El joven, ¿Cómo definir a los jóvenes de hoy? Esta es una pregunta interesante, que nos permite hacer un perfil de nuestros muchachos: Son conductores de “la super autopista de la comunicación: Internet”. Son expertos de las nuevas tecnologías. La verdad es que nuestros jóvenes tienen la energía, capacidad y velocidad mental para hacer muchas cosas sin arrugarse la ropa. También vemos en ellos una interesante responsabilidad social. El peligro que veo en esta generación es que tiene un riesgoso afán de buscar la aprobación del grupo, ganarse la admiración, respeto y aceptación de sus más cercanos amigos, aunque con ello contradigan a sus padres.
¿Cómo despertar en ellos el interés hacia las verdades eternas? ¿Cómo mostramos el camino al Señor? En el evangelio según Marcos, vemos a Jesús tratando con un joven de su tiempo, de la cual, con la ayuda de Dios, extraeremos aplicaciones validas para hablar con nuestros adolescentes y jóvenes de hoy.
CITA: Jesús encuentra a un joven (Mc 10, 17-22).
«Cuando salía Jesús al camino, —cuenta el Evangelio de San Marcos— se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno mas que Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo—, y luego sígueme”. Ante estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico» (Mc 10, 17-22)
Jesús tiene palabras de alerta.
Esta narración expresa de manera eficaz la gran atención de Jesús hacia los jóvenes, hacia sus ilusiones, sus esperanzas, y pone de manifiesto su gran deseo de encontrarse personalmente y de dialogar con cada uno. De hecho, Cristo interrumpe su camino para responder a la pregunta de su interlocutor, manifestando una total disponibilidad hacia aquel joven que, movido por un ardiente deseo de hablar con el «Maestro bueno», quiere aprender de Él a recorrer el camino de la vida. Con este pasaje evangélico, mi Predecesor quería invitar a cada uno de vosotros a «desarrollar el propio coloquio con Cristo, un coloquio que es de importancia fundamental y esencial para un joven, para los jóvenes."Pero él al oír estas palabras se fue triste". Cómo se decepcionó al oír las palabras de Cristo: no era lo que esperaba. Poseyendo una gran fortuna, no quiere sacrificarla. Entre la riqueza y Jesús, escoge la riqueza. Rechaza la invitación de seguir al Maestro.
"Se fue entristecido". Se le vio dar la espalda a Jesús y se fue hacia sus bienes. La opción que hizo no lo hace feliz. Está triste porque Dios es la única fuente de felicidad: el que se aleja del Señor para gozar de los bienes de este mundo, sólo cosecha la tristeza.
El joven rechazó la más grande de las gracias que le era ofrecida. Permanece como ejemplo del No dicho a la vocación, el No que se opone a la mirada de amor de Cristo.
No cometió pecado al decir No, sin embargo, por su cobardía, perdió el don tan precioso que se le ofrecía, y perdió la oportunidad de una vida mucho más noble: la participación al gran sacrificio de Cristo por la salvación de los hombres. ERA DEMASIADO RICO
Este joven, como toda la humanidad, necesitaba ser confrontado con la Palabra de Dios. Nuestros jóvenes preguntan muchas veces para mostrar lo que saben, para fijar sus ideas, porque ya tienen su propia respuesta, que consideran correcta. Piden consejos, aunque ya ellos tienen decidido lo que van a ser, buscan ser aprobados por los adultos, algunas veces motivados por la aprobación que ya le dieron sus “amigos”, tan inexpertos como ellos. El joven de este caso quiso mostrar que él ya había hecho todo, que no necesitaba la ayuda de nadie, que era merecedor del cielo.
El propósito de Cristo era mostrar el enfoque correcto: Nuestra mirada no debe estar en una computadora, un celular, ropa o zapatos de moda, ni en caprichos. Nuestra mirada debe estar en los valores, en los principios, en las riquezas eternas, en el costo de la salvación: La cruz, en ella Dios refleja su amor, en la obra de lo que Jesús hizo y hace por nosotros, no en la nuestra.
Jesús muestra a los jóvenes el camino de vida
Los ojos de amor del Señor ahora miran al resto de los que habían presenciado este diálogo. No solo a sus discípulos, su mirada está puesta en toda la humanidad y pronuncia una sentencia
El amor por las cosas materiales, si bien es cierto que había tomado posesión del corazón del joven, también causa destrozos en la vida de los adultos, en ese y en todo los tiempos.
¿Qué está diciendo Jesús a ellos y a nosotros? Nadie puede entrar al cielo si su amor, su adoración y sus deseos están centrados en las posesiones materiales. Es cierto que con el dinero podemos comprar muchas cosas, como dice el comercial de una tarjeta de crédito, pero la riqueza, la prosperidad, jamás puede comprar el derecho a ser salvo, a tener la vida eterna.
Lo mejor que podemos hacer por nuestros jóvenes y por nosotros mismos, es escuchar y creer que Cristo es camino de vida y su sangre nos limpia de todo pecado. Prediquemos la Palabra de Dios a ellos y confiemos que el Espíritu Santo haga el trabajo de darles la fe para que su mirada esté centrada en el lugar correcto, donde está Cristo, autor y consumador de la fe.
La mirada de amor de Cristo también es para todos los tiempos y personas, y Jesús que nos ama quiere darnos el perdón y la salvación, pero también una vida nueva y darnos la herencia de la vida eterna. El camino y la mirada es Cristo, quien también es la verdad y la vida.
Por Cristo somos salvos, por gracia y amor, este es el más hermoso mensaje que escuchamos de Dios. El Señor es vencedor de los imposibles, el Señor declara para nosotros la victoria.
En la narración evangélica, San Marcos subraya como «Jesús se le quedó mirando con cariño» (Mc 10,21). La mirada del Señor es el centro de este especialísimo encuentro y de toda la experiencia cristiana. De hecho lo más importante del cristianismo no es una moral, sino la experiencia de Jesucristo, que nos ama personalmente, seamos jóvenes o ancianos, pobres o ricos; que nos ama incluso cuando le volvemos la espalda
Comentando esta escena, el Papa Juan Pablo II añadía, dirigiéndose a los jóvenes: «¡Deseo que experimentéis una mirada así! ¡Deseo que experimentéis la verdad de que Cristo os mira con amor!» (Carta a los jóvenes, n. 7). Un amor, que se manifiesta en la Cruz de una manera tan plena y total, que san Pablo llegó a escribir con asombro: «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2,20). «La conciencia de que el Padre nos ha amado siempre en su Hijo, de que Cristo ama a cada uno y siempre, —sigue escribiendo el Papa Juan Pablo II—, se convierte en un sólido punto de apoyo para toda nuestra existencia humana» (Carta a los jóvenes, n. 7), y nos hace superar todas las pruebas: el descubrimiento de nuestros pecados, el sufrimiento, la falta de confianza.
En esta mirada de amor se encuentra la fuente de toda la vida cristiana y la razón fundamental de la evangelización: si realmente hemos encontrado a Jesús, ¡no podemos renunciar a dar testimonio de él ante quienes todavía no se han cruzado con su mirada!
Aquí tengo un cofre, y que ponemos en cofre ?..... Y nosotros nos miramos en lo que ponemos, en lo que hay en nuestro cofre. Piensen en dónde está puesta su mirada, que miran, a dónde miran, cuál es su mirada, cómo miran…. (Un ojo con espacio en blanco para que escriban) pónganlo en ese cofre. Si yo pongo mi mirada en las cosas del mundo, en el trabajo, en la familia sin la mirada de Dios, si en mi corazón prioriza otras miradas y no la de Dios difícilmente voy a vivir para mi, para EL, y menos para los demás. Si ponemos nuestra mirada en EL vamos a confiar, EL se ocupara de nuestras cosas, seremos bendecidos…dejamos de mirar y pensar como lo hace el hombre, lo hace el mundo y vamos a pensar y mirar como Dios…
EL, nos invita a compartir su mirada, a tener su mirada, a descubrir mi mirada, por eso debemos preguntarnos: ¿cuáles son las áreas de mi vida que no miran como Dios, que no tienen su mirada? ¿Que tipo de mirada prioriza en mi? Si solamente miro o también veo…. Pues, es el momento de entregárselo para así tener la suya y al fin mirar como EL….
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