¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 02 Diciembre 2012
Primero Domingo de Adviento
Santo(s) del día : Santa Bibiana
Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
“PREPAREMOS LA VENIDA DEL SEÑOR”
“Redescubrir el amor de Dios en nuestras vidas; para que, movidos por es amor, el niño Dios encuentre nuestro corazón dispuesto a su venida”
Señales que anuncian el fin.
El Señor nos plantea en su palabra la presencia de señales anunciadoras del fin del mundo. Sin embargo, de más importancia a nuestra actitud frente a ese fin ineludible para cada uno de nosotros, de modo que, avistadas las señales, el corazón esté preparado.
Tengan ánimo, levanten la cabeza, porque se acerca la liberación.
La rutina suele generar en nosotros un cansancio de la vida, una especie de aburrimiento que desanima y quita la capacidad de asombro necesaria para el buen ánimo y la esperanza. Jesús parece decir: "nada de miedos que paralizan, nada de dejarse vencer por el desaliento. Aunque todo parezca perdido, más aun, cuando todo parezca perdido, tengan ánimo, levanten la cabeza, se acerca la liberación"
Que sus corazones no estén endurecidos
Hay una advertencia con relación a nosotros que encuadra dentro del anuncio de las señales: podemos advertirlas...o no como signo de la presencia cercana del Señor.
Puede que nuestro corazón se encuentre duro, pesado, anquilosado y, a pesar de las señales, no se conviertan nuestras vidas.
Y lo que puede endurecer el corazón es el libertinaje, es decir, el mal uso de nuestra libertad. ese permitirnos hacer las cosas sin medir las consecuencias; ese dejar librado a nuestro antojo todo lo que hacemos; ese hacernos centro que, en definitiva, nos hace errar el camino, perder la mirada de lo que viene después, olvidar que Jesús, que es Camino, Verdad y Vida, señala con su ejemplo la única y auténtica manera de ser plenamente feliz.
También endurece el corazón la embriaguez, ese llenarnos de cosas hasta el hartazgo, hasta la enfermedad; esa búsqueda enfermiza de sentirnos satisfechos; ese embotamiento reducido a lo material que impide contemplar las cosas de Dios; ese evadirnos de la realidad huyendo de ella con alternativas que nos hacen perder la dignidad.
Las preocupaciones de la vida también nos distraen de la vivencia del Evangelio ¡Cuántas veces postergamos el ejercicio de la caridad por el cumplimiento de un deber que nos hemos impuesto nosotros mismos. Vamos así, lentamente, acostumbrándonos a confiar más en nosotros que en el Señor. Preferimos lavar y planchar a participar de la misa dominical, mirar televisión o leer un libro a escuchar a nuestros hijos, concurrir a un partido de fútbol a visitar a nuestros padres, salir a tomar un café antes que estar un rato escuchando los problemas de un amigo...Preferimos la competencia desleal con tal de ganar un puesto de trabajo; competimos tontamente para ver quién es mejor porque tiene más: más nuevo, más útil... más extravagante. Buscamos para nuestros hijos academias, institutos, clubes y no les enseñamos ni con las palabras ni con el ejemplo a ser buenas personas.
Si así nos encuentra el que viene en una nube con gran poder y gloria ¿podrá decirnos “vengan benditos de mi Padre”? ¿Nos alegraremos de que venga?¿Tendremos buen ánimo, buen humor?¿nos sostendremos de pie?
El camino es la oración
En su misericordia, el mismo Jesús nos regala un camino seguro para estar dispuesto a su encuentro: la oración.
La oración es: Ese diálogo continuo con Dios, nuestro Padre en la búsqueda de su voluntad. Esa fuerza misteriosa que obra en nosotros más de lo que pedimos o pensamos. Ese sabernos amados por nuestro Creador y Redentor que siempre cumple sus promesas y no nos niega su Espíritu Santo cuando se lo pedimos.
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