sábado, 10 de agosto de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,32-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» 
Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» 
El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

Palabra del Señor.

“vigilantes en el servicio”


“Reconocer que somos administradores de los bienes que el Señor nos confió; para que trabajemos con fidelidad y perseverancia en el servicio a los demás”. 


32No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. 

La primera palabra que Jesús dirige a los discípulos en el evangelio de hoy es “no temas”. La invitación que Jesús nos hace es a confiar en el Padre, a no tener temor. El miedo, temor, paraliza, hace que huyamos de los acontecimientos. Mucha gente vive sumida en el temor, con falta de esperanza. Tiene temor la mujer que se deja golpear por su esposo para no dañar a sus hijos, tiene temor el hombre que acepta cualquier cosa de su jefe para no perder el empleo. Estamos llenos de temor, un miedo irracional nos invade, la inseguridad cotidiana, la muerte a la vuelta de la esquina, nos hace vivir en el temor. 

Jesús nos lanza a la esperanza, nos proyecta más allá de nuestros miedos, por irracionales que estos sean, la esperanza nos brinda seguridad. Cuando uno tiene en quien creer las cosas se hacen más simples, nos da vitalidad el saber que alguien está cuidando de nosotros. Los temores se disipan cuando entendemos que Dios Padre quiere darnos el Reino, cuando Dios nos dice que todo va a estar bien. Es su cercanía la que tranquiliza y no la promesa de algo futuro, aunque esto sea una realidad. 

33Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. 

La mirada del Señor es programática. Plantea Jesús lo que se debe hacer. Para vencer al temor hay que perder todo. El que nada tiene, nada teme. Es una invitación a renunciar a la autonomía, a la seguridad de “tener” y asegurarnos en el “ser”. Cuando alguien quiere guardar su dinero empieza a ver las opciones que los bancos le dan: seguridad, intereses, etc. Se trata de confiar en que esa institución va a devolverme lo que deposité en ella y con creces. ¿En manos de quién depositamos nuestras vidas? ¿Cómo estamos invirtiendo? Jesús sugiere que lo hagamos en el BANCO del cielo. Todo lo que demos a los demás es una inversión a futuro para nuestra casa en la tierra prometida. Todo lo que entreguemos a los más necesitados, nos será devuelto, como toda inversión, con creces por “el banco del cielo”. “En la oración consulte por las tasas de interés que el BANCO de DIOS tiene para usted”. 

34Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. 

Las razones de Jesús son sencillas. Los seres espirituales aspiran a tesoros espirituales. El corazón, en la Biblia, es el centro de las decisiones del ser humano, no solo de los afectos, sino de toda decisión. Por eso, según sea tu aspiración de vida, así serán tus tesoros. No ha de extrañarnos que mucha gente, aunque hable de cosas espirituales, tenga su tesoro en las cosas terrenales. Esto siempre es así, somos como hormiguitas, miramos el más acá, cuando Jesús nos invita a ver el más allá. Preocupados como andamos por las cosas de este mundo, perdemos la vida en agitaciones y ocupaciones vanas, que a la larga no sólo no nos dan satisfacción, sino que nos hunden en depresiones, angustias, banalidades, etc. ¿Qué esperamos para situar nuestro corazón en las cosas celestiales? 

35Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. 

De pronto, Jesús nos lanza a una atmósfera de vértigo, los consejos ya no son intemporales, ahora la invitación es a ajustarnos a la realidad: Las cosas pasan. Hay que estar preparados y con las lámparas encendidas. Tal vez no hay apuro, pero si urgencia. Tal vez no sea ahora el momento definitivo, pero ¿Acaso alguien sabe cuándo? Por eso hay que estar preparados. Vive la vida, pero vívela preparado para la partida. Los consejos prácticos de Jesús, con sus comparaciones, nos sirven para reflexionar sobre la urgencia de “estar preparados” (ver versículos 36 al 40). 

42El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? 43¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! 44Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. 

No importa lo que hagamos, todos somos administradores de la multiforme gracia de Dios. No importa la tarea, grande o pequeña, todos tenemos responsabilidad en la construcción del reino. Por eso Jesús hace esta pregunta retórica, no importa quién lo hace, sino qué hace. A todos nos cabe alguna responsabilidad o tarea que sin nosotros no podría ser realizada. Por eso Jesús invita a “trabajar”, a ocuparnos de las cosas de Dios, a asumir la responsabilidad para lo cual se nos dieron tales o cuales talentos. La palabra que utiliza Jesús para establecer la condición del que hace bien su tarea es: “FELIZ”, “bienaventurado”. La promesa final (v. 44) muestra cuanto valora Dios tu tarea en la tierra, no importa lo pequeña y humilde que sea, por eso, si la realizas bien, te dará más responsabilidad entre sus elegidos. Dios no premia como lo hace el mundo, por amiguismo o acomodos, Dios premia por responsabilidad y seriedad en la tarea encomendada. 

45Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, 46su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. 

Aquellos que saben que la vida no es un paseo, o un sin sentido, valoran estas palabras de Jesús, no como una amenaza, sino como una advertencia para que no perdamos la alegría de servir, para que no perdamos la senda. Más allá de no cumplir con la tarea, el peor error de “este servidor” es abusar de las personas y las cosas. A su incumplimiento en el servicio, al ocupar un lugar que no dignifica ni merece, se le suma la conducta “abusiva”, “violenta” y “derrochadora” de los bienes de todos. Se hace sufrir a los que conviven con nosotros, se derrocha los bienes que sirven para todos, donde unos engordan y tiran, otros desfallecen y estiran sus manos sin encontrar respuesta. Ante situaciones de esta naturaleza es bueno que, en nuestras oraciones cotidianas le pidamos al Señor “que no tarde en venir”. 

47El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. 48Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más. 

Estas palabras finales nos muestran como Dios ama la Justicia. La armonía de Dios le lleva a la exigencia íntima de guardar proporción para sus servidores. En este caso, Dios, no discrimina entre buenos y malos, sino más bien, distingue entre los que “conocen” y los que no, entre los que reciben “mucho” y los que reciben “poco”. Dios nos invita a tomar conciencia de cuales son los dones con los que nos ha honrado y que estamos haciendo para que ellos estén al servicio de los demás. Así, no solo, haremos un mundo mejor que el que hemos recibido, si no que también estaremos seguros de que cuando el Señor se haga presente de nuevo entre nosotros seremos tratados como verdaderos y fieles servidores. Amén.

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