martes, 26 de febrero de 2013

La Familia: El plan de Dios para tu familia

                                         


Cuando encontramos a un amigo, lo correcto es preguntarle, primero, cómo está él; y enseguida interesarse por su familia. Sólo cuando escuchamos la respuesta pasamos a hablar de otros asuntos. Esta costumbre nos viene a decir algo que resulta obviamente significativo: para muchos, lo más importante es la familia. Porque, para cualquier persona normal, el círculo de su propia familia es el pequeño mundo en el que vive toda una serie de relaciones decisivas en la vida. 

Por eso, vamos a intentar enterarnos de lo que la Biblia nos dicen sobre este asunto. Porque parece lógico pensar que, si la familia es algo tan importante en la vida de la gente, algo también importante dirá la Biblia sobre ella. 

CITA BIBLICA: Evangelio según San Lucas 2,41-52. (EL PLAN DE DIOS PARA SU FAMILIA) 

Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. 
 “LA FAMILIA: HOGAR, DULCE HOGAR” 

María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. 

En cuanto a un estilo de vida familiar, es hermoso ver como, los integrantes de la familia de Nazareth, asistían todos juntos a las fiestas de peregrinación. Estas sólo eran obligatorias para los hombres (Éx 23, 17), de lo cual se desprende que Jesús y José tenían obligación de asistir; no así la Virgen Madre que, como mujer, no participaba oficialmente en el culto sagrado, aunque pueda regocijarse públicamente durante las fiestas (Ex 15, 20s; Dt 12, 12; Jue 21, 21; 2 Sam 6). De hecho, la esposa está incluso autorizada a dedicarse a las ocupaciones domésticas el día del sábado (Éx 20, 10). Por lo tanto, María podría haberse quedado cómodamente en casa mirando televisión. ¡Cuántas madres hoy se desentienden de sus hijos mandándolos a jugar a la pelota o haciéndolos esclavos del control remoto viendo televisión para que no molesten! ¡Ni qué hablar del estudio del catecismo en el cual los niños, a veces, parecen huérfanos hasta el día de la primera comunión o confirmación! María, aunque no tenía obligación, compartió con su familia esta peregrinación a Jerusalén. 

“Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. 

Aunque la voz cantante la lleva María, la búsqueda se hace entre ambos, papá y mamá “te buscábamos angustiados”. Si reconocemos que Jesús es “Dios con nosotros”, que su realidad es ser verdadero Dios y verdadero hombre; podemos tomar, forzando un poco el texto, que la búsqueda no sólo es del hijo, sino también del Hijo. Detrás de la humanidad de Jesús también se esconde su divinidad. La búsqueda de los padres de Jesús es la búsqueda de los padres de hoy. En el hijo que crío, educo y ayudo a vivir, en él está presente Dios. Buscar lo mejor para un hijo es buscar a Dios. La Iglesia nos enseña que “Familia que reza unida, permanece unida y la bendice Dios”. La vida de la familia cristiana, no es sólo un servicio a la humanidad de nuestros hijos, sino también a la divinidad que en ellos existe por ser “imagen de semejanza” de Dios. La búsqueda del hijo tiene que ser integral, valorar sus aspectos humanos y exaltar sus aspectos divinos. Lo espiritual necesita también una “búsqueda angustiada”. Al lado de los padres “billetera”, que solo se preocupan por abastecer de bienes materiales y no de afecto a su prole, podríamos ubicar a los padres “Fariseos” que como dice Jesús: “Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo” (Mt 23, 4). Son los padres que obligan a sus hijos a ir a misa, pero ellos no van; los mandan a catecismo, pero ellos ni siquiera leen la Biblia; los obligan a rezar y ellos ni por casualidad hacen una oración; les insisten en ser buenos con sus hermanos pero ellos no dudan en pelearse a gritos delante de sus asustados descendientes, etc. Entre padres “billetera” y padres “Fariseos”, los hijos se van haciendo grandes sin afecto, sin espiritualidad. Así no se puede ir “creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2, 52). 

¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? Él regresó con sus padres a Nazareth y vivía sujeto a ellos. 

Con pocas palabras el adolescente Jesús está cortando muchos vínculos. Sabe este joven que ahora las cosas van cambiando. Estas son las primeras palabras que pronuncia Jesús en el evangelio de Lucas y muestran la profunda conciencia que tenía de sí mismo y de su misión. Como tus hijos, el adolescente Jesús quiere tomar su propio camino, su clara conciencia le lleva a seguir la propia estrella. 

Cuando nuestros hijos empiezan a crecer, los síntomas de la adolescencia se manifiestan con claridad. Muchas son las veces que los desacuerdos entre la autoridad familiar y la libertad personal recién llegada provocarán enfrentamientos entre las dos partes. No pocas te vas a quedar con la boca abierta, como María y José, que “no entendieron lo que les decía” (Lc 2, 50). Ante las divisiones ambas partes deberán asumir que las cosas ya no son como antes, pero que al mismo tiempo siguen el mismo rumbo (cf. Lc 2, 50-51). 

Para la solución acertada de los conflictos familiares tal vez nos sirvan los “cinco elementos de la reconciliación” que William Zartman aplica a los procesos de reconciliación social: 

1. Reconocimiento: para lograr la dicha familiar no basta solamente alejarse del conflicto, sino que es necesario que las partes se acepten tal cual son. Habrá que reconocer la dignidad de cada uno, las heridas que las actitudes de cada parte producen sobre las otras y la responsabilidad que a cada uno le cabe. Reconocernos es valorarnos distintos, con valores diferentes y complementarios, con opciones de vida individual que deben tomarse de un modo personal, con responsabilidades de unos sobre otros. 

2. Eliminación del daño: a veces pretendemos que las cosas cambien sin hacer lo necesario para que esto sea así. Para mantener un clima de armonía es necesario, no sólo perdonar, sino sobre todo pedir perdón. Aceptar que me equivoqué, y pedir disculpas por ello, ayuda más que echarse la culpa mutuamente por las cosas que pasan. El que pide perdón, se compromete, por ese solo acto, a no repetir el hecho dañino o la actitud negativa, y acepta también que, en justicia, debe resarcir a quienes ha dañado. El que perdona, reconoce que el amor puede más que la venganza y que, lo que no se puede arreglar, muchas veces se supera cancelando el recuerdo de los sufrimientos pasados. 

3. Nuevas actitudes: todo conflicto supone la existencia de actitudes negativas entre las partes. Eliminar el daño, es la primera etapa para producir un cambio. Pero limpiar la casa y no habitarla puede provocar que, en vez de tener un demonio, ahora haya siete peores (cf. Lc 11, 24-26). Las cosas no se arreglan con sólo perdonarnos, hay que cambiar de vida, de actitudes, de modo de tratarnos. Sólo así, interpretaremos los nuevos acontecimientos familiares bajo una luz diferente a la de las antiguas sospechas, y pensaremos conjuntamente de forma creativa. 

4. Un proyecto común: esto significa trabajar conjuntamente, colaborar en un destino compartido, de tal modo que cada parte no puede ser feliz sin contar con los demás. Es importantísimo que todos los miembros de la familia se asuman como partícipes y artífices de la misma. Compartir el diálogo sobre los problemas y alegrías de la casa, compartir juegos y recreaciones en conjunto, sorprendernos mutuamente en las fechas festivas familiares, ayudará a unir los lazos fraternos en un proyecto común. 

5. Mecanismos para la resolución de conflictos: es conveniente que en toda familia existan ciertos mecanismos tendientes a resolver los conflictos de la misma. De hecho, en el ámbito religioso (elaborados litúrgicamente como: sacramentos de reconciliación –confesión, unción de los enfermos-, ritos penitenciales, o tiempos preparatorios para fiestas –adviento, cuaresma-, etc.), la Iglesia católica nos ha brindado estos mecanismos entendiendo que, por la condición humana, aunque los conflictos de hoy se solucionen, otros nos sobrevienen. Quizás convengan reuniones familiares periódicas, o de progenitores con sus hijos (las famosas charlas de madre a hija o de padre a hijo), para que, actuando estas como mecanismos para la resolución de conflictos, provean a la familia de un medio adecuado que logre la armonía hogareña. 
La célula de la sociedad es la familia. Esta generación de principios del siglo 21 está siendo testigo de la muerte de la familia. 
Hay muchas evidencias alrededor de nosotros que nos advierten que la familia se está muriendo
Esas evidencias van marchando descaradamente en un desfile ante nuestros ojos: divorcios, la liberación sexual, esterilización, violencia intrafamiliar, infidelidad, homosexualidad, la liberación femenina, los derechos de los niños, el amor libre, el matrimonio de homosexuales, etc. 
Estamos viendo la formación de la soga que ahorcará a la familia, y estamos viendo que se está cavando su tumba y la mayoría de nosotros parece que lo aprobamos y estamos contentos. 
Si la familia llegara a desaparecer; ¿Quién va a criar a los hijos? ¿Quién los enseñará a socializar? ¿Quién enseñará los valores morales? 
Dr. Armand Nicolai de la Escuela de Medicina de Harvard dice: El incremento de madres solteras que trabajan fuera de casa, el cambio constante de lugar de residencia, el dominio de la televisión en la casa, la ausencia de control de la sociedad, la confusión moral de la sociedad, la falta de comunicación en la familia, y el divorcio; están haciendo familias incapacitadas, desintegradas, con enfermedades emocionales. 
En la próxima generación, el 95% de las camas en los hospitales serán ocupadas por personas con enfermedades mentales, habrá más asesinatos de personas que están en autoridad, la violencia intrafamiliar aumentará, incluyendo asesinato intrafamiliar y suicidio. 
Sociólogos, psicólogos y consejeros familiares están intentando detener la caída de la familia por medio de libros, cursos para padres en las escuelas, sermones en las iglesias, seminario para matrimonios, pero hasta ahora no lo han logrado, y han declarado a la familia como una especie en peligro de extinción. 
Hace 30 años, un matrimonio de 500 se divorciaba, (entre los cristianos), ahora las estadísticas son, 1 de dos matrimonios se divorcia, exactamente igual que los incrédulos. 
La familia es una institución de Dios para alcanzar la plenitud de las personas y criar a los hijos saludablemente; es donde podemos tener intimidad, gozo, amor, confianza, seguridad; donde aprendemos a socializar, y construimos nuestros valores morales. 

Pensemos en un árbol, en un gran árbol, múltiples ramos que se dio a partir de una semilla, con diversas formas de vida, solitaria o comunitaria que se desarrollan para el progreso de sus miembros y para el bien de todos. Cada uno a su manera, vivió, vive entregado a…. Por eso la familia como a ejemplo del árbol para el bien común de sus miembros y de la sociedad, implica una diversidad de responsabilidades, de derecho y de deberes, su fin es el bien de los esposos y la transmisión de la vida, fidelidad y fecundidad. Esa tierra debe cultivarse, avivarse para que crezca aquel cuerpo de la nueva familia que va a ayudar a ordenar la sociedad. 

Cuenta un relato que: 

EN EL INTERIOR 

Martín acababa de recibirse de médico. Su padre ejercía la misma profesión y su sueño era que su hijo trabaje a su lado, aprendiendo de su experiencia. Su madre había preparado una gran fiesta en la que no faltaba nadie, amigos, familiares, vecinos... Todo estaba muy bien, pero Martín tenía otros planes. Él había encontrado su misión: ir al interior, a un pueblo olvidado donde no había asistencia médica. 

Brindis, música, risas, halagos... Martín no sabía cómo dar la noticia. En un momento, su padre, orgulloso, le entregó la llave de su consultorio. Martín tomó coraje y les comunicó su decisión. 

Sus padres no comprendieron y trataron de disuadirlo, pero Martín permaneció firme en su elección. 

Pasó mucho tiempo, Martín en el interior tuvo que enfrentar muchas dificultades. En algún momento pensó que hubiese sido más simple trabajar con sus padres y tener un futuro asegurado, pero la realidad le mostraba que era allí donde lo necesitaban y eso lo hacía feliz. 

Un día llegó la noticia de que Martín se encontraba muy enfermo. Sus padres conmovidos decidieron ir a verlo. Entre lágrimas y alegrías se encontraron y se abrazaron. Grande fue la sorpresa cuando vieron la obra de su hijo, con qué vocación de servicio atendía, cómo lo querían y lo apreciaban los lugareños. Vieron también las necesidades que pasaba, lo solo que muchas veces se encontraba, aún así, lo vieron feliz. 

Ahora comprendieron. Su padre dejó su orgullo herido de lado y decidió acompañar y compartir el trabajo de su hijo a pesar de la distancia. 

Todo cambió. Desde ese momento, cada uno, desde su lugar, enriqueció al otro intercambiando consultas y experiencias. Se sintieron felices al estrechar sus lazos. 

1. Reconstruimos el relato. 

2. ¿Cuáles son las expectativas que tenemos con respecto a los que nos rodean? ¿Nos gusta tomar decisiones por los demás? 

3. ¿Nos ha tocado renunciar a algo muy importante por ver feliz al otro? ¿Nos cuesta aceptar al otro tal cual es? 

4. ¿Nos sentimos imprescindibles y necesarios? ¿Reconocemos que tenemos necesidad de los demás? 

5. ¿Hemos descubierto cuál es nuestra misión? ¿A qué tenemos que renunciar para cumplirla? 

6. ¿Aceptamos la de los demás? ¿Ponemos algún obstáculo en la realización de la misión de los demás? 

7. ¿Cómo lograron Martín y su padre fortalecer la unidad? ¿Y nosotros? 

Ahora me pregunto: ¿Se puede salvar la familia? ¿Se debe salvar la familia? ¿Vale la pena luchar por la familia? Si la respuesta a estas preguntas es “Sí” entonces la siguiente pregunta es: ¿Cómo? = En Dios, en su Palabra, aplicando los principios para su matrimonio que se encuentran aquí. 
Este culto pagano tenía Pablo en mente cuando escribió: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución, antes bien, sed llenos del Espíritu”
Ser llenos del Espíritu significa tener nuestra alma inmersa y dominada por la Palabra de Dios. 
Col. 3:16 “La Palabra de Cristo more en abundancia en vosotros” 
Si ustedes saben la Palabra de Dios y la obedecen, entonces van a ser controlados por el Espíritu Santo, que es el autor de esta palabra. 
Y cuando tengan miedo, preocupación y culpa, no corran a la vinatería, mejor recurran a la Biblia y sean llenos del Espíritu Santo. 
Ef. 5:19 “Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” 
v. 20 “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” 
Aquí se describe a una persona positiva, contenta, alegre, feliz, agradecida, quiero decirles algo… es muy difícil pelear con una persona así. Es muy agradable vivir con una persona así, el esposo anhelará llegar a casa lo más pronto posible. 
Una persona llena del Espíritu tiene amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre y templanza. Aunque Dorly quiera pelear no va a encontrar con quien. 
v.21 “Someteos unos a otros en el temor de Dios” 
En este versículo, “someteos” no es para la esposa ni para los hijos como en otros. En griego es la palabra “hupotasso” = es un término militar, y significa: ponte en un rango menor a los demás. Es decir, deben tener una actitud humilde. 
Tampoco es un versículo aislado sino que es un principio básico del cristianismo: 
En Juan 13 cuando Jesús terminó de lavar los pies a los discípulos les dijo: “Quiero que se amen unos a otros como yo los he amado” ¿y cómo los amó? Hupotasso, bajó su rango a tal grado que le lavó los pies a los egoístas que se peleaban por ser el líder cuando Jesucristo muriera. 
Filip. 2:3 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” 
¿Esposos que pasaría si esta actitud impera en su matrimonio? = la felicidad. Si tanto el esposo como la esposa se someten uno al otro, entonces ¿quién estará a cargo, nadie? 
Dios designó un líder en el matrimonio. 
1 Cor 11:3 “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” 
El esposo es el líder en el matrimonio, para cuidar y proteger a la esposa e hijos, para educar y enseñar la Palabra de Dios. 
Cuando les digo que tanto Gabriel y Dorly deben someterse uno al otro; eso no quiere decir que Gabriel renuncie a su liderazgo, sino que lo debe ejercer, PARA SERVIR, exactamente como Cristo, que se sacrificó hasta dar su vida por su esposa. 
En este versículo, 1 Cor 11:3 “Dios es la cabeza de Cristo” ¿Dios es superior a Cristo? No. ¿Dios tiene una esencia diferente a la de Cristo? No. ¿Dios y Cristo son uno? Sí. 
Todo esto quiere decir que Cristo como redentor se sometió a la autoridad del Padre; no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, y se humilló hasta lo sumo, no actuó con egoísmo, vino a morir en la cruz para salvarnos del infierno; El Rey se convirtió en siervo, El rico se hizo pobre, El autor de la vida aceptó la muerte para salvarnos. Esta es la actitud del verdadero líder. 
Gal 3:26 “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” 
v. 27 “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” 
v.28 “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” 
Espiritualmente todos somos iguales delante de Dios, pero a cada uno de nosotros nos ha designado un rol en la vida el rol del esposo es el de líder. 
¿Pero qué está sucediendo en nuestra sociedad? Exactamente todo lo contrario. 
Por todos lados se ve egoísmo, “voy a estar contigo mientras me des lo que quiero; y cuando ya no puedas darme, adiós, a ver quién te cuida porque yo no” ¿y los votos del matrimonio? “cuidarte ahora sano ahora enfermo”…“Eso ya está pasado de moda, ahora estamos en tiempos modernos “úselo y deséchelo” 
¿Cuál es el secreto para tener un matrimonio de éxito, y para toda la vida? 
No depende de cuántas veces le lleves flores, ni cuántas veces la lleves a cenar a un restaurant, depende de qué tan comprometido estés a obedecer al Espíritu de Dios. Que la Palabra de Dios influya en tu matrimonio y no el mundo. 
Cuando vengan las dificultades, porque van a venir; cuando haya malos entendidos, porque va a haber, ¿cuál va a ser su actitud? ¿Van a dar gracias a Dios en todo, o van a quejarse, amargarse y a culparse uno a otro? 
¿Van a estar con gozo unidos a enfrentar la dificultad o van a estar refunfuñando; en otras palabras, van a aceptar la voluntad de Dios o van a desanimarse, y hasta rebelarse contra Dios. 
La razón por la que los matrimonios fracasan es porque no toman en cuenta a Dios para su matrimonio, influye la corriente de este mundo y los deseos perversos de su corazón.

Por eso, para tener una familia a ejemplo de Nazaret (cita) debemos preguntarnos: 

1. ¿Cómo está constituida mi familia? 

2. ¿Qué cosas hacemos en familia? ¿Cómo las vivimos? 

3. ¿De qué manera influyen las dificultades en la unidad de la familia? ¿Nos fortalecen o nos dividen? Contemos situaciones. 

4. Los padres, ¿cómo reprendemos a nuestros hijos? Los hijos, ¿tenemos en cuenta a nuestros padres al tomar decisiones? 

5. ¿Somos obedientes? ¿Por qué obedecemos? ¿A quiénes obedecemos? 

6. ¿Somos capaces de dejar de lado nuestros egoísmos e intereses personales para cumplir la voluntad de Dios? 

7. En nuestras vidas, ¿colocamos a Dios en primer lugar? ¿Qué consecuencias trae a nuestra familia el colocar a Dios en primer lugar? 

                                                         ORACIÓN POR LA FAMILIA 


Que ninguna familia comience en cualquier de repente,
Que ninguna familia se acabe por falta de amor.
La pareja sea el uno en el otro de cuerpo y de mente
y que nada en el mundo separe un hogar soñador. 


Que ninguna familia se albergue debajo del puente 
y que nadie interfiera en la vida y en la paz de los dos. 
Y que nadie los haga vivir sin ningún horizonte 
y que puedan vivir sin temer lo que venga después. 


La familia comience sabiendo por qué y donde va 
y que el hombre retrate la gracia de ser un papá. 
La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor 
y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor. 


Bendecid oh Señor las familias, Amén. 
Que marido y mujer tengan fuerza de amar sin medida 
y que nadie se vaya a dormir sin buscar el perdón. 
Que en la cuna los niños aprendan el don de la vida, 
la familia celebre el milagro del beso y del pan. 
Que marido y mujer de rodillas contemplen sus hijos, 
que por ellos encuentren la fuerza de continuar. 


Y que en su firmamento la estrella que tenga más brillo 
pueda ser la esperanza de paz y certeza de amar. 
La familia comience sabiendo por qué y donde va 
y que el hombre retrate la gracia de ser un papá. 
La mujer sea cielo y ternura y afecto y calor 
y los hijos conozcan la fuerza que tiene el amor. 


Bendecid oh Señor las familias, Amen.

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