El
pequeño manzano contemplaba cada noche el majestuoso espectáculo estelar del
cautivante cielo. Su imaginación volaba a años luz. Y de día suspiraba en la
verde pradera. “¡Quién pudiera ser estrella!” Viendo a las aves ascender al
cielo, les preguntaba: -¿Dónde duermen de día las estrellas? Las aves se
sonreían. - No, pequeño manzano. Las estrellas están en el cielo día y noche,
pero la gran luz del sol no nos permite divisarlas. Pero ahí están, en el
infinito y gran cielo, siempre con luz. El pequeño manzano suspiraba en sus
adentros: “¡Yo quiero ser estrella!” Al viento que movía sus ramas preguntó:
-Dime: ¿las estrellas están fijas? ¿Es el cielo quien las mueve? -Las estrellas
se desplazan recorriendo todo el firmamento y a una velocidad de vértigo
–repuso el viento. El pequeño manzano, fijo con sus raíces en la tierra,
suspiraba con más anhelo: “¡Yo quiero ser estrella!” El tiempo pasó, y el
pequeño manzano creció. Sus raíces profundas, su tronco fornido, sus ramas
frondosas. Y dio frutos abundantes y sabrosos. Seguía soñando, dormido y
despierto: “¡Yo quiero ser estrella!” Un día de verano, contempló un
espectáculo que le cambió la vida. Una familia, en vacaciones, se refugió bajo
su copa buscando una apreciable sombra. En medio de la amena conversación, el
padre de familia agitó violentamente el tronco del manzano. -¡Llueve manzanas,
llueve manzanas! Risas generalizadas, y, en medio de juegos, todos saborearon
una manzana. -¡Hum, qué rica! – comentaban al unísono. El manzano observaba
aquella escena, tantas veces repetida en su historia personal. Pero vino la
novedad. -¿Y quieren, pequeños, que les regale una estrella? -Papá, papá, de
día no hay estrellas –quisieron corregir los más pequeños del grupo familiar.
-¡Que se lo han creído ustedes! Les voy a regalar ahora mismo una preciosa y
perfecta estrella. Se creó un clima de expectación en los chicos. El papá puso
cara de interesante. La mamá sonreía. -Y van a ver una estrella muy cerca de
ustedes. El manzano pensaba en sus adentros: “También los humanos sueñan como
yo queriendo ser estrella”. El papá simulando a un mago exclamó: -¡Atención,
por mi gran poder y magia, que ahora mismo, aquí, caiga una estrella! Entonces,
el papá agitó el tronco de nuestro manzano, y cayó una vistosa manzana. Agarró
un cuchillo y la cortó horizontalmente. -¡Vean, vean!
Al
manzano le picó el gusanillo de la curiosidad. -¡Es verdad, qué preciosa, es
una estrella! –exclamaron los pequeños. Al manzano se le removió toda su savia.
¡No lo podía creer! Tras el corte horizontal de una manzana, en su corazón,
siempre se forma la imagen de una espléndida estrella.
Respondemos:
1. ¿Cuál era el anhelo del manzano?
2. ¿Qué acontecimiento le cambió la vida? ¿Qué
descubrió?
3. El manzano, ¿se ocupó más de admirar la
“imagen”, lo “exterior” de las estrellas o, el descubrir su verdadero valor?
4. ¿En qué consisten nuestros anhelos? Y si los
hiciéramos realidad, ¿sabríamos qué hacer con ellos?
5. ¿De qué manera nos ocupamos de “descubrir y
avivar” nuestro ser interior?
6. ¿Qué cosas buenas y lindas veo en mi interior??
No hay comentarios:
Publicar un comentario