domingo, 30 de septiembre de 2012

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO


¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 30 Septiembre 2012

Vigésimo sexto Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Jerónimo 

Evangelio según San Marcos 9,38-43.45.47-48.

Juan le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros".
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo.
Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.
Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.
Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena,
donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


En el relato de hoy, Juan ve a Jesús como si fuera una Marca Registrada de los discípulos y lo quiere convertir en el monopolio de los violentos. ¡Cuánto parecido encierra con el relato del libro de los Números (Núm 11, 16-17. 24-29)! Es como si Juan fuera el nuevo Josué diciendo: “Moisés, señor mío, no se lo permitas”. Juan entorpece el camino de la sanación entregado por Dios a los hombres por medio de Jesús: “tratamos de impedírselo por que no es de los nuestros”. ¿Hay que ser de los nuestros para hacer obras buenas? ¿Desde cuándo Jesús es una marca registrada? ¿La sanación, la liberación, que Jesús nos da es monopolio de algunos o es para todos?

Juan parece no entender que Jesús vino por todos y para todos y que, así como vino por todos y para todos, todos pueden invocar su santo Nombre. Jesús no es sólo de algunos, es de todos. Nosotros, al igual que Juan, muchas veces pensamos lo contrario, imaginamos que si “no es de los nuestros”, su tarea no sirve. Cuántas veces nos hemos encontrado con situaciones de autoritarismo, intolerancia, mezquindad, individualismo, egoísmo, chisme, manipulación, exclusión, marginación, etc., en nuestras comunidades eclesiales. Predicamos un Jesús que es para todos, pero cuando todos lo predican no nos gusta.

Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí”

Como Josué, Juan parecía celoso por su maestro, Jesús le responde diciéndole que no hay problema, nadie va a hablar mal de él. Pero pareciera que el drama de Juan no es si alguien habla, o no, mal del Señor. El problema es que Juan está celoso porque pierde poder, celoso porque hablan mal de los discípulos. Cuantas veces nos pasa que alguien se cambia a una iglesia evangélica y allí se convierte, tal vez ha estado la vida entera en la nuestra y no recibió nada. ¡Qué mal habla eso de la Iglesia Católica! Otras veces alguien se cambia de grupo o institución. Antes no servía para nada, ahora es un genio, se convirtió en un súper-cristiano, años en nuestra comunidad y no servía para nada; ahora parece que todos sus dones han salido a la luz.

Resulta interesante ver como Marcos pone este relato después de la curación del endemoniado epiléptico (Mc 9, 14-29), donde los discípulos no pudieron curarlo (versículo 18: “le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron”), y ahora ¡aparece uno que en Nombre de Jesús expulsa a los demonios y no es de los nuestros! (v. 38). Parece que siempre la decisión de los violentos y mediocres es eliminar al que les haga sombra, en vez de crecer (ya lo había dicho el Señor en Mc 9, 29: “Esta clase de demonios se expulsa solo con la oración”). La enseñanza de Jesús hay que orientarla al hecho de que hay que crecer nosotros y no disminuir a los demás, hacernos más fuertes nosotros y no debilitar a los otros, ¡no les cortemos las piernas para que estén a nuestra altura de petisos, crezcamos nosotros para hacernos tan o más altos que ellos!

Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.

El evangelio de san Mateo dice todo lo contrario: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” (Mt 12, 30). Pero, si bien hay que complementarlos, notemos la diferencia: en Mateo Jesús dice conmigo, en cambio, en Marcos dice nosotros. También es notable que, en Marcos 9, 39, la referencia de Jesús es sólo a él (“No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí”) y no a la comunidad (nosotros). Jesús invita a ver a los demás como parte del grupo, de la comunidad y no como a enemigos a quienes hay que combatir. ¡Cuánto aprenderíamos, los seguidores de Cristo, si dejáramos de atacarnos mutuamente! ¡Cuánto ganaríamos si nos diéramos cuenta de que todos estamos con él –nosotros, dice el Señor!

De todas maneras es bueno que resuenen las palabras de Pablo: “...la mayor parte de los hermanos, a quienes mis cadenas han devuelto el coraje en el Señor, se han animado a proclamar sin temor la Palabra de Dios. Es verdad que algunos predican a Cristo llevados por la envidia y el espíritu de discordia, pero otros lo hacen con buena intención. Estos obran por amor, sabiendo que yo tengo la misión de defender el Evangelio. Aquellos, en cambio, anuncian a Cristo por espíritu de discordia, por motivos que no son puros, creyendo que así aumentan el peso de mis cadenas. Pero ¡qué importa! Después de todo, de uno u otra manera, con sinceridad o sin ella, Cristo es anunciado, y de esto me alegro y me alegraré siempre.” (Filipenses 1, 14-18)

La gravedad del escándalo.

Escandalizar es poner una piedra para que otro tropiece. Cuando escandalizamos a alguien le hacemos caer, tropezar, desmoronarse. ¡Cuántas veces hemos visto como los escándalos destruyen la credibilidad de las cosas de Dios! ¡Cuántas veces las comunidades quedan postradas por la fiebre del escándalo, quedan de rodillas ante la duda que el escándalo ha sembrado! ¡Por eso Jesús llama la atención “estos pequeños que creen en mí”! La fe es en Jesús, pero nosotros somos piedra de tropiezo cuando, entre Jesús y los pequeños, ponemos nuestro monopolio, nuestro egoísmo, nuestra mezquindad.

La mano, el pie y el ojo son los miembros que pueden llevarnos al pecado. La mano, símbolo de nuestra tarea creativa, que debería usarse solamente para entregar, para compartir con el que no lo tiene, también la usamos para robar, para esconder y mezquinar, para tomar en vez de dar. El pie signo del discípulo que sigue al maestro, del caminante que se mueve para misionar y llevar la buena nueva a los hermanos, del que se deja iluminar por la Palabra de Dios (Sal 119, 105), también puede usarse para andar por el camino del mal, por la senda de los malvados (Salmo 1, 1). El ojo figura del orante (Mc 7, 34), del buscador de Dios (Sal 121, 1), puerta de entrada de la vida y la respuesta divina (Sal 13, 4); también puede usarse para mirar con ira, con maldad o para cometer adulterio (Mt 5, 28).

Es obvio que Jesús no quiere que nos amputemos algún miembro de nuestro cuerpo, usa esta expresión para hacernos ver la gravedad de la tentación del pecado y la maldad. Más te vale..., dice el Señor.

lunes, 24 de septiembre de 2012

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO


¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 23 Septiembre 2012
Vigésimo quinto Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Fournet, San Pío Pietrelcina
Evangelio según San Marcos 9,30-37.

Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, 
porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". 
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. 
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". 
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. 
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". 
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: 
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado". 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Este es el segundo anuncio de la pasión en el evangelio de San Marcos, y queda flotando una pregunta: ¿Por qué eligió Dios el camino del sufrimiento para salvarnos?
Para todos es sabido que Dios es omnipotente, todopoderoso, que con solo desearlo nos hubiera salvado, o, como dice el Centurión de Mateo 8, 8: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará”. La palabra de Dios tiene tanto poder que no hace falta nada más...      
Sin embargo, la pasión y muerte de Jesús es lo que Dios quiere, “porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3, 16). Subrayemos entregó, porque refuerza la idea de Mc 9, 31: “va a ser entregado en manos de los hombres...”. Dios es quien entrega a Jesús a la muerte, a la destrucción. El camino de Dios puede parecernos un tanto complicado pero, desde otra perspectiva, es más entendible:
Presuponemos que Dios nos ha creado por amor, 1 Jn 4, 8: “Dios es amor”, el amor siempre es expansivo, como la “vida”, tiende a comunicarse, a mantenerse siempre “fluyendo”, y en una increíble “bio-diversidad”, derrocha existencia por todos lados. El amor siempre se expande, siempre crea... “Dios es amor” y de modo natural se extiende (todo lo contrario del miedo que contrae, guarda, conserva, mezquina), esa expansión gozosa le lleva a crear, y como creación es “muy buena” (ver Génesis 1, 31), Dios culmina haciendo al hombre. Podríamos imaginar que Dios no quiso equivocarse, ni siquiera arriesgarse a la más mínima imperfección de su más reciente y amada creación. Si bien toda la precedente creación la hizo de una vez, sin modelos ni planos, esta última la realiza utilizando una guía, Dios no quiere experimentar con el ser humano, ¡nada de teoría, vamos a lo concreto! Por eso: “Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza... Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer” (Gn 1, 26. 27). Dios no quiso equivocarse con el hombre, tomó su imagen para hacerlo muy bien y darle vida.
La Palabra nos muestra cómo, en su libertad, el ser humano no supo elegir, se dejó llevar por la apariencia burbujeante de sus sueños y, ebrios del alcohol de Satanás, empezaron a ver doble lo que en realidad era uno, e hicieron complicado lo que Dios creó sencillo... Desde Adán y Eva hay en nosotros una tendencia al miedo que contrae y mezquina, ambiciona y se apropia, tan contraria a la tendencia divina que expande y da, se esperanza y entrega.
¿Qué podía hacer Dios? Lo que siempre hizo. Entregar. Casi pareciera que Dios prefiere morir, desaparecer antes que perdernos, antes que estar sin nosotros. Entonces el Amor se hizo hombre y vino a arreglar lo que nosotros, calcados a su imagen y semejanza, fragmentamos con nuestros temores y egoísmos.
Los discípulos se fragmentaban discutiendo sobre quién era el más grande (Mc 9, 34), en ellos la ambición provoca la división que amenaza con des-integrarlos. La búsqueda de la grandeza personal les está llevando a la dura realidad de la pelea (discutiendo) y en un silencio culpable (ellos callaban) reciben la enseñanza de Jesús.
Dice Marcos que Jesús se sienta (9, 35), precisamente dice: “Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo”. Imaginemos la escena:
-          Entonces: a propósito de..., podríamos decir nosotros, parece que Jesús va a reprochar a sus discípulos. Atrae la imagen de Adán escondido con Eva en el jardín luego de pecar, casi podríamos ver a los doce cabizbajos esperando la reprimenda de Jesús. 

El Herrero y la Fragua


Es la historia de un herrero que se entregó a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida, muy por el contrario, sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.
Un amigo se compadeció de sus sufrimientos y expresó su extrañeza de que, sirviendo tan bien a Dios, sufriera tanto. El herrero contestó: "En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? Primero caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo; enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada; luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta; una sola vez no es suficiente."
El herrero hizo una pausa y continuó: "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que tú esperas de mí."

Respondemos entre todos:
1.    Reconstruimos el relato.
2.    ¿Qué le pasaba al herrero? ¿Qué hacía él con el acero?
3.    ¿Qué sentido tiene el dolor en mi vida?
4.    ¿Alguna vez tuve que hacer un sacrificio por alguien? ¿Cómo me sentí en ese momento? ¿Valió la pena? ¿Por qué?
5.    ¿Qué forma espera Dios conseguir de nosotros?
6.    ¿A qué somos capaces de renunciar por alcanzar lo que queremos? 
Damos ejemplos
  el herrero y la fragua” este soportaba el dolor de su vida para dejar que Dios lo moldeara como él hacía con el acero. Nosotros: ¿Qué soportamos por imitar a Cristo en el servicio al hermano? Podemos contar situaciones vividas por cada uno.

domingo, 16 de septiembre de 2012

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO

Evangelio según San Marcos 8,27-35.

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". 
Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". 
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". 
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. 
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; 
y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. 
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". 
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. 
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 


Es raro encontrarnos con Jesús preguntando por la “opinión” ajena. Casi como interesado en el “qué dirán”. Algunos llaman a esta situación “la crisis de Cesarea”, invitando a contemplar a Jesús como dubitativo, inseguro, de su tarea en el mundo. No nos cae mal que haya sido así. Lo normal es que vayamos ajustando nuestros objetivos en la vida, y dudar o pedir opinión ajena sobre nuestra conducta en un modo de clarificar “qué” y “por qué” tenemos que hacer esto o lo otro. 

Por otro lado, la pregunta de Jesús tal vez no apunte a un estado de “crisis” interior, sino más bien a captar “como” llega el mensaje que él está predicando. Una cosa es dudar de quién se es y otra muy distinta querer saber como llega lo que uno está hablando o haciendo. Al preguntar así, Jesús se asegura de dar en el blanco. Si la respuesta no es la adecuada al mensaje proclamado habrá que ajustar la predicación para que los destinatarios comprendan mejor lo que se quiere decir. El paso a Cesarea de Filipo marca que ha terminado la misión en Galilea, por lo tanto una “evaluación” parece necesaria. 

V. 28. Las respuestas invitan a considerar que la gente que escucha y ve las cosas que dice y hace Jesús lo entiende como un “profeta escatológico”, es decir, Jesús vendría, en la mente de esas personas, en nombre de Dios, a predicar la conversión ante el fin de los tiempos, que es inminente. El pueblo Judío esperaba que se diera ese fin de los tiempos, el fin del mundo, y que un profeta enviado por Dios lo anunciara para que el pueblo fiel se convirtiera de su pecado y entrara a la vida eterna. Juan Bautista predicó de ese modo y Elías fue el profeta que Dios no dejó morir, sino que se llevó al cielo en un carro de fuego… era lógico que las gentes pensaran que volvería a predicar la conversión para la salvación final de los Judíos. 

V. 29. Pero Jesús da una vuelta de rosca: está bien lo que piensan los demás… y ustedes ¿qué piensan? Ante esta pregunta algunos de nosotros podríamos pensar que Jesús está tomando examen a sus discípulos, pero no es así. Lo que hace el Señor es respetarlos como personas, ellos también tienen derecho a expresar sus opiniones, no son meros testigos, también son protagonistas. Pedro, en nombre de todos, responde lo que ellos piensan: “Tu eres el Mesías”. La respuesta de Pedro es más cierta y adecuada que la de la gente, pero la imagen del Mesías en esa época, era la del salvador Nacional, es la imagen del Héroe popular, del caudillo que guía a las masas a la revolución. Implica el triunfo de una nación sobre otras y, aunque teñida de una visión espiritual, apenas se eleva de la imagen de un guerrero que quiere liberar a la Patria de los que la oprimen. 

V. 30. Jesús se pone firme, de eso no se habla con los demás. Él sabe que puede hacer eso… y mucho más. Sabe que puede liberar al pueblo de cualquier esclavitud… pero sobre todo puede liberarlo de la esclavitud del pecado, que es la que lleva a la muerte. Él sabe que puede con cualquier rey o emperador terreno… pero sobre todo puede contra las potestades espirituales, sobre el poder del mal. Por eso “ordena” el silencio, para no confundir a los que escuchen esas palabras. La misión del “Mesías” como la entiende Jesús es la de redimir a la humanidad y no solo salvar a un pueblo. 

V. 31. Las aclaraciones de Jesús acerca de su sufrimiento alejan las falsas expectativas de los discípulos y los llevan a empezar a entender de manera más profunda que el misterio de la vida es más grande que las ilusiones infantiles que todos tenemos. El sueño del héroe inmaculado, del que puede ser lastimado pero no sufre, del autosuficiente (tan popular en películas de acción norteamericanas); no se cumple en la vida real y Jesús lo sabe. El sufrimiento, el rechazo, la muerte y la resurrección son el “camino” que se debe transitar para llegar a la perfección. Incluso es un proceso psicológico que debemos atravesar si queremos madurar en nuestra vida individual: Cualquier cambio positivo trae el sufrimiento por abandonar actitudes anteriores que ya estaban grabadas en nuestro corazón y transformadas en hábitos, en costumbres. El rechazo es natural, el cambio de criterios, y por ello de conductas, lleva al alejamiento de muchos que nos rodeaban y a la consiguiente desconfianza de tantos que no creen en nuestro cambio (“¿Habrá cambiado?”). La muerte: Una nueva vida no se logra sin la muerte de la anterior. La resurrección: La muerte de la forma de oruga conlleva que en la crisálida se haga la transformación de la mariposa. En el proceso de transformación las cosas fluyen cambiando las apariencias, modelando las actitudes, pero manteniendo la fuerza de la vida. Jesús acepta, pese a su inocencia, ser Él el artífice de nuestra transformación (de muerte a vida; de pecado a gracia) entregándose para la salvación de todos. 

V. 32. Pedro no entiende, parece que cree que haber respondido bien una pregunta del cuestionario lo convierte en profesor, lo transforma en maestro espiritual. Las ilusiones, propias y personales, de Pedro son traspasadas con tanta fuerza a la persona de Jesús que el apóstol, ciego y decepcionado, no logra entender nada, no respeta la alteridad, los límites, de Jesús; y se arroga el derecho de querer determinar la conducta del Salvador. Pedro pretende dar vuelta atrás a la historia de salvación: pretende ponerse en el lugar de Dios y así manejar con sus pequeñísimos intereses personales, o grupales, la historia de toda la humanidad, de toda la creación. ¡Pobre Pedro! 

V. 33. El gesto de Jesús es educativo: “mirando a sus discípulos”, implica que la lección es para todos. ¡Retírate!: Con estas palabras Jesús desliga a Pedro de su llamado vocacional, es como si le dijera: “Así no podés seguirme, mejor volvé a tus cosas de pescador y andate de aquí”, supongo que Pedro se debe haber quedado perplejo con esta respuesta, realmente un balde de agua fría: él, que había respondido bien, ahora es dejado afuera por su conducta interesada. Al ponerlo atrás le está indicando su lugar: Pedro es “discípulo” y no “maestro”. El deseo de triunfo y dominio vienen de las fuerzas del mal, Satanás es la imagen que Jesús elige para mostrarle lo equivocado que Pedro está. En vez de obrar como discípulo-servidor se está convirtiendo en poderoso dominador y esclavizador de los demás. La frase final es un refuerzo que complementa lo antes dicho: “Aquí las cosas se hacen como Dios manda, si no estás de acuerdo estás pensando como un simple mortal y, lamentablemente, no sós de los nuestros”. 

V. 34. El tema de la renuncia se volverá crucial en la vida del cristiano. Renunciar a todo intento de ejercer el poder como modo de conseguir lo “mío” y no de servir al prójimo es la marca personal del que sigue a Jesucristo. La cruz que se carga mira el futuro de la vida del cristiano normal: muchos identifican la cruz con sus sufrimientos, con sus dolores; pero, en un sentido mucho más profundo, la cruz “es sufrir por ser cristiano”, la cruz significa compartir el dolor de Jesús por salvar la humanidad, por servir para un mundo sin fronteras, sin pobres, sin pecado. El seguimiento será la clave de la historia del cristianismo, la búsqueda del creyente es ser como su maestro y no al revés (usar al Maestro para mi servicio). Hasta que no aprendamos a renunciar y a cargar la cruz, no podremos llamarnos seguidores de Cristo. 

V. 35. “¿Por qué voy a temer en los momentos de peligro, cuando me rodea la maldad de mis opresores, de esos que confían en sus riquezas y se jactan de su gran fortuna? No, nadie puede rescatarse a sí mismo ni pagar a Dios el precio de su liberación, para poder seguir viviendo eternamente sin llegar a ver el sepulcro: el precio de su rescate es demasiado caro, y todos desaparecerán para siempre” (Sal 49, 7-10). Entre el SER y el TENER el ser humano siempre decidirá por el SER. A eso apunta el Señor cuando nos habla de este modo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

domingo 09 Septiembre 2012

Vigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Pedro Clave
Evangelio según San Marcos 7,31-37.

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. 
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. 
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete". 
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. 
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". 
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 


El Evangelio según san Marcos nos presenta a un Jesús tierno, cercano, que se compadece del sufrimiento humano. Es así como lo hemos visto en este pasaje que acabamos de meditar. Le trajeron a un hombre sordomudo y Jesús lo separó de la multitud, lo llevó aparte. Lo trata personalmente, se ocupa especialmente de él. Y esto es lo que hace Jesús con nosotros: aunque seamos muchos, aunque nos “masifiquen” o “nos masifiquemos”, Él nos trata individual y personalmente, Él se ocupa de todos y de cada uno. Para Jesús somos especiales, somos únicos e irrepetibles, Él obra en cada uno de manera distinta. Acerquémonos a Él con confianza, pasemos tiempo con Él en oración, no dejemos pasar lo oportunidad de tener un trato íntimo con Jesús. Cuando Jesús apartó de la multitud al hombre sordomudo, le puso los dedos en la orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete”. Es una curación en la que están presentes los gestos y las palabras. Como ocurre en los siete sacramentos instituidos por Jesús, en cada uno hay un gesto que se completa con las palabras. Y esto debería ser así en todas nuestras relaciones humanas. A veces tenemos muchos gestos de cariño hacia los demás pero nos cuesta decirles que los amamos. Todos necesitamos que nos digan que nos quieren. Pero también suele ocurrir lo contrario, decimos mucho que queremos a alguien y no lo demostramos con nuestro actuar. Las dos situaciones son causas de tristeza, de malos entendidos, de distanciamientos y, en el peor de los casos, de enfermedad. Enfermamos por falta de amor. Nos hacemos incapaces de recibir y dar cariño y afecto. Jesús quiere sanarnos, quiere darnos la capacidad de expresar el amor a los demás con gestos y palabras. Y lo hace justamente con ese trato íntimo y tierno con cada uno de nosotros. A nosotros nos queda hacer lo mismo con los demás. Jesús nos ayuda a abrirnos a los demás, aunque muchas veces nos fue mal por hacerlo. A muchos les hemos cerrado los oídos porque nos venían con engaños, con mentiras, con malos tratos. A muchos les hemos negado el habla porque no supieron valorarnos, porque nos malinterpretaban, porque nos hicieron daño. Así, nos fuimos encerrando en nuestro mundo porque tenemos miedo de que vuelvan a herirnos. Pero Jesús viene en nuestro auxilio, nos toca y nos cura. Nos llena de su ternura y su amor, de manera que ya nada nos puede afectar ni lastimar en la relación con los demás porque ya lo tenemos todo, lo tenemos a Jesús, al Amor de los amores. Con Él ya no podemos tener miedo a abrirnos a los demás, al contrario, salimos al encuentro del hermano para escucharlo y tratar de comprenderlo, le hablamos con palabras de amor, de ternura, palabras de vida, porque es así como nos trata Jesús. Acerquémonos a nuestros hermanos, especialmente a aquellos a quienes hace mucho hemos cerrado las puertas de nuestro corazón, a aquellos que sufren la soledad por temor a ser lastimados, busquemos a nuestros hermanos para darles ese amor y ternura que Jesús nos da a nosotros. Seamos otros “Jesús” para quienes conviven con nosotros. No temamos, ya que Jesús se ocupa de cada uno de nosotros.   

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Católicos recordamos hoy a la Beata Madre Teresa de Calcuta


 Los católicos del mundo recuerdamos  hoy a la querida Beata Madre Teresa de Calcuta, fallecida el 5 de septiembre de 1997 en la ciudad de la India en donde se entregó por completo a los "más pobres entre los pobres".
La Madre Teresa nació en 1910 en Skopje, entonces Albania y actual Macedonia. Murió el 5 de septiembre de 1997 en su amada Calcuta, India. Cuando se hizo religiosa tomó el nombre de Teresa. Es la fundadora de las Misioneras de la Caridad. Su nombre al nacer fue Agnes Gonxha Bojaxhiu.
Fue beatificada el 19 de octubre de 2003, por su amigo el también Beato Papa Juan Pablo II. En la homilía de la beatificación, el recordado Papa Wojtyla dijo: "estoy personalmente agradecido a esta valerosa mujer, a quien siempre he sentido cerca de mí. Imagen del Buen Samaritano, se acercaba a cualquier lugar para servir a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni los conflictos ni las guerras lograban detenerla".

martes, 4 de septiembre de 2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

EL EVANGELIO SU PENSAMIENTO

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 02 Septiembre 2012
Vigésimo segundo Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : Mártires septiembre

Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23.

Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, 
y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; 
y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. 
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". 
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. 
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". 
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. 
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. 
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, 
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. 
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre". 

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

La Palabra de Dios en este domingo es muy clara: “Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que hace impuro es aquello que sale del hombre”. Jesús en su caminar nos mostró frecuentemente esta realidad, basta con recordar, por ejemplo a la mujer adúltera, donde Jesús ejemplifica tremendamente que lo que le importa es el corazón del hombre, no su apariencia. En cambio, para los fariseos de la lectura de este domingo, lo único importante es “mostrarse limpios”, se quedan con la apariencia, con lo superficial, con la cáscara. Tienen el corazón manchado por sus intereses personales. Jesús, el hijo de Dios VIVO, está delante de ellos y no le abren su corazón, se fijan más en lo externo, se quedan con lo temporal, con aquello que tiene fecha de vencimiento. Jesús los llama ¡Hipócritas!, porque a Dios lo honran con los labios y mantienen su corazón alejado de Él. A Jesús no le importa el ritual de lavarse las manos, le importa el interior, el corazón de donde salen nuestras intenciones. ¡Qué bueno es saber que mira nuestro corazón! Mejor aún, que lo mira con amor paciente, porque lo conoce, porque sabe que nuestro corazón es humano y Él sabe de qué se trata, es mucho más humano que nosotros. El manzano del cuento embelezado por el brillo, deslumbrado por la inmensidad de las estrellas, sólo aspira a lo exterior, olvidándose de la hermosura de su interior, no se conocía, se minimizaba, aspiraba a la imagen, al brillo. De esta manera no podía descubrirse. ¡Cuántas veces nos pasa lo mismo!, nos importa más vernos y que nos vean brillantes, bellos, limpios, inmensos. Nos olvidamos de nuestro ser interior. Si nos convenciéramos de que en nuestro interior, en nuestro corazón está Jesús, está la inmensidad de su Amor, si nos convenciéramos de que nuestro corazón está hecho para amar, nuestra vida tendría otra dimensión. Si nos reconociéramos hijos, sólo nos importaría la mirada de nuestro Padre y no la mirada de los hombres. Nuestra vida sería abundante y no una vida de pequeñez, en la que cualquier cosita inquieta, hace tambalear, quita la alegría y hace olvidar lo valiosa y singular de nuestra vida para Dios. Por todo esto, los que leemos la Palabra, los que nos esforzamos en vivirla, hagamos como María, que concibió a Jesús primero en su fe y después en su vida. No nos desanimemos. Si somos constantes reinaremos con Él (ver 2 Tim 2, 12). No nos quedemos con lo externo, nos descubramos interiormente, para redimensionar toda nuestra Vida desde el Milagro del Amor del Padre, manifestado por el Hijo y hecho carne por el Espíritu Santo. Amén.