sábado, 3 de agosto de 2013

EL SANTO EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO

EVANGELIO Lc 12, 13-21

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Uno de la multitud dijo al Señor: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".

Palabra del Señor.

“Recordar que la importancia de ser rico a los ojos de Dios; para que, no busquemos acumular tesoros en la tierra, sino en el cielo”. 

                                       “SER RICOS A LOS OJOS DE DIOS”


15Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". 

En los versículos anteriores (13 y 14) el diálogo es entre Jesús y una sola persona, aquí el Señor se dirige a la multitud. Hablando en plural, enseña Jesús que hay que cuidarse de la avaricia. “Dentro de las materias que la iglesia indica como generadoras de actos pecaminosos o lo que comúnmente se denomina pecados, se registran siete: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Dentro de esos siete pecado capitales, el segundo es la avaricia, específicamente un deseo desmesurado –ambición- de acumular bienes, prescindiendo absolutamente de la razonable necesidad”. De hecho, en el Nuevo Testamento, la avaricia “designa la sed de poseer cada vez más sin ocuparse de los otros, e incluso a sus expensas. … consiste en querer aumentar cada vez más los propios haberes, aunque sea a expensas de los otros y en apegarse… a los bienes ya poseídos”

16Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, 17y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. 

Jesús aprovecha la ocasión para plantear una parábola. “Se llama parábola a una historia contada por Jesús para ilustrar su enseñanza. Hay que comprender la parábola como la escenificación de símbolos, es decir, de imágenes tomadas de las realidades terrestres para significar las realidades reveladas por Dios, imágenes que las más de las veces reclaman una explicación en profundidad". 

El hombre al cual Jesús se refiere ya es rico de antemano, a diferencia de las parábolas “del Reino” (ver Mt 13, 44-46), donde los protagonistas se encuentran con una riqueza inesperada. Aquí se resalta, no la alegría de encontrar algo que no se esperaba, sino el desborde de haber “producido mucho”. Lo triste es que el hombre rico piensa en guardar y no en compartir, piensa en acumular y no en dar. Su actitud es fuertemente egoísta y anti-solidaria. Su pregunta es práctica, apunta al hacer, la respuesta, por otra parte equivocada, llegará en los versículos siguientes. 

18Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, 19y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. 

El pensamiento de este hombre es muy común también en nuestros días. Después de casi 2.000 años de cristianismo las cosas no han cambiado mucho. 

Leamos lo que nos dice Samuel Oyin Abogunrin, comentarista Nigeriano del Evangelio de San Lucas: “En nuestro mundo se imitan con demasiada frecuencia las acciones del rico insensato. Las causas de los crímenes atroces cometidos por autoridades políticas en muchas áreas del mundo son la codicia, la avaricia y el deseo insaciable de acumular poder a expensas de los ciudadanos ordinarios que viven en extrema pobreza, sin lo imprescindible para vivir. Esas autoridades se han convertido en saqueadores que roban y dilapidan los recursos de las naciones en las que gobiernan. La mayor parte de la riqueza que depositan en otras naciones no beneficia a nadie cuando mueren, debido a las exigencias del secreto bancario. La Iglesia, como oráculo de Dios y voz de Jesucristo, tiene que dirigir la lucha por el arrepentimiento tanto de esas autoridades como de las instituciones bancarias que favorecen esas acciones” 

20Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. 21Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios". 

En la parábola Jesús nos pone de improviso en contacto con nuestro último momento en la tierra. La muerte está al acecho, ¿Qué puede hacer frente a ella toda la riqueza del mundo? ¡Nada! La muerte viene como un ladrón, a robarnos, no los bienes, sino la vida. Cuando muere alguien muy rico la gente se pregunta: “¿Cuánto habrá dejado?” ¡Él no dejó nada! ¡Se lo quitaron! De nada le valió haber acumulado tesoros en la tierra, para la otra vida son totalmente inútiles. 

La enseñanza de Jesús apunta a hacernos ver cuan importante es ser rico, rico a los ojos de Dios. La riqueza a los ojos de Dios es “dar”, “compartir”, en realidad nos llevaremos a la otra vida lo que supimos dar en esta. Según hayamos sabido desprendernos a favor de los más pobres, así será lo que tengamos de riqueza a los ojos de Dios. “Si el rico se aleja egoístamente del hermano, se aleja definitivamente de Dios. Pierde una familia en la tierra y un padre en los cielos” 




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