lunes, 27 de mayo de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio seún San Juan: cap. 16, vers. 12-15.

Santísima TrinidadEn aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. 

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, donde contemplamos la presencia de Dios uno y trino. Jesús nos dice que hay muchas cosas que tiene que decirnos, pero que no las entenderíamos. Tal vez una de ellas sea el misterio de la Trinidad. Es un misterio no sólo porque nuestra razón no lo pueda entender, sino, sobre todo, porque nos deslumbra de tal modo que nos termina encandilando. Qué el Creador sea al mismo tiempo tres personas distintas y un solo Dios verdadero es algo inabarcable para nuestra limitada inteligencia y comprensión. 

Dice Jesús que no las podemos comprender ahora, nos sólo porque nos falte el entendimiento, sino también porque no es una tarea humana comprender el misterio sino que es fruto de la revelación que Dios hace a su Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo. Es don divino. (Hay que distinguir entre misterio y enigma: el misterio deslumbra y encandila, necesita de la fe y la revelación sobrenatural para ser entendido; el enigma es una incógnita que puede ser develada por la razón).



Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. 

De una manera muy esquemática buscando facilitar la comprensión, aunque se sacrifique la complejidad de la historia, podríamos decir que el Antiguo Testamento es el tiempo del Padre, la vida de Jesús es el tiempo del Hijo y, después de la ascensión del Señor, la era actual es el tiempo del Espíritu Santo. 

Este Santo Espíritu nos introduce en la verdad. Esa verdad no es sólo entender los interrogantes de la vida natural de todos los días (el por qué del dolor y el sufrimiento, el sentido de las cosas que hacemos, etc.), sino también, y sobre todo, la revelación actualizada y permanente de la presencia amorosa de Dios a lo largo del camino hacia el cielo. El Espíritu Santo camina con nosotros iluminando la senda de la vida, sosteniéndonos con la fe, la esperanza y el tierno amor divino. Es como si en la Iglesia se repitiera cada día, todos los días, la anunciación a María. El Espíritu Santo nos cubre con su sombra de paz y bendición, nos hace experimentar el poder del Padre a través de la fe y nos impulsa estimulándonos en la esperanza para ser testigos de Jesús.



El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. 

Nadie en la Iglesia duda que Jesús sea el centro de nuestra fe. Por eso nos llamamos cristianos, porque creemos y seguimos, tomando la cruz de cada día, al maestro de Galilea. El Espíritu Santo (tercera persona de la trinidad) no viene a ocupar el lugar del Salvador, más bien viene a glorificarlo, es decir, a exaltarlo, honrarlo y elevarlo. Jesús es el centro de la fe porque es el Hijo–Dios que se hizo humanidad, es el puente entre Dios y los seres humanos, comparte ambas naturalezas, y es propio de la divinidad y de la humanidad, es de todos para todos. 



Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.

La comunicación entre las personas divinas es tan familiar y llena de confianza que lo que es de uno es de todos. En la trinidad no hay mezquindades, todo se comparte, todo es de todos, no hay reservas, al contrario, la generosidad es plena, hay un derroche de amor. Entre nosotros, a veces, los egoísmos gozan de excelente salud. En la trinidad lo del Hijo es compartido por el Espíritu Santo, lo de Padre es también de Hijo. Entre nosotros lo mío es mío y lo tuyo también, buscamos exclusividades, acaparamos con avaricia todo lo que podemos, incluso a las personas. 



Es tiempo de compartir, es tiempo del Espíritu Santo que recibe del Hijo lo que el Padre comparte con este y nos lo da a nosotros. La generosidad es amor puesto en práctica. Ser perfectos como la Trinidad Santísima es saber entregar de lo nuestro a los demás y aprender, sin avaricias codiciosas, a compartir lo que los otros nos comunican.

YO CREO




Creo que si me doy tiempo, puedo cambiar mi vida…
Creo que si presto atención, puedo corregir mis errores…
Creo que si miro bien, puedo descubrir cosas bellas…
Creo que si me animo, todo lo que sueño lo conseguiré…
Creo que aunque todo hoy me salga mal, mañana puede salir bien…
Creo que si lucho, voy a triunfar…
Creo que si soy capaz de llorar, también soy capaz de reír…
Creo que siempre hay alguien que me puede amar…
Creo que puedo, cuando me empieza a ir bien…
Creo que es imposible, solo si no empiezo a hacerlo…
Creo que “sentirse” mal, no significa “estar” mal…
Creo que aunque todo me diga NO, yo puedo decir SI…
Creo que, como el mundo gira, siempre puede volver una oportunidad perdida…
Creo que si me caí, puedo levantarme…
Creo que si ayudé a otros, esos otros me ayudarán a mí…
Creo que si él resucitó, yo también puedo volver a empezar…

jueves, 23 de mayo de 2013

: EL SEÑORIO DE JESUS

JESÚS, MI SEÑOR

En estos días estuvimos experimentando, evidenciado lo que es amor, en particular EL AMOR DE DIOS, también sobre la fe, la conversión, el pecado y la salvación. Son palabras que unos dice que las manejas y vemos que desde la mirada de Dios tiene otro sentido, otro accionar y si no conocimos en su profundidad el sentido de cada palabra, Dios nos dio la gracia de saber lo que es su amor, en que consiste el pecado, los que es la salvación, en el año de la fe, el ser hombres de fe y como Dios en nuestras vidas va realizando un cambio y es lo que llamamos conversión.

Hoy vamos tocar otra palabra y es la de señor, la de señorío.

El sentido o la definición que le damos a la palabra señor es: Tratamiento de respeto y cortesía que se da a una persona adulta: Se usa solo o bien antepuesto al nombre propio y el apellido, al apellido solo o, en ocasiones, a un cargo. 

Título nobiliario, generalmente de origen feudal. 

Persona que es la dueña de una cosa, o que tiene poder o dominio sobre ella, especialmente si se trata de tierras. 

Persona para la que trabaja un criado: hoy los señores no vienen a cenar 

Tratamiento de devoción o respeto con que los fieles cristianos se dirigen a Dios o a Jesucristo. 

NOTA Se escribe con mayúscula inicial. 

Y la palabra señorío lo definimos: Dominio o mando sobre una persona. Lo que no te permite ser feliz es porque todo gira alrededor de uno mismo. kuriotes dominio o mando sobre algo, autoridad, poder, derecho, distinción, elegancia: (Ef 1:19-22) y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, y el señor, el señorío tiene que ver con el reinado. Y hoy conocemos reinos que “gobiernan un país” ej. Inglaterra, Holanda. 

Pero hoy vamos a hablar de un SEÑORIÓ, de un SEÑOR distinto al que conocemos. Y para ello vamos a leer la Palabra. 

CITA BÍBLICA: Filipenses 2:11 “y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. 

Nos invita a confesar a Jesús como SEÑOR, que nadie calle. Para dar gloria a Dios, es decir, que reconociendo a Jesús cómo Señor glorificamos a Dios…. Pero, porque confesar a JESÚS SEÑOR? 

* Jesús, al tercer día de su ignominiosa muerte en la cruz, fue resucitado por el Poder de Dios, y sentado a su diestra. ¡Jesús está vivo!, gritaba la Iglesia primitiva. ¡Jesús está vivo!, era la Buena Nueva que anunciaban las comunidades cristianas. ¡Jesús está vivo!, es el centro de la vida de la Iglesia. Dios no permitió que su Hijo experimentara la corrupción, al contrario, le exaltó y le glorificó. 

- Le dio el Nombre que está sobre todo nombre: Flp 2,9. 

- Le concedió todo poder en el cielo y en la tierra: Mt 28,13 

- Lo llenó de su Santo Espíritu: Hech 2,33 

- Lo constituyó Señor y Mesías: Hecho 2, 36. 

Sin duda que el culmen de la glorificación es la recepción del Espíritu Santo. Y, con la recepción del Santo Espíritu, se le concedió la más alta investidura de poder en el cielo y en la tierra: Fue constituido SEÑOR. 

Ahora, pensemos que Señor, señoríos tenemos en la vida,…más allá de quienes gobiernan un país: las monarquías constitucionales de Inglaterra, Bélgica o Suecia. Pero también tenemos al dinero, fama, vanagloria, cuerpo, estudios, carreras, personas y objetos, parejas e hijos. Y, la palabra nos dice:” confiesen, que Jesús es el Señor”… y porque Jesús debe ser mi Señor, porque, Jesús mi Señor!!!! 

Por el dominio de Jesús sobre todo el universo extendido de una manera especial y concreta sobre aquellos que creen en su Nombre; sobre cada uno de nosotros. Y cuando es mi Señor? 

Jesús es El Señor, quien decida en todas las áreas de mi vida, y quien gobierne toda mi existencia. El, quien dirija todos los deseos y apetitos, el que tome todas las decisiones de la vida: las grandes y las pequeñas. 

Se trata de proclamar el Señorío de Jesús en todas las áreas de nuestra vida. Esto de ninguna manera anula nuestra personalidad o capacidad de decisión. Todo lo contrario. Se trata de hacer precisamente la decisión fundamental de que en adelante, sea Jesús quien tome todas las decisiones de la vida. 

. Para que Jesús sea Señor se le tienen que rendir todas las áreas y aspectos de la vida. Hay que abrirle todos los rincones de nuestro corazón y permitirle que al entrar en ellos, los inunde con su luz. 

Jesús lo pide todo, El quiere ser el centro único de nuestra existencia. El no admite ser sólo un adorno decorativo en nuestra vida, sino un personaje real que vive en nuestro corazón y gobierna efectivamente todo nuestro ser. Jesús quiere ser verdaderamente, el Rey de nuestra existencia. 

Por eso, su reinado no puede ser como el de las monarquías constitucionales de Inglaterra, Bélgica o Suecia. No. En Inglaterra, por ejemplo, la reina Isabel II es un personaje muy importante: su imagen y su retrato la vemos por todas partes: está en los billetes y las monedas. La encon¬tramos en las estampillas postales y en las oficinas de gobierno. En el sitio más importante del Parlamento inglés, está la imagen de la reina. Tiene un palacio, ricas joyas y su carroza es tirada por doce caballos blancos. ¡Ella es la reina!, sin embargo, ella no es la que gobierna en Inglaterra. La autoridad suprema no es ella sino el Primer Ministro y el Parlamento. En el Parlamento está la fotografía de la reina, pero no es ella quien toma las decisiones importantes. 

Hay muchos cristianos que toman el reinado de Jesús. Rey de reyes, como el de la reina de Inglaterra. Cada uno hace las leyes de cómo quiere vivir, hace los proyectos de su vida, toma sus decisiones y luego nada más va a Jesús para que los apruebe y firme, no permitiéndole que tenga parte alguna en su elaboración. Jesús es el Rey, pero ellos son los Primeros Ministros. 

Otros se cuelgan la imagen de Jesús en una medalla de oro con una lujosa cadena. Jesús y su reinado es sólo algo exterior para ellos, porque quien gobierna su vida no es el Señor, son ellos mismos. Jesús es algo sólo exterior, que forma parte de esa vida, pero no es el centro; no es verdaderamente el Señor. 

Otros más, tienen la imagen de Jesús en su casa, pero sólo es un simple adorno, porque quien gobierna ese hogar y esa familia no es Jesús sino ellos mismos. El cuadro es un adorno artístico porque Jesús no es realmente el Señor allí. 

En el comedor de una casa había una imagen del Señor Jesús muy hermosa, enmarcada en oro y terciopelo, iluminada con un reflector que la hacía resaltar aún más, causando la admiración y el comentario de propios y extraños: 

Ya tiene treinta años ese cuadro en nuestra casa, dijo el padre de familia. El Señor Obispo lo colocó aquí. 

- Sí -continuó la esposa-, pero hace apenas dos años que el Espíritu Santo lo puso como Señor de nuestro corazón. 

Cristiano es el que es una imagen de Jesús en su casa y fuera de ella. Cristiano es el que realmente vive haciendo la voluntad del Padre de los cielos. Leer Mt 7,21, vive regido por los valores del Evangelio, con los criterios de Cristo y al impulso del Espíritu. No basta que Jesús sea nuestro Salvador. Es necesario que llegue igualmente a ser nuestro Señor. De otra manera queda incompleta su obra salvífica. 

Nos queda a cada uno saber quien es nuestro señor, a que señorío respondemos, Quiénes se presentan hoy como señores de nuestra vida y que nos ofrece? los invito a vivir la Proclamación del Señorío de Jesús, aquí y ahora. Si Jesús no es todavía realmente el Señor de toda tu existencia, hoy es el momento en que lo puedes proclamar como tal. Este es lugar para hacerlo. Decídete a vender todas las perlas para poder comprar la Perla preciosa. Decídete a entregarlo todo para quedarte con Jesús. En verdad vale la pena. Concretamente el Señorío de Jesús consiste en que hagamos todo y sólo lo que él quiere, como él quiere y cuando él quiere. 

Pero, ¿cómo nos dirá Jesús cuál es su voluntad? Muy sencillo. En cada circunstancia en que nos encontremos bastará con preguntarnos ¿cómo actuaría Jesús si estuviera en mi lugar? Es más, hay que preguntarle al mismo Jesús: ¿Comprarías este vestido, Señor Jesús? ¿Cómo usarías tú el dinero, Señor Jesús? ¿Cómo amarías, Jesús, a tus hermanos, amigos y enemigos?... y hacerlo tal como lo haría Jesús. 

"Hagan lo que él les diga": (Jn 2,5): nos dijo la Mujer que realmente fue "esclava del Señor" y en quien la Palabra de Dios se hizo carne. 

“Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia y con la boca se confiesa para conseguir la salvación” (Rom, 10,9-10) 
 ¿Quiénes se presentan hoy como señores de nuestra vida y que nos ofrece? TV, Artistas, Actores, Droga, Sexo, Alcohol, Pornografía, Infidelidad, Dinero, La Figura, la superstición, hechicería, brujería… Todo esto impide que Jesús sea el SEÑOR DE MI VIDA. Que nos ofrecen? Y cómo nuestro señor, ¿Qué nos ofrece Jesús?: Paz, gozo, esperanza, salvación, vida eterna, su Espíritu, nos hace herederos de la promesa del Padre. 

¿Cómo hacer para que Jesús se convierta en el señor de mi vida? Renunciar al mal, al pecado a todo lo que me aleja de él. Quien nos transforma es el Espíritu Santo. 

Cuando el Señorío de Jesús esta en mi vida, yo tengo alegría y gozo. 

La oración es el manantial donde debemos sumergirnos diariamente. Hay que orar por los demás, así Dios oirá nuestras necesidades. Nuestra doctrina está resumida en el Credo 

La Palabra de Dios no se discute, SE VIVE!! 

Oración final

domingo, 19 de mayo de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

El Espíritu Santo sobre los apóstoles,Juan 20, 19-23. Pentecostes  El Espíritu Santo es todo: el fuego de la fe, del amor, de la fuerza y de la vida.
 
                                                           El Espíritu Santo sobre los apóstoles
Del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
                                                 
                                                    “del miedo al amor”
“Redescubrir que la fuerza recreadora del Espíritu Santo es el amor; para que, libres de temores, seamos la ternura de Dios en el mundo”

Por temor a los judíos.

Esta es la primera vez que Jesús resucitado se aparece a sus discípulos varones. Ellos están encerrados, por temor a los judíos, nos dice San Juan. La imagen es perfecta para identificarnos con cualquiera de los discípulos. Podemos ser Pedro, o Juan, o Santiago, cualquiera. Nosotros también nos encerramos en nuestros mutismos o malas reacciones cuando las cosas no nos salen bien. Nosotros también recurrimos al aislamiento para expresar que no podemos superar o solucionar la situación que estamos enfrentando. El temor es lo contrario al amor, el temor paraliza, el temor retrae, el temor aísla, el temor estanca y no deja crecer. El temor agranda los problemas y empequeñece las soluciones. Una persona temerosa nunca toma decisiones, nunca ve más allá de sus miedos. Una persona temerosa es incapaz de salir de ese frágil mundo de seguridades que se ha creado con la telaraña del temor. Vive en un mundo irreal, lleno de fantasmas y sombras, justamente porque no ha dejado entrar la luz del amor, la claridad de la ternura.

Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.

Jesús ha terminado su tarea en la tierra, nos pasa la posta a nosotros que somos el otro Cristo entre los hombres. El Padre le había enviado a traer la ternura de Dios a la humanidad. Jesús venciendo sus propios miedos y temores entrega su vida para que esta sea triturada como el trigo lo es en el molino. La molienda dará su fruto porque el pan de vida, producto final de la entrega, será el signo de que “Dios-con-nosotros” sigue partiéndose y entregándose como gesto del amor celestial.

Los miedos de Jesús fueron vencidos, su propia inercia no pudo con él. Lejos de encerrarse en sí mismo, abre sus manos de par en par y crucificado se entrega a la muerte para engendrar vida. Hoy nos pide lo mismo a nosotros. Olvidarnos de nuestras cerrazones, abrir nuestras manos en un gesto de amor universal, es el desafío que como discípulos tenemos que tomar. La decisión es nuestra, Dios nos invita, desde el envío, a asumir la tarea de amar hasta la muerte para que la ternura de Dios siga presente en la tierra.

Sopló sobre ellos y añadió: reciban el Espíritu Santo.

Comentando este versículo 23, Luis Alonso Schökel nos dice en su “Biblia del peregrino”:

El gesto de soplar recuerda la creación del hombre (Gn 2, 7; Sab 15, 11) y la resurrección de muertos (Ez 37). Es como la creación del hombre nuevo, dotado del aliento del Espíritu, en virtud de la resurrección de Jesús.

Recibir el Espíritu Santo posibilita al hombre ser recreado. Es un volver a empezar. Ya sin temores, sin miedos, plenos de alegría como los discípulos en el versículo 20. Es la plenitud del amor, es vencer de manera definitiva la oscuridad y tiniebla del temor. Este renacimiento se expresa en las palabras de Jesús que invitan, en el versículo 23, al perdón. Gesto supremo, sin punto de comparación, para aquellos que aman. La expresión más radical del amor será el aniquilamiento propio para dar la vida a los demás (Jn 15, 13), sobre todo a los eventuales enemigos (Jn 15, 24-25), a quienes se perdona todo el daño hecho (Lc 23, 34).

sábado, 18 de mayo de 2013

COMPARTIENDO EL SEÑORÍO DE JESUS EN EL SEMINARIO



AGRADECIDA ESTOY SEÑOR, PORQUE SABIENDO LO QUE SOY, ME HAYAS CONFIADO ESTA MISIÓN.....

















domingo, 12 de mayo de 2013

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO

La Ascensión del Señor
Lucas 24, 46-53. Solemnidad de La Ascensión Ciclo C. 
De nosotros depende que este reino sea grande, Jesús nos está esperando.
La Ascensión del SeñorDel santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Así estaba escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto. Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante Él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios. 

“Revalorizar el sufrimiento de la humanidad; para que, con Jesús, entreguemos lo mejor de nosotros para ascender del dolor al cielo de la felicidad eterna”

Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día


La Palabra de hoy comienza hablándonos del cumplimiento de las Escrituras en Jesucristo. Es Jesús el Mesías que el pueblo de Dios estaba esperando, pero no el glorioso y victorioso señor de la guerra, sino el humilde rey servicial que entra en Jerusalén montado en un asno. 

Lo primero que se nos marca es que el Mesías debía sufrir. El sufrimiento es un ingrediente esencial de la vida, tanto como la felicidad o el placer. Una vida sin sufrimiento no existe, no es plenamente humana. Aunque la ciencia se esfuerce en asegurarnos que ya no habrá lágrimas en nuestros ojos, sabemos –y con sus enormes limitaciones y mal uso, la ciencia también nos lo atestigua– que en vez de desaparecer las lágrimas, cada vez abundan más, sobre todo en los menos cobijados o desprotegidos. 

Para el Mesías prometido el sufrimiento es el único modo de traspasar la condición actual de incertidumbre. Tal como un remedio homeopático, el sufrimiento de uno solo, elimina el sufrimiento de una multitud. El abandono de uno solo, produce el rescate de muchos. La dinámica de la concentración de los dolores de todos en el cuerpo y la experiencia de uno solo produce la liberación del mal, del dolor y el sufrimiento, aún de aquellos que están al margen de las Escrituras (p.e. el Centurión romano). Sufrimiento aquí significa sufrimiento total, íntegro, radical, hasta la muerte, diría San Pablo, y muerte de Cruz. El sufrimiento no sólo implica el dolor físico del maltratado, también significa el dolor espiritual del incomprendido, del que sabe que tiene que ser así aunque uno quisiera que sea de otro modo, es “que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Sufrir así es ser llevado como cordero al matadero, es compartir la incertidumbre humana ante la vida y la muerte, ante el ser que sabe que en algún momento llegará a no-ser. 

Así como el sufrimiento nos muestra al Mesías como verdadero hombre, la resurrección lo muestra como verdadero Dios. En el sufrimiento el lado oscuro de la creación se hace presente, en la resurrección la luz brilla con toda su potencia. En este binomio de muerte-vida observamos no sólo las diferencias y distancias entre lo imperfecto con lo perfecto, lo incomprensible con lo comprensible, lo creado con lo divino, sino también su más íntima compenetración, esa mutua atracción entre dos que se oponen. La muerte sigue a la vida y la vida a la muerte. Parecen ser opuestas, pero son continuas. Resucitar es empezar de nuevo, pero con la experiencia del sufrir y el morir. Cual hábil tejedor Dios va hilvanando los hilos de color vida y color muerte para con ellos hacer el tapiz final que sólo se es capaz de contemplar con mirada de Dios y mirada de hombre. 

Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo 

Como en una rima poética, el verso 51 nos invita a ver lo mismo que, en tono bíblico, expresaba el v. 46. 

Ahora la bendición es el final de la Escritura, por lo menos expresada por Jesús en persona, son sus últimas palabras. La bendición es una bienaventuranza porque atrae felicidad sobre el que la recibe. El Dios hecho hombre que vino a sufrir y a resucitar para ser Mesías de toda la humanidad termina bendiciendo en sus pocos discípulos a todos aquellos que ha salvado de la muerte. Es la tarea final del bendito de Dios, bendecir a los que redimió con su sufrimiento. A los que cubrió con su sangre ahora los protege con sus palabras bendecidas. 

La separación es otra forma de sufrimiento, duele la soledad de permanecer sin los que amamos. Es casi como si se empezara de nuevo la trama que se había anudado con anterioridad. En la continuidad de la vida a la muerte y la muerte a la vida, ahora se atan los cabos con la separación que se convierte en encuentro en el cielo, nueva tierra prometida de los nuevos creyentes. La separación significa un salto, un corte en la continuidad anterior. Después de la resurrección las cosas ya no son como antes. La muerte y la vida se definen, ya no naturalmente, sino con una diferencia especifica entre los bendecidos y separados que van al cielo y los malditos que prefieren entremezclarse con las cosas de este mundo. 

La ascensión del Señor no es una fiesta más. Tiene el significado profundo de cambio de horizonte. Los muertos ya no se entierran, resucitan. Los benditos ya no buscan la tierra prometida utópica de la ciencia y la tecnología que como nueva torre de Babel aspira a llegar al cielo por los propios méritos y esfuerzos. Los benditos son separados, apartados de la perdición, para ser llevados al cielo. 

En Babel los hombres buscaron su propio cielo. Quisieron construir, con sus artilugios, razonamientos y maquinaciones el mundo nuevo, de fantasía y hecho a medida, que desearon. La ascensión es el triunfo de la gracia, de la gratuidad divina que sale al encuentro de la debilidad e inconsistencia humanas. Es la bendición de Dios que vuelve a unir a todos los pueblos. Las inteligencias son abiertas. La capacidad para dar testimonio de todo esto viene de lo alto, como la capacidad de llegar a lo alto (el cielo) viene de Dios y no del hombre. La ascensión es la respuesta de Dios a todo intento babelistico del hombre. Ante la quimera humana, Dios responde con la vida resucitada y la ascensión como milagro de la gracia que nos eleva desde nuestras propias limitaciones. No en vano Jesús asciende desde las proximidades de Betania (del hebreo bet-ani: casa del pobre), la patria de Lázaro, Marta y María. Es Betania esa pequeña ciudad que está en la ladera oriental del monte de los olivos y que se menciona en los cuatro evangelios con ocasión de la entrada de Jesús en Jerusalén. Betania es sinónimo de actitud pobre ante Dios que, aunque fuerte, se hace débil (Domingo de Ramos), ante Dios que frente a la muerte engendra vida (Lázaro resucitado), ante Dios que eleva a la humanidad terrestre a la altura de los cielos santos. 

Contra corriente de la babel cotidiana y globalizada, separados de la maldición de una humanidad que desde la ciencia bendice a unos pocos con dinero, atrayendo la maldición de una vida sufriente a muchos en pobreza, nosotros los cristianos, esperamos ser llevados al cielo por la mano de Jesús. Desde Betania, nuestro corazón pobre y humilde, esperamos la resurrección y la elevación final, donde ahora sí “ya no habrá allí ninguna maldición” (Ap 22, 3) y “Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó” (Ap 21, 4).

domingo, 5 de mayo de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio según San Juan 14,23-29. 
Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado.
Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.
En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.
Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.
Saben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que yo.
Les he dicho estas cosas ahora, antes de que sucedan, para que cuando sucedan ustedes crean.

El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. 

Decía San Jerónimo que no conocer las escrituras es no conocer a Jesucristo. La palabra de Dios nos invita a reflexionar sobre esta realidad. Para ser fiel a la palabra de Dios es necesario primero conocerla, leerla, prestarle atención, orarla. 

Nosotros nos reunimos una vez a la semana a compartir un encuentro con la Palabra. En ese encuentro seguimos una metodología, la de la LECTIO DIVINA (lectura orante de la Biblia) que divide la reunión de la asamblea en cuatro partes: lectura – meditación – oración – contemplación. Para que la reunión sea efectiva se necesita la participación de todos los miembros de la CBP. No se debería permanecer en silencio. El animador tiene como tarea principal, justamente eso, animar a los participantes a expresar sus opiniones y puntos de vista sobre lo que semana tras semana se trata en la reunión. 

Para conocer las Escrituras necesitaremos acceder a ellas desde una traducción adecuada a nuestro lenguaje. Hay muchas traducciones accesibles y, relativamente, de buen precio en estos momentos. Cada comunidad deberá esmerarse para que todos los miembros de la misma tengan acceso a una Biblia de uso personal. Esto facilita la lectura asidua de cada miembro de la comunidad de la Palabra de Dios, la recitación y meditación privada de los salmos, tesoro poético de Israel que también está a nuestro alcance como revelación bíblica. Tener tu propia Biblia y con la mejor traducción posible es primordial y esto no se debe pasar por alto por los inconvenientes que acarrearía. 

La insistencia de Jesús en conocer y ser fieles a sus palabras radica en la consecuencia plena de estos actos: quien es fiel a su palabra recibe la presencia de Dios en el Padre y el Hijo en su propia vida. El que ama a Dios y practica la Palabra de Vida que esta le enseña se convierte en templo divino… “habitaremos en él”. 

El Paráclito, el Espíritu santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. 

La presencia Trinitaria se hace evidente al recurrir Jesús a la asistencia del Espíritu Santo. No basta la inhabitación del Padre y del Hijo en el creyente… el Espíritu Santo plenifica esa presencia y, enviado por el Padre en el Nombre de Jesús, viene a enseñar y recordar lo que él nos ha dicho. Por eso la Palabra de Dios debe ser leída, meditada, inclusive estudiada, desde la actitud orante de aquel que recibe y se deja interpelar por el Espíritu Santo. Este Santo Paráclito es el abogado defensor que viene a poner en claro las cosas, a enseñarnos con la maestría del mejor pedagogo, a sacarnos las confusiones y las dudas que de otro modo no nos dejarían entender el sentido profundo de la Palabra Divina. Es quien viene a recordarnos todo lo que Jesús hizo y enseñó. El Espíritu Santo permite inclusive que el “hagan esto en memoria mía” se vuelva una realidad constante en la Iglesia. 

Recibir la presencia del Santo Espíritu es permitirle a Dios que obre en nosotros su Santa voluntad. La persona que permite a Dios habitar plenamente en sí descubre la plenitud de sentido que el camino de Dios tiene. Ya no hay lugar para desencantos ni ilusiones vanas. Quien permite a Dios habitar en sí, hace de su propia vida una casa llena de alegría. No importan los problemas, ni las dificultades, importa la compañía de aquel que hizo su tienda entre nosotros escogiéndonos como casa de salvación, templo consagrado, hogar divino. Nuestra vida se vuelve cálida y acogedora, sin importar, repitámoslo una vez más, la situación exterior. Con el calor interior de Dios, no importa el frío de afuera.