domingo, 21 de julio de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio según San Lucas 10,38-42. 
Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. 
Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra. 
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude". 
Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, 
y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada"
“TIEMPO DE DECISIONES”

“Recrear en los miembros de la comunidad la capacidad de tomar decisiones, para que, dándole tiempo a las cosas de Dios, elijamos la mejor parte”

38Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.

Como todos sabemos, los evangelios sinópticos muestran a Jesús en camino hacia su pasión en Jerusalén, este aspecto de “camino hacia…” también puede ser entendido en sentido espiritual. En vez de preguntarnos por la locación física de Jesús en ese momento, preguntémonos por su “camino espiritual”. ¿En qué momento espiritual se encuentra Jesús? ¿Por dónde “iban caminando” en las cosas del espíritu?

Este relato, espiritualmente hablando, está situado entre las márgenes de “la parábola del buen samaritano” y “el Padrenuestro”. Son los dos límites “geográficos” del “encuentro de Jesús con Marta y María”. La parábola del buen samaritano nos habla del “prójimo”, el Padre nuestro nos habla de “Dios”, entre medio, las dos actitudes de las hermanas “cristianas”. No es que una sea buena y otra mala, son dos maneras distintas de ser cristiano: amando y sirviendo al prójimo, amando y siguiendo a Dios. “Marta lo recibió”. No podía ser de otra manera, la mujer servicial es Marta.

39Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

A veces pareciera que el evangelio de Lucas fuera escrito por una mujer, o, tal vez, para la instrucción de mujeres (nos viene bien en nuestras comunidades donde la gran mayoría son del sexo femenino).

María se ha sentado a los pies de Jesús. A sus pies escucha la palabra de Señor. La actitud es propia de los que son discípulos que escuchan al Maestro. Se advierte que Lucas no tiene reparo en presentar a una mujer en actitud de discípulo, que "escuchaba su Palabra". Lo que no deja de sorprender teniendo en cuenta el contexto sociológico del siglo I, donde una mujer no podía ser discípulo de un rabino.

40Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude".

Marta está muy ocupada. Quiere agasajar al Maestro, quiere servir al prójimo. Por eso dispara la pregunta, obvia quizás, desde su perspectiva de servidora fiel. Cuando lo importante, para una persona, es atender a las demás en sus necesidades físicas o corporales, todo lo otro pierde importancia, por lo menos de momento.

Marta parece ser una persona muy voluntariosa y en su afán de servir no repara que cuando dice “Dile que me ayude”, está dándole órdenes al Señor. A veces nos pasa eso, preocupados como estamos por resolver problemas, aliviar situaciones, tener todo a tiempo para un buen servicio, no nos fijamos de nuestras actitudes hacia los demás. Acostumbrados a hacer, terminamos mandando. Ella quiere, como el “buen Samaritano”, “vendar a Jesús”, servirle lo mejor que pueda. En su preocupación por los “quehaceres de la casa” cuestiona a Jesús. “¿No te importa?” viene a significar “vos también estas equivocado”, “dejemos la charla para después, ahora hace falta preparar la comida”. 

41Pero el Señor le respondió: "Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,

La respuesta de Jesús lejos de ser una reprimenda es una llamada vocacional. Comparemos con otros llamados de la Biblia: 

Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: "¡Samuel, Samuel!". El respondió: "Habla, porque tu servidor escucha". (1Sm 3, 10)

Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió el. (Éx 3, 4)

4Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?". 5El preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. 6Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer". (Hch 9, 4-6)

Es obvio que la llamada se da en un contexto de equivocación, como los tres ejemplos bíblicos citados, Marta también está desorientada. Tanta actitud de servicio (como Samuel), tanto “celo” en la tarea (como Pablo), le lleva a actuar equivocadamente. Ella debe salir de la inquietud (Prov. 15, 16: Más vale poco con temor del Señor, que un gran tesoro con inquietud) y la multiplicidad de las cosas para entrar en la paz. Jesús le recuerda lo que el Salmo 42, 6 dice poéticamente: ¿Por que te deprimes, alma mía? ¿Por qué te inquietas? Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.

42y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada".

“Una sola es necesaria”. Jesús insiste mucho en eso, incluso sus discípulos lo tendrán en cuenta:

33Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. 34No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción. (Mt 6, 33-34)

31Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura. 31No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. (Lc 12, 31-32)

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello". (Jn 6, 27)

2Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: "No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. 3Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. (Hch 6, 2-3)

Cuando Jesús dice “María eligió la mejor parte, que no le será quitada” nos hace encontrarnos de golpe con la presencia del “Padre Nuestro”, donde el “danos cada día nuestro pan cotidiano” (Lc 11, 3) muestra que “los que tienen el corazón puro” (Mt 5, 8) (La impureza del corazón significa que la persona está dividida, partida, esto hace que la persona no sea pura, enteramente una: te agitas por muchas cosas decía Jesús en el versículo 41) están eligiendo la mejor parte “que no les será quitada”.

Nosotros también tenemos que optar entre “hacer” o “dejar hacer a Dios”. No creo que María fuese una vaga, dejada, como decimos, me parece más bien que supo “tener tiempo” para elegir la mejor parte y dejar para después lo que no era, en ese momento, esencial. El Salmo 37, 4 nos dice: que el Señor sea tu único deleite, y él colmará los deseos de tu corazón. Esta es la actitud que tuvo María.



Por eso, aunque nuestras ocupaciones sean muchas y variadas, aunque nuestro corazón esté inquieto y se agite por muchas cosas necesarias, sepamos elegir la “mejor parte”, la que no nos será quitada y como el salmista digamos: Instrúyeme, para que observe tu ley y la cumpla de todo corazón (Salmo 119, 34). Ese será el único modo de dejar “que venga tu Reino” (Lc 11, 2) a nuestra vida de cada día.

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