sábado, 9 de noviembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (20,27-38):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» 
Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»

Palabra del Señor

“LA MUERTE ESTÁ VENCIDA POR LA RESURRECCIÓN”

“Reconsiderar que todos vamos a morir y a resucitar; para que, vivamos de tal manera que el hoy sea la semilla del mañana”. 

Versículo 27. 
¿Quiénes eran los Saduceos?

Eran miembros de un partido fundamentalmente político en el judaísmo, desde el Siglo II a. C. hasta la destrucción del Templo (70 d. C.); sus partidarios pertenecían sobre todo a la clase sacerdotal. Por lo tanto, hay que buscar a los Saduceos principalmente entre la aristocracia sacerdotal, que, en contraste con la estricta observancia de los fariseos, llevaban una conducta más libre y mundana, y en consecuencia se habían acomodado, hasta cierto punto, al modo de ser cultural de los griegos y romanos. Los Saduceos creían en la Torá (cinco primeros libros de la Biblia), cumplían la ley, eran rigurosos en algunas cuestiones rituales, conservadores, negaban la resurrección de los muertos, incluso la inmortalidad del alma. 

Versículos 28 al 33.

Tal como la imaginan los Saduceos, la resurrección consiste en prolongar o repetir la vida presente. Rigen las mismas leyes aunque surgen nuevas situaciones. Es fácil ridiculizar esa doctrina, y ahora van a divertirse a costa de Jesús. El caso que inventan se basa en la llamada ley del Levirato (Dt 25, 5; Gn 38, 8; Rut 4).

Su relato tenía la intención de mostrar lo absurdo de la resurrección a la luz del “matrimonio levirato”. Este se basaba en el principio de que, si un hombre casado muriera, su hermano debía casarse con la viuda para que hubiera descendencia masculina de aquél (ver Gén. 38, 8; Deut. 25, 5-6). Teóricamente, una mujer podría tener varios maridos sucesivamente, por tanto, ¿no resultaba ridícula la idea de la resurrección?

Versículos 34 al 38.

Primero, Jesús declaró que las condiciones en la resurrección no son como las de la tierra. Como no hay muerte, por lo tanto no hay necesidad de perpetuar la especie, no hay necesidad de procreación. Esto podría indicar que las relaciones terrenales como el matrimonio terminarán en el cielo. Lo más probable es que todas las relaciones humanas sean elevadas a un nivel tan alto en el cielo que la exclusividad del matrimonio no será un factor en el cielo como lo es en la tierra. Jesús empieza corrigiendo la falsa imagen: la resurrección verdadera consiste en pasar a una categoría nueva, comparable a los “hijos de Dios” de la tradición (Sal 29, 1; 82, 6), o bien a los ángeles. El matrimonio, en su aspecto de fecundidad, es ley de la vida y de la muerte. Acabada la muerte (1 Cor 15, 26), no se engendran hijos. 

Segundo, Jesús dio un argumento en favor de la resurrección basado en la ley de Moisés. En la zarza ardiendo, Dios había dicho: “Yo soy el Dios de Abraham” (Ex. 3, 6). En una frase hebrea de ese tipo no hay un verbo expresado, y Jesús estaba implicando que la forma presente del verbo “Yo soy” se debe suplir (como en la versión griega del AT), mostrando que Dios aún dice que él es el Dios de Abraham siglos después de su muerte, lo cual implica también que Abraham está con vida y en condiciones de adorarle. El Dios de Abraham durante su vida terrenal no permitiría que la muerte interrumpiera la relación, sino que lo resucitaría. Es un argumento de Escritura al estilo de la época (Ex 3, 2. 6). El Señor no puede aducir su identidad como Dios de los muertos. Los que viven, viven para el Señor (Rom 14, 8) y los que son del Señor viven. Jesús afirma la resurrección. 

“LA MUERTE ESTÁ VENCIDA POR LA RESURRECCIÓN”

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