sábado, 22 de febrero de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,38-48)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas. Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

Palabra de Dios

“SEAN PERFECTOS COMO ES PERFECTO EL PADRE”

“Aprender de Jesús a tratar con amor aún a aquellos que nos hacen el mal, para que seamos santos y perfectos como Dios”.

Mucho antes de Moisés, la ley del talión ya había sido formulada por el código de Hammurabi. Mientras que en el canto de Lamec, el descendiente de Caín, no ponía límites a la venganza (Gén 4,23), la ley del talión establecía un principio de equidad: Ojo por ojo, diente por diente (Éx 21, 23-25; Lev 24, 19-20; Deut 19, 21). Por tanto, no propiciaba la venganza, sino que trataba de moderar los impulsos desenfrenados de la persona ofendida y determinaba la justa medida del castigo, sin excesos ni defectos. En tiempos de Jesús, algunos defendían este principio al pie de la letra, pero en general se tendía a sustituir el daño físico por una reparación o compensación económica. 
En contraposición con este principio, Jesús invita a sus discípulos a no enfrentarse al que les hace el mal (es decir, a no responder con violencia a la violencia y a evitar cualquier forma de represalia). Para Jesús no basta con evitar la falta de proporción entre la ofensa y el castigo, como lo requería la ley del talión. El rechazo de la violencia puede exigir, llegado el caso, la renuncia a lo que podría considerarse un legítimo derecho. 
La enumeración de las ofensas infligidas y recibidas sigue una escala descendente. La gradación comienza con la agresión física (el golpe en la mejilla derecha); luego viene el recurso a los tribunales, después la coacción, y por último una petición probablemente inoportuna y molesta. 
El agravio más humillante es el golpe recibido en la mejilla derecha, no en la izquierda. Esto quiere decir que se trata de una bofetada dada no con el interior de la mano, sino con el revés. Un golpe tal era considerado en Oriente una ofensa extremadamente grave. 
Luego viene el intento de quitarle a uno la túnica. No se detalla la situación concreta, pero se trata indudablemente de un pleito entablado en los tribunales contra el pobre que poseía una sola túnica y un solo abrigo. La invitación a entregar también el manto implica a renunciar a un legítimo derecho, ya que la ley prohibía despojar del manto al pobre que tenía necesidad de él para protegerse del frío nocturno (Éx 22, 25-26). 
La coacción a que se refiere el v. 41 hace pensar en la extorción ejercida por las cohortes romanas, que se atribuían el derecho de obligar a un judío a caminar con ellos para servirle de guía o para llevar una carga gratuitamente (cf. Mc 15, 21). 
La enumeración concluye con la exhortación: no volver la espalda al que requiere un préstamo y dar al que te pide. Esta última exhortación es tanto más apremiante si se tiene en cuenta cuán numerosos e insistentes eran los mendigos en Oriente. 
Es importante notar que esta renuncia a la acción violenta, a las represalias y a la sanción jurídica no implica quedarse inactivo frente a la injusticia. Habría que pensar, más bien, en el texto de Prov 25, 21-22, citado por Pablo en Rom 12,20: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Haciendo esto, amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza. Es decir, al devolver bien por mal harás que su rostro se ponga rojo de vergüenza y lo moverás al arrepentimiento. De ahí la exhortación que Pablo añade inmediatamente después: No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal haciendo el bien (Rom 12, 21). 
Cuando se trata de llevar a la práctica las exigencias expresadas en esta antítesis, no se puede ignorar el carácter hiperbólico de muchas expresiones de Jesús (cf. 18, 6-9). Pero al recurrir con tanta frecuencia a la hipérbole, él lanzaba un desafío a la imaginación de sus oyentes. En el tono profético y provocador de tales expresiones radica precisamente la eficacia de sus palabras. (Comentario Bíblico Latinoamericano, Nuevo testamento –tomo III–, pág. 308-9).

sábado, 15 de febrero de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Mateo 5: 17 - 37

17«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.18 Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. 19 Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.20«Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.21«Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal.22 Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.23 Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti,24 deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.25 Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel.26 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.27«Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio.28 Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.29 Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrojarlo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna.30 Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.31«También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio.32 Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio.33«Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos.34 Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo , porque es el trono de Dios,35 ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén , porque es la ciudad del gran rey.36 Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro.37 Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que lo que pasa de aquí viene del Maligno.

Hoy Jesús no invita a elegir el camino mejor, hacia la felicidad en esta vida y hacia el Cielo en la eterna. Para Jesús se trata de “cumplir” los mandamientos, pero no el “cumplimiento” de aquel que se queda en el hacer solo lo estipulado, del que se atiene a una “ley” o “norma de conducta”. El “cumplir” de Jesús es “dar cumplimiento” en el sentido de llegar hasta el extremo de vivir plenamente lo que se nos pide. Los legalistas, como los fariseos de su época, solo ven “hasta donde” la ley les marca que estan adentro de ese “cumplir”… una vez que se cumple, ya está, puedo hacer lo que quiera. De ahí la necesidad de saber correctamente que es lo bueno y qué lo malo; hasta donde se debe y hasta dónde no… El legalista necesita que todo le esté regulado, marcado, orientado precisamente, sin resquicios, para que su cumplimiento sea “perfecto”. Eso le lleva a la tranquilidad de “saber” que hizo bien las cosas. No importa si sirven, o si ayudan a alguien, lo que importa es que están dentro de lo que la ley pide. Con lo cual vemos que “cumplir” sirve siempre para tranquilizar conciencias, pero tal vez no sirve siempre para ayudar en necesidades, o para hacer lo que realmente se necesita. Si cada uno de nosotros se detiene en lo correcto, más no mira lo necesario, dejaremos muchos espacios sin llenar, sobre todo en aquello que la “ley” no mira, o no le interesa mirar. 

Para Jesús, en este relato, el cumplir se resuelve en tres “lugares” o tipos de situación: la vida misma, la fidelidad en las relaciones, y la verdad y sinceridad en nuestro trato con los demás. 

Comienza marcando el respeto a la vida (Mt 5, 21-26), la ley condena a quienes matan a su prójimo (Éx 20, 13; Dt 5, 17), pero Jesús pasa de “matar”, a “irritarse”, a “insultar”, a “maldecir”. Para Jesús no es “cumplir” solo lo legal, para Jesús es “cumplir” en el sentido de jugarnos totalmente por la vida, no perjudicar esa vida en nada: ni enojándose, ni profiriendo injurias, ni deseando el mal. Por eso (vv. 24 a 26), hay que arreglar las cosas con tiempo si uno se ha equivocado, la reconciliación es el camino a la felicidad y al cielo. Hay que arreglar las cosas antes que sea demasiado tarde (Mt 18, 23-35). 

El tema del adulterio es tratado por la Ley judía en Éx 20, 14 y Dt 5, 18. En general, los hombres del pueblo de Jesús, relacionaban el adulterio particularmente con las mujeres (un ejemplo en Gn 38, 12-26). Jesús lo relaciona solamente con los hombres (¿a modo de compensación? o ¿porque le habla a hombres?). Había dos “escuelas” de pensamiento casi opuestos, en la laxitud o en la rigidez, en la época jesuánica: Hillel y Shamay. La primera es extremadamente laxa y la segunda todo lo opuesto. Hillel dice que si un hombre ve una mujer más bella que la propia… puede divorciarse para casarse con ella. Para Jesús, enmarcado en la fidelidad absoluta de Dios predicada por los profetas, esto es lo mismo que ser adúltero, infiel a la alianza hecha con la mujer o, espiritualmente, con Dios. Dios no traiciona a Israel, aunque esté vieja y arrugada por los años… ¿porqué el hombre debía hacer eso con su mujer? Para Jesús (vv. 29-30) arrancarse el ojo (el ojo expresaba, en la mentalidad de la época, los pensamientos del corazón), o cortarse la mano (la mano es la que ejecuta el acto de hacer reales los pensamientos del corazón), cirugías preventivas en la medicina en caso de infecciones o gangrena que evitan la muerte del cuerpo (la amputación como un modo de salvar la vida), son actitudes “espirituales” que salvan la vida. En hebreo el “acta de divorcio” significa “acta de amputación”, con lo cual nos muestra como Jesús juega con las comparaciones: mejor sácate el ojo y amputa tu mano, antes de amputar a tu esposa de tu vida. La postura de Jesús se ve con más claridad cuando se toma en cuenta que la mujer, en esa época, no podía pedir el divorcio de su marido. Si miramos como se utiliza en nuestro idioma la palabra “adulterio” veremos que no solo se refiere al matrimonio, sino que también se “adulteran” otras cosas: los alimentos, los medicamentos, etc. El adulterio es engaño, es traición, es faltar a la palabra dada, es decir que algo es tal cosa cuando en realidad es tal otra. Por eso cuando, en el v. 32 nos dice “excepto en caso de unión ilegal”, deberíamos entender mejor, “en caso de infidelidad persistente” (por ejemplo, la traducción de EUNSA: “excepto en el caso de fornicación”, o de BIBLIA DE JERUSALÉN: “excepto en caso de fornicación”, o también BIBLIA LATINOAMERICANA: “a no ser por motivo de infidelidad”). Para Jesús hay que ser lo que somos, y punto. 

En los vv 33-37, para el Señor, quien habla de algo lo hace con sinceridad y fidelidad, no tiene fragmentos en su vida, no necesita jurar por algo cuando vive auténticamente. Por eso, a modo de máxima aleccionante, se nos dice en la sabiduría religiosa popular: “A Dios no le importa si tu oración es larga o corta, bella o fea, leída o espontánea… a Dios le importa que tu oración sea sincera”. Es eso lo que busca Jesús, jurar por esto o lo otro no tienen valor si no hay sinceridad y fidelidad en lo que se dice… “Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno” (v.37). 

Como vemos es saber elegir lo que quiero y hacer lo que quiero. Jesús nos muestra hoy tres áreas de la vida que debemos respetar: la vida misma, la fidelidad en las relaciones, y la verdad y sinceridad en nuestro trato con los demás… a vivirlas para ser felices.

viernes, 14 de febrero de 2014

14 DE FEBRERO DÍA DE SAN VALENTIN: feliz día a quienes apuestan al amor y aman. EL AMOR ES MÁS FUERTE

Frases de amor en general y al prójimo

Alguien me dijo en cierta ocasión que ni por un millón de dólares se atrevería a tocar a un leproso. Yo le contesté que tampoco lo haría. Si fuese por dinero, ni siquiera lo haría por dos millones de dólares. Sin embargo, lo hago gratuitamente, de buena gana, por amor. (Madre Teresa de Calcuta)

Amar al prójimo debe ser tan natural como vivir y respirar. (Madre Teresa de Calcuta)

!Cuántas cárceles están llenas por haber faltado el amor en los hogares!. No te olvides que el criminal más feroz, un día, fue un niño puro e inocente como todos los demás… Cuida a los niños con desvelo y cariño, y prepararás un futuro feliz para la humanidad. (C. Torres Pastorino)

La medida del amor es amar sin medidas. (San Agustín)

Con el amor al prójimo el pobre es rico; sin el amor al prójimo el rico es pobre. (San Agustín)

Sin amor somos pájaros con las alas rotas. (Mitch Albom)

Ama a los que son justos porque ya son buenos. Reza para que sean todavía mejores. Ama a los que son injustos, porque son hombres, pero detesta lo que tienen de malo. Expresa a Dios el deseo de que, en su misericordia, los convierta a la bondad. (San Cesáreo)

Vivir para los demás no es solamente la ley del deber sino también la ley de la felicidad. (Auguste Comte)

El amor sólo empieza a desarrollarse cuando amamos a quien no necesitamos para nuestros fines personales. (Erich Fromm)

El amor jamás reclama; da siempre. El amor tolera, jamás se irrita, nunca se venga. (Mohandas Gandhi)

Cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como “otro yo”, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente. (Gaudium et spes 27,1)

Es dando y recibiendo cuando los hombres se acercan entre sí. (Edmund Gruber)

Quien quiera consolar antes debe amar. (Romano Guardini)

Ninguno de vosotros es creyente mientras no prefiera para su hermano lo que prefiera para si mismo. (Libro del Hadit)

Amémonos los unos a los otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. (Primera carta de Juan 4,7)

La persona que anda en el amor no se cansa ni cansa a los demás. (San Juan de la Cruz)

Sólo desde que amo es bella mi vida; sólo desde que amo se que vivo. (Theodor Körner)

Suavizar las penas de los otros es olvidar las propias. (Abraham Lincoln)

La virtud más grande es poder llevar contigo las inquietudes de los demás. (Martín Lutero)

Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos. (Martín Luther King)

Todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres hacedlo también vosotros con ellos. (Evangelio de Mateo 7,12)

El amor es lo más profundo y lo más verdadero de la vida, gracias a él, se soluciona cualquier duda en la vida. (Albert Möser)

Amar es el principio, amar es la fuerza, amar es el método. (Pablo VI)

Amar es sufrir cuando tu amigo sufre. (Abbé Pierre)

La fe mueve montañas, pero el amor transforma el mundo (Josep Puig)

Si siembras la joya en el jardín de tu hermano, florirá en el tuyo. (Proverbio popular)

El amor es la base de la existencia, su esencia y su fin. Solamente por el amor conseguimos conocernos a nosotros mismos, así como comprender el mundo y la vida. (Herivert Rau)

El que corre sin amor no llega al cielo. Va saltando de un sitio a otro como un fuego fatuo. (John Shaffler)

Amar significa colocar la propia felicidad en la felicidad de los otros. (Pierre Teilhard de Chardin)

No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz. (Madre Teresa de Calcutta)



El que hace sufrir al prójimo se causa daño a sí mismo. El que ayuda a los demás se ayuda a sí mismo. (Leon Nicolaievich

sábado, 8 de febrero de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor


“SAL Y LUZ PARA EL MUNDO”
Redescubrirnos como signos del amor y la misericordia de Dios para que, con la iluminación de nuestras obras, los hombres se conviertan y lo glorifiquen.


Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? 

La sal es un elemento por conocido por todos. Milenariamente hemos saborizado nuestros alimentos por medio de la sal. Es más, un alimento sin sal nos parece desabrido, falto de sabor, soso, sin gusto. Pero la sal también es peligrosa para nuestra salud, en buena medida da sabor, excesivamente arruina el gusto del alimento y pone en peligro nuestro organismo. 

¿Qué significa esto de que nosotros somos la sal de la tierra? En primer lugar, parece sugerir que nuestra tarea es la de darle el sabor a las cosas del mundo. ¡Qué triste vivir en un mundo sin sentido, sin valores, sin eternidad! ¡Cuánta gente no le haya sentido a su vida porque ha cercenado, ha cortado su parte espiritual, relegando su alma a expresiones religiosas vacías de contenido! Ese es el mundo en el que vivimos, un mundo obsesionado por el presente, por el pasarla bien aquí y ahora, sin límites, ni en lo asimilable ni en lo restrictivo. 

Nosotros somos la sal porque venimos a poner sabor de eternidad en esta comida, alimento pasajero que nos sirve el mundo. Nosotros somos la sal porque venimos a darle gusto a la vida, porque sabemos que hay un sentido para vivir, porque no somos seres “para la muerte”, sino seres “para la Vida en eternidad”. ¡Somos la sal, demos sabor verdadero! 

En segundo lugar, nos sugiere la idea de que nunca seremos una “patota”, una inmensa cantidad de personas que predican la Palabra. Jesús parece recordarlo cuando nos enseña que “la puerta es estrecha”. Por alguna extraña razón de ceguera espiritual, la mayoría elegirá, casi sin pensarlo, la comida desabrida del mundo, y no los manjares sazonados de Dios. Nosotros somos la sal, pocos, exiguos, pequeños en número, faltos de fuerzas… pero llenos del sabor necesario para alegrar la vida de todos aquellos que a través de nuestras obras puedan ver al Padre. ¡No importa cuántos somos, sino cuanto hacemos! 

Ustedes son la luz del mundo. No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón. 

“¡Dios es luz, y en Él no hay tinieblas!”, nos dice el apóstol Juan en su primera carta en el capítulo 1, versículo 5. Por eso, Jesús, al darnos el don del Espíritu Santo (Jn 20, 22) nos hace hijos de Dios (ver Rom 8, 14-17) y al ser sus hijos somos como Él: luz del mundo. Para Jesús es innegable que nuestra vida es vida de iluminados. Cada uno de nosotros, al nacer, es una luz que se enciende en el universo, una pequeña estrellita que ilumina el lugar donde le tocó vivir. Cuando recibimos el bautismo, esa luz maravillosa se incrementó con tal densidad que ya no iluminamos nosotros, sino que es Cristo quien nos comunica su luminosidad para aclarar, como una naciente aurora, la oscuridad de la noche ajena (ver Gál 2, 20). 

¡Qué insistencia la de Jesús al pedirnos que no escondamos nuestro rostro de iluminados! ¡Como un nuevo Moisés, nosotros también llevamos el rostro radiante cuando hablamos con Dios (ver Éx 34, 29-35)! El que está en Cristo ilumina con sus buenas obras las tinieblas y sombras de sus hermanos, no se empeña en juzgar, o encandilar con sus proezas a los demás, sólo decide, al igual que un humilde cirio, consumir su vida para dar luz al mundo. No estamos llamados a indicar los errores ajenos, estamos invitados a iluminar la realidad para que aquellos que están a nuestro lado no tropiecen en el camino. 

Nosotros, los iluminados que iluminan, no caminamos en la oscuridad, sino que tenemos la luz de la vida porque seguimos a Jesús, “la Luz del mundo” (Jn 8, 12).
                                “No se enciende un luz para encerrarla. ¡Salgan! ¡Hagan lío!

sábado, 1 de febrero de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

La Presentación del SeñorLucas 2, 22-40. Fiesta de la Presentación del Señor. Cristo es de verdad nuestra LUZ, nuestra vida y resurrección, nuestra paz y fortaleza, nuestro triunfo y nuestra esperanza cierta.


Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. 

La Presentación del Señor
La Ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy dos de febrero se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la que celebramos el nacimiento de Jesús. 

Los católicos hemos tenido la hermosa costumbre de llevar los niños al templo para presentarlos ante Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Esta es una costumbre que tiene sus raíces en la Santa Biblia. Cuando hacemos la presentación de nuestros niños en el templo, estamos recordando lo que José y María hicieron con el Niño Jesús. 

La Ley de Moisés mandaba que el hijo mayor de cada hogar, o sea el primogénito, le pertenecía a Nuestro Señor y que había que rescatarlo pagando por él una limosna en el templo. Esto lo hicieron María y José. 

Por mandato del Libro Sagrado, al presentar un niño en el templo había que llevar un cordero y una paloma y ofrecerlos en sacrificio al Señor (el cordero y la paloma son dos animalitos inofensivos e inocentes y su sangre se ofrecía por los pecados de los que sí somos ofensivos y no somos inocentes. Jesús no necesitaba ofrecer este sacrificio, pero quiso que se ofreciera porque El venía a obedecer humildemente a las Santas Leyes del Señor y a ser semejante en todo a nosotros, menos en el pecado). 

La Ley decía que si los papás eran muy pobres podían reemplazar el cordero por unas palomitas. María y José, que eran muy pobres, ofrecieron dos palomitas en sacrificio el día de la Presentación del Niño Jesús. 

En la puerta del templo estaba un sacerdote, el cual recibía a los padres y al niño y hacía la oración de presentación del pequeño infante al Señor. 

En aquel momento hizo su aparición un personaje muy especial. Su nombre era Simeón. Era un hombre inspirado en el Espíritu Santo. Es interesante constatar que en tres renglones, San Lucas nombra tres veces al Espíritu Santo al hablar de Simeón. Se nota que el Divino Espíritu guiaba a este hombre de Dios. 

El Espíritu Santo había prometido a Simeón que no se moriría sin ver al Salvador del mundo, y ahora al llegar esta pareja de jóvenes esposos con su hijito al templo, el Espíritu Santo le hizo saber al profeta que aquel pequeño niño era el Salvador y Redentor. 

Simeón emocionado pidió a la Sma. Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos y levantándolo hacia el cielo proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra triste. 

La noticia buena fue la siguiente: que este Niño será iluminador de todas las naciones y que muchísimos se irán en favor de él, como en una batalla los soldados fieles en favor de su bandera. Y esto se ha cumplido muy bien. Jesús ha sido el iluminador de todas las naciones del mundo. Una sola frase de Jesús trae más sabiduría que todas las enseñanza de los filósofos. Una sola enseñanza de Jesús ayuda más para ser santo que todos los consejos de los psicólogos. 

La noticia triste fue: que muchos rechazarán a Jesús (como en una batalla los enemigos atacan la bandera del adversario) y que por causa de Jesús la Virgen Santísima tendría que sufrir de tal manera como si una espada afilada le atravesara el corazón. Ya pronto comenzarán esos sufrimientos con la huida a Egipto. Después vendrá el sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años, y más tarde en el Calvario la Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo, asesinado ante sus propios ojos, sin poder ayudarlo ni lograr calmar sus crueles dolores. 

Y Jesús ha llegado a ser como una bandera en una batalla: los amigos lo aclaman gritando "hosanna", y los enemigos lo atacan diciendo "crucifícale". Y así ha sido y será en todos los siglos. Y cada vez que pecamos lo tratamos a El como si fuéramos sus enemigos, pero cada vez que nos esforzamos por portarnos bien y cumplir sus mandatos, nos comportamos como buenos amigos suyos. 

Después de este interesante hecho de la Presentación de Jesús en el templo, la Virgen María meditaba y pensaba seriamente en todo esto que había escuchado. Ojalá también nosotros pensemos, meditemos y saquemos lecciones de estos hechos tan importantes.