domingo, 20 de diciembre de 2015

COMPARTIENDO CHARLA SOBRE LA BULA DEL PAPA FRANCISCO EN EL EL AÑO DE LA MISERICORDIA.

















viernes, 1 de mayo de 2015

AGRADECIDA, SEÑOR!!!!

HOY NUESTRA CAPILLA DE ADORACIÓN EUCARÍSTICA PERPETUA CUMPLE CUATRO AÑOS. FELIZ CUMPLE CAPILLA!!!


 

       


TRIDUO POR LOS CUATRO AÑOS DE LA CAPILLA DE ADORACIÓN EUCARÍSTICA.
* DÍA JUEVES 30 DE ABRIL:
- Hs 20.00: Santa Misa en Acción de gracias por las familias de los adoradores y de la comunidad.
-Hs 21.00: Hora Santa Comunitaria : rezamos por “ La familia, pequeña iglesia doméstica.
*DÍA VIERNES 1º:
-Hs. 20.00: Santa Misa en Acción de gracias por el 4º Aniversario de la Capilla de Adoración.
-Hs. 20.45: Procesión por las calles de los grupos 222 y 234 con Jesús Sacramentado. Traer antorchas o velas.
* DÍA SÁBADO 2:
-Hs. 9,30: Adoración Eucarística con los niños de la catequesis.
-Hs. 22,00: Cena con la Familia de los Adoradores.

LA PALABRA HECHA ORACIÓN...........

Jn 14, 1-6
Señor, hoy me confirmas que estoy inquieta y me pides, me dices que no me inquiete por lo que estoy viviendo, por lo que estoy pasando, por lo que estoy sintiendo. te pido me des la gracia de creer más en tu Padre, más en TI; creer que tu eres mi paz, mi sosiego, mi tranquilidad, creer que unida a ti descanso y estoy segura para enfrentar responsabilidades desde tu apoyo trascendente.

Creo, Señor que tu eres el camino a seguir, eres la verdad que busco, eres la vida que debo vivir.

Gracias, Señor, por la fe puesta en mi, por esa habitación que fuiste a preparar, en la casa del Padre, para mi, porque quieres llevarme contigo para estar juntos. Vive en mi y lléname de tu vida y con tu verdad. creo que tu eres mi camino, mi verdad y mi vida, y por ello te alabo y te bendigo Señor.

solo en ti creo, en ti espero y de ti necesito. AMEN.

domingo, 19 de abril de 2015

“CORAZONES ARDIENTES”

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35.

“Aprender de Jesús a predicar la buena noticia, para que con entusiasmo podamos anunciar la Palabra y contagiar a los demás del ardor misionero”

Dos discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús. El evangelista Lucas presenta a dos discípulos camino a Emaús, no son “apóstoles”, son discípulos que tal vez formarían parte del grupo de los 70, o tal vez de quienes seguían a Jesús desde Galilea. Estos dos discípulos van discutiendo por el camino, hablan sobre lo ocurrido. Lucas presenta la escena dándonos el nombre de uno de ellos: “Cleofás”, el otro permanece como un total desconocido, anónimo, alguien con el cual podemos identificarnos. ¡Podría ser  3 cualquiera de nosotros, podría ser yo! Jesús se aproxima a ellos, pero, como dice Lucas, “algo impedía que sus ojos lo reconocieran”. Jesús pasa desapercibido, no se dan cuenta que es Él. Los discípulos están tan metidos en su discusión, en su conversación sobre esto o aquello, están tan obstinados en mirar las cosas desde su perspectiva, su punto de vista, que no ven la realidad tal como se les está presentando. ¿Cuántas veces nos ha pasado esto? Ensimismados no atinamos a captar otra cosa que lo que sentimos o vemos adentro. Es como haber secuestrado nuestra presencia al mundo circundante, nos hemos arrebatado a nosotros mismos. Y así caminamos, quizá por muchos años, en un autismo, en un solipsismo, que nos lleva a vivir tan egocéntricamente (que no es lo mismo que decir “egoístamente”), que todo lo circundante y la vida a nuestro alrededor es algo que “pasa” de largo a nuestro lado. ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días! La ironía de la dura respuesta de Cleofás hoy es evidente. Cleofás trata a Jesús de forastero, tal vez le sintió la tonada galilea, cuando Él es el protagonista principal de todos los acontecimientos que sucedieron en Jerusalén. Jesús puede decir que Él es el único que no es “forastero”, es el único que no estuvo afuera… Al contrario, su presencia es la que suscita todos los acontecimientos. Y Jesús con un corazón sereno, paciente, empieza a enseñarles, diríamos hoy con Biblia en mano, todo “lo que se refería a Él”. Tendrán que llegar al pueblo para que Jesús se dé a conocer. En un gesto sacramental tomará el pan, pronunciará la bendición, lo partirá y se los entregará. Lucas nos dice: “entonces, los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron”. ¡Cuántos cristianos hoy dicen creer y no celebran los sacramentos en la Iglesia! ¡Cuántos católicos hoy se privan voluntariamente de recibir la Eucaristía! Nunca olvidemos este relato de los discípulos de Emaús, en cada Misa, en cada celebración litúrgica, Jesús “comenzando por Moisés y continuando por todos los profetas” nos explica las Escrituras. En cada Misa celebrada se proclama la Palabra de Dios, en cada homilía se nos explica y actualiza el mensaje de la Palabra de Dios, en cada celebración eucarística la Palabra se sirve a la mesa del creyente atento y con hambre de la enseñanza de las cosas divinas. Pero también en cada Misa se toma el pan, se pronuncia la bendición, se lo parte y se lo entrega a los hambrientos de Dios. La Eucaristía, alimento divino, pan bajado del Cielo, es el sacramento que abre nuestros ojos, que nos devuelve la vista en nuestros ojos ciegos, que nos permite ver la vida con mirada de eternidad. El v. 32 nos muestra cómo deberían ser nuestras celebraciones eucarísticas, a veces tan frías, aburridas y rutinarias: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Aquí no se trata de cómo lo hace el presidente de la asamblea (presbítero), se trata cómo celebramos cada uno de nosotros la Eucaristía, que es tan personal y tan comunitaria al mismo tiempo. Si nuestro corazón arde en cada celebración eucarística, si la alegría del encuentro aflora en nuestro ser en cada celebración eucarística, si nuestros ojos se abren a la vida y al amor de Dios en cada celebración eucarística, es porque hemos reconocido a Jesús al partir el pan. O




martes, 13 de enero de 2015

"Y La Verdad os Hara Libres"

Iban un día de paseo dos peces por el mar. Y un pez le dice al otro: -Oye, ¿ves esa lombriz? Pues fíjate: está col­gada de un hilo. Y en la punta del hilo hay una caña. Y esta caña está en manos de un hombre. Y ese hombre está esperando a que uno de nosotros se lance a por la lombriz, para engancharle, y a la sartén.

Y el otro, que se las daba de muy enterado, que no creía nada de lo que le decía su compañero: -Bueno, ¿y tú crees en el cuento de la sartén? ¡Pero si es un cuento de viejas! ¡Si eso lo contaba mi abuela! Yo, un pez moderno en el siglo de la técnica, ¿me voy a creer cuentos de viejas? ¿Quién ha vuelto de la sartén para contarlo? ¿No quieres la lombriz? ¡Tú te la pierdes! ¡Mía es!

Y ese pez «listillo», que no creía cuentos de viejas, que se reía de todo eso, se lanzó a por la lombriz, y lo engancharon y ¡a la sartén! Porque el cuento de la sartén no es mentira porque él diga que es mentira. Existe la sartén y los hombres que comemos pescado frito.

Como a el pez listo que terminó en la sarten, a algunos no les conviene creer en Dios porque la religión exige mucho. Los es­torba. Si creemos en Dios, nos obliga una moral, nos obliga una honradez, nos obliga una rectitud. Por no querer adaptar nuestra vida a la fe, tira­mos la fe por la borda. Decimos: «Yo no creo en Dios, y así vivo a mis anchas: hago lo que me da la gana, lo que me apetece, lo que me conviene. »

Y es que las verdades son muy antiguas. Hace mucho tiempo que dos y dos son cuatro. Y no por eso dejan de ser cuatro. Lo que es verdad lo fue ayer, lo es hoy y lo será mañana... Y el infierno que fue verdad para los abuelos será también ver­dad para los nietos. Las verdades dogmáticas no pasan con el tiempo. Son verdad siempre. La so­lución es cuestión de cien años. Cien años pasan pronto. Nos habremos enterado todos. Los que creemos nos encontraremos con lo que creemos y los que no creen se encontrarán que se han equi­vocado. Pero todos nos vamos a enterar, porque la muerte nos lo aclara todo.