sábado, 26 de abril de 2014

2° de Pascua o de la Divina Misericordia.


Evangelio Jn 20, 19-31

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Palabra del Señor.

Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.

Jesús ha resucitado y al atardecer se encuentra con sus discípulos. Después de tanto dolor y tantas horas de angustia al contemplar la pasión y la muerte del Salvador, los discípulos están encerrados “por temor a los judíos”. Decía el famoso psicólogo suizo Carl Gustav Jung que “las enfermedades psicológicas se contagian más rápidamente que las físicas”. El temor se había propagado a todos los discípulos, encerrados no aguardaban otra cosa que lo peor, “porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?” (Lc 23, 31).

Jesús vence el miedo saludando con la paz (Jn 20, 19.21) y mostrando sus manos y su costado. Es como si dijera: “¡He resucitado, estoy vivo!”. Saludar con la paz es más que “desear” paz, es transmitirla. Jesús da lo que Él tiene, entrega su paz, contagia su paz. Así como el miedo se había extendido en todos los discípulos, ahora la paz de Jesús, irradia su efecto benéfico sobre ellos. Esto tenemos que tenerlo siempre en cuenta los cristianos. Cada vez que oramos, Jesús nos entrega su paz. Cada acto de adoración o de culto… Jesús nos entrega su paz. Ante tanto estrés, presiones, miedos, fobias, obsesiones, angustias, etc…. Jesús sigue entregándonos su paz. Esa paz nos saca de nuestros encierros, nos resucita de nuestras tumbas, nos libera de nuestros pozos oscuros y llenos de depresión. Paz y Vida, los ingredientes de Jesús para vencer el temor y la soledad. 

Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen. 

Recibir el “don” del Espíritu Santo, es recibir a Dios. La predicación de Jesús apuntó, primariamente, a mostrar a Dios como “Padre” (Mt 6, 9), como “Bueno” (Lc 18, 19), como “Misericordioso” (Lc 15, 11-32). Por eso no nos debe llamar la atención que la misión, el “envío”, de Jesús a los discípulos consista primordialmente en, con la presencia del Espíritu Santo, ejercer el ministerio de la Reconciliación. 

A lo largo del tiempo la Iglesia, por hacernos notar las consecuencias negativas y perversas del pecado en la vida personal y comunitaria, ha insistido demasiado en ese pecado y en el castigo que este merece. Nos hemos olvidado de predicar la misericordia divina, hemos dejado de lado la insistencia que tenía Jesús en “perdonar” más en enseñar las consecuencias negativas del pecado. La Iglesia quedó fuera de foco al insistir más en el mal del pecado que en el bien de la misericordia divina. Este es el tiempo en donde, como Iglesia, la paz de Jesús nos está llamando de nuevo a la Reconciliación, y esta como ministerio que se entrega y gracia que se recibe. Todos los creyentes somos llamados a perdonar y somos merecedores del perdón. Por eso, recibir el Espíritu Santo es permitirle a Dios que nos convierta en sujetos del perdón y en ministros de la Reconciliación.

¡Felices los que creen sin haber visto!

Tomás, el discípulo al que le debemos las palabras “Señor mío y Dios mío” que resumen la espiritualidad del cristiano: Jesús es el Señor, dueño y amo de nuestra vida, y Dios, en una sola Persona se encuentran las dos naturalezas, es verdadero Dios y verdadero Hombre, es Creador y Criatura. 

Tomás también representa a aquellos que no solamente tienen la fe débil, sino que también dudan de su comunidad, porque él no sólo no creyó que Jesús resucitaría venciendo la muerte sino que al mismo tiempo no consideró digno de fe el testimonio de sus compañeros apóstoles. Tomás comete una doble falta: no le cree a Dios, no le cree al hombre. Pero Jesús le enseñará, con la evidencia de su presencia resucitada que Él está vivo y lo invitará a que “en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Jesús no anda con medias tintas y exige a su discípulo que crea, que se juegue por sus convicciones. Como dice Ap 3, 15-16: “conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio te vomitaré de mi boca”. Tomás responde: Señor mío y Dios mío. Amo y Creador de mi vida. Lo mismo que repite mucha gente en las celebraciones eucarísticas. Al decir: ¡Felices los que creen sin haber visto!, Jesús nos invita a ser bienaventurados, a vivir dichosos en nuestra fe, llenos de paz, perdonándonos mutuamente e inclusive a nosotros mismos. Nosotros somos esos a quienes Jesús llama felices. Mantengamos nuestra fe bien en alto en un mundo donde muchos se consideran autónomos de Dios y lo eliminan de su vida, y otros vagan por allí buscando nuevas formas de fe religiosa o de superstición para vencer sus propios desánimos. Somos enviados por Jesús a ese mundo que va a contramano de Dios para ser testigos, desde la fe, de que Él está vivo, porque ha resucitado

viernes, 18 de abril de 2014

CONTEMPLEMOS A CRISTO CRUCIFICADO ( Viernes Santo)

PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.........
Hermanos, contemplemos a Jesús en la cruz. a EL.......
Que es el Rey de Reyes.
Que es el Señor de los señores.
Que nació en un establo, llamado pesebre, entre medio de estiércol y olores nauseabundos, porque había animales.
Que se humilló haciéndose hombre, semejantes a nosotros.
Que tiene una condición humana y divina.
Que es el camino, la verdad y la vida.
Que es la luz del mundo.
Que es el pastor, el médico, el maestro.
Que nos hizo a su imagen y semejanza..
Que lloró sangre.
Que sintió la soledad, el abandono, el dolor, la tristeza.
Que es el Hijo de Dios.
Que dijo a su Padre: " Padre, si es posible aparta de mi este Cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.
Que nos acepto como hermanos, tal como somos, tal cual soy.
Que dijo SÍ al Padre para salvarnos.
Que se jugó por nosotros, hasta muerte de cruz. hasta morir en la cruz.
Que es nuestro único amigo, el amigo fiel, el amigo que no falla.
Que nos dejó su madre.
Que nos dio a conocer, quien es Dios y su voluntad.
Que se manifiesta en cada momento.
Que es el cordero inmolado, que lava con su sangre los pecadas del mundo.
Que nos eligió para hacer crecer su Iglesia y ser su cuerpo.
Que es incondicional a todo lo que nos da.
Que está cuando necesitamos a alguien.
Que pasó haciendo el bien por este mundo, y sin embargo tiene una corona de espinas, llagas en su cuerpo, clavos en sus pies y manos, su cuerpo desnudo bañado de su sangre.
Está en una cruz que lleva el peso de nuestros pecados, de nuestras faltas.
CONTEMPLEMOS SU ROSTRO, con esos ojos cerrados que aún te ven con amor, que refleja la tristeza  por la soledad, que llora por el dolor pero no deja de amar.
CONTEMPLEMOS SU  CORONA DE ESPINA,que daña su cabeza, que duele, aquella cabeza inclinada, que a pesar del dolor, presta sus oídos para escucharnos y  le hablemos.
CONTEMPLEMOS SUS MANOS, BRAZOS Y PIERNAS, esos brazos, que a pesar del dolor por los clavos, están abiertos a nuestra espera, regreso a su amor por nosotros; esas manos inmóviles que solo sanaron, bendijeron, consolaron, perdonaron, hicieron milagros, que acariciaban y están llenas de amor...
CONTEMPLEMOS SUS PIERNAS, que no se cansaron de andar para hacer el bien, que iban a donde lo necesitaban, esas piernas que solo caminaban por amor.
CONTEMPLEMOS SUS LLAGAS, HERIDAS DE SU CUERPO, esas llagas que arden, sangran, duelen son profundas, que no cicatrizan y que solo El las soporta por el amor que nos tiene.
 CONTEMPLEMOS SU CUERPO, un cuerpo inmaculado, puro, divino, fuerte, que se dejó flagelar, mutilar, quebrar por amor a nosotros.
Jesús, el que nació, creció, se hizo hombre, padeció, murió, el que todo lo puede no quiso hacer nada para librarse de la cruz porque nos ama. ¿ Yo amo a Jesús? quizás sí , quizás no. 
Yo no lo amo, porque no alivio el peso de su cruz,, inco más la espinas de su corona en su cabeza con mis pecados, desamor, egoísmo, miedos......... Porque clavo más los clavos de su manos  y pies con mi  dame Sr pero no me pidas nada, te conozco señor, sé lo que me pides pero quiero hacer la mía.... Porque abro más sus heridas al no jugarme por El, al no ayudar a la Iglesia con lo que me pide, al cerrarme, encerrarme en mi misma/o y a no confiar más en El. al pensar que mi condición humana puede más que su poder, al no cargar mi cruz de cada día, al buscarlo solo cuando lo necesito, como una última posibilidad.....
Pensemos, que hice para poner más peso en su cruz, clavar más su clavos, incar más sus espinas, abrir más sus llagas en la familia, en lo personal, en el grupo, en la Iglesia...... o en otro ámbito. Pensemos si el amor de Jesús, su muestra de amor, merece tanta indiferencia desde nuestra parte. Seguro que no!!!!
por eso pidamos AL  AMOR que nos perdone esa indiferencia... y nos comprometamos ante El,  Y en el silencio del corazón escuchemos que nos dice desde la cruz.....
Con el corazón alegre de haber reconocido a Jesús y sentirnos perdonados y de habernos comprometido demos gracias....." Gracias Señor, porque desde la cruz, desde tu flagelación, desde tu padecimiento, desde tu muerte, y a pesar de nuestra indiferencia tú nos ama y podemos decir que nadie nos ama como tú.... 
                                                                                                                                              SILMAR

domingo, 6 de abril de 2014

YO HOMBRE: la importancia de saberse hombre, desde Dios

leemos el SALMO 8,5-10

El universo manifiesta al hombre la grandeza y hermosura de Dios. Pero al hacerse hombre Jesús, ha colocado al ser humano por encima de toda la creación material y recalcando la igualdad fundamental de todos.

Nuestra cultura liberal reconoce solamente a individuos, a “seres humanos” ávidos de gozar de la vida en la medida que se lo permitan su fortuna y su buena salud. Los seres humanos luchan por afirmar su propia identidad y sueñan con ser totalmente independientes. Este salmo recalca la dignidad de la persona humana que se despierta al llamado de Dios y que crece bajo su mirada.

La Biblia, al hablar de los hijos de Adán los considera a la vez como persona y como un todo: Adán, o el hombre, o la humanidad. La cabeza de este ser único es Cristo, quien debe llegar a ser dueño de toda la creación.

Nadie puede construirse a sí mismo si primero no a hallado su misión en el mundo; uno no es nada sin la masa de sus hermanos que luchan, están en el mundo.

Fui creado varón y mujer por Dios, en cuerpo y alma. Soy imagen de Dios porque Dios se toma como modelo, porque somos, soy su rostro y porque mostramos, muestro algo de EL. Soy semejanza de Dios por la inteligencia, la libertad, la voluntad y en la capacidad de amar. Soy el único capaz de conocer a Dios, de amar a Dios, de comunicarme con Dios, de conocer y amar a prójimo. Me parezco Dios al pensar como él, amar como él, al obrar libremente. Soy igual en dignidad y en derecho. Soy dueño y señor de la creación para que la domine y me sirva de ella, para que la transforme y la mejore, y para que organice el mundo y sea feliz. Soy responsable de mi vida propia y de la vida del prójimo, y también de la creación.

EL SER IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS ME LLEVA A VIVIR COMO VERDADEROS HIJOS SUYOS….

sábado, 5 de abril de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Evangelio (Texto breve) Jn 11, 1-7. 20-27. 33b-45.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas de Lázaro enviaron a decir a Jesús: “Señor, el que tú amas, está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: “Volvamos a Judea”. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará” Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. Ella le respondió: “Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”. Jesús, conmovido y turbado, preguntó: “¿Dónde lo pusieron?”. Le respondieron: “Ven, Señor, y lo verás”. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: “¡Cómo lo amaba!”. Pero algunos decían: “Éste que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?”. Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: “Quiten la piedra”. Marta, la hermana del difunto, le respondió: “Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto”. Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: “¡Lázaro, ven afuera!”. El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo para que pueda caminar”. Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Palabra del Señor.
“yo soy la resurrección y la vida”

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. 

El evangelista Juan nos habla de Jesús como la luz del mundo, como la Vida que viene a sacarnos de la muerte, como el Agua Viva que nos purifica de nuestro estancamiento. Pero, más allá de nuestros conceptos teológicos, de lo que realmente es Jesús para nosotros, de su tarea y misión, nos recalca en todo momento la humanidad del divino Salvador. En Jesús armonizan espléndidamente lo divino y lo humano. Él es el Salvador, pero es un Salvador tierno, afectivo y que ama a quienes viene a salvar. El v. 35 nos dirá: “Y Jesús lloró”, en el 36 los judíos dicen “¡Cómo lo amaba!”. Esto nos muestra la manera de ser de Jesús, sus emociones a flor de piel, sus sentimientos tan tiernos y profundos, la sensibilidad exquisita del Salvador de la humanidad. 

A Dios le interesa mostrarse así, amoroso y sensible. La primera carta del apóstol san Juan nos enseña “Dios es amor” (1Jn 4, 8). Dios es amor, y su amor es así, tierno, humano, sensible. Se nos ha enseñado a lo largo del tiempo que las emociones y los sentimientos son algo inferior a la razón, al entendimiento. Gracias a Dios, sí, gracias a Él, la humanidad toda está volviendo a valorar los afectos como centro del núcleo vital de las personas. Si no experimentamos, que es más que “sentir”, amor, estamos hablando de cosas teóricas, que no existen. Cuántos se llenan la boca de palabras “de amor” y no lo viven, cuántos hacen tantas cosas “por amor” y en realidad lo están haciendo por obligación, cumplimiento, o responsabilidad. Amar siempre es más que sentir, pero también es más que razonar. Amar es mostrarse sensible con el dolor y el sufrimiento ajeno, es ser vulnerable ante la necesidad de la presencia del ser querido, es “llorar”, como lloró Jesús, cuando alguien nos hace falta. Amar es dar y es recibir, es cubrir la necesidad ajena y dejar que el otro cubra mi necesidad. Amar es ser confiable y confiar en los demás. 

Desátenlo para que pueda caminar. 

En el v. 39, Marta le dice a Jesús “Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto”. Todos sabemos que Jesús resucitó al tercer día. El número 3, simbólicamente, es la expresión de lo masculino, la acción creadora que incide y actúa sobre la realidad. Por eso, 3 es trinidad, es resurrección, es triunfar sobre la nada. El número 4 significa lo completo, una etapa que se cierra, lo femenino. Cuarenta años en el desierto es toda una generación que pasa, cuarenta días en el desierto es toda una humanidad que triunfa sobre el pecado. Cuatro virtudes cardinales, humanas; tres virtudes teologales, divinas. Se une lo humano y lo divino, lo masculino y lo femenino, es la complementación perfecta. 

Humanamente, Lázaro, está muerto. Divinamente, resucitará. Jesús viene a transformar la vida humana, a darle, no sólo un nuevo sentido de eternidad, sino a cambiarla radicalmente por medio de la resurrección. Lázaro es henchido de resurrección. Jesús, como si fuera un admirable intercambio, se llena de humana ternura. Dios se vuelve hombre, para que el hombre se vuelva al modo de Dios. 

La acción de Jesús, una nueva creación, por eso no lo sana, sino que lo resucita, es tan potente que aún el mismo Juan, que nos transmite esta escena, nos dice en el v. 44 “el muerto”. Ni siquiera él puede todavía, después de tanto tiempo, adecuar su lenguaje al milagro de la resurrección. Esta nueva creación, que todos nosotros, los bautizados, ya vivimos de modo espiritual, necesita ese “desátenlo” que Jesús ordena para Lázaro. Jesús nos ha resucitado en el Bautismo y quiere desatarnos de todas las ataduras que todavía el pecado tiene sobre nosotros, ese sudario de malos hábitos, esa mortaja de malas actitudes, ese lienzo de maldad que todavía nos recubre. Resucitados, vivos, recreados, necesitamos que nuestros pies y manos “atados con vendas” sean desatados para que, al igual que Lázaro, podamos caminar por la senda de la Vida nueva. Dios se une a nuestra humanidad y la transforma, la resurrección es el resultado de esa acción divina.