domingo, 23 de diciembre de 2012

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

domingo 23 Diciembre 2012

Quinto Domingo de Adviento
Santo(s) del día : San Kety

Evangelio según San Lucas 1,39-45.

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. 
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, 
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? 
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. 
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

“LA ALEGRÍA FECUNDA DEL ENCUENTRO”
“Redescubrir la presencia de Dios en lo cotidiano; para que, en el encuentro con nuestros hermanos, compartamos la alegría de su obra en nosotros”

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Apenas María se entera que su prima Isabel está embarazada quiere visitarla y, como dice la Escritura, “partió y fue sin demora...”. Este gesto debe ser tomado en su justa medida. María es consciente de los sufrimientos que su prima Isabel ha tenido. La esterilidad, para el pueblo de Israel, es algo grave en una mujer. Aún hoy, querer tener hijos y no poder hacerlo, es un sufrimiento profundo en cualquier mujer. 

Lo importante de esto es que, al igual que Sara (Gén 11, 30; 16, 1), Rebeca (Gén 25, 21), Raquel (29, 31), Isabel también es estéril antes de que le fuera otorgada la descendencia. De hecho, parecería que la esterilidad de las mujeres tocadas por Dios es una preparación, querida por el Señor, de ese vientre materno para que el fruto de las entrañas sea excelente. La esterilidad es, en la concepción bíblica, un castigo; pero, al mismo tiempo, una preparación, y en Jeremías, se convierte en un signo: “No tomes para ti una mujer ni tengas hijos e hijas en este lugar” (Jer 16, 2). El pueblo es estéril en amor a Dios, “se han ido detrás de otros dioses” y “cada uno sigue los impulsos de su corazón obstinado y perverso, sin escucharme a mí” (cf. Jer 16, 11-12). 

La esterilidad de Isabel, ahora trastocada por Dios en maternidad radiante, muestra cómo a ese pueblo estéril Dios viene a darle vida. María lo sabe y quiere estar presente ya que su prima Isabel representa al Israel estéril que ahora se ha vuelto fecundo por la gracia de Dios. 

“¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” 

Antes que Isabel, el Ángel Gabriel celebra a María diciendo: “¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc 1, 28). Ahora, ella completa: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!” (Lc 1, 42). Son las palabras que la Iglesia usará, constantemente, en el Ave María para pedirle a la “Madre de mi Señor”, que interceda por nosotros. El Ave María es una oración plenamente bíblica. 

Recordemos que María guarda un gran secreto. Sin “conocer varón”, ha quedado embarazada. ¿Quién va a creerle que el hijo que lleva en sus entrañas es de Dios? Hoy nos reiríamos en la cara de cualquier joven adolescente que viniera a decirnos eso. Isabel confirma a María que ella está haciendo bien las cosas. A veces necesitamos que otros nos digan: ¡Ánimo, todo va bien! Que otros nos palmeen la espalda diciéndonos que no estamos equivocados. Isabel lo hace con su joven prima reconociéndole la elección divina sobre ella. El Antiguo y el Nuevo testamento se juntan en estas dos mujeres embarazadas. La esterilidad es cosa del pasado. Dios viene a dar vida y vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). 

Apenas oí tu saludo el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti porque creíste que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor. 

En este caso, para Lucas, Juan el Bautista representa al rey David en el traslado que este hace del Arca de la Alianza a Jerusalén (1Sam 6, 1-23), donde, en el versículo 16, se nos dice que Mical, esposa de David e hija de Saúl, “al ver al rey David que saltaba y danzaba delante del Señor, lo despreció en su corazón”. Este desprecio de Mical, en el v. 23, se convierte en esterilidad para ella, “no tuvo más hijos hasta el día de su muerte”. El v. 14 nos dice que David “iba danzando con todas sus fuerzas delante del Señor” porque llevaban el Arca “con gran alegría” (v. 12) hasta Jerusalén. Es Juan el Bautista el nuevo David que recibe a la nueva Arca de la Alianza que es María. 

María es la nueva Arca de la Alianza porque en ella lleva al salvador del mundo. Nos dice la carta a los Hebreos que en el Arca de la Alianza “había un cofre de oro con maná, la vara de Aarón que había florecido y las tablas de la Alianza” (Hb 9, 4). Jesús es el Pan bajado del cielo (cf. Jn 6, 22-58), nuevo maná, alimento para el pueblo peregrino. Jesús es el Buen Pastor que con su vara guía a su rebaño hacia pastos de abundancia (cf. Jn 10, 1-18). Jesús es la nueva Ley de Dios (cf. Mt 5, 17-43). María, al portar a Jesús en su seno, se convierte en esa Arca de la Alianza por la cual danza con alegría Juan el Bautista, el nuevo David. 

Isabel proclama bienaventurada, “feliz”, a María porque todo esto lo alcanzó por la fe. Así como Abraham se entrega a Dios por la fe, María nos entrega a “Dios con nosotros” (Mt 1, 23) por su fe. 










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