): Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28.
“ HUBO UN HOMBRE, ENVIADO POR DIOS: SE LLAMABA JUAN”
“Redescubrir la celebración de la venida de Jesús como el tiempo oportuno para hacer vida la Verdad que nos hace libres”.
Vv. 6-8: La primera cosa que nos marca la Palabra de Dios es que Juan fue “enviado”, y fue enviado para dar “testimonio”. Podríamos decir que Juan era un “ángel”, un mensajero celestial, que vino con una tarea específica: la de testimoniar la presencia de la luz a los hombres cegados por sus pecados. A la manera de un oculista, Juan desarrolla su tarea haciendo abrir los ojos a los ciegos y a los que no quieren ver. Por eso el evangelio escrito por San Juan resalta que “él no era la Luz, sino el testigo de la luz”.
Vv 19-23: Una sola pregunta. “¿Quién eres tú?”. Las aclaraciones: “no soy el Mesías”, “no soy el Profeta”. La definición “soy una voz que grita en el desierto”. El testigo de la Luz testimonia predicando, gritando que hay que hacer llano el camino de Dios en nosotros. Juan puede responder adecuadamente a la pregunta, tiene autoconciencia, sabe quién es. Si lo llevamos a un plano personal, nosotros también debemos responder a esa pregunta: “¡Quién eres tú?”. Mucha gente empieza respondiendo como Juan: “No soy esto, o aquello”. La definición por vía negativa implica siempre una comparación: el adolescente se compara con su padre o madre y dice: “No quiero ser como mi papá o mi mamá”, con lo cual está entrando en la definición “negativa”. ¿Es útil definirse de ese modo? ¿No será peligroso ya que puede llevarnos a la oposición o desprecio de los demás?
Definirse en negativo es necesario, no es lo único necesario, ya que si me defino “por lo que no soy” tengo que definirme también por “lo que soy”. Son definiciones complementarias. Decir “no soy esto” es poner límites, tomar distancia, individualizarse, salir del rebaño. Decir no soy así es mostrar, como si fuera una sombra, que soy de otro modo. Cuando nos definimos por lo que no somos estamos haciendo una especie de “teatro de sombras” alcanzamos a vislumbrar, por contraste, lo que somos, pero no de manera perfecta. Si digo “no soy vengativo” estoy diciendo, también que puedo llegar a perdonar, o quizá que me olvido de lo que me hacen sin perdonar conscientemente. No es lo mismo decir “no soy vengativo” a decir “perdono a los que me hieren”.
Juan se define diciendo: “No soy esto o aquello”, pero también dice: “soy Una voz que grita en el desierto”. A la definición negativa le sigue la positiva. No soy esto pero soy aquello, no me comporto así, me comporto de este modo. Siguiendo el ejemplo anterior, puedo decir “no soy vengativo” pero tal vez no pueda decir “perdono las ofensas que me hacen”. Que no sea vengativo no quiere decir que siempre perdone, tal vez me olvido o no me llega la ofensa que me hacen y eso no es perdonar es, llanamente, olvidar o no sentir dolor por el mal que recibo (ya que no me importa).
Para que una definición en positivo nos muestre la vocación a la que hemos sido llamados, debe estar formulada como lo hace Juan: “soy una voz que grita en el desierto”. El “que” es esencial. Por ejemplo: si una persona se define diciendo “soy un cristiano”, o “soy una persona buena” o “soy un creyente” eso no significa que pueda tener vocación para algo… solo significa que es un cristiano (ni bueno, ni malo), que es una persona buena (que tal vez no hace nada malo), y que es “un creyente” (también, como el cristiano, puede ser bueno o malo). Pero cuando una persona dice “soy un cristiano que ayuda a los pobres”, “soy una persona buena que es misericordiosa”, “soy un creyente que predica la palabra de Dios”… está mostrando, al igual que Juan el Bautista, cual es su vocación concreta y particular.
Vv. 25-28: Ante esta pregunta Juan especifica algo que tiene que ver con su misión de ser una voz que grita en el desierto… él no es la luz, muestra, indica a dónde está la luz. Su tarea es funcional, práctica, ser el “dedo índice”, el que indica a dónde mirar. Por eso dice con tanta seguridad. “En medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen” (v. 26). Juan ha discernido con seguridad cuál es su vocación, la llamada que Dios le hizo y la vive con integridad, con plenitud. No asume ser lo que no es. Se define negativa y positivamente, y muestra que tiene bien en claro cual es su tarea en este mundo.
Ante todo esto nosotros, debemos dejar que Dios nos pregunte “quién eres tú”, y definirnos por lo que “no somos” y por lo “que somos”. En esta última definición recordemos que no basta decir “soy esto o aquello”, sino que es conveniente –como lo hizo Juan el Bautista- especificar “soy esto ‘que’ hace tal cosa”. Así se marcará la dimensión vocacional, la llamada, el sentido de nuestra vida en este mundo. Entonces podremos, como Juan, ser realmente útiles a la misión que Dios nos encomendó en este mundo.
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