Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»
Palabra del Señor
49Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
¿Cómo podemos entender esta frase de Jesús? La palabra fuego puede significar muchas cosas. Ya Juan el Bautista hablaba de Jesús bautizando "en el Espíritu Santo y en el fuego" (Lc 3, 16), y también recoge el trigo (los buenos) y "consumirá la paja en el fuego inextinguible" (los malos) (v. 17). Por lo tanto, el fuego, tendría el sentido de purificación o de poner en crisis. Así se separan los buenos de los malos, los que tienen fe de los que no la tienen. El Espíritu Santo, con su irradiación luminosa, clarifica los corazones de las personas y, como nos hace ver la realidad, podemos elegir, hacer opciones de vida. Por eso Jesús trae el fuego, porque quiere quemar lo que no sirve, la "paja". Por eso mismo quisiera que ya esté ardiendo el fuego que trae. Pero todavía no es tiempo del juicio. Todavía podemos decidir, tenemos tiempo, se nos está esperando.
50Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
El final del tiempo de espera comienza con el "bautismo" que Jesús tiene que recibir. No es el mismo bautismo que recibió de manos de Juan, ahora es un bautismo de sangre. Su bautismo es la muerte en la cruz. Su bautismo es recibir sobre sí todo el dolor del mundo. Por eso se siente angustiado, su sufrimiento empieza siendo espiritual. La angustia de Jesús no nace principalmente de ver el sufrimiento físico que se avecina, sino, más bien, de ya ir cargando la cruz de la humanidad y compartir con todos nosotros las angustias de nuestras vidas. Las inseguridades humanas, los sufrimientos del hombre, sus dolores y tristezas… tienen en Jesús una atenta caja de resonancia. El dolor de toda la humanidad empieza sentirse sobre la frágil espalda de Cristo, el siervo sufriente que carga los pecados (y sus consecuencias) de todos nosotros.
51¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
La paz a la cual se refiere Cristo es la paz de los ilusos, de los conciliadores políticos, de los gurúes actuales que proponen "buena onda". Esta paz es solo un espejismo. Es una paz egoísta: no me molestes, no te molesto. Esa paz es acomodaticia, es líquida: todo le viene bien. Lo que Jesús propone es la paz sólida, de grandes convicciones. Esa paz vendrá recién después de su resurrección. Por eso Jesús dice que trae división… porque no podemos andar en componendas, en arreglos diplomáticos, "tirando buena onda", haciéndonos los tontos para que nadie se enoje, acomodándonos a cualquier formato o situación. La división no la provoca el mismo Cristo, sino que es consecuencia de que con su presencia luminosa todos vemos con claridad. Ya no es posible quedarse en los grises que da el anonimato o la semioscuridad; ahora todos podemos vernos tal cual somos, conocer la realidad, ver con los nuestros propios ojos la verdad. Entonces ya no se puede llamar blanco a lo negro, o bueno a lo malo. Eso provoca división. Al poder distinguir, nadie es capaz de engañar a nadie y todos vemos con la claridad de Jesús. Muchos querrán seguir con sus malas acciones y eso se notará con claridad.
52De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: 53el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".
Las consecuencias de esa presencia de Cristo en la vida de los hombres es que podemos decidir qué y cómo queremos ser. Eso lleva a conflictos. Muchos serán conflictos durísimos, porque los que manipulan no toleran la libertad ajena y no quieren perder lo que antes conseguían en el "río revuelto". Ahora, con Cristo, no hay "grises", por lo tanto somos o no somos de Él. Otros conflictos tendrán matices. Sabedores de la verdad tendremos que trabajar por mostrarla a todo el mundo. La realidad es que, sea el conflicto que sea, siempre -los cristianos- obramos con caridad ante los que nos agreden o no nos entienden. Cuando ejercemos violencia, no importa el modo o grado que sea, estamos mostrando que estamos más cerca de la oscuridad que de la luz. Cuando obramos con caridad, mostramos que la luz del Señor nos llena el alma. Así de simple.
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