domingo, 9 de diciembre de 2012

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

  1. Santo(s) del día : San Juan Diego

  1. Evangelio según San Lucas 3,1-6.

El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 
bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. 
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, 
como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. 
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. 
Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.

  1. Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

  1. “CONVERSIÓN PARA EL PERDÓN”
  1. “Preparar nuestro corazón en la justicia y la misericordia; para que vivamos la alegría y la paz que la Salvación de Dios nos trae”

  1. Dios nos habla 

  1. Lo maravilloso de la vida cristiana es que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de contactarse personalmente con Dios. De manera sistemática Dios insiste en comunicarse con nosotros. La creación, las personas que nos rodean, el aire que respiramos, lo que comemos, etc., son ecos de Dios en nuestra vida diaria. Hay una manera privilegiada de escuchar la voz del Señor: La Santa Biblia. Pero eso no quiere decir que él no nos hable a través de las cosas de nuestra vida. Como dice el Salmo: “Bendeciré al Señor que me aconseja ¡Hasta de noche me instruye mi conciencia!” (Sal 16, 7). Si le escuchamos, aun en sueños la voz de Dios se hará presente. 

  1. Una misión 

  1. Como Juan el Bautista nosotros también tenemos una misión que cumplir. ¿Te preguntaste alguna vez por el sentido que tu vida tiene para Dios? ¿Miraste más allá de tus propias narices? ¿Te bajaste del pináculo de tu propio ego? 

  1. Todos tenemos una tarea que realizar. El libro de los Proverbios (10, 21) dice: “Los labios del justo sustentan a muchos...”. Como Juan, nosotros también debemos predicar la palabra de Dios. A veces, como le sucedió a él, no nos escucharán... pero a quienes oigan nuestra predicación la fe les cambiará la vida. Todos nos quejamos de que en el mundo de hoy la Palabra de Dios no es tenida en cuenta: ¿Será este el tiempo de que dejemos los lamentos y empecemos a predicar en vez de quejarnos? Como dice San Pablo: “¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!” (Romanos 10, 14. 15) 

  1. La conversión 

  1. Convertirse significa volver sobre mis pasos. Es empezar de nuevo. En Juan 3, 3, Jesús le dice a Nicodemo: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios". Nacer de lo alto es empezar la vida desde Dios. Es convertirse. Por eso la conversión implica renuncia a uno mismo, a nuestra mirada interesada en las cosas de aquí, a la ambición, a “yo puedo solo”... Dice la Biblia: “Descarguen en él todas sus inquietudes, ya que él se ocupa de ustedes” (1 Pedro 5, 7) 

  1. Acción solidaria 

  1. Dice la Palabra de Dios que el Señor preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. “No lo sé”, respondió Caín. “¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?” (Génesis 4, 9). La respuesta de Caín también suele ser nuestra respuesta. Este mundo nos enseña a abandonar a los demás. El sálvese quien pueda nos lleva a ser como ratas en un barco que se está hundiendo... corremos todos desesperados y lo único que vamos a encontrar afuera del barco es... sólo más agua. No hay salida si no somos solidarios, ningún problema será resuelto si no es en comunidad. Navidad es una fiesta de todos y para todos. Aplanemos las montañas y subamos los valles para que el camino sea fácil para todos. 

  1. Adviento es una preparación 

  1. En el objetivo de hoy nos planteábamos que debemos: “Preparar nuestro corazón en la justicia y la misericordia; para que, vivamos la alegría y la paz que la Salvación de Dios nos trae”. 

  1. Hemos convertido a la Navidad en una época de fiesta pagana. Demasiado comercializada. La propaganda de los comercios, la televisión globalizada con sus Papa Noel, o Santa Claus, nos hacen perder el relieve de lo que en verdad celebramos. El nacimiento de Jesús –tan distinto a un hombre anciano, de barba blanca y vestido de rojo– es un signo de la renovación en la conversión que Dios espera para nosotros. Así como en año nuevo –representado por un niño recién nacido– despedimos al “año viejo” –simbolizado por un hombre anciano y cansado–, así en Navidad la vida se renueva. Es importante que sepamos, aun en lo simbólico, valorar que esperamos a un niñito envuelto en pañales y no a un trineo con un hombre gordo y anciano. 

  1. Navidad es para nosotros un tiempo de esperanza, de nuevo nacimiento, de novedad. Es empezar de nuevo. Tan lejano de esta cultura globalizada que nos presenta esta fiesta sin ningún contenido cristiano y esperanzador. Donde sólo los regalos y algún gesto caritativo recuerdan, como ellos mismos dicen, el “espíritu navideño”. 

  1. La solidaridad debe estar presente. No es solo poner la mesa y besarnos mutuamente entre familiares. También es ver a los miles de Jesús “Emmanuel” que están naciendo pobres en los pesebres contemporáneos. Es ver la cara del sufrimiento de los que menos tienen. Es ver a Dios en este continente de “niños Jesús” crucificados desde su nacimiento. Navidad, en cuanto a la solidaridad se refiere, es todo el año.



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