sábado, 24 de agosto de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?» 
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

“¿vale todo?”

“Reconocer que la salvación es don gratuito para todos; para que, dejándonos transformar por el Espíritu de Dios, nos comprometamos a trabajar por el Reino”

22Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. 23Una persona le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?"

El relato evangélico de hoy nos muestra a Jesús que, como maestro, recorre las ciudades y pueblos en camino a Jerusalén. Jesús no solo vino a dar su vida por nosotros en la Cruz, sino que también nos enseña como debemos llevar nuestra existencia para alcanzar la salvación. La pregunta que le dirige esa persona es la pregunta que muchos se hacen, ¿cuántos serán los salvados? ¿Podrán encontrar salvación todos los seres humanos? Jesús responde, a su manera. 

El respondió: 24"Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. 25En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: 'Señor, ábrenos'. Y él les responderá: 'No sé de dónde son ustedes'.

Las palabras de Jesús se vuelven parábola. Entrar por la puerta estrecha es, literalmente, elegir el camino incómodo, lo no fácil, es tener prudencia en el andar, los espacios de maniobra son limitados y por lo tanto la senda estrecha pide atención al caminante. No cualquiera podrá lograr el cometido. Solo lo harán los prudentes y los que se esmeren en el andar.

De pronto el Señor nos sitúa en el Juicio final. Nos lanza de tal modo al futuro, que nos encontramos en la puerta de entrada a la salvación. La respuesta a nuestros golpes es negativa: “No sé de dónde son ustedes”, no los conozco. Triste desilusión para los que creen que con sus acciones y rezos ya tiene ganado el cielo.

26Entonces comenzarán a decir: 'Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas'.

Las disculpas de siempre. “Estuvimos con vos”, casi como decir “somos de los tuyos”. En este caso la compañía no sirve de nada, estar juntos no es nada si no nos unimos. Hoy la gente vive apiñada en grandes torres de departamentos donde los vecinos no se conocen, donde nadie sabe de la vida de nadie. Saludarnos de vez en cuando no significa ser amigos, compartir el mismo edificio no significa conocernos, menos aún amarnos. 

27Pero él les dirá: 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!'.

El Señor reacciona rápido. No se puede ir con falsedades a su encuentro. Su negativa, más que un rechazo, es una llamada de atención. Hacer “el mal” en este caso más parece significar no hacer el bien. El pecado de omisión, abundante por estos tiempos, quedas al desnudo con la reacción del Salvador. No basta con “estar” también hay que “hacer”.

28Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera.

La imagen, de por sí, ya es gráfica. Quedarse afuera, sobre todo para los que pensaban que era seguro que ellos estaban adentro, tal vez solos, excluyendo a todo el mundo del cielo. Tenemos que tener cuidado de sentirnos salvados, no sea cosa que seamos arrojados afuera.

29Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. 30Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos".



“Y como si eso fuera poco…”. Rematándola, el Señor nos muestra como los de afuera se van a quedar con todo lo que pensábamos era nuestro. Lo que no supimos cuidar no nos pertenece, en cambio, aquellos a quienes despreciábamos, pensando que eran pecadores y alejados de Jesús, parecen ser los más allegados a Él. El versículo 33 nos centra en la manera de pensar de Jesús: no busquen los primeros lugares, sean últimos en la tierra y serán primeros en el cielo. Fácil… solo hay que vivirlo.

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