domingo, 24 de junio de 2012

EVANGELIO DE FIN DE SEMANA (24/6/12)

Natividad de San Juan Bautista.
Evangelio de Lucas 1,57-66.80:  "Se va a llamar Juan "

 Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan». Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre». Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

De las figuras contemporáneas a Jesús pocas han recibido tanta atención entre judíos y cristianos como la figura de Juan Bautista. Los cuatro evangelios colocan el inicio de la actividad evangelizadora de Jesús en relación con el bautismo de Juan. La actividad de Juan Bautista se ubica en el desierto, Juan se identifica con la actividad penitencial y ascética. Su predicación está caracterizada por el llamado a la conversión, al arrepentimiento, al retorno a los caminos de Dios. No duda en llamar a sus compatriotas ‘raza de víboras’, un apelativo tan fuerte que aún hoy nos cuesta asimilarlo. Denuncia sin titubeos el servilismo de la dinastía herodiana frente a los invasores romanos. Critica duramente la falta de respeto entre los hermanos. Hace del bautismo un símbolo de ese cambio de vida al que el Pueblo de Dios está constantemente llamado por medio de los profetas. El evangelio nos presenta el nacimiento de Juan rodeado de signos extraordinarios. Zacarías, su padre, recibe el encargo de cuidarlo en una revelación que tiene en el Templo, mientras ejerce los servicios sacerdotales. En ese texto se señala la vocación profética de Juan y el motivo de su nombre: Dios se apiadará de su pueblo y le enviará un mensajero que lo conduzca por el camino que lleva al encuentro con Dios. La misión del Bautista servirá de marco a la acción evangelizadora de Jesús, quien retomará el llamado a la conversión y preparará una comunidad para la irrupción definitiva del Reino. Así se configura y perfila la auténtica vocación de Juan, que denuncia las contradicciones de su tiempo y anuncia la esperanza de un ungido de Dios que habrá de transformar radicalmente la situación del pueblo. Nosotros debemos preguntarnos: ¿cuál es nuestra misión con respecto al anuncio de la irrupción de la presencia definitiva de Dios en nuestras vidas? San Juan Bautista, el precursor, como todos lo conocemos, por su vida y misión y por anunciar y preparar la llegada de los tiempos mesiánicos, que ven su cumplimiento en Jesús. La narración se centra en cuatro momentos importantes de su vida: El relato de su nacimiento (vv. 57-58), la circuncisión, la imposición del nombre y la manifestación a toda su parentela e incluso a los vecinos de la comarca (vv. 59-66). En el nacimiento de Juan se cumple lo anunciado a Zacarías y se hace realidad la promesa. La esterilidad de unos padres, vencida por el nacimiento de un hijo, es fuente de alegría, jubilo y regocijo que envuelve y contagia a vecinos y parientes, como ya lo había predicho el mensajero de Dios. Lucas matiza dos aspectos importantes: el de la misericordia de Dios que se manifiesta en favor del pueblo, al quitarle la afrenta de la esterilidad que pesaba sobre Isabel, precisamente sobre la esposa de un sacerdote encargado del servicio litúrgico en el templo de Jerusalén, y por otra parte, el significado del nombre de Juan (“Dios ha mostrado su favor”), con el cual se subraya la presencia de la misericordia Divina, que recae no sólo sobre una persona en particular, Isabel en este caso, sino que alcanza a la totalidad del pueblo. Al relato de nacimiento de Juan sigue el de su circuncisión, imposición del nombre, y su manifestación pública. Por la circuncisión, Juan queda indeleblemente marcado con la “señal de la alianza”, signo visible de la incorporación al pueblo de Israel. Esa marca en la propia carne hace de Juan partícipe de la bendición prometida por el Señor a su pueblo elegido, le capacita para celebrar la Pascua como fiesta de la comunidad y confirma sus esperanzas de compartir con todos sus antepasados la restauración futura y definitiva. El rito de la circuncisión comportaba igualmente la obligación de una escrupulosa observancia de la ley de Moisés. La incorporación del precursor del Mesías al pueblo de Israel es muy importante para Lucas, no sólo porque prefigura la incorporación del propio Jesús a ese mismo pueblo, sino también porque Lucas se esfuerza por demostrar que el cristianismo es una derivación lógica del judaísmo. Por eso tiene que quedar bien claro que los pilares de ese nuevo modo de vida, son de raíces profundamente judías. La imposición de un nombre como el de “Juan” rompe radicalmente con la tradición familiar. Como era costumbre, los vecinos y parientes dan por hecho que el niño se llamaría como el padre. El acuerdo entre la madre y el padre en un nombre que no era familiar aparece como un signo donde se refleja el favor de Dios. La Misericordia divina no sólo se manifiesta a un matrimonio anciano, de vida intachable, sino que alcanza a la totalidad de Israel. De ahí que al recuperar Zacarías el habla, todos los vecinos se interroguen sobre el futuro de ese niño. La manifestación pública de Juan, la cual pretende dejar bien clara la efusión de la misericordia de Dios. La alegría que causa la noticia de su nacimiento es fruto de una primera manifestación en el entorno de la familia y en la vecindad; pero inmediatamente empieza a correr el rumor de ese acontecimiento por todas las montañas de Judea, el júbilo es experiencia de todos. Queda así preparado, narrativamente, el futuro del protagonista, Lucas nos invita a reflexionar sobre la misericordia, la compasión y la generosidad divina, que caracterizan este nuevo período de la historia de la salvación que comienza a manifestarse con el nacimiento de Juan Bautista. Misericordia sin límites y sin medida, que engrandece y libera, que es signo de vida porque rescata a unos ancianos de la muerte por causa de la esterilidad. Además, el Evangelio nos interpela sobre nuestra experiencia de la misericordia de Dios, sobre la manera como la estamos haciendo explícita en gestos y actitudes: acogida, solidaridad con los rechazados, invitación a todos aquellos que desean un mundo nuevo “según el corazón de Dios” a comprometerse en la construcción del mismo.

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