domingo, 4 de septiembre de 2011

Evangelio de fin de semana.

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68



domingo 04 Septiembre 2011

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario A

Santo(s) del día : Santa Rosa Viterbo  

Evangelio según San Mateo 18,15-20.
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".
 
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 
Leer el comentario del Evangelio por :

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de la Misioneras de la Caridad
El amor más grande

«Todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo»: el sacramento del perdón
        El otro día un periodista me hizo una curiosa pregunta:
        ¿Incluso usted tiene que confesarse? Sí, le dije. Me confieso cada semana. Entonces Dios tiene que ser muy exigente, si hasta usted tiene que confesarse.
        Seguro que su hijo a veces se equivoca, le dije. Y ¿qué ocurre cuando viene y le dice «papá, lo siento»?, ¿qué hace usted? Lo rodea con sus brazos y lo besa. ¿Por qué? Pues porque esa es su manera de decirle que lo ama.
        Dios hace lo mismo. Nos ama tiernamente.
        Por lo tanto cuando pecamos o cometemos un error, lo que debemos hacer es servirnos de eso para acercarnos más a Dios. Digámosle humildemente: «Sé que no debería haber hecho esto, pero incluso esta falta te la ofrezco».
        Si hemos pecado o cometido un error, digámosle: «¡Lo siento! Me arrepiento». Dios es un Padre que perdona. Su clemencia es mayor que nuestros pecados. Él nos perdonará.

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