El Papa Benedicto XVI invitó ayer, durante el rezo dominical del Ángelus, a experimentar el perdón como condición necesaria para mantener una relación "filial" con Dios, un padre que "sufre si nos perdemos y celebra nuestro regreso".
"Sólo experimentando el perdón, reconociéndonos amados por un amor gratuito, más grande que nuestra miseria, e incluso que nuestras justicia, entramos finalmente en una relación verdaderamente filial y libre con Dios", afirmó el Santo Padre, ante los miles de fieles y peregrinos que este mediodía se congregaron en la Plaza de San Pedro.
Así, en este cuarto domingo de Cuaresma, el Pontífice reflexionó sobre la 'Parábola del hijo pródigo'. "Este texto evangélico tiene el poder de hablarnos de Dios, de hacernos conocer su rostro, mejor incluso, su corazón. Él es nuestro Padre que por amor nos ha creado libres y nos ha dotado de conciencia, que sufre si nos perdemos y que hace fiesta si regresamos", explicó.
En este sentido, Benedicto XVI señaló que las fases de la relación con Dios son "análogas" a las de los hijos con sus padres: "al inicio dependen de ellos, luego reivindican su propia autonomía; y al final, si hay un desarrollo positivo, llega a una relación madura, basada en el reconocimiento y en el amor auténtico".
No obstante, puntualizó que el hombre puede llegar a pensar en "poder prescindir de Dios" y caer en el ateísmo en aquella etapa en la que "quiere liberarse de esa sumisión y hacerse libre, adulto, capaz de regularse por sí mismo y hacer sus propias opciones de modo autónomo".
Sin embargo, a su juicio, esa etapa "esconde la exigencia de descubrir el verdadero rostro de Dios". "Para nuestra fortuna, Dios nunca deja su fidelidad, y aunque nos alejemos o nos perdamos, sigue con su amor, perdonando nuestros errores y hablando interiormente a nuestra conciencia para reclamarnos para sí", recordó el Santo Padre.
En la citada parábola, el Pontífice explicó que los dos hijos, que se comportan de manera opuesta, "representan modos inmaduros de relacionarse con Dios: la rebelión y una obediencia infantil", que superarán "a través de la experiencia de la misericordia y el perdón".
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