Es
la historia de un herrero que se entregó a Dios. Durante muchos años trabajó
con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada
parecía andar bien en su vida, muy por el contrario, sus problemas y sus deudas
se acumulaban día a día.
Un amigo se
compadeció de sus sufrimientos y expresó su extrañeza de que, sirviendo tan
bien a Dios, sufriera tanto. El herrero contestó: "En este taller yo recibo
el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se
hace esto? Primero caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se
pone al rojo vivo; enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y
le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada; luego la
sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el
vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de
temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta;
una sola vez no es suficiente."
El herrero hizo
una pausa y continuó: "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las
aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, pero la única cosa que
pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que tú
esperas de mí."
Respondemos entre todos:
1. Reconstruimos
el relato.
2. ¿Qué
le pasaba al herrero? ¿Qué hacía él con el acero?
3.
¿Qué sentido tiene el dolor en mi vida?
4.
¿Alguna vez tuve que hacer un sacrificio por alguien? ¿Cómo
me sentí en ese momento? ¿Valió la pena? ¿Por qué?
5.
¿Qué forma espera Dios conseguir de nosotros?
6.
¿A qué somos capaces de renunciar
por alcanzar lo que queremos?
Damos ejemplos
“el herrero y la fragua” este soportaba
el dolor de su vida para dejar que Dios lo moldeara como él hacía con el acero.
Nosotros: ¿Qué soportamos por imitar a Cristo en el servicio al hermano?
Podemos contar situaciones vividas por cada uno.
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