sábado, 14 de diciembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» 
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» 
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

Palabra del Señor

"¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". 

La incertidumbre de Juan es notoria. Se encuentra prisionero del poder real, a merced de sus enemigos. Sabe que su vida corre inminente peligro de muerte y quiere saber si la entrega tiene sentido. “Esperar”. Es la palabra que Juan utiliza para referirse a su actitud ante Jesús. Toda nuestra vida se basa en una actitud de espera. Esperamos esto o lo otro, pero siempre esperamos algo… de nosotros, de los demás, o de Dios… siempre esperamos. El día que ya no esperamos nada, no tiene sentido vivir… sin esperanza la vida es un continuo no-ser, una sucesión de nada. 

Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres. 

La respuesta de Jesús se basa en los hechos. Jesús no expresa palabras, ideas, símbolos o pensamientos; Jesús expresa realidades, cosas palpables. El no viene a “hacernos el verso”, vino a salvar y lo muestra con hechos concretos. Apuntando a los milagros realizados hace resonar ecos de profecías (Is 35, 5-6; 61, 1), por eso es el que ha de venir (Mal 3, 1). 

Eso es lo bueno de la esperanza, demanda respuestas concretas, palpables, hechos y no palabras. La esperanza es real. La ilusión, al ser algo tan interior e irreal, tan fuera de lo concreto, se convierte en espejismo, delirio o quimera, que termina en ofuscación, en frustración. Juan esperaba algo real, la promesa de Dios le había dicho que el que ha de venir llegaría a hacer realidad esa espera. Jesús responde con hechos, ya que las palabras sobran. 

El es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. 

Juan es el precursor. Es el ángel de Dios para Jesús (Ángel significa mensajero, mensajero divino). El ángel de Dios no sólo cuida las espaldas, como representamos al ángel de la guarda en nuestra tradición cristiana, sino que allana el camino. Juan, el ángel de Dios, allana el camino de Jesús, le facilita las cosas, se ocupa de que Jesús no esté estorbado por cosas que no tiene que ver con él. Es que, a través de Juan, Dios envía un presentador para la actividad de Jesús en el mundo, los hombres y mujeres ven facilitada su atención al mensaje y la obra del Salvador por la predica de conversión de Juan el Bautista. 

Nosotros también podemos ser “ángeles”, mensajeros de Dios, para los que están a nuestro alrededor. Allanando sus caminos, en definitiva lo que hace cualquier padre o madre para con sus hijos, o los amigos con quienes los necesitan. Ser “ángeles” es hacerle la vida más llana, en lo que dependa de nosotros, a quienes comparten esta existencia a nuestro lado. Nuestro trato “angelical” hacia las personas con las cuales convivimos les llevará al encuentro con la vida y la obra de nuestro Salvador Jesucristo. 

Mantengamos firme la esperanza, Dios no falla y lo muestra con hechos concretos. El que ha de venir, se presenta de nuevo en cada Navidad para mostrarnos el milagro y la bondad de su presencia. Seamos “ángeles", mensajeros de Dios, allanando los “caminos del Señor” como lo hizo Juan el Bautista. Vale la pena y el mundo lo necesita. Amén.

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