sábado, 8 de marzo de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Evangelio Mt 4, 1-11

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: ‘El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’”. Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra’”.

Jesús le respondió: “También está escrito: ‘No tentarás al Señor, tu Dios’”. El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: ‘Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto’”. Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.



Palabra del Señor.

“PARA VENCER LA TENTACIÓN”
“Abrir nuestro corazón a la Palabra de Dios; para que, como Jesús, con ella venzamos las tentaciones del mal”
El hombre no vive solamente de pan sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

A la primera tentación, la del hambre, Jesús responde aferrándose a la Palabra. Ante tantas situaciones de pobreza, de incertidumbre económica, de problemas sociales, de injusticias… los cristianos muchas veces han respondido planteando soluciones políticas o técnicas, prácticas. Es el caso de aquellos que hacen de la opción “preferencial” por los pobres, una opción “exclusiva”. Tal es así que muchas veces la Palabra de Dios es olvidada, distorsionada, relegada, desplazada. Esto lleva a que a “problemas humanos” se apliquen “soluciones humanas”. Pero el Evangelio nos enseña que a “problemas humanos”, siempre, se deben aplicar “soluciones divinas”. El hambre y las injusticias de este tiempo se solucionan desde la atenta escucha de la Palabra de Dios que nos lleva a la puesta en práctica de su enseñanza. Primero orar y aprender, segundo, hacer. 

No tentarás al Señor, tu Dios.

Una fantasía comúnmente extendida, sobre todo en estos últimos tiempos, es el creer que al “creyente” nada le puede pasar si está junto a Dios. Casi como un decreto de inmunidad y bendición infinita sobre aquellos que aman y obedecen a Dios. Mucho del gran éxodo de cristianos de las tradiciones religiosas más antiguas del cristianismo a otras denominaciones religiosas más nuevas (los cristianos que salen de la Iglesia Católica, Ortodoxa, Protestantes tradicionales, Anglicana, y emigran a otras como los pentecostales, la iglesia Universal, algunas sectas pseudognósticas, etc.) tiene que ver con esto. Se busca la solución a TODOS los problemas de la vida, el tremendo miedo al fracaso y al sufrimiento hace que se deje de creer en lo que se creía y se empiece a creer en cualquier fantasía o predicador exaltado que esté al alcance de la mano. 

Jesús responde acertadamente cuando rechaza la tentación del demonio en esa confianza infantil que este le propone. Jesús insiste en aceptar que la vida es dulce y amarga, es bella y fea, tiene luz y oscuridad. No tentará al Señor, su Dios, porque acepta ser un simple mortal, que “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres” (Flp 2, 7). Es más importante para Jesús aceptar su misión de Mesías, de elegido de Dios, que sucumbir a la tentación satánica de creerse tan importante como para obligar a Dios a preservarlo de todo, inclusive de las propias estupideces. Además, con respecto al dolor, no nos olvidemos las palabras de Jesús: “Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero TENGAN VALOR: YO HE VENCIDO AL MUNDO” (Jn 16, 33). No se trata de “no sufrir”, sino “de vencer” al sufrimiento. 

Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto.

La última respuesta a la última tentación. La adoración no sólo es un acto de oración en donde rendimos nuestra alabanza y voluntad al poder de otro, sino que, sobre todo, es centrarnos en ese otro, el cual se convierte en el eje de nuestra vida, en el principio y el fin de nuestra existencia. Rendir culto, para Jesús, no sólo es participar en una asamblea religiosa, sino que es entregar la vida entera a quien se merece nuestra adoración. 

El mundo de hoy nos lleva a adorar el dinero, el placer, nuestros sentimientos y estados de ánimo; en suma, a nuestro yo. Nos hemos convertido en el eje de la vida, en el centro de todo, y tan centro nos vemos que ya ni siquiera pedimos ayuda, ¡compramos un manual de autoayuda!
Pero el Señor nos invita a adorar a Dios, a salir de nosotros, de nuestros miedos, de nuestras convicciones, de nuestras falsas seguridades. Nos invita a ir más allá de nuestros límites y encontrarnos con el que es totalmente OTRO, con aquel que quiere nuestra compañía, nuestra amistad, para ayudarnos y sacarnos de ese agujero en que hemos convertido nuestra vida por tanto mirarnos el ombligo y escarbar en nosotros mismos. Adorarás al Señor, es abrir la puerta al infinito, es abrir la puerta al crecimiento, es abrir la puerta que nos saca de la soledad y el miedo y nos lleva a la compañía y seguridad de Dios.

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