sábado, 14 de septiembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

EVANGELIO  
Lc 15, 1-32  
O bien más breve: Lc 15, 1-10

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

/Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido'. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido'. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte"./ Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

Palabra del Señor.

La presencia de Jesús no pasa desapercibida a los más alejados. Su bondad, su misericordia, hace mella en los corazones de los apartados de la Ley judía. Publicanos y pecadores son los que se dan cuenta de que las puertas del cielo se abrieron para todos. Buscan lo que siempre se les había negado, la salvación. Pero los "puros", fariseos y escribas, murmuran, sacan el cuero al Señor: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Que Jesús abra su corazón a los alejados, a los que viven en la "periferia" (al decir del Papa Francisco) existencial, les molesta mucho. Acercarse a los publicanos y pecadores es "contaminarse" con ellos, hacerse "pecado" con ellos. Eso molesta a los que ven la fe como un bien adquirido y privado. En esa sociedad, donde los "puros" no se juntan con los "impuros", con los pecadores; Jesús, al revés, se muestra como misericordia y bondad divina. 

Por eso estas dos parábolas vienen a continuación: la oveja y la dracma perdidas. Se manifiesta, en el pensamiento de Jesús, la preocupación por la "persona" y no por el "grupo". No es la multitud lo que le atrae a Cristo, sino la realidad personal de cada uno. No importa cuántos son los que están salvados, importa que "nadie" quede afuera, que no sean algunos, sino "todos". 

Para Jesús, con estas parábolas, se manifiesta como importante "salir a buscar" al que está perdido. Él vino para eso, para buscar a todos los perdidos, para llevar al Padre a todos, no solo a unos cuantos. Por eso busca, y el que busca encuentra… Al encontrar al perdido se "alegra" e invita a alegrarse a todos por haber encontrado al alejado. 

Dios quiere que todos sean salvados. Busca a los apartados, donde estén, para llevarlos con Él. Jesús se convierte en la misericordia minuciosa ("busca con cuidado", v. 8) de Dios que no se cansa nunca de buscar a los alejados y perdidos. Eso da esperanza: Dios siempre está detrás nuestro buscándonos, nos "persigue", no para castigar, sino para perdonar, abrazar con cariño, cobijar al hijo apartado. Por eso hace fiesta, se manifiesta alegre, hay gozo entre los amigos de Dios. 

Esto debe llenarnos de entusiasmo, a nosotros, los que ahora hacemos la tarea de Dios. Ese entusiasmo es para "buscar", para "reconciliar", para "traer" al Señor a los hermanos perdidos. Entusiasmados, nos animamos a ser portadores de esa "misericordia minuciosa". Entusiasmados, nos llenamos de entereza para buscar pacientemente las posibilidades de encuentro con los que están alejados. Por eso, es importante tener actitud de cercanía, porque solo así podemos contactar la realidad vital de los que no conocen a Jesús, o lo niegan para su vida. Hoy Jesús somos nosotros. Encerrarnos a esperar que vengan a nosotros es sólo una actitud farisaica. Nuestra tarea es salir a las calles a buscar a los perdidos, a llevarles, minuciosamente, la inmensa misericordia divina. Amén.

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