sábado, 31 de mayo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio Mt 28, 16-20

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.

Palabra de Dios.

                                                   “LUGAR DE ENCUENTRO”


“Revalorizar el sentido de la Misa como cumbre y fuente de la actividad de la Iglesia, para prolongar el culto divino en nuestra vida”

El Concilio Vaticano II nos dice: “La Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor.

Por su parte, la Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los sacramentos pascuales", sean "concordes en la piedad"; ruega a Dios que " conserven en su vida lo que recibieron en la fe ", y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.” (SC 10)

v. 16: La reunión de los discípulos se da, como tantas otras, en una montaña. La montaña en la concepción judía era el lugar de encuentro con Dios, para Jesús es el lugar de la oración con su Padre, el lugar de los grandes discursos y enseñanzas.

No es ilógico pensar que este encuentro de despedida de Jesús con sus discípulos tenga una connotación casi litúrgica, celebrativa, oracional. Es el acto de culto final de Jesús a su Padre Dios, y desde allí se da también el envío misionero. 

El anhelo humano de salvación de volver a la casa paterna de mi papá Dios, se realiza por primera vez como resucitados en la persona de Jesús, entra al cielo nuestra humanidad redimida.

v. 17: Se postraron... tiene el sentido de adoración, Jesús no es solo un hombre, es Dios que se hace carne y habita entre nosotros (Jn 1, 14) es la imagen del Dios invisible (Col 1, 15); es un signo de Fe, una muestra externa que debe ir acompañada de la convicción interna.

Algunos todavía dudaron... Como pasa algunas veces, no somos tan fuertes como quisiéramos. En algunos momentos de la vida nos hace falta más Fe, nos quejamos de no tenerla, pero si vemos a estos once que estuvieron tan cerca de Jesús desde siempre, que se encontraron cara a cara con él después de su muerte y le tocaron sus llagas y heridas, ¿no nos consuela un poco y nos anima a seguir perseverando en la oración y la súplica? 

v. 18: Todo poder en el cielo y en la tierra... Ante las dificultades de todos los días, ante los problemas cotidianos, Jesús nos dice que él tiene PODER. ¿Qué es el poder? Poder es tener la capacidad y la fuerza para cambiar algo, para hacerlo distinto. Cuando nos faltan fuerzas o no sabemos hacer algo, decimos... “no puedo”; en cambio si tengo la capacidad y la fuerza digo... “no quiero”. Jesús tiene poder, y lo más hermoso de todo, también “quiere”. Creamos en él para que su poder nos cambie la vida, la haga más feliz, ¿qué estamos esperando?

v.19: hagan... Dentro de la vida del cristiano hay varias certezas, una de ellas es que Dios me tiene confianza, cree en mí. Para Jesús no debe haber sido fácil confiar en que esos discípulos un poco incrédulos serían capaces de hacer bien la tarea. El les da su poder, confía en que será bien usado, en que esos once serán capaces de poner todas las ganas en hacer lo que él les ha pedido. ¿Cómo usamos el poder que Dios nos ha dado?

Vayan y hagan...están en imperativo. Son una orden, no dice si quieren, si pueden, tal vez, quizá, si tengo tiempo, no deja lugar a excusas. Todo cristiano tiene el poder de Dios para predicar su palabra para ir y hacer lo que Jesús le ha mandado, no sugerido.- ¿Voy a predicar la palabra de Dios a los hermanos? ¿Qué estoy esperando para hacerlo bien?

...que todo los pueblos sean mis discípulos... ¿Leí bien? ¿Dijo todos? Que problema tenemos en la Iglesia, Jesús nos mandó a todos, no a algunos, no a los que quiero, no a la gente como yo, que me entiende, que me quiere, que vive a mi lado... ¡Es a todos! Al malo como al bueno, al vago como al trabajador, al rico como al pobre, al perfecto como al imperfecto... etc. No nos quedemos con que yo ya cumplí, la orden y el deseo de Jesús es que todos los hombres se salven; si Él nos ha dado el poder y la gracia en nuestro bautismo de ser sus discípulos y testigos, seamos fieles a ese don y lo pongamos en práctica.

v. 20: Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo... ¡Qué grande es mi Señor! Se va, pero se queda. No está, pero vuelve a nosotros. Tantas veces nos sentimos solos, desamparados, temeroso de la vida, sin un rumbo, un camino que seguir. Hoy Jesús nos dice: ¡Estoy contigo! ¡No me he ido! ¡No te he dejado nunca!

No tenemos que tener miedo, Él está para siempre con 
nosotros. Nosotros, ¿estamos con Él?


lunes, 26 de mayo de 2014

Nunca más Señor, nunca más

Visita de Papa Francisco a Yad Vashem, el Museo del Holocausto en Jerusalén, en un día simbólico para los musulmanes, ya que conmemoran el ascenso de Mahoma a los cielos. 26 mayo 2014

"Hombre, ¿dónde estás? Ya no te reconozco. ¿Quién eres, hombre´ ¿En qué te has convertido? ¿Cómo has sido capaz de este horror?". Escalofriante, terrible y escrito desde el fondo del corazón el discurso que Francisco ha pronunciado esta mañana en el Yad Vashem, el Museo del Holocausto levantado en Jerusalén en memoria de los seis millones de judíos asesinados a manos de los nazis y donde reposan las cenizas de algunos de ellos. El Papa, que ha asegurado que el holocausto es "un mal como jamás sucedió bajo el cielo", ha visitado el Mausoleo acompañado del presidente de Israel, Simon Peres, del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y ha depositado allí una corona de flores.

"Adán, ¿dónde estás? ¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido? En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: ¿Adán, ¿dónde estás? Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo", ha comenzado Francisco en su discurso, un discurso de enorme fuerza emotiva. "El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podía perderse... pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como esta, un abismo tan grande. Ese grito: ´¿Dónde están?´, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo.

Nada más poner ayer el pie en Jerusalén, a su llegada al aeropuerto de Tel Aviv, el Papa ya hizo referencia al Holocausto, a los seis millones de judíos muertos a causa de la maquinaria de exterminio nazi y a la visita que hoy ha realizado al museo del Holocausto. "Un momento especialmente intenso de mi estancia en su país será la visita al Memorial del Yad Vashem, en recuerdo de la maldad del hombre cuando, alimentada, por falsas ideologías, se olvida de la dignidad fundamental de la persona". Pero hoy ha ido más allá, asegurando que si hombre a caer en ese monstruoso abismo de destrucción fue porque jugó a creerse dios...

"¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado? ¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal? ¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios", ha dicho Francisco.

"De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor", ha continuado el Papa, asegurando que los hombres "Llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza. Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo".

Francisco ha concluido su discurso pidiendo a Dios misericordia. "Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú moldeaste de barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida. ¡Nunca más Señor, nunca más!". Anteriormente ha saludado a algunos supervivientes del Holocausto.

Antes de su visita al Memorial del Yad Vashem el Papa depositó una corona de flores ante la tumba del fundador del movimiento sionista, Theodor Herzel, algo que ningún Papa había hecho antes y que ha sido muy apreciado por la comunidad judía (y criticado por la palestina). Además, esta mañana se encontró con el gran muftí de Jerusalén, una de las principales autoridades del mundo musulmán. Y posteriormente se desplazó hasta el famoso Muro de las Lamentaciones, donde rezó durante algunos minutos en silencio, como ya hiciera ayer ante el muro de cemento levantado por Israel para aislarse de los territorios palestinos.


Francisco reza por la paz

Con los ojos cerrados, en silencio, con la mano derecha apoyada sobre las piedras... Así ha rezado Francisco esta mañana ante el Muro de las Lamentaciones, el más importante lugar de culto para los judíos.

Después de la oración el Papa se ha fundido en un abrazo con el rabino Abraham Skorka y con el líder islámico argentino Omar Abboud, el judío y el musulmán que el Papa conoce desde hace años y a quienes ha querido incluir entre quienes le acompañan en este viaje por Tierra Santa para transmitir un fuerte mensaje de concordia entre los distintos credos. Al fin y al cabo, Jerusalén es una ciudad santa tanto para cristianos como musulmanes como judíos.

Antes de su visita al Muro de las lamentaciones, el Papa se reunió con el gran mufti de Jerusalén, una de las principales autoridades musulmanas, en la sede del gran Consejo Musulmán, en la explanada de las mezquitas de Jerusalén.

"Mi peregrinación no sería completa si no incluyera también el encuentro con las personas y comunidades que viven en esta Tierra, y por eso e alegro de poder estar con ustedes, amigos musulmanes".

El Papa hizo un fuerte llamamiento a favor del diálogo interreligioso, asegurando que "no podemos limitarnos a quedarnos encerrados, seguros de nuestras convicciones" y subrayando que "tenemos que estar siempre dispuestos a salir de nosotros mismos".

Francisco concluyó su discurso clamando una vez más pidiendo paz y justicia y arremetiendo contra quienes se escudan en la religión para matar. "Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia", pidió.

En su discurso reclamó la figura de Abraham como ejemplo, ya que las tres religiones monoteístas lo reconocen como padre de la fe y ejemplo a imitar "si bien de manera diferente", informa Efe.

La visita de Francisco se produce en un día simbólico para los musulmanes, ya que conmemoran el ascenso de Mahoma a los cielos que, según la tradición, se produjo desde este lugar.


Discurso completo del Papa



“Adán, ¿dónde estás?” (cf. Gn 3,9).

¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido?

En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.

Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo.

El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande. Ese grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…

Hombre, ¿dónde estás? Ya no te reconozco.

¿Quién eres, hombre? ¿En qué te has convertido?

¿Cómo has sido capaz de este horror?

¿Qué te ha hecho caer tan bajo?

No ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho. El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos.

No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7).

No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado?

¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal?

¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios.

Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.

De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor.

A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15).

Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad.

Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad.

Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2).

Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida.

¡Nunca más, Señor, nunca más!

“Adán, ¿dónde estás?”. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer.

Acuérdate de nosotros en tu misericordia.

viernes, 23 de mayo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,15-21):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Palabra del Señor

“AMOR - VERDAD” 
“Reasumir que la vida cristiana es manifestación del amor de Dios; para que, con el Don del Espíritu Santo, nos dejemos amar plenamente por él”. 
“SI USTEDES ME AMAN”

'15Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.

En este pequeño versículo nos encontramos con una frase que llama la atención. Jesús habla del amor e inmediatamente se refiere al cumplimiento. Parece que Jesús no apunta al cumplimiento tal como nosotros lo entendemos en nuestra “piedad popular”. Muchas personas hablan de “cumplir”, como de hacer un negocio con Dios. “Yo le cumplo a Dios para que él me dé esto o aquello”, al estilo del joven rico que dice: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?" (Mt 19, 20), un modo, más o menos, de decir: “Dios, estamos a mano”.
Para Jesús cumplir los mandamientos es dar plenitud al amor. Es plenificar y completar lo que Dios ha dicho con Palabra inefable, es hacer presente hoy lo que fue y será desde Dios: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4, 21). Los que aman a Jesús “cumplen” sus mandamientos, que son mandamientos de amor (Ver Mt 22, 34-40). El mandamiento de Jesús, de cumplir en la propia vida, de llevar a la plenitud el amor de Dios en la existencia personal, él mismo lo vivió hasta el extremo: “Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu” (Jn 19, 30).      
16Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: 17el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
Según el comentario de “La casa de la Biblia”[1]:
En este evangelio, el Espíritu Santo tiene una importancia excepcional. Sólo en él es llamado paráclito con el significado amplísimo de “ayudante, asistente, sustentador, protector, abogado, procurador” y, sobre todo, con el de “animador e iluminador” en el proceso interno de la fe. Los célebres cinco proverbios o sentencias sobre el Paráclito se centran en su función insustituible a favor de los creyentes. El término “paráclito” sólo aparece fuera del evangelio de Juan, en 1 Jn 2,1, donde es aplicado al Resucitado que, en el cielo, cumple una misión de intercesión. En sentido estricto el Paráclito actúa en la tierra, en la comunidad cristiana.
La procedencia del término es discutida: influencia del pensamiento judío según el cual una persona puede heredar el espíritu de otra (2 Re 2,9ss: Elías y Eliseo); el espíritu de Dios que viene sobre determinadas personas; contraposición al Kategor o acusador, que era Satanás; en el polo opuesto estaría el defensor, el Paraklet; una equivalencia de la Sabiduría personificada…
El primer anuncio del Paráclito le presenta como “otro” Jesús (Jn 14,16s). No hay ruptura, sino continuidad entre ellos. El Paráclito será el sustituto de Jesús. Esto quiere decir que los discípulos no deben olvidar lo que oyeron a Jesús ni lo que recibieron de él. Más bien, deben volver constantemente sobre ello, profundizando, desentrañando, actualizando la misma revelación. El Paráclito debe ser para ellos lo que había sido Jesús: su "ayudador", maestro y pedagogo, en la línea de captación de lo dicho y hecho por Jesús”
18No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.
Este versículo muestra la increíble ternura de Jesús. Él asume a los discípulos como a “hijos” (huérfanos) y les “promete” la seguridad de su compañía paternal. Jesús es “padre” porque, como todo padre, engendra vida; pero sobre todo es “padre” porque se hace responsable de ella. Para Jesús ser “papá” de sus apóstoles, y discípulos, es ejercer una paternidad responsable sobre ellos. Les permite crecer dejándolos solos, no asfixiándolos… pero les da la seguridad de su presencia constante con la promesa de la segunda venida. En estas pocas palabras de Jesús muchos de nosotros podemos encontrar ecos de reflexión sobre cómo ejercitamos nuestra paternidad con aquellos que, de una u otra manera, son nuestros hijos.
19Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
La separación entre los hijos de la luz y los hijos del “mundo” (modo característico de Juan para expresar lo pasajero, lo perecedero y hasta lo opuesto a Dios), después de la muerte y la resurrección de Jesús, ya es un hecho. No hay que darle más vueltas al asunto: el mundo ya no gozará de la epifanía del Señor, Jesús ya no alumbra en la oscuridad de los que cierran sus ojos. Ahora solo pueden verlo los que permanecen con los ojos abiertos, son iluminados los que quieren ver… y eso los transforma en “vivientes” para siempre.
20Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
Jesús manifiesta algo que siempre se nos olvida: “Las cosas suceden aunque, a veces, no las comprendamos”. Ya el Padre y Jesús están en los discípulos, y en nosotros, aunque no nos demos cuenta, aunque no seamos conscientes de ello. La comprensión viene después, a veces cuando todo ha pasado. A la usanza de Dios Jesús se toma el trabajo de decirnos con anticipación lo que es la realidad… por eso es tan importante tener la fe necesaria para creer y vivir según sus mandamientos. Aunque no entendamos, las cosas están sucediendo y las realidades divinas están actuando en nosotros, y a través de nosotros en la humanidad.
21El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él".
El amor siempre es recíproco cuando alcanza la perfección. Cuando el amor no es recíproco es un amor a medias, “rengo”, dirán los paisanos. En la orientación que Jesús le da al discurso sobre el amor se da un “cierre”, es como que el círculo se cierra. Antes decía: “Si ustedes me aman cumplirán mis mandamientos”, ahora dice “el que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama”. El círculo se ha cerrado: del amor a los mandamientos… de los mandamientos al amor. Pero el círculo cerrado tiene, por así decirlo, un broche de oro: “el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. La manifestación divina en el creyente es la coronación del amor de Dios sobre los seres humanos. Dios ama con tanta intensidad que se hace presente plenamente en los que se dejan amar por Él. Así la manifestación es plena y Dios inhabita, como dice el Catecismo, trinitariamente en el ser humano.



martes, 20 de mayo de 2014

Triduo : 3er Aniversario de la Capilla de Adoración Eucarística Perpetua

 Mayo 2014. Agradecida Señor!!






















                     PROCESIÓN CON EL SANTÍSIMO POR EL BARRIO












lunes, 19 de mayo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» 

Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber elcamino?» 

Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» 

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» 

Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»

Palabra del Señor


“YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA”


“Redescubrir a Cristo como EL Camino para llegar al Padre, para que lo mostremos y ayudemos a nuestros hermanos a llegar al Cielo”

“No se inquieten”

Jesús sabe que lo que está diciendo altera la paz de los corazones humanos. Los discípulos, tan parecidos a nosotros, necesitaban la “necesidad” de las cosas que no pasan, de lo que no cambia, de lo que no muda. La ilusión de un Jesús eternamente presente en el mundo bajo la misma apariencia que tenía desde que lo conocieron los engañaba. A veces nos pasa lo mismo, pensamos que las cosas nunca van a cambiar, que nunca tendremos despedidas ni alteraciones en nuestro caminar. La vida se encarga de deshacer esas pobres ilusiones, en la mayoría de los casos, demasiado pronto. Pero antes de que la realidad los cacheteé, Jesús empieza a pronunciar los famosos “discursos de despedida”, tan propios del evangelio de San Juan.

La única seguridad posible, para Jesús, radica en la Fe. “Crean”, les dice… y se entrega a la conversación sobre las cosas del cielo. “Crean…”, y les habla de la “casa de su Padre”. La despedida no solo es inminente, es necesaria. ¿Cómo podrían los discípulos tener las habitaciones preparadas en la “casa de mi Padre” si Jesús no se les adelanta? 

Pero no hace falta subir al cielo, todavía, para formar parte de la “casa del padre”. En nuestra comunidad cada uno de nosotros tiene una tarea, un servicio que prestar. Como los primeros cristianos necesitamos gente dispuesta a servir, personas llenas de Espíritu Santo, hombres y mujeres con empeño para proclamar la Palabra del Señor con la propia vida, con el testimonio, con el servicio.

El verdadero cristiano es un ser espiritual que se convierte en “casa” de todos cobijando a los necesitados, sirviendo a los más pobres que él y tratando con amor a todos los creyentes. La “casa” de mi Padre es la Iglesia, es mi familia, es mi trabajo… allí tengo habitaciones en donde estar y vivir, en donde servir a los demás y recibir su afecto y servicio. Aprendamos a compartir los cansancios y, mientras el Señor nos llama a la casa eterna, vivir en paz y alegría en la terrenal.



“Yo soy el camino, la verdad y la vida” 



Esta aseveración de Jesús tiene una importancia radical. Los cristianos no siguen una doctrina, aunque sea importante tenerla y vivirla, no siguen una ideología o una regla de vida… los cristianos seguimos a una persona. Esa persona es la Palabra que se hizo carne, es la última y definitiva Palabra de Dios y en ella y tras de ella (“sígueme”… dice Jesús) caminamos en y hacia la “casa del Padre”.

domingo, 11 de mayo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio Jn 10, 1-10

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.

Palabra del Señor.

“Aprender de Jesús a proteger, guiar y atender a nuestros hermanos para que nuestra Iglesia sea signo de la presencia de Dios entre los hombres”.
“YO SOY LA PUERTA”


Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.

Jesús toma la imagen pastoril del rebaño de ovejas. Ellas son guardadas en el corral para que estén seguras de peligro. Los pastores van en su búsqueda y entran por la puerta del corral. No como el “ladrón” y el “asaltante” (ver Jn 10, 1). La puerta es la que permite entrar o salir y Jesús es por quien se entra o sale a la vida eterna.

Cuando Jesús dice “yo soy” está auto presentándose para que todos lo identifiquen… No es una sugerencia la que hace el Señor… es una presentación formal: él es la puerta…. Y no hay otra.

Esta es una gran enseñanza para todos los creyentes y los pastores del pueblo de Dios, no solo los clérigos y religiosos, sino también los que de una manera u otra sirven al rebaño de Dios guiándolo por la senda de la vida. La única “puerta” es Jesús. No se puede ir por otro lado: “Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento” (Jn 10, 9). El que entra por Jesús entra a la salvación, a la vida, a la plenitud de la eternidad. Se trata de darnos cuenta que no hay otro camino, otra puerta que no sea Jesús… cualquier camino o puerta que elijamos para entrar a la vida es inválida, superflua y no nos lleva a camino de la vida. Nosotros elegimos.

En un tiempo donde otras creencias empiezan a ser acogidas con buenos ojos, en donde las enseñanzas de Jesús se toman superficialmente y de modo “light”… la Iglesia sigue mostrando con firmeza, “suave en el modo y firme en la convicción”, lo que Jesús nos ha transmitido del Padre Dios. Si bien hay cosas mudables en toda enseñanza religiosa, por ser fruto de la cultura de cada época a la cual la Iglesia se “incultura”, las verdades fundamentales de la Fe siguen tan vigentes como en la época de Jesús. Cuando hoy la vida no vale nada, sobre todo en los niños (aun antes de su alumbramiento) y en los ancianos, la Iglesia nos invita a defenderla con todas las fuerzas en el nombre de Jesús, Dios de la Vida. Cuando los que gobiernan, que en vez de servir, esclavizan y reprimen a golpes a sus conciudadanos, la Iglesia levanta en alto la bandera de la justicia social, de los valores del evangelio para toda cultura o sociedad, aunque por ello deba ser “feliz” al estilo de las bienaventuranzas (ver Mt 5, 10). Jesús es la puerta y, para encontrarlo, la Palabra nos enseña el camino.

Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.

La venida de Jesús tiene un solo sentido… dar la vida, y vida en abundancia. La única manera de dar vida es comunicándola, entregándola, a los que no la tienen. El ejemplo de “Paula”, la abuela a tiempo completo, nos invita a ver las cosas desde el prisma de la familia, del amor y el servicio a la vida. Un pueblo individualista, sin solidaridad, solo les conviene a los “ladrones” y “salteadores”. Los que aprovechan la vulnerabilidad de los que no saben que son comunidad.

Todos tenemos algo de “Paula”, o de Jesús, el “Rabbi”. Hay que aprender a vivir y a servir, para enseñar con el ejemplo. Pasar de ovejas a pastores. Solo así podremos crecer como comunidad, tanto social como religiosamente. Se trata de tomar conciencia, de saber quienes somos y qué podemos hacer. De apartarnos de los caminos trillados del “no te metas”, de la falsa seguridad de “que otro lo haga”. Si bien no todos son “culpables” de que las cosas estén como están en este mundo, todos somos “responsables” de que cambien. Los que vienen a “robar, matar y destruir” (Jn 10, 10) van a estar siempre, lamentablemente, son un mal, para nada necesario, pero si presente en este mundo… pero también estamos nosotros, los elegidos, los llamados a ser instrumentos de Vida y Vida en abundancia.

El relato de hoy finalizaba diciendo: “tengo otro empleo donde no me voy a jubilar jamás: trabajaré de ABUELA a tiempo completo”. Hay un “ejercito” de paulas en todos lados que ayudan, se solidarizan, luchan contra de las situaciones injustas y provocan los cambios en esta sociedad. Un “ejercito” de hombres y mujeres que se ayudan mutuamente y nunca sin “inservibles” porque saben dar de lo mucho o poco que tienen con amor. Se trata de eso, de pastorear a la comunidad dando ejemplo de vida y cuidando de los más débiles… mientras estos nos regalan su frescura y sus ganas de vivir. ¿Podremos hacerlo también nosotros?

domingo, 4 de mayo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio Lc24, 13-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo,Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”. “¿Qué cosa?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro, y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron”. Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”. Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

“CORAZONES ARDIENTES”


“Aprender de Jesús a predicar la buena noticia, para que con entusiasmo podamos anunciar la Palabra y contagiar a los demás del ardor misionero”

Dos discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús.

El evangelista Lucas presenta a dos discípulos camino a Emaús, no son “apóstoles”, son discípulos que tal vez formarían parte del grupo de los 70, o tal vez de quienes seguían a Jesús desde Galilea. Estos dos discípulos van discutiendo por el camino, hablan sobre lo ocurrido. Lucas presenta la escena dándonos el nombre de uno de ellos: “Cleofás”, el otro permanece como un total desconocido, anónimo, alguien con el cual podemos identificarnos. ¡Podría ser cualquiera de nosotros, podría ser yo! Jesús se aproxima a ellos, pero, como dice Lucas, “algo impedía que sus ojos lo reconocieran”. Jesús pasa desapercibido, no se dan cuenta que es Él. Los discípulos están tan metidos en su discusión, en su conversación sobre esto o aquello, están tan obstinados en mirar las cosas desde su perspectiva, su punto de vista, que no ven la realidad tal como se les está presentando. ¿Cuántas veces nos ha pasado esto? Ensimismados no atinamos a captar otra cosa que lo que sentimos o vemos adentro. Es como haber secuestrado nuestra presencia al mundo circundante, nos hemos arrebatado a nosotros mismos. Y así caminamos, quizá por muchos años, en un autismo, en un solipsismo, que nos lleva a vivir tan egocéntricamente (que no es lo mismo que decir “egoístamente”), que todo lo circundante y la vida a nuestro alrededor es algo que “pasa” de largo a nuestro lado. 

¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!

La ironía de la dura respuesta de Cleofás hoy es evidente. Cleofás trata a Jesús de forastero, tal vez le sintió la tonada galilea, cuando Él es el protagonista principal de todos los acontecimientos que sucedieron en Jerusalén. Jesús puede decir que Él es el único que no es “forastero”, es el único que no estuvo afuera… Al contrario, su presencia es la que suscita todos los acontecimientos. Y Jesús con un corazón sereno, paciente, empieza a enseñarles, diríamos hoy con Biblia en mano, todo “lo que se refería a Él”. 

Tendrán que llegar al pueblo para que Jesús se dé a conocer. En un gesto sacramental tomará el pan, pronunciará la bendición, lo partirá y se los entregará. Lucas nos dice: “entonces, los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron”. 

¡Cuántos cristianos hoy dicen creer y no celebran los sacramentos en la Iglesia! ¡Cuántos católicos hoy se privan voluntariamente de recibir la Eucaristía! Nunca olvidemos este relato de los discípulos de Emaús, en cada Misa, en cada celebración litúrgica, Jesús “comenzando por Moisés y continuando por todos los profetas” nos explica las Escrituras. En cada Misa celebrada se proclama la Palabra de Dios, en cada homilía se nos explica y actualiza el mensaje de la Palabra de Dios, en cada celebración eucarística la Palabra se sirve a la mesa del creyente atento y con hambre de la enseñanza de las cosas divinas. Pero también en cada Misa se toma el pan, se pronuncia la bendición, se lo parte y se lo entrega a los hambrientos de Dios. La Eucaristía, alimento divino, pan bajado del Cielo, es el sacramento que abre nuestros ojos, que nos devuelve la vista en nuestros ojos ciegos, que nos permite ver la vida con mirada de eternidad. 



El v. 32 nos muestra cómo deberían ser nuestras celebraciones eucarísticas, a veces tan frías, aburridas y rutinarias: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Aquí no se trata de cómo lo hace el presidente de la asamblea (presbítero), se trata cómo celebramos cada uno de nosotros la Eucaristía, que es tan personal y tan comunitaria al mismo tiempo. Si nuestro corazón arde en cada celebración eucarística, si la alegría del encuentro aflora en nuestro ser en cada celebración eucarística, si nuestros ojos se abren a la vida y al amor de Dios en cada celebración eucarística, es porque hemos reconocido a Jesús al partir el pan.