domingo, 9 de septiembre de 2012

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

domingo 09 Septiembre 2012

Vigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Pedro Clave
Evangelio según San Marcos 7,31-37.

Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. 
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. 
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete". 
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. 
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". 
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 


El Evangelio según san Marcos nos presenta a un Jesús tierno, cercano, que se compadece del sufrimiento humano. Es así como lo hemos visto en este pasaje que acabamos de meditar. Le trajeron a un hombre sordomudo y Jesús lo separó de la multitud, lo llevó aparte. Lo trata personalmente, se ocupa especialmente de él. Y esto es lo que hace Jesús con nosotros: aunque seamos muchos, aunque nos “masifiquen” o “nos masifiquemos”, Él nos trata individual y personalmente, Él se ocupa de todos y de cada uno. Para Jesús somos especiales, somos únicos e irrepetibles, Él obra en cada uno de manera distinta. Acerquémonos a Él con confianza, pasemos tiempo con Él en oración, no dejemos pasar lo oportunidad de tener un trato íntimo con Jesús. Cuando Jesús apartó de la multitud al hombre sordomudo, le puso los dedos en la orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete”. Es una curación en la que están presentes los gestos y las palabras. Como ocurre en los siete sacramentos instituidos por Jesús, en cada uno hay un gesto que se completa con las palabras. Y esto debería ser así en todas nuestras relaciones humanas. A veces tenemos muchos gestos de cariño hacia los demás pero nos cuesta decirles que los amamos. Todos necesitamos que nos digan que nos quieren. Pero también suele ocurrir lo contrario, decimos mucho que queremos a alguien y no lo demostramos con nuestro actuar. Las dos situaciones son causas de tristeza, de malos entendidos, de distanciamientos y, en el peor de los casos, de enfermedad. Enfermamos por falta de amor. Nos hacemos incapaces de recibir y dar cariño y afecto. Jesús quiere sanarnos, quiere darnos la capacidad de expresar el amor a los demás con gestos y palabras. Y lo hace justamente con ese trato íntimo y tierno con cada uno de nosotros. A nosotros nos queda hacer lo mismo con los demás. Jesús nos ayuda a abrirnos a los demás, aunque muchas veces nos fue mal por hacerlo. A muchos les hemos cerrado los oídos porque nos venían con engaños, con mentiras, con malos tratos. A muchos les hemos negado el habla porque no supieron valorarnos, porque nos malinterpretaban, porque nos hicieron daño. Así, nos fuimos encerrando en nuestro mundo porque tenemos miedo de que vuelvan a herirnos. Pero Jesús viene en nuestro auxilio, nos toca y nos cura. Nos llena de su ternura y su amor, de manera que ya nada nos puede afectar ni lastimar en la relación con los demás porque ya lo tenemos todo, lo tenemos a Jesús, al Amor de los amores. Con Él ya no podemos tener miedo a abrirnos a los demás, al contrario, salimos al encuentro del hermano para escucharlo y tratar de comprenderlo, le hablamos con palabras de amor, de ternura, palabras de vida, porque es así como nos trata Jesús. Acerquémonos a nuestros hermanos, especialmente a aquellos a quienes hace mucho hemos cerrado las puertas de nuestro corazón, a aquellos que sufren la soledad por temor a ser lastimados, busquemos a nuestros hermanos para darles ese amor y ternura que Jesús nos da a nosotros. Seamos otros “Jesús” para quienes conviven con nosotros. No temamos, ya que Jesús se ocupa de cada uno de nosotros.   

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