martes, 6 de octubre de 2009

REFLEXIÒN DEL EVANGELIO DE LC 10,38-42

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la Vigésimoseptima semana del Tiempo Ordinario : 
Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 104; PL 38, 616
Dos mujeres, dos imágenes de nuestra vida
Creo que comprendéis que estas dos mujeres, las dos amadas por el Señor, las dos dignas de su amor, las dos discípulas suyas..., estas dos mujeres, pues, son imagen de dos formas de vida: la vida de este mundo y la vida del mundo futuro, la vida de trabajo y la vida de descanso, la vida llena de preocupaciones y la vida en la bienaventuranza, la vida en el tiempo y la vida eterna.
Dos vidas: meditemos sobre ellas más largamente. Considerad qué compone la vida de aquí abajo: no digo que sea una vida reprensible..., una vida de desenfreno e impía; no, hablo de una vida de trabajo, cargada de pruebas, angustias y tentaciones, de esta vida que no tiene nada reprochable como era la de Marta... El mal no había entrado en esta casa, tanto en Marta como en María; si hubiera entrado, la llegada del Señor lo habría disipado todo. Dos mujeres, pues, han vivido en ella, las dos han recibido al Señor, dos vidas amables, rectas, una hecha de trabajo, la otra de descanso... Una, vida de trabajo pero exenta de compromisos, escollo de una vida dada a la acción; la otra, una vida exenta de ocio, escollo de vida de recreo. Había allí dos vidas, y la misma fuente de vida...
La vida de Marta, es nuestro mundo; la vida de María, es el mundo que esperamos. Vivamos la de aquí con rectitud para obtener plenamente la otra. ¿Qué es lo que ya poseemos de ésta vida?... Precisamente, ya en este momento llevamos un poco esta vida: lejos de los negocios, fuera de las preocupaciones familiares, os habéis reunido aquí para escuchar. Con este comportamiento os asemejáis a María. Y os es más fácil que a mi que debo hablaros. Sin embargo, lo que voy a decir, lo tomo de Cristo, y este alimento es el de Cristo. Porque él es el pan común a todos, y es por ello que yo vivo en comunión con vosotros.

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