viernes, 1 de agosto de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14, 13-21):

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.

Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: - «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»

Ellos le replicaron: - «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: - «Traédmelos.»

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tornando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor


“DENLES DE COMER USTEDES MISMOS”


“Aprender de Jesús a compartir los pocos bienes que tenemos con nuestros hermanos; para que, entre todos, construyamos una comunidad más solidaria y próspera”

El Evangelio dice: Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. ¿Por qué se aleja a estar a solas, Jesús? Porque se siente mal, porque acaban de asesinar a Juan el Bautista. Pierde, por muerte violenta, a un familiar querido y, es más, “si este, que era mi precursor, terminó muerto, asesinado, ¿qué no van a hacer conmigo?”, se preguntará Jesús. Y quería ir a solas, como dicen ahora los psicólogos, a hacer su duelo. No es difícil imaginar esto, no es difícil imaginar cuando uno pierde a un ser querido, cómo se siente. Todos lo hemos vivido. Uno ve en la televisión, esas madres que entierran a sus hijos, que son asesinados, o por el gatillo fácil de la policía, o que son ultimados por asesinos, gente mala, que va a robar, o que mata por matar; y a uno se le pone mal el corazón y ni conocemos a esa persona que sale en la TV. Y Jesús estaba en esa situación. Sin embargo, cuando Él quiere irse a estar a solas, la gente que apenas lo supo, dejó la ciudad y lo siguió a pie. Y cuando Jesús desembarcó vio una gran muchedumbre y compadeciéndose de ella sanó a los enfermos. Se le fue al tacho de la basura su deseo de estar solo y de sentirse, por lo menos por un momento, con el reposo suficiente como para elaborar lo que estaba sucediendo. Y sin embargo, se entregó Jesús y siguió dándose y se compadeció y se puso a curar, a sanar. ¡Cuántos sordos, cuántos mudos, cuántos ciegos, cuántos paralíticos!

Ya cuando al atardecer los discípulos se acercaron y le dijeron: “Es un lugar desierto, Señor, y ya se hace tarde. Mandá a la gente que vuelva a sus casas, para que compre algo para comer”. Y Jesús les responde así, como si cualquier cosa: Denles de comer ustedes mismos. Para qué los van a mandar a la casa, para qué los van a hacer caminar tantos kilómetros de vuelta, para eso están ustedes. Y con eso, ¿qué está probando Jesús? ¿Qué está buscando el Señor? ¿Les está tomando el pelo a sus discípulos? ¡No! ¡Para nada! La idea que tiene san Mateo al poner esto, no es una tomada de pelo de Jesús, tampoco piensa Jesús que los discípulos puedan hacerlo, no lo pueden hacer. ¿Qué ser humano puede darles de comer a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños? nadie. Y menos con lo que tenían ahí: cinco panes y dos pescados. ¿Qué podían hacer los pobres hombres esos ahí? Nada. La idea no es ver lo que hacían los discípulos, sino mostrar quién es Jesús. El contraste entre lo negro y lo blanco; entre lo malo y lo bueno; entre lo feo y lo lindo; entre la falta de poder y el todopoderoso; entre el ser humano y Aquél que es verdadero Dios y verdadero Hombre. Es para mostrar a Jesús plenamente y para decirnos a nosotros: “muchachos, no se equivoquen, este, del que les estoy hablando, no es un hombre cualquiera, es tu Salvador personal, es Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, es el Emanuel, el Dios-con-nosotros”. Y los discípulos dicen: “Señor, cinco panes y dos pescados, nada más, ni alcanza para nosotros, somos trece con vos”. Y dice el relato que los hizo sentar a todos y, elevando los ojos al cielo, pronunció la bendición y partió el pan. Esa parte es importante: elevó los ojos al cielo, pronunció la bendición. ¿Qué significa esto? ¡Estaba rezando!... Jesús elevó su oración al Padre. ¿Cuándo fue la última vez que rezaste antes de comer? Bendecí la comida. Orar antes de hacer algo, lo mínimo en la vida de Jesús, parece imposible para mí. Y ahí sí les dice a los muchachos: Tomen, vayan y repartan. Y ahí ellos fueron y le dieron de comer y comieron hasta saciarse. Y luego sobraron doce canastas. Para los Evangelios el número 12 significa la plenitud de las tribus de Israel. O sea, que le alcanzaba para todo el mundo, sobró, había de más.

Y como usted ya se fue dando cuenta, la clave de que Dios te bendiga y te ayude, no está tanto en pedirle a Dios, sino de poner esos cinco panes y esos dos pescados en la mano del Señor. Y, teniendo en cuenta sus oraciones, se va a dar cuenta que el sistema que usted utiliza es al revés: Señor, ayudame, te necesito, me hacés falta y me hace falta esto… y lo otro... Si vos me ayudás, hoy yo te prometo que me voy a ir de rodillas a tal santuario. Le podés prometer que vas a ir a Misa todos los domingos. Pero has puesto el carro adelante del caballo, no vas a poder tirar, el caballo tiene que estar adelante del carro. Porque vos primero le pedís a Dios que Él se manifieste y recién vos vas a hacer. ¡Andá y pedile a tu profesora que te ponga un 10 y después rendís el examen! ¡Pedile al colectivero que te lleve y después le pagás el boleto! A Dios no se le hace eso. Vivimos sacando de fiado: dame, dame, Señor, después yo te pago. Después, después, después. 

Dios, lo que te está diciendo ahora es: “¿Querés bendición? Primero poné vos, primero poné vos”. “Pero, no tengo nada”. “Lo que tengas”. “Tengo acá un poquito”. “Ponelo. Pero, ponelo todo, ponelo todo”. Decía el padre Jorge Manzaráz: “De la nada, se saca nada. De lo poco, Dios saca mucho”. Y ahí está la tarea. Cinco panes y dos pescados: ¡nada!!... ¡alimentó a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, sobraron doce canastas, más lo que se guardaron, con eso que dieron ellos!!!! Ahí es donde Dios hace el milagro. En la pequeñez tuya, Dios cuenta con vos. Por eso decían algunos por ahí: “Dios no quiere tu dinero, Dios no quiere tu talento, Dios no quiere tu corazón, Dios no quiere tu inteligencia, no quiere las obras de tus manos, no quiere tu predicación. ¿Qué quiere Dios? Te quiere a vos, quiere todo, todo, no un pedacito de la torta, quiere todo, todo, hasta el bizcochuelo quemado, quiere todo”. Y hay que entregar todo y Él da todo. Y es un gran intercambio. Si yo le doy todo lo mío y Él me da todo lo suyo, es como decirle a un Senador de la Nación: “Senador, le cambio mi sueldo por el suyo”. Jajajaja… ¿Te imaginás ganar el sueldo de un Senador Nacional?. Así es con Dios. Vos dalo todo, lo que sos, lo pequeño, pero dalo, entregalo y vas a ver que Dios te va a dar de más: el treinta, el sesenta, el ciento por uno. Pero jugate por Dios. Y de eso se trata. En la confianza, en creer en Dios, confiar en Él. Vengan a mí, decía Isaías, vengan y coman y beban gratis, pero vengan, muévanse, pongan de lo suyo. Y Jesús tiene cinco panes y dos pescados, lo poco tuyo. Y ponelo y la bendición de Dios va a llegar, seguro. Cerrá los ojos, va a pasar. O acaso creemos que cuando los hebreos tenían que cruzar el mar Rojo, Dios les abrió el mar y ellos, en seco, pasaron. ¡No! Ellos tuvieron que mojarse los pies y, cuando entraron al agua, se abrió el mar. Pero, primero era la confianza. Primero era invertir, poner todo lo mío para ir a recibir. Dar todo lo que soy, para que Dios me dé todo lo que es Él. ¿No es eso lo que nos está pidiendo Jesús hoy? Que te des enteramente a Él y Él se va a dar enteramente a vos. Nada más vos le das una cosita de lo que sós. Pero, Él te da todo, lo que sea, es un intercambio. Pero hay que hacerlo y empezar y dar el primer paso. Y ahí es donde Él te fortalece, te reanima, te va ensanchando el corazón y te va creando más de ese ambiente tuyo de fe, de confianza y empezás a mirar las cosas con fuerza, y empezás a ponerte fuerte, valiente, a no tenerle miedo a nada. Y vas a terminar como termina Pablo diciendo: “¿Quién puede separarme del amor de Dios? ¿Quién? Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada. Yo tengo la certeza, certeza, no opinión, de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura, podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor” (Rm 8, 35.37-39). 
Ojalá que como Pablo lo hayas interpretado como es el amor, es esa seguridad, esa certeza. Porque el amor de Dios no es el amor de ese que viene y te dice “te quiero mucho” y después no te ayuda. El amor de Dios es el que se juega, pero tenés que dar el primer paso. Tenés que poner los cinco panes y dos pescados, si no, no hay nada. Confiá. Primero rendí el examen, después viene el diez. Así es. Por eso, nos quedemos con lo que dice el Salmo144: El Señor es justo y bondadoso, está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad.

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