lunes, 22 de octubre de 2012

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO

domingo 21 Octubre 2012


Vigésimo noveno Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Gaspar de Búfalo 


Evangelio según San Marcos 10,35-45.


Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir". 
El les respondió: "¿Qué quieren que haga por ustedes?". 
Ellos le dijeron: "Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". 
Jesús les dijo: "No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?". 
"Podemos", le respondieron. Entonces Jesús agregó: "Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. 
En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados". 
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. 
Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. 
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; 
y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. 
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



“Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”. Que no nos sorprenda la petición de estos muchachos. ¿No nos imaginábamos distinto a Juan? – Hijo, aquí tienes a tu madre – le dijo Jesús en la Cruz. Pareciera que estamos delante de una persona suave, acogedora, humilde, hogareña. En realidad el relato de hoy lo presenta buscando el poder, quiere sentarse al lado del Dios todopoderoso. De todos modos este lado oscuro de Juan no debe atraparnos desprevenidos, porque ¿a quién de nosotros no le seduce el poder? ¿Quién de nosotros puede decir: a mi no me interesa mandar? Esta es la parte negativa de Juan y su hermano, el Señor se encarga de ayudarles para que puedan sanarla, porque se trata de eso: una enfermedad. Son hombres enfermos que buscan la gloria, la fama, el poder, por que no pueden aceptar ser, tan sólo, seres humanos como los demás. Cuando Jesús llegue a la Cruz, Juan estará listo para servir y no, como ahora, querer mandar. 

¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré? Jesús está hablando de su propia muerte. En Marcos 10, 33-34 había anunciado por tercera vez su pasión. San Juan Crisóstomo nos dice: “Él llama aquí cáliz y bautismo a su cruz y a su muerte; cáliz porque se dirige hacia la cruz con ganas, y bautismo, porque, con su muerte, purificaba la tierra entera” (Homilía sobre la incomprensibilidad de Dios, 8. 5). En este sentido leamos la hermosa oración de San Policarpo de Esmirna al momento de entregar su vida al Señor por medio del martirio (Martirio de Policarpo, 14, 1-3): 

Señor, Dios todopoderoso, 

Padre de tu amado y bendito siervo Jesucristo, 

Por el que te hemos conocido, 

Dios de los ángeles, de las potencias, de toda la creación 

Y de todo el pueblo de los justos que viven en tu presencia. 

Te bendigo porque me has juzgado digno de este día y de esta hora, 

De tomar parte en el número de los mártires, 

En el cáliz de tu Cristo, 

Para la resurrección de la vida eterna en alma y cuerpo, 

En la incorruptibilidad del Espíritu Santo. 

Que hoy sea yo recibido con ellos en tu presencia, 

En sacrificio generoso y grato, 

Tal como Tú, el Dios verdadero que no engaña, 

Lo has preparado de antemano, 

Lo anunciaste y lo has cumplido. 

Por ello y por encima de todas las cosas te alabo, 

Te bendigo, te glorifico, 

Por medio de Jesucristo, Sumo Sacerdote eterno y celeste, 

Tu amado siervo, 

Por el cual la gloria a Ti junto a Él y al Espíritu Santo, 

Ahora y en los siglos venideros. Amén. 

Esta oración tan bonita puede servirnos a nosotros mismos para entregar, cada mañana, nuestra vida en ofrenda al Señor. Es una oración de martirio. De testimonio de vida entregada hasta las últimas consecuencias, aunque estas sean mortales. Nosotros también, al igual que Juan, Santiago y Policarpo podemos beber el cáliz y recibir el bautismo del Señor. 

El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. La situación es simple, la grandeza y la primogenitura espiritual viene tomadas de la mano del servicio. En la Iglesia los verdaderamente grandes, sirven. Jesús dio el ejemplo, nosotros nos hemos habituado al mundo donde los grandes mandan. En la Iglesia los grandes sirven. Nunca nos cansemos de repetirlo: en la Iglesia los grandes sirven. Una Iglesia grande se construye con la grandeza de cada uno de sus miembros. ¿Cómo va a crecer la Iglesia si sus miembros seguimos anoréxicos de grandeza espiritual? El único camino posible para la grandeza cristiana es el servicio. Si no lo hacemos así estamos perdiendo el tiempo. En vez de cargar la cruz y entregar la vida en martirio, somos un martirio para los demás que cargan con la pesada cruz de nuestra pequeñez de espíritu. 


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