domingo, 7 de octubre de 2012

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

domingo 07 Octubre 2012
Vigésimo séptimo Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : Beata Ana María Janer 

Evangelio según San Marcos 10,2-16.

Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre,
y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Los dos no serán sino una sola carne. 

Hoy decir matrimonio, para muchos, suena a mala palabra. En el texto evangélico, la pregunta de los fariseos está orientada a poner a prueba a Jesús pero, la respuesta del Señor, es la que los pone a prueba a ellos.

Cuando algunos nos preguntan por qué la Iglesia no permite el divorcio, nuestra contestación es sencilla: lea el evangelio de San Marcos en el capítulo 10, versículo 1 al versículo 12. Jesús da una clase magistral sobre lo que es el matrimonio y el divorcio.

Desde nuestra mentalidad facilista es sencillo preguntarnos sobre qué es el divorcio, pero la pregunta esencial es qué es el matrimonio, no hay divorcio sin matrimonio, de hecho, no habría divorcio si el matrimonio es bueno. Dice la Exhortación Apostólica “FAMILIARIS CONSORTIO”, en el número 19:

La comunión primaria es la que se instaura y se desarrolla entre los cónyuges; en virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer "no son ya dos, sino que sola carne" y están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total.

Esta comunión conyugal hunde sus raíces en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer y se alimenta mediante la voluntad personal de los esposos de compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son; por esto tal comunión es el fruto y el signo de una exigencia profundamente humana.

De hecho cuando dos se casan no hay ninguna garantía de que las cosas les salgan bien, la única garantía es su VOLUNTAD PERSONAL, para eso dicen: “¡SÍ, QUIERO!”. Aunque las circunstancias sean difíciles, la experiencia nos dice que cuando dos se aman las cosas siguen bien entre ellos, “contigo, pan y cebollas”.

En el Sacramento del Matrimonio, como en todo Sacramento, la presencia del Espíritu Santo es fundamental, veamos cómo continúa la FAMILIARIS CONSORTIO:

Pero, en Cristo Señor, Dios asume esta exigencia humana, la confirma, la purifica y la eleva conduciéndola a perfección con el sacramento del matrimonio: el Espíritu Santo infundido en la celebración sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la Iglesia el indivisible Cuerpo místico del Señor Jesús.

El don del Espíritu Santo es mandamiento de vida para los esposos cristianos y al mismo tiempo impulso estimulante, a fin de que cada día progresen hacia una unión cada vez más rica entre ellos, a todos los niveles -del cuerpo, del carácter, del corazón, de la inteligencia y voluntad, del alma-, revelando así a la Iglesia y al mundo la nueva comunión de amor, donada por la gracia de Cristo.

Si el mismo Espíritu Santo se hace cargo de la unión matrimonial ofreciendo a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de amor, solo hace falta que los dos, mediante la voluntad personal de los esposos, se unan para compartir todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son.

Jesús invita a los niños a estar con él, y nos enseña a hacernos como niños para entrar en el Reino de los Cielos. Tanto en la vida de todos los días, como en el matrimonio, hay que reconocerse necesitados y dependientes de los demás. Ser como niño es depender totalmente de nuestro Padre Dios, como lo hace un niñito de pecho de su madre, así también nosotros debemos depender de Dios en todo. En la vida matrimonial, el esposo debe depender en todo de su esposa y la esposa debe depender en todo de su esposo, es la única manera de que lleguen a ser una sola carne, en el sentido más exacto del término para Jesús.

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