita grandes discursos delante de sus padres para que estos le ayuden. Un hijo no necesita complicados rituales para que su Padre lo escuche en sus necesidades. Lo único que necesita un hijo es confiar en que tiene delante a un Padre atento que con sólo escuchar su necesidad lo va a ayudar. Lo que nos hace falta es FE y no grandes oraciones. 

La respuesta de Jesús es desilusionante: “Mi hora no ha llegado todavía”. Muchos de nosotros hemos experimentado en algún momento de nuestra vida el silencio de Dios. ¡¿Por qué Dios no me escucha?! Es una pregunta que refleja esta situación. 

Los tiempos de Dios no son los tiempos de los hombres, decimos. Y la Biblia nos muestra que no es verdad. A las palabras de Jesús, María hace como si no escuchara esa respuesta de que todavía no habría milagros. Muchos ante una situación semejante prefieren buscar alguien que ore por ellos, o cambiar de religión, o cambiar de oraciones, o alguna respuesta mágica. Cuando la puerta del cielo parece estar cerrada, cuando el silencio de Dios es el que nos contesta, la actitud correcta no es cualquiera de las anteriores. La actitud correcta es responder con FE. María confió en Dios, confió en su Hijo. Ella sabía la respuesta aparente, pero perseveró en su actitud confiada, llena de FE, y el milagro se produjo. 

No quiero imaginarme a María pidiendo ayuda a los discípulos del Señor, tampoco la veo trayendo a los novios para que Jesús se enterneciera y cambiara de actitud. No, María cumple en su vida las palabras que Jesús dirá algún tiempo después: 

“Cuando pidan algo en la oración crean que ya lo tienen y lo conseguirán” (Mc 11, 24). Palabra de Dios. 

Diga Amén y dígalo con su vida. 

Cuando María le dice a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”, está mostrando que su FE es grande como una casa, es FE fuerte como un roble. Esta mujer no duda, no tiembla, es segura y confiada en lo que pide. POCAS PALABRAS, MUCHA FE. Parece ser la relación correcta para conseguir lo que necesitamos para la vida de todos los días. Dios no es sordo, sólo hay que saber pedir. La sabiduría de los orantes no está en las palabras que se escogen o en la duración de la oración ni en la intensidad emocional con que se la haga: la verdadera sabiduría de los orantes está en la ACTITUD, está en la FE. 








domingo, 13 de enero de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68




domingo 13 Enero 2013

Fiesta del Bautismo del Señor

Evangelio según San Lucas 3,15-16.21-22.
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, 
él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. 
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo 
y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección". 
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

“Tú eres mi hijo muy amado”

“Revalorizar, a la luz de Jesús, nuestro bautismo; para que, asumamos que somos nueva creación e hijos amados del Padre”

Las sandalias 

En el libro del Deuteronomio (25, 5-10) se regula una ley que, para nosotros, es por lo menos rara. Supongamos que una mujer queda viuda sin poder tener hijos (v. 5), según la ley deuteronómica ella debía casarse con el hermano de su esposo difunto (para el caso puede verse el ejemplo de Tamar en Gén 38) el hijo primogénito que naciera de esa unión heredaba el nombre del hermano muerto para que este no se perdiera (v. 6). ¿Pero qué pasaba si el hermano del difunto se negaba a tomarla por esposa? Los versículos 7-10 nos explican qué hay que hacer. De hecho en el 9 nos dice: Su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará la sandalia del pie, lo escupirá en la cara y le dirá: “Así se debe obrar con el hombre que no edifica la casa de su hermano”. Por esta ley se consideraba entonces “hijo y heredero” del difunto al primer hijo de la unión de la viuda con el hermano del difunto. 

En el libro de Rut se da una situación semejante (Rut 4, 1-7). Pero ahora no es Rut quien va a encontrarse con el pariente que tiene que cumplir la ley del levirato. Es Booz quien se ha enamorado de ella y va a negociar con este hombre para que él decida si quiere o no cumplir la ley en cuestión. Este no acepta y le pide a Booz que él se haga cargo de cumplir la ley a lo que el vers. 7 nos dice: “En Israel existía antiguamente la costumbre de quitarse la sandalia y dársela a otro para convalidar los convenios de rescate o de intercambio. Esta era la manera de testificar en Israel”. 

Cuando Juan el bautista dice: “ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias” esta haciendo alusión a esta ley. Es como si nos dijera “yo no soy el esposo”. Juan no quiere ocupar el lugar de Jesús solo servirlo, ser su esclavo (como comentan algunos exegetas que dicen: Desatar la correa de las sandalias a alguien era un servicio humilde, propio del esclavo), Juan es consciente que el esposo que viene a redimir es Jesús, él sólo tiene la tarea de precursor y a esa tarea se circunscribe. 

Esta enseñanza de Juan nos ayuda a situarnos en el lugar que nos corresponde con respecto a las cosas de Dios. Hay mucha gente en la Iglesia y en nuestras comunidades que consideran que ellos son los salvadores, ocupan el lugar del “esposo”. Hay que ser consciente de esto: ¡Quien viene a salvar es Cristo, no yo! ¡Quien es el dueño de la Iglesia es Cristo, no yo! ¡Quien tiene que ponerse la sandalia, es el Señor y no yo! Hasta que no entendamos esto la Iglesia será casa de hombre y no de Dios. 
La paloma 

La escena presentada por Lucas sobre el bautismo del Señor nos invita a ver una acción trinitaria. Es el Espíritu Santo quien desciende como paloma, es el Padre quien pronuncia la Palabra y es la palabra hecha carne quien recibe la confirmación de la Misión y la certificación del amor que el Padre le tiene. El simbolismo del Espíritu santo como una paloma puede sugerirnos muchas ideas: en Gén 1, 2: “la tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios aleteaba sobre las aguas”. En Gén 8, 8-12, Noé suelta una paloma para ver si las aguas han bajado... primero no encuentra donde posarse y vuelve al arca, siete días después ella vuelve con una rama de olivo y siete días después la suelta nuevamente y la paloma ya no vuelve. Los ejemplos bíblicos citados están en orden a una nueva creación. Los rabinos judíos interpretaban que ese soplo de Dios tenía una forma de paloma, la simbología de los siete días (relato sacerdotal de la creación) nos indica una nueva creación sobre la destrucción causada por el diluvio. La forma de paloma que el Espíritu Santo toma para el bautismo de Jesús invita a ver una nueva creación, no ya en el universo (Génesis 1), o la tierra (Génesis 8), sino en el hombre ahora redimido por Jesús. 
El bautismo 

Recordemos lo que decíamos en el comentario del Tercer Domingo de Adviento (14 de diciembre de 2003): 

Es bien sabido que los israelitas conocían el baño de agua como medio legal de purificación para personas impuras (Lev 14, 8; 15, 16. 18; Núm 19, 19). En un principio, estas prescripciones de baños y lavatorios, tenían por fin una purificación legal y no revestían carácter moral directo. Con el tiempo adquirió significancia para los prosélitos (recién convertidos del mundo pagano) como rito de iniciación en la fe judaica (era importante purificarlos ya que el mundo pagano era “impuro” a los ojos israelitas) y llegó a equipararse a la circuncisión. 

El bautismo de Juan supera al bautismo judío por la implicancia moral y de conversión que demanda. Juan se instala en la línea de los profetas, cuando estos toman el agua como símbolo de purificación moral interna (Is 1, 16; Ez 36, 25; Zac 13, 1; Sal 51, 9). Pero Juan es consciente que su bautismo no es el definitivo, faltará que el Espíritu Santo con fuego penetre la vida de cada uno de los creyentes y les dé una presencia divina más fuerte y definitiva. Como dice el comentario bíblico latinoamericano (Pág. 490): 

En la Escritura, el fuego indica con frecuencia la presencia del Dios salvador (Lev, 1, 7ss; 6, 2. 6)... Dios aparece rodeado de fuego (Gén 15, 17; Éx 3, 1ss; 13, 21s; Núm 14, 14; Is 6; Ez 1, 4ss; Jl 3, 3) 

El bautismo cristiano es inmensamente superior a cualquier rito de purificación exterior (judío) o interior (Juan el Bautista) ya que no sólo purifica sino que plenifica con la presencia de la divinidad la vida del que, por la fe, acepta ese bautismo. Como diría la teología católica, el bautismo nos convierte en Hijos de Dios y miembros de la Iglesia. 



domingo, 6 de enero de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

domingo 06 Enero 2013. Solemnidad de la Epifanía del Señor

Evangelio según San Mateo 2,1-12.

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 
y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo". 
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. 
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. 
"En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel". 
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje". 
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. 
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, 
y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. 
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino. 

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : San Juan Crisóstomo (c.345- 407), presbítero en Antioquia, obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia, Padre de la Iglesia Oriental 
Homilías sobre San Mateo, VII,5 

Sigamos a los magos

Levantémonos, siguiendo el ejemplo de los magos. Dejemos que el mundo se desconcierte; nosotros corramos hacia dónde está el niño. Que los reyes y los pueblos, que los crueles tiranos se esfuercen en barrarnos el camino, poco importa. No dejemos que se enfríe nuestro ardor. Venzamos todos los males que nos acechan. Si los magos no hubiesen visto al niño no habrían podido escaparse de las amenazas del rey Herodes. Antes de poder contemplarlo, llenos de gozo, tuvieron que vencer el miedo, los peligros, las turbaciones. Después de adorar al niño, la calma y la seguridad colmaron sus almas...

¡Dejad, pues, vosotros también, la ciudad sumida en el desorden, dejad al déspota comido por la crueldad, dejad las riquezas del mundo, y venid a Belén, la casa del pan espiritual! Si sois pastores, venid y veréis al niño en el establo. Si sois reyes y no venís, vuestra púrpura no os servirá de nada. Si sois magos, no importa, no es impedimento con tal que vengáis para presentar vuestra veneración y no para aplastar al Hijo del Hombre. Acercaos con espanto y alegría, dos sentimientos que no se excluyen...

¡Postrándonos, soltemos lo que retienen nuestras manos! Si tenemos oro, entreguémoslo sin demora, no rehuyamos darlo...Unos extranjeros emprendieron un tan largo viaje para contemplar a este niño recién nacido. ¿Qué excusa tenéis para vuestra conducta, vosotros, que os echáis atrás ante el corto camino de ir a visitar al enfermo a al prisionero? Ellos ofrecieron oro. Vosotros dais pan con harta tacañería. Ellos vieron la estrella y su corazón se llenó de alegría. Vosotros veis a Cristo en una tierra extranjera, desnudo ¿y no os conmueve?