En la Basílica de San Pedro el pasado 31 de diciembre, el Santo Padre dijo en su homilía que "con la venida de Cristo y con su redención, estamos ‘en la plenitud’ del tiempo. Como revela San Pablo, con Jesús el tiempo se hace pleno, llega a su cumplimiento, adquiriendo ese significado de salvación y de gracia por el que fue querido por Dios antes de la creación del mundo".
"Nuestro tiempo humano está lleno de males, de sufrimientos, de dramas de todo tipo –desde los provocados por la maldad de los hombres hasta los derivados de las catástrofes naturales–, pero encierra ya, y de forma definitiva e imborrable la novedad gozosa y liberadora de Cristo salvador. Precisamente en el Niño de Belén podemos contemplar de modo particularmente luminoso y elocuente el encuentro de la eternidad con el tiempo, como le gusta expresar a la liturgia de la Iglesia".
Refiriéndose a la Iglesia de Roma de la que es Obispo, el Papa, subrayó que "está empeñada en ayudar a todos los bautizados a vivir fielmente la vocación que han recibido y a dar testimonio de la belleza de la fe. Para poder ser auténticos discípulos de Cristo, una ayuda esencial nos viene de la meditación cotidiana de la Palabra de Dios".
En este contexto, animó a "todos a cultivar una intensa relación con ella, en particular a través de la lectio divina, para tener esa luz necesaria para discernir los signos de Dios en el tiempo presente y a proclamar eficazmente el Evangelio".
Benedicto XVI señaló que para la evangelización en Roma podían ser útiles "los ‘Centros de escucha del Evangelio’, que animo a hacer renacer o a revitalizar no sólo en las casas, sino también en los hospitales, en los lugares de trabajo y en aquellos donde se forman las nuevas generaciones y se elabora la cultura".
"El lugar privilegiado de la escucha de la Palabra de Dios es la celebración de la Eucaristía. El Congreso diocesano del pasado junio, en el que participé, quiso poner de manifiesto la centralidad de la Santa Misa dominical en la vida de cada comunidad cristiana".
"Animo a los párrocos y a los sacerdotes a llevar a cabo lo indicado en el programa pastoral: la formación de un grupo litúrgico que anime la celebración, y una catequesis que ayude a todos a conocer más el misterio eucarístico, del que brota el testimonio de la caridad".
El Papa terminó refiriéndose a la "preocupación por la precariedad en la que se encuentran actualmente tantas familias, que exige a toda la comunidad diocesana que esté cerca de aquellos que viven en condiciones de pobreza y dificultad. Que Dios, amor infinito, inflame los corazones de cada uno de nosotros con aquella caridad que le llevó a entregarnos a su Hijo unigénito".
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