Selecciona el momento mejor para tu oración personal e inclúyelo en tu horario. Deja que sea el mejor momento, cuando la somnolencia, el cansancio o las llamadas del exterior no te perturben. Para la mayoría de la gente temprano por la mañana es el mejor momento. Intenta cada día, orar a una hora fija para que se pueda convertir en un hábito en ti. ¡Qué maravilloso es poderse encontrar con el Señor a la misma hora cada día!.
La oración personal no es recitar oraciones de libros piadosos, no es recitar el rosario, o leer la Biblia, no es el momento de rezar por otros, no es rezar ante una imagen o una estatua. Sois tú y tu Dios solos; es cerrar la puerta de tus ojos y oídos y entrar en el santuario de tu corazón en donde te encuentras con el Padre y el Hijo a través del Espíritu Santo.
Es bueno alabar y agradecer a Dios durante algún tiempo al empezar la oración personal. ¡Donde hay alabanza allí está Dios! Entra en Su presencia con alabanza y agradecimiento. Haz mucha alabanza y agradecimiento durante tu oración. Las alabanzas te mantendrán alejado de distracciones y vínculos que provienen del maligno.
Una vez que estés en Su presencia entrégate a ti mismo a El con pequeñas canciones como "Padre yo te adoro, coloco mi vida ante Ti (Hijo y Espíritu)”. Cualquiera que está en la presencia del Señor, sentirá su indignidad y su falta de santidad para estar ante Su Santa y Todopoderosa Presencia. Por lo tanto, se debe pasar un poco de tiempo pidiéndole a Dios perdón y misericordia por los pecados cometidos.
Tienes que experimentar el compasivo y misericordioso Corazón de Jesús desde donde el Agua Viva fluye a tu corazón lavándote, purificándote y dándote un corazón nuevo (Ez 36:26). Después de recibir Su perdón y después de haberte reconciliado con Dios y habiendo perdonado todo, tienes que otra vez dar gracias y alabar a Dios por Su bondad contigo. Perdona a cada uno y reconcíliate con todos en tu corazón (Mc. 11:25)
Dedica un tiempo pidiéndole al Señor que te cure de tus heridas del corazón, las pasadas y las presentes. Llévale al Señor todos los recuerdos que te hieren y cúrate a través de las heridas de Cristo. Por sus heridas hemos sido curados (I Ped 2:24). Presenta tus sentimientos heridos, tus sentimientos de rechazo, desamor, temor, ansiedad, complejo de la inferioridad, etc. delante de las heridas del Señor y reclama tu curación del corazón. Preséntale las cicatrices de tus pecados pasados, culpa, tristeza, etc. y obtén una profunda paz y alegría en tu interior. En este momento precioso de gracia libérate de todos los malos hábitos y deseos de la carne para que durante el día no seas conquistado por el pecado. Oirás a Jesús decir en tu corazón, "Te basta Mi gracia" (II Cor 12:9). Durante este tiempo puedes pedir también tus propias curaciones físicas si ése fuese el caso.
Después de haber obtenido una vida nueva en Jesús a través del arrepentimiento y la curación interior entrega todo tu ser al Señor, tu corazón, tu mente, y cada parte de tu cuerpo, tus planes, tus deseos, tu trabajo, tu dinero, tus programas, tu viaje, tus relaciones, etc. (Rom 6: 12-19). Puedes cantar en tu corazón una buena canción de entrega como por ejemplo "Todo a Jesús le entrego”. Junto con la entrega de todo tu ser debes pedirle al Espíritu Santo que te llene con poder y gracia. Puedes cantar una pequeña canción al Espíritu Santo. Abre tu corazón al Espíritu y recibe el Espíritu con todos los frutos, dones y carismas (Gal 5: 22-23; Is 11: 2; I Cor 12: 4-10).
Este debe ser el momento más hermoso de tu oración personal. Aquí tendrás varias experiencias de Dios, como el Agua Viva fluyendo a través de ti con amor, paz y alegría. También puedes experimentar la presencia del Señor en ti con manifestaciones espirituales y emocionales. Puedes, aquí, tener visiones; quizá puedas oír al Señor que te habla, dándote guía y dirección. Si le has presentado un problema, tendrás definitivamente una respuesta. Mediante esta percepción, revelaciones, palabras del Espíritu dentro de ti, oirás al Espíritu que te dice "haz esto, no hagas eso, vete por aquí, no vayas por ahí, etc. Durante esta parte que es la más importante de tu oración personal, entras en una amistad personal con El. Aquí puedes contarle lo que quieras como un hermano o un amigo (Jn 15: 15).
Establece intimidad con el Señor en tu corazón. Durante este tiempo puedes tomar decisiones con el Señor para ese día, para que todo lo que hagas sea según Su voluntad y plan. Si el Señor te dice que no hagas ciertas cosas como alterar tus planes, séle obediente. Llénate con tanta gracia como te sea posible para que puedas caminar en Su gracia y amor. Dale muchas gracias y alabanza en Su Presencia dulce y amorosa. Si pasas bien el tiempo con el Señor, no sabrás cómo se te ha ido el tiempo tan rápido con el Señor. Cuándo finalices la oración puedes hacer el signo de la Cruz en la parte importante de tu cuerpo y encomendarte a la Sangre de Cristo para tu protección y cuidado. Así con mucha gracia y amor de Dios harás los trabajos del día con mucha paz y la alegría. Si oras así verás muchas bendiciones del Señor diariamente en tu vida y verás que el Espíritu te guía.
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Aprender a orar - Guía rápida
(Fray Nelson Medina O.P.)
1. Comienza por saber escuchar. El Cielo emite noche y día.
2. No ores para que Dios realice tus planes, sino para que tú interpretes los planes de Dios.
3. Pero no olvides que la fuerza de tu debilidad es la oración. Cristo dijo: “Pedid y recibiréis”
4. El pedir tiene su técnica. Hazlo atento, humilde, confiado, insistente y unido a Cristo.
5. ¿No sabes qué decirle a Dios? Háblale de lo que interesa a los dos. Muchas veces. Y a solas.
6. No conviertas tu oración en un monólogo, harías a Dios autor de tus propios pensamientos.
7. Cuando ores no seas ni engreído, ni demasiado humilde. Con Dios no valen trucos. Sé cual eres.
8. ¿Y las distracciones involuntarias? Descuida. Dios, y el sol, broncean con solo ponerse delante.
9. Si alguna vez piensas que cuando hablas a Dios Él no te responde… lee la Biblia.
10. No hables más de “ratos de oración”; ten “vida de oración”.