Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! 1 Cor 9,16
sábado, 30 de marzo de 2013
domingo, 24 de marzo de 2013
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 28-40
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo necesita."»
Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»
Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita.»
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino......( continuar leyendo en la Biblia)
Meditación del Papa
Con la solemnidad del domingo de Ramos, hemos iniciado la Semana Santa, en la que seguimos los pasos de Cristo hasta la celebración de su misterio pascual. Lo aclamamos como Mesías e Hijo de David, agitando, como los niños y jóvenes de Jerusalén, las palmas de la salvación y del júbilo. Al mismo tiempo, contemplamos su dolorosa pasión y su humillación hasta la muerte. Os invito, durante estos días santos, a uniros plenamente a nuestro Redentor, recordando aquel solemne Vía Crucis de la Jornada Mundial de la Juventud. En él oramos conmovidos ante la belleza de aquellas imágenes sagradas, que expresaban con hondura los misterios de nuestra fe. Os animo a cargar también vosotros con vuestra cruz, y la cruz del dolor y de los pecados del mundo, para que entendáis mejor el amor de Cristo por la humanidad. Así os sentiréis llamados a proclamar que Dios ama al hombre y le envió a su Hijo, no para condenarlo, sino para que alcance una vida plena y con sentido. (Benedicto XVI, 2 de abril de 2012).
Reflexión
Hoy es Domingo de Ramos porque celebramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Pero entra como un rey humilde, pacífico y manso.
No entra con tanques ni con metralletas para conquistar la ciudad. Tampoco entra en un caballo blanco al sonido de las trompetas, como lo hacían antaño los emperadores o los generales romanos después de vencer a los enemigos. No. Jesús entra montado en un burrito, signo de humildad y de mansedumbre.
Es aclamado por gente buena y sencilla, y una gran cantidad de sus discípulos son mujeres y niños. Lo proclaman rey no con el estruendo de las armas, sino con los gritos de júbilo. Y no agitan bayonetas o pancartas, sino ramos de olivo y de laurel, signos de la paz. ¡Éste es Jesús, nuestro Rey, el Rey de la paz y del amor verdadero, el que entra hoy triunfante a Jerusalén!
Pero también hoy es Domingo de "Pasión" porque iniciamos esta semana de dolor, que culminará en la Cruz. Por eso en el Evangelio de la Misa de este día se proclama toda la pasión del Señor. Sólo ocurre esto dos días en todo el año: hoy y el Viernes Santo. Pero la muerte de Cristo en el Calvario no es una derrota, sino el triunfo más rotundo y definitivo de Nuestro Señor sobre los poderes del mal, del pecado y de Satanás.
Estos días santos son, pues, para acompañar a Cristo en los sufrimientos de su Pasión y en su camino al Calvario: para unirnos a Él a través de la oración, los sacramentos, la caridad, el apostolado y las obras buenas. ¡Tántas cosas podemos hacer en favor de los demás!, pero tal vez nos falta imaginación o inventiva. O pensar más en los demás y menos en nosotros mismos.
Seguramente ya habrás visto la película de la Pasión de Cristo, de Mel Gibson. Todo cristiano debería verla, al menos una vez. Las personas que han tenido la oportunidad de asistir a este espectáculo, han quedado profundamente tocados, conmovidos y, muchos de ellos, también transformados por dentro.
En estas últimas semanas, he tenido la oportunidad de invitar a varios grupos de jóvenes y de adultos, aquí en Düsseldorf, a ver y comentar esta película, y les ha hecho una enorme impresión. Algunos ya la habían visto. Pero creo que nunca podemos quedar indiferentes ante lo que allí sucede.
La película está inspirada fielmente en los Evangelios y es una profunda contemplación de los misterios de nuestra redención. El mismo productor ha explicado por qué y cómo surgió este film. Mel Gibson se profesa cristiano ferviente. Pero cuando pasó por una aguda crisis de depresión, tomó los Evangelios y comenzó a meditar en la Pasión de Cristo. Entonces su vida empezó a cambiar. Y confiesa que comprendió aquellas palabras del profeta Isaías, que aparecen al inicio de la película como clave de lectura y de interpretación: “Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; fue traspasado por nuestras rebeliones y triturado por nuestros crímenes. El castigo de nuestra salvación cayó sobre Él y por sus llagas hemos sido curados” (Is 53, 5).
Sería interesante recordar ahora, paso a paso, los diversos momentos de la Pasión de Cristo, siguiendo las escenas que nos presenta Mel Gibson. Pero eso lo tiene que hacer cada uno en particular. Y no sólo como quien recuerda una historia pasada, sino viviéndolo en primera persona. Tú y yo somos protagonistas de esta historia, pues Cristo sufrió por nosotros, para darnos la salvación, la vida eterna.
Una de las escenas que más impactan en la película es la flagelación. Realista, cruel y hasta cínica por parte de los soldados.
Pero nos hace comprender y sentir la inocencia de Jesús, su humildad y su mansedumbre infinita, su heroísmo ante el sufrimiento y su voluntad de oblación a Dios por nosotros: "Padre, mi corazón está pronto". Y enseguida la tortura: los latigazos que se hacen interminables y el brutal ensañamiento de los verdugos romanos, sádicos y ávidos de sangre, que destrozan sin piedad el cuerpo de Jesús y el corazón de su Madre santísima: "¿Cómo, dónde, hasta cuándo decidirás poner fin a tanta tortura, Hijo mío?" –balbucea María al contemplar a su Jesús flagelado-. Las lágrimas y el tremendo dolor de aquella Madre taladran el propio corazón. Es dura. Y nuestro adorable Jesús sufre hasta el paroxismo por amor a cada uno de nosotros. Es la Sangre preciosa del Cordero inmaculado, derramada por amor, para redimirnos del pecado. ¡Es una escena impresionante!
Es también muy conmovedor, por su delicadeza, el gesto de Claudia –mujer de Pilato— que ofrece unos paños a María. No hay palabras. Sólo la expresión del rostro, de la mirada; las lágrimas. Y, tras la flagelación, María y la Magdalena recogen con ellos, con profunda reverencia y amor, la sangre esparcida durante el suplicio. ¡Es una sangre bendita, sagrada, que no puede perderse o profanarse!
El camino hacia el Calvario está lleno de imágenes profundamente conmovedoras. Particularmente bello es el encuentro de Jesús con María. Una joya de delicadeza, de intuición exquisita, de ternura infinita, de dolor y de amor materno. El quebranto y la compasión amorosa de aquella Madre bendita traspasan de nuevo el corazón y conmueven muy hondamente. Y el gesto dulce y compasivo de la Verónica que enjuga el santísimo rostro de nuestro Señor. Y el humanísimo comportamiento del Cireneo, sobre todo la transformación interior de su alma al contacto con el Cristo sufriente. Renuente al principio, al ir compartiendo la cruz de Jesús se va compadeciendo y compenetrando con aquel condenado a muerte; comprende que es inocente y se convierte en un defensor incondicional de Jesús. Al final, cuando llegan al Calvario, ya no quiere separarse de Él.
La crucifixión es escalofriante. Filmada con grande realismo y con enorme veneración al mismo tiempo. Y, mientras se realiza el martirio del Señor en el Calvario, se van intercalando las escenas maravillosas de la Última Cena, esos momentos benditos en los que nuestro Señor nos dejó la Eucaristía y su mandamiento del amor. La Eucaristía anticipa el Calvario y en el Calvario se realiza el misterio anunciado en el Cenáculo.
Las últimas palabras de Jesús en la cruz son de una elevación singular: la súplica de perdón para sus enemigos, la promesa del paraíso al buen ladrón, la sed, la entrega de su Madre a Juan, el misterioso abandono paterno, el informe de su misión, la entrega de su espíritu al Padre. Y, tras la muerte de nuestro Señor, el religioso temor de los soldados y la lágrima del Padre caída desde los cielos; el terremoto, la destrucción del templo, la derrota definitiva del poder del mal y de la muerte, la acogida del Cuerpo bendito de Jesús en el regazo de María. Retratos todos de una sublimidad inigualable.
Hoy iniciamos la Semana Santa y la Pasión de Cristo es una experiencia espiritual que todos debemos hacer si queremos ser auténticos cristianos. Sólo en la Pasión logramos comprender y aceptar tantas cosas incomprensibles en nuestra vida y experimentamos en el fondo de nuestra alma el amor infinito de un Dios que se entregó, hasta la locura, para salvarnos. ¡Sus llagas nos han curado! Y por ti y por mí volvería a repetirlo con tal de llevarnos al cielo. Ojalá también nosotros aprendamos a abrazar la cruz, amando y siguiendo las huellas de nuestro Cristo Crucificado. Eso significa ser cristiano.
Propósito
Seguir mi meditación diaria durante toda la Semana Santa, pidiendo a Dios me ayude a comprender el gran amor que me tiene.
Diálogo con Cristo
Señor, hoy te quiero dar las gracias por todas las cruces y dificultades que permites en mi vida. Ellas son muestra de tu singular predilección, son instrumentos que me concedes para santificarme y para acompañarte en tu misión redentora. Concédeme vivir todo con paciencia, con mortificación y con amor, en una palabra, ayúdame a acompañarte en tu pasión y a nunca dejarte solo.
lunes, 18 de marzo de 2013
Evangelio Misionero del Día: 17 de Marzo de 2013 - V Domingo de Cuaresma - Ciclo C
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 8, 1-11
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?»
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos.
Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?»
Ella le respondió: «Nadie, Señor».
«Yo tampoco te condeno -le dijo Jesús-. Vete, no peques más en adelante».
EL PECADO DE CONDENAR
Jesús vuelve del monte de los olivos, sabemos que iba allí para hacer oración, y se dirige al Templo. Es allí donde los maestros de la ley y los fariseos le llevan a una mujer sorprendida en adulterio. Todos sabemos que la situación de la mujer en la antigüedad, y todavía ahora, era bastante más desfavorable que la del hombre. Nuestros prejuicios nos llevan a ver a la mujer como alguien casi de segunda categoría. Hay cosas que a los hombres se les permite y no así a las mujeres; por ejemplo, cuando un hombre joven sale con dos muchachas, la sociedad guiña un ojo, como diciendo que tipo genial, pero si una muchacha sale con dos jóvenes al mismo tiempo, la mirada es totalmente diferente: ella es lo peor que hay.
El evangelio nos muestra a un conjunto de hombres que intentan condenar a una mujer por adúltera pero: ¿dónde está su cómplice? Si la mujer es adúltera: ¿No debería haber un “adúltero junto a ella”? Se condena a la mujer pero no al hombre.
Jesús debe ser el Juez de la causa. Por un lado la “pecadora”, por otro los “acusadores”. Nadie la defiende. Un rabino de su época, probablemente la condenaría. Escucharía el testimonio de los testigos y dejaría que todo siguiera su curso. ¿Para qué hacerse problema por una perdida? El orgullo masculino quedaría a salvo. Pero Jesús no es de esos. Parece distraído. Empieza a escribir con el dedo en la tierra. ¿Qué escribiría el Señor? ¿Tal vez los pecados de la mujer? ¿O tal vez los pecados de los hombres que la acusaban? ¿O, quizás, las llamadas de atención que Dios hace en la Biblia sobre cómo debemos perdonar a nuestro prójimo? No lo sabemos, a Juan no le interesa contarlo.
- “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”, tajante respuesta la del Señor. Estos hombres buscaban una condena absoluta y la obtuvieron, no para ella, ni siquiera de parte de Jesús, sino para ellos y pronunciada por ellos mismos. ¡Todos somos pecadores! Esa es la verdad más absoluta. Jesús lo sabe. No huye de un problema sin solución, sino que enfrenta una situación en donde el hombre juega a ser Dios olvidándose de su miseria. ¡Todos somos pecadores! No hay lugar para la condena en aquel que entienda que también necesita de misericordia. Cuando condenamos estamos tan ciegos que no vemos nuestra propia maldad, nuestra incapacidad para obrar bien y lo peor de todo es que al condenar a los demás nos condenamos a nosotros mismos: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” nos hace repetir la oración principal de creyente.
LA MISERICORDIA JUNTO A LA MISERIA
-“Tampoco yo te condeno; ahora, vete y no peques más”. San Agustín decía que en este relato se veía la presencia de Jesús que es pura misericordia junto a la presencia del ser humano pecador que es pura miseria. La misericordia junto a la miseria es la actitud que mas imitación tendría que tener de parte nuestra hacia Dios. Dios se muestra siempre misericordioso porque nosotros estamos llenos de miseria. En nuestra pequeñez Dios ofrece su grandiosidad puesta a nuestro servicio. En nuestra limitación ahí está Dios para poner su infinitud. En nuestra nada, Dios pone su TODO.
Hay miles de situaciones como esta que merecen de nosotros la misma actitud de Jesús. Cuantas veces podríamos haber perdonado así, sin juzgar ni condenar, solo siendo misericordiosos con el pecador. Cuantas veces podríamos haber ayudado sin exigir que nos dieran la razón, que nos escucharan con nuestros sermones moralizantes sobre la maldad, el error, las causas de la pobreza y tantas estupideces que decimos cuando lo importante es ayudar, sea perdonando, sea siendo generosos con la pobreza y debilidad ajenas. Se trata de ser mas cristiano, de no condenar, de tener misericordia… siempre.
Si tiras la piedra pierdes tu corazón
miércoles, 13 de marzo de 2013
HABEMUS PAPAM
El Cardenal Jorge Bergolio, Arzobispo de Buenos Aires, ha sido elegido como el Pontífice 266 de la historia de la Iglesia. Ha tomado el nombre de Francisco ¡Viva el Papa!.
PROHIBIDO NO REZARLA
ORACIÓN POR EL PAPA
Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia: renuevo en tu presencia mi adhesión incondicional a tu Vicario en la tierra, el Papa. En él tú has querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que por medio de él tú nos gobiernas, enseñas y santificas, y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Concédeme la gracia de amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia, y concédenos que, en torno a él, tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer y en el obrar, y sea así el instrumento de tu redención. Así sea.
domingo, 10 de marzo de 2013
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Un Padre con corazón de madre
Lucas 15, 1-3, 11-32. Domingo 4to de Cuaresma. ¿Quién no se atreverá a volver a los brazos de un Padre infinitamente bueno y misericordioso como nuestro Dios?
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3.11-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús todos los publicanos y los pecadores para oírle. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!" Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."
EL GOZO DE VOLVER”
“Recapacitar
y volver a la casa del Padre Dios, quien perdonándonos sale a nuestro
encuentro; para que vivamos siempre unidos en familia con Él”.
|
El evangelio de la misericordia
Por todos es
sabido que el evangelio de San Lucas es el evangelio de la misericordia. Lucas
se ha esmerado en mostrarnos el rostro misericordioso de Dios a través de su
hijo Jesucristo. El tema del perdón a los pecadores es muy bien desarrollado
por San Lucas. El evangelista pone principal atención en hacernos ver a Dios
como alguien dispuesto a perdonar hasta las últimas consecuencias. No es de
extrañar, entonces, que en este tiempo cuaresmal se nos haga hincapié, por
medio de la liturgia, en el perdón misericordioso de Dios.
La actitud del
hijo menor es la que vemos con demasiada frecuencia en muchísima gente: quieren
vivir su vida del mejor modo posible, pero al final terminan destruyendo todo y
se quedan sin nada. Pedir “su parte de la hacienda” es para nosotros algo así
como “déjame vivir mi vida”. El hijo menor quiere ser autosuficiente, no
depender de nadie, y como un padre podía
renunciar a sus bienes y repartir sus riquezas antes de morir (1 Re 1-2; Eclo
33, 19-23)[1],
el hijo pródigo aprovecha la bondad de su padre y exige “su parte de la
hacienda”. Pedirle la parte de la hacienda debe haber sido el error más grande
que el hijo menor podría haber cometido. Pero de un error tan gran el padre
saca una buena solución. Volver a tener a su hijo en casa y esta vez para
siempre.
Jesús es un
hombre tan lleno de vida y de amor que con esta parábola nos enseña como Dios
mira las cosas. El perdón de Dios no solo es recibirnos de nuevo como si nada
hubiese pasado, como si ningún mal se hubiera cometido. El perdón de Dios se
expresa en el hecho de que nos acepta con nuestras debilidades. Perdonar para
Dios no significa cegarse por el afecto, por el amor. No significa ser un tonto
que acepta que le metan los dedos en los ojos. Perdonar es más que volver a
recibir al otro, es aceptarlo así, con la cruz de sus pecados y pequeñeces.
Cuando Dios perdona acepta la cruz que le ponemos encima. Perdonar es, para
Dios, decirnos: ¡Poné tu peso en mí, que yo estoy para sostenerlo!
La misericordia
de Dios se expresa en el perdón, se expresa en poner su hombro para nosotros,
en estar sosteniéndonos para que no caigamos. ¿Qué otro sentido puede tener ver
a ese padre misericordioso abrazando a su hijo que vuelve pordiosero? Cuando
Dios perdona abraza al ser humano con brazos de madre y de padre. Nos cobija
con amor de madre, nos recibe con cariño y entrañas de misericordia materna;
pero al mismo tiempo, el abrazo de Dios es abrazo de padre, porque sostiene,
porque levanta, porque corrige y nos pone de pie haciéndonos recuperar la
dignidad perdida. Perdonar, en suma, es para Dios aceptar la cruz de sus hijos
y cargarlos sobre sus espadas hasta que puedan ponerse de pié por sí solos.
Como a los
Israelitas, de la primera lectura, del libro de Josué, Dios nos invita, en el
perdón, a ponernos de pié, a no esperar las cosas de arriba (el maná de la
primera lectura, o la herencia del evangelio) y a lograr las cosas por nosotros
mismos. El gesto del padre misericordioso de vestir a su hijo (la ropa
significa la dignidad de la persona), de darle el anillo (era el sello con el
cual se firmaban las compras y ventas de toda la propiedad familiar), de
ponerle las sandalias (los esclavos andaban descalzos, los hombres libres no);
nos muestra que Dios nos quiere dignos, haciendo uso de nuestras capacidades y
totalmente libres. Para Dios no hay esclavos, o mantenidos, hay hijos. Hijos
que trabajan con Él. Hijos que obran de la misma manera que Él. Ya no nos hace
falta que papá nos de la herencia, que son los bienes que acumuló con su
trabajo y sudor, ahora hace falta que nosotros nos ganemos el pan diario (el
maná ya no llueve, ahora hay que trabajar) y que seamos responsables de
nuestras tareas (no hay herencia, hay coherencia de vida común).
viernes, 8 de marzo de 2013
A TODAS LAS MUJERES EN SU DIA...
Y Dios me
hizo mujer, de pelo largo,
ojos, nariz
y boca de mujer.
Con curvas y
pliegues
y suaves
hondonadas
y me cavó
por dentro,
me hizo un
taller de seres humanos.
Tejió
delicadamente mis nervios
y balanceó
con cuidado
el número de
mis hormonas.
Compuso mi
sangre
y me inyectó
con ella
para que
irrigara
todo mi
cuerpo;
nacieron así
las ideas,
los sueños, el
instinto.
Todo lo que
creó suavemente
a
martillazos de soplidos
y taladrazos
de amor,
las mil y
una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que
me levanto orgullosa
todas las
mañanas
y bendigo mi sexo.
domingo, 3 de marzo de 2013
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 13,1-9.
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.
El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".
Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.
Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.
Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".
Leer el comentario del Evangelio por
San Asterio de Amasía (?-c 400), obispo
Homilía nº 13, sobre la conversión; PG 40, 356-357, 361 (trad. 1er jueves cuaresma rev.)
Imitar la paciencia de Dios
Si queréis pareceros a Dios, vosotros que habéis sido creados a su imagen y semejanza, imitad vuestro modelo. Sois cristianos y este nombre significa 'amigos de los hombres': Imitad el amor de Cristo. Considerad los tesoros de su bondad... ¿Cómo acogía a los que se acercaron a él? Les concedía fácilmente el perdón de sus pecados, los libraba al instante, inmediatamente, de sus sufrimientos... Imitemos la actitud pastoral del Maestro...
Contemplo en las parábolas el pastor de las cien ovejas (Lc 15,4ss) Una de entre ella se ha descarriado y separado del rebaño. El pastor no se quedó con aquellas que estaban en el buen camino. Se fue a la busca de la descarriada, bajando a los barrancos y precipicios, escalando las cimas rocosas, afrontando intrépido los desiertos hasta que la encontró. Y habiéndola encontrado, sin golpearla ni empujarla violentamente hacia el rebaño, se la echa a los hombros lleno de alegría y la conduce entre sus compañeras, más contenta por ella que por todas las demás.
Comprendamos, pues, la realidad escondida bajo estas imágenes... Son ejemplos que nos enseñan misterios sagrados. No desesperemos fácilmente de las personas, no dejemos en el abandono a los que están el peligro. Busquemos ardientemente aquel que está amenazado, reconduciéndolo al buen camino, alegrémonos de su regreso introduciéndolo de nuevo a la comunidad de los creyentes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)