viernes, 23 de mayo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,15-21):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Palabra del Señor

“AMOR - VERDAD” 
“Reasumir que la vida cristiana es manifestación del amor de Dios; para que, con el Don del Espíritu Santo, nos dejemos amar plenamente por él”. 
“SI USTEDES ME AMAN”

'15Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.

En este pequeño versículo nos encontramos con una frase que llama la atención. Jesús habla del amor e inmediatamente se refiere al cumplimiento. Parece que Jesús no apunta al cumplimiento tal como nosotros lo entendemos en nuestra “piedad popular”. Muchas personas hablan de “cumplir”, como de hacer un negocio con Dios. “Yo le cumplo a Dios para que él me dé esto o aquello”, al estilo del joven rico que dice: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?" (Mt 19, 20), un modo, más o menos, de decir: “Dios, estamos a mano”.
Para Jesús cumplir los mandamientos es dar plenitud al amor. Es plenificar y completar lo que Dios ha dicho con Palabra inefable, es hacer presente hoy lo que fue y será desde Dios: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír" (Lc 4, 21). Los que aman a Jesús “cumplen” sus mandamientos, que son mandamientos de amor (Ver Mt 22, 34-40). El mandamiento de Jesús, de cumplir en la propia vida, de llevar a la plenitud el amor de Dios en la existencia personal, él mismo lo vivió hasta el extremo: “Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu” (Jn 19, 30).      
16Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: 17el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.
Según el comentario de “La casa de la Biblia”[1]:
En este evangelio, el Espíritu Santo tiene una importancia excepcional. Sólo en él es llamado paráclito con el significado amplísimo de “ayudante, asistente, sustentador, protector, abogado, procurador” y, sobre todo, con el de “animador e iluminador” en el proceso interno de la fe. Los célebres cinco proverbios o sentencias sobre el Paráclito se centran en su función insustituible a favor de los creyentes. El término “paráclito” sólo aparece fuera del evangelio de Juan, en 1 Jn 2,1, donde es aplicado al Resucitado que, en el cielo, cumple una misión de intercesión. En sentido estricto el Paráclito actúa en la tierra, en la comunidad cristiana.
La procedencia del término es discutida: influencia del pensamiento judío según el cual una persona puede heredar el espíritu de otra (2 Re 2,9ss: Elías y Eliseo); el espíritu de Dios que viene sobre determinadas personas; contraposición al Kategor o acusador, que era Satanás; en el polo opuesto estaría el defensor, el Paraklet; una equivalencia de la Sabiduría personificada…
El primer anuncio del Paráclito le presenta como “otro” Jesús (Jn 14,16s). No hay ruptura, sino continuidad entre ellos. El Paráclito será el sustituto de Jesús. Esto quiere decir que los discípulos no deben olvidar lo que oyeron a Jesús ni lo que recibieron de él. Más bien, deben volver constantemente sobre ello, profundizando, desentrañando, actualizando la misma revelación. El Paráclito debe ser para ellos lo que había sido Jesús: su "ayudador", maestro y pedagogo, en la línea de captación de lo dicho y hecho por Jesús”
18No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.
Este versículo muestra la increíble ternura de Jesús. Él asume a los discípulos como a “hijos” (huérfanos) y les “promete” la seguridad de su compañía paternal. Jesús es “padre” porque, como todo padre, engendra vida; pero sobre todo es “padre” porque se hace responsable de ella. Para Jesús ser “papá” de sus apóstoles, y discípulos, es ejercer una paternidad responsable sobre ellos. Les permite crecer dejándolos solos, no asfixiándolos… pero les da la seguridad de su presencia constante con la promesa de la segunda venida. En estas pocas palabras de Jesús muchos de nosotros podemos encontrar ecos de reflexión sobre cómo ejercitamos nuestra paternidad con aquellos que, de una u otra manera, son nuestros hijos.
19Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
La separación entre los hijos de la luz y los hijos del “mundo” (modo característico de Juan para expresar lo pasajero, lo perecedero y hasta lo opuesto a Dios), después de la muerte y la resurrección de Jesús, ya es un hecho. No hay que darle más vueltas al asunto: el mundo ya no gozará de la epifanía del Señor, Jesús ya no alumbra en la oscuridad de los que cierran sus ojos. Ahora solo pueden verlo los que permanecen con los ojos abiertos, son iluminados los que quieren ver… y eso los transforma en “vivientes” para siempre.
20Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.
Jesús manifiesta algo que siempre se nos olvida: “Las cosas suceden aunque, a veces, no las comprendamos”. Ya el Padre y Jesús están en los discípulos, y en nosotros, aunque no nos demos cuenta, aunque no seamos conscientes de ello. La comprensión viene después, a veces cuando todo ha pasado. A la usanza de Dios Jesús se toma el trabajo de decirnos con anticipación lo que es la realidad… por eso es tan importante tener la fe necesaria para creer y vivir según sus mandamientos. Aunque no entendamos, las cosas están sucediendo y las realidades divinas están actuando en nosotros, y a través de nosotros en la humanidad.
21El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él".
El amor siempre es recíproco cuando alcanza la perfección. Cuando el amor no es recíproco es un amor a medias, “rengo”, dirán los paisanos. En la orientación que Jesús le da al discurso sobre el amor se da un “cierre”, es como que el círculo se cierra. Antes decía: “Si ustedes me aman cumplirán mis mandamientos”, ahora dice “el que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama”. El círculo se ha cerrado: del amor a los mandamientos… de los mandamientos al amor. Pero el círculo cerrado tiene, por así decirlo, un broche de oro: “el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él”. La manifestación divina en el creyente es la coronación del amor de Dios sobre los seres humanos. Dios ama con tanta intensidad que se hace presente plenamente en los que se dejan amar por Él. Así la manifestación es plena y Dios inhabita, como dice el Catecismo, trinitariamente en el ser humano.



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