martes, 23 de diciembre de 2014

FELIZ NOCHE BUENA Y FELIZ NAVIDAD!!!!



Esta Nochebuena y esta Navidad deseo, que todos sean bendecidos por el nacimiento del niño Jesús y que Dios ilumine los corazones de todos mis amigos, a toda la humanidad para que puedan pasar felices con sus familias.”

“Este 24 será una noche hermosa adornada por millones de estrellas y por el nacimiento de un niño salvador que va a enamorar a cualquiera.


domingo, 14 de diciembre de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


): Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28.

“ HUBO UN HOMBRE, ENVIADO POR DIOS: SE LLAMABA JUAN”

“Redescubrir la celebración de la venida de Jesús como el tiempo oportuno para hacer vida la Verdad que nos hace libres”.

Vv. 6-8: La primera cosa que nos marca la Palabra de Dios es que Juan fue “enviado”, y fue enviado para dar “testimonio”. Podríamos decir que Juan era un “ángel”, un mensajero celestial, que vino con una tarea específica: la de testimoniar la presencia de la luz a los hombres cegados por sus pecados. A la manera de un oculista, Juan desarrolla su tarea haciendo abrir los ojos a los ciegos y a los que no quieren ver. Por eso el evangelio escrito por San Juan resalta que “él no era la Luz, sino el testigo de la luz”.

Vv 19-23: Una sola pregunta. “¿Quién eres tú?”. Las aclaraciones: “no soy el Mesías”, “no soy el Profeta”. La definición “soy una voz que grita en el desierto”. El testigo de la Luz testimonia predicando, gritando que hay que hacer llano el camino de Dios en nosotros. Juan puede responder adecuadamente a la pregunta, tiene autoconciencia, sabe quién es. Si lo llevamos a un plano personal, nosotros también debemos responder a esa pregunta: “¡Quién eres tú?”. Mucha gente empieza respondiendo como Juan: “No soy esto, o aquello”. La definición por vía negativa implica siempre una comparación: el adolescente se compara con su padre o madre y dice: “No quiero ser como mi papá o mi mamá”, con lo cual está entrando en la definición “negativa”. ¿Es útil definirse de ese modo? ¿No será peligroso ya que puede llevarnos a la oposición o desprecio de los demás?

Definirse en negativo es necesario, no es lo único necesario, ya que si me defino “por lo que no soy” tengo que definirme también por “lo que soy”. Son definiciones complementarias. Decir “no soy esto” es poner límites, tomar distancia, individualizarse, salir del rebaño. Decir no soy así es mostrar, como si fuera una sombra, que soy de otro modo. Cuando nos definimos por lo que no somos estamos haciendo una especie de “teatro de sombras” alcanzamos a vislumbrar, por contraste, lo que somos, pero no de manera perfecta. Si digo “no soy vengativo” estoy diciendo, también que puedo llegar a perdonar, o quizá que me olvido de lo que me hacen sin perdonar conscientemente. No es lo mismo decir “no soy vengativo” a decir “perdono a los que me hieren”.

Juan se define diciendo: “No soy esto o aquello”, pero también dice: “soy Una voz que grita en el desierto”. A la definición negativa le sigue la positiva. No soy esto pero soy aquello, no me comporto así, me comporto de este modo. Siguiendo el ejemplo anterior, puedo decir “no soy vengativo” pero tal vez no pueda decir “perdono las ofensas que me hacen”. Que no sea vengativo no quiere decir que siempre perdone, tal vez me olvido o no me llega la ofensa que me hacen y eso no es perdonar es, llanamente, olvidar o no sentir dolor por el mal que recibo (ya que no me importa).

Para que una definición en positivo nos muestre la vocación a la que hemos sido llamados, debe estar formulada como lo hace Juan: “soy una voz que grita en el desierto”. El “que” es esencial. Por ejemplo: si una persona se define diciendo “soy un cristiano”, o “soy una persona buena” o “soy un creyente” eso no significa que pueda tener vocación para algo… solo significa que es un cristiano (ni bueno, ni malo), que es una persona buena (que tal vez no hace nada malo), y que es “un creyente” (también, como el cristiano, puede ser bueno o malo). Pero cuando una persona dice “soy un cristiano que ayuda a los pobres”, “soy una persona buena que es misericordiosa”, “soy un creyente que predica la palabra de Dios”… está mostrando, al igual que Juan el Bautista, cual es su vocación concreta y particular.

Vv. 25-28: Ante esta pregunta Juan especifica algo que tiene que ver con su misión de ser una voz que grita en el desierto… él no es la luz, muestra, indica a dónde está la luz. Su tarea es funcional, práctica, ser el “dedo índice”, el que indica a dónde mirar. Por eso dice con tanta seguridad. “En medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen” (v. 26). Juan ha discernido con seguridad cuál es su vocación, la llamada que Dios le hizo y la vive con integridad, con plenitud. No asume ser lo que no es. Se define negativa y positivamente, y muestra que tiene bien en claro cual es su tarea en este mundo.
Ante todo esto nosotros, debemos dejar que Dios nos pregunte “quién eres tú”, y definirnos por lo que “no somos” y por lo “que somos”. En esta última definición recordemos que no basta decir “soy esto o aquello”, sino que es conveniente –como lo hizo Juan el Bautista- especificar “soy esto ‘que’ hace tal cosa”. Así se marcará la dimensión vocacional, la llamada, el sentido de nuestra vida en este mundo. Entonces podremos, como Juan, ser realmente útiles a la misión que Dios nos encomendó en este mundo.

domingo, 28 de septiembre de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Del santo Evangelio según san Mateo 21, 28-32

«Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. Y él respondió: No quiero, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: Voy, Señor, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él. 

“QUE TU SÍ SEA SÍ”

“Recuperar el andar por los caminos del Señor diciéndole SÍ día a día; para que, con la fuerza del Espíritu, lleguemos a la meta”.

Las tres parábolas de Mt 21, 28 – 22, 14 muestran que el primer evangelio acentúa mucho más que los otros sinópticos el rechazo de Israel. La primera de esas parábolas describe una escena familiar: al pedido del padre, un hijo responde no quiero, pero luego reflexiona, se arrepiente y cumple; al otro le falta valor para decir "no" y acepta una orden que en su interior no piensa cumplir.

En el contexto de las controversias que empezaron con la pregunta de los sumos sacerdotes y los escribas sobre la autoridad de Jesús (21, 23–27), los dos hijos representan sin duda a dos grupos bien definidos: por un lado, los judíos piadosos, que dicen y no hacen, como lo aclara el reproche que Jesús dirige más tarde a los escribas y fariseos (23, 3); por el otro, los publicanos y prostitutas, que por su fe en Jesús estaban más cerca de la verdadera justicia. Los judíos, que honran a Dios con los labios pero su corazón está lejos de él (Is 29, 13 citado en Mt 15, 8), son suplantados por un pueblo que produce fruto a su debido tiempo (21, 41).

La parábola no comienza con la fórmula habitual (el Reino de los Cielos se parece, 13, 24. 31. 33. 44. 45. 47), pero en el v. 31 se encuentra la expresión Reino de Dios (y no Reino de los Cielos, que es la forma característica de Mateo).

El v. 32 no pertenecía originariamente a la parábola, pero se une naturalmente a ella en razón de su contenido. El texto establece un paralelismo tácito entre Jesús y Juan el Bautista, y hace notar que la situación descrita en la parábola de los dos hijos ya estaba presente en tiempos de Juan. Juan vino por el camino de la justicia, pero los jefes del pueblo, que son ahora los adversarios de Jesús, no escucharon su llamado a la conversión. En cambio, los recaudadores de impuestos y las prostitutas creyeron en él y por eso llegan antes que ellos al reino de Dios (v. 31).

viernes, 22 de agosto de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
– «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron:
– «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les preguntó:
– «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
– «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Palabra del Señor

“un lugar para todos”

“Redescubrir nuestra misión como cristianos; para que, fortalecidos en la fe, la esperanza y el amor, pongamos nuestros dones al servicio de nuestros hermanos”.

.La Palabra de hoy nos habla de la profesión de fe de Pedro. Y Jesús le dice: “¡Feliz de ti, Simón!”, porque hasta ese momento era Simón, y después Jesús le cambió el nombre y le puso Pedro, que significa piedra. En realidad, Jesús lo dijo en arameo, por eso san Pablo, en la carta a los gálatas, capítulo 2, versículos 11 y 14, hablará de Simón Pedro como “Cefas”, piedra en arameo. 

Podemos dividir en dos partes el Evangelio. En primero lugar, la pregunta que hace Jesús: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y los discípulos le dicen que la gente piensa que es Juan el Bautista... ¿Por qué pensaba la gente que Él era Juan el Bautista que había resucitado? Porque Herodes, que lo había hecho matar a Juan -en el baile de Salomé, ella le pide en una bandeja la cabeza de Juan y lo matan por la borrachera de este hombre-, pensaba, cuando escuchó hablar de Jesús, que era Juan que había resucitado, como la venganza de Dios que viene a cobrar cuentas por lo malo que él hizo. 

Algunos dicen que sos Elías... Elías fue elevado al cielo en un carro de fuego, Dios no permitió que muriera, era un gran profeta con mucho poder, que frenó dentro del pueblo de Israel la entrada de las otras religiones que traían las mujeres de los reyes. Jezabel había traído una religión y Elías se opuso a ella y tuvo que huir al desierto, donde resucitó al hijo de esa mujer que se había quedado viuda y que le había convidado el pancito en el desierto, que le duró tres años y medio y mientras duró la sequía ese pancito en ese carro que había hecho el milagro Elías. La gente pensaba que Elías iba a volver antes de que llegara el Mesías. Si Jesús estaba acá y era Elías, ya vendría el Mesías. 

Y, por último, Mateo es el único quien pone que también piensan que es Jeremías. Jeremías es el gran profeta del sufrimiento, del dolor. Mateo lo pone a propósito porque Jesús, inmediatamente después de esto, empieza a hablar de la cruz y de cómo tiene que sufrir, de cómo va a ser condenado a muerte, cómo va a ser crucificado. 

Pero, como sabemos nosotros, ninguna de estas tres versiones es real. Jesús es un profeta, pero es mucho más que un profeta. Jesús es un enviado de Dios, pero es mucho más que un enviado de Dios. Jesús es aquel que viene a mostrar el fin de los tiempos, pero es mucho más que ese fin de los tiempos. 

Por eso, Jesús, ahora, dirigiéndose a su pequeño auditorio, a sus fieles discípulos, a quienes lo siguen, les dice, mirándolos a la cara: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Llegó la hora de la verdad. ¿Quién es Jesús para nosotros? Simón, como siempre, se adelanta al grupo y dice: “Señor, tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, lo dice con una fe, un convencimiento, una fuerza, que Jesús se alegra inmediatamente cuando descubre en Simón esa capacidad de expresar tan concretamente la fe que tienen que tener todos. Y Mateo a propósito lo pone acá. Eso que ya venía siendo guardado a través de varios años por la comunidad, Mateo lo pone con fuerza para que todo el que lea su Evangelio capte estas palabras tan fuertes: el qué dice la gente y cómo piensa, y cómo debe pensar la comunidad. No me importa lo que digan los demás de Jesús, digo lo que yo sé que es: el Mesías, el Ungido, el Cristo, el Salvador. Después de los milagros, sos el verdadero Dios, el verdadero hombre que has venido a salvarnos, a darnos vida para siempre. No podemos esperar a otro, sos Vos el que nos salva. Y es ahí donde Jesús le dice: Feliz de ti Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha dicho ni la carne ni la sangre, no te lo dice el hombre, no te lo enseñaron los libros, no te lo transmitió un gurú, un sabio, un gran intelectual. Esto te lo ha dicho mi Padre que está en el cielo y con la fuerza del Espíritu, que gime dentro tuyo, has podido decir estas palabras. Por eso, yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Dos veces utiliza Mateo la palabra Iglesia en lugares importantísimos. Iglesia significa asamblea, congregación de los santos, juntarse. Por eso, al templo le decimos “la iglesia”, porque nos juntamos en ella, es un templo de piedra. Sí, en cualquier lado está Él, es verdad, pero necesitamos la piedra que haga de base y no solamente de base, la roca firme. Recordemos la parábola de ese que construye sobre arena y se le cayó la casa; y ese que construye sobre roca y como tiene el cimiento firme, la casa no cae, se vuelve rígida (ver Mt 7, 24-27). Pero la roca firme no solamente es el cimiento firme, sino también la montaña de piedra que, en el tiempo de Jesús, era cavada por los pastores para hacer refugio donde se guarnecieran de las tormentas, de las inclemencias del tiempo, de las lluvias, de las tormentas con rayos, cuando hacía mucho calor se refugiaban en las cuevas de piedra para descansar. Son los graneros que tienen en los Valles Calchaquíes, los incas, cavados en la montaña. Eso también es roca, eso es Cefas, es la roca cavada que se convierte en algo que protege, que cuida la vida y que es fuerte, que impide que la vida muera. No sólo es un buen cimiento, es una casa protectora, es un lugar donde Dios te está cuidando, es el pesebre donde Dios te está protegiendo, es el lugar donde Dios te cobija para que te sientas bien, eso es el Templo. Y la responsabilidad: te doy las llaves para que abras la puerta y seas el mayordomo de la Casa de Dios. Porque este templo material es la casa de piedra, es la casa de todos, donde todos nos sentimos seguros y que representa la Iglesia, que es al mismo tiempo padre y madre de todos y que es la casa de piedra donde nos sentimos seguros, donde tenemos nuestros cimientos en la fe, pero también tenemos nuestro cobijo en esa cueva de piedra firme y fuerte que nos ayuda en la intemperie y en las inseguridades. 

Por eso, hoy, le pidamos al Señor que nos permita tener esta fe que tuvo Simón Pedro, una fe firme, fuerte, que crezca en mí y que ojalá yo la pueda tener y pueda vivir con ella para ser casa de piedra en mi casa, en mi hogar, con mi familia, con mi gente y pueda cobijarlos en sus inseguridades, en sus temores, en sus problemas, en sus dificultades y pueda ser el cimiento firme para que no haya terremoto, para que no haya problemas, para que no haya algo que haga temblar a mi casa y si pasara eso, esté yo para mantenerla firme y equilibrada. Pero al mismo tiempo, le pidamos ahora en nuestra oración al Señor por nuestra Iglesia, la casa de todos, para que sea una Iglesia que acepte a todos y que nosotros, bautizados, que somos templo del Espíritu, piedras vivas (como dice Pedro en su primera carta, capítulo 2, versículo 5), seamos el cobijo, seamos el afecto de Dios para el hermano que sufre, seamos el cuidado para el desvalido, seamos el estar presente para aquel que no tiene en dónde apoyarse.

viernes, 15 de agosto de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Mateo 15: 21 - 28


21Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón.22En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.»23Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.»24Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»25Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»26El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»27«Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»28Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.
Mujer, qué grande es tu fe
Mujer, qué grande es tu fe

Meditación del Papa

La lectura del Evangelio comienza con los detalles sobre la región que Jesús iba a visitar: Tiro y Sidón, el noroeste de Galilea, tierra pagana. Y es aquí donde se encuentra con una mujer cananea, que se dirige a Él para pedirle que cure a su hija atormentada por un demonio. Ya en esta petición, se puede observar un inicio del camino de la fe, que en el diálogo con el divino Maestro crece y se refuerza. La mujer no tiene miedo de gritarle a Jesús "Piedad de mí", una expresión que aparece en los Salmos, lo llama "Señor" e "Hijo de David", manifestando así una firme esperanza de ser escuchada. ¿Cuál es la actitud del Señor frente al grito de dolor de una mujer pagana? Puede parecer desconcertante el silencio de Jesús, tanto que suscita la intervención de los discípulos, pero no se trata de poca sensibilidad al dolor de aquella mujer. San Agustín comenta sobre esto: "Cristo se mostraba indiferente hacia ella, no para negarle la misericordia sino para hacer crecer el deseo". Benedicto XVI, 16 de agosto de 2011.

Reflexión

Cuántas angustias y necesidades experimentamos en la vida. El dolor nos visita, los problemas abundan, las tristezas nos sofocan. ¡Ten compasión de mí, Señor! Es el grito del alma a un Dios que siente lejano.

Sin duda, buscamos una respuesta inmediata. Y nos desalentamos si no llega. ¡Cuántas veces pedimos y, quizás, sin resultado! ¿Por qué Dios no nos escucha?

Nos desconcertamos, llegamos a dudar de Dios y hasta nos desesperamos. ¿No será que Dios nos pone a prueba? ¿Hasta cuánto resiste nuestra fe?

Espera un poco. Insiste. Dios permite esa angustia para purificar tu intención, para que sigas creyendo en Él aunque no te atienda a la primera. La mujer cananea del evangelio seguía a Jesús gritando. Los discípulos perdieron la paciencia y obligaron a Jesús a detenerse para atenderla. Nos sorprende la primera reacción deCristo. 
¿Acaso no se conmovió su Corazón, lleno de misericordia? Desde luego que sí. Pero prefirió esperar y ver hasta qué punto la mujer confiaba en Él. Como su fe era grande, Jesús le dijo finalmente: "que se cumpla lo que deseas".

Propósito
En las dificultades de este día, hacer un acto de fe y pedir con confianza la ayuda de Dios. 

Diálogo con Cristo 
Señor, sólo con la fe, la humildad, la confianza y la perseverancia en nuestra oración, a pesar de todas lasdificultades –como la mujer cananea– es como penetramos hasta el corazón de Dios y sólo así es como escuchas nuestras plegarias.

viernes, 1 de agosto de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Lectura del santo evangelio según san Mateo (14, 13-21):

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.

Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: - «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»

Ellos le replicaron: - «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: - «Traédmelos.»

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tornando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Palabra del Señor


“DENLES DE COMER USTEDES MISMOS”


“Aprender de Jesús a compartir los pocos bienes que tenemos con nuestros hermanos; para que, entre todos, construyamos una comunidad más solidaria y próspera”

El Evangelio dice: Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. ¿Por qué se aleja a estar a solas, Jesús? Porque se siente mal, porque acaban de asesinar a Juan el Bautista. Pierde, por muerte violenta, a un familiar querido y, es más, “si este, que era mi precursor, terminó muerto, asesinado, ¿qué no van a hacer conmigo?”, se preguntará Jesús. Y quería ir a solas, como dicen ahora los psicólogos, a hacer su duelo. No es difícil imaginar esto, no es difícil imaginar cuando uno pierde a un ser querido, cómo se siente. Todos lo hemos vivido. Uno ve en la televisión, esas madres que entierran a sus hijos, que son asesinados, o por el gatillo fácil de la policía, o que son ultimados por asesinos, gente mala, que va a robar, o que mata por matar; y a uno se le pone mal el corazón y ni conocemos a esa persona que sale en la TV. Y Jesús estaba en esa situación. Sin embargo, cuando Él quiere irse a estar a solas, la gente que apenas lo supo, dejó la ciudad y lo siguió a pie. Y cuando Jesús desembarcó vio una gran muchedumbre y compadeciéndose de ella sanó a los enfermos. Se le fue al tacho de la basura su deseo de estar solo y de sentirse, por lo menos por un momento, con el reposo suficiente como para elaborar lo que estaba sucediendo. Y sin embargo, se entregó Jesús y siguió dándose y se compadeció y se puso a curar, a sanar. ¡Cuántos sordos, cuántos mudos, cuántos ciegos, cuántos paralíticos!

Ya cuando al atardecer los discípulos se acercaron y le dijeron: “Es un lugar desierto, Señor, y ya se hace tarde. Mandá a la gente que vuelva a sus casas, para que compre algo para comer”. Y Jesús les responde así, como si cualquier cosa: Denles de comer ustedes mismos. Para qué los van a mandar a la casa, para qué los van a hacer caminar tantos kilómetros de vuelta, para eso están ustedes. Y con eso, ¿qué está probando Jesús? ¿Qué está buscando el Señor? ¿Les está tomando el pelo a sus discípulos? ¡No! ¡Para nada! La idea que tiene san Mateo al poner esto, no es una tomada de pelo de Jesús, tampoco piensa Jesús que los discípulos puedan hacerlo, no lo pueden hacer. ¿Qué ser humano puede darles de comer a cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños? nadie. Y menos con lo que tenían ahí: cinco panes y dos pescados. ¿Qué podían hacer los pobres hombres esos ahí? Nada. La idea no es ver lo que hacían los discípulos, sino mostrar quién es Jesús. El contraste entre lo negro y lo blanco; entre lo malo y lo bueno; entre lo feo y lo lindo; entre la falta de poder y el todopoderoso; entre el ser humano y Aquél que es verdadero Dios y verdadero Hombre. Es para mostrar a Jesús plenamente y para decirnos a nosotros: “muchachos, no se equivoquen, este, del que les estoy hablando, no es un hombre cualquiera, es tu Salvador personal, es Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, es el Emanuel, el Dios-con-nosotros”. Y los discípulos dicen: “Señor, cinco panes y dos pescados, nada más, ni alcanza para nosotros, somos trece con vos”. Y dice el relato que los hizo sentar a todos y, elevando los ojos al cielo, pronunció la bendición y partió el pan. Esa parte es importante: elevó los ojos al cielo, pronunció la bendición. ¿Qué significa esto? ¡Estaba rezando!... Jesús elevó su oración al Padre. ¿Cuándo fue la última vez que rezaste antes de comer? Bendecí la comida. Orar antes de hacer algo, lo mínimo en la vida de Jesús, parece imposible para mí. Y ahí sí les dice a los muchachos: Tomen, vayan y repartan. Y ahí ellos fueron y le dieron de comer y comieron hasta saciarse. Y luego sobraron doce canastas. Para los Evangelios el número 12 significa la plenitud de las tribus de Israel. O sea, que le alcanzaba para todo el mundo, sobró, había de más.

Y como usted ya se fue dando cuenta, la clave de que Dios te bendiga y te ayude, no está tanto en pedirle a Dios, sino de poner esos cinco panes y esos dos pescados en la mano del Señor. Y, teniendo en cuenta sus oraciones, se va a dar cuenta que el sistema que usted utiliza es al revés: Señor, ayudame, te necesito, me hacés falta y me hace falta esto… y lo otro... Si vos me ayudás, hoy yo te prometo que me voy a ir de rodillas a tal santuario. Le podés prometer que vas a ir a Misa todos los domingos. Pero has puesto el carro adelante del caballo, no vas a poder tirar, el caballo tiene que estar adelante del carro. Porque vos primero le pedís a Dios que Él se manifieste y recién vos vas a hacer. ¡Andá y pedile a tu profesora que te ponga un 10 y después rendís el examen! ¡Pedile al colectivero que te lleve y después le pagás el boleto! A Dios no se le hace eso. Vivimos sacando de fiado: dame, dame, Señor, después yo te pago. Después, después, después. 

Dios, lo que te está diciendo ahora es: “¿Querés bendición? Primero poné vos, primero poné vos”. “Pero, no tengo nada”. “Lo que tengas”. “Tengo acá un poquito”. “Ponelo. Pero, ponelo todo, ponelo todo”. Decía el padre Jorge Manzaráz: “De la nada, se saca nada. De lo poco, Dios saca mucho”. Y ahí está la tarea. Cinco panes y dos pescados: ¡nada!!... ¡alimentó a cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, sobraron doce canastas, más lo que se guardaron, con eso que dieron ellos!!!! Ahí es donde Dios hace el milagro. En la pequeñez tuya, Dios cuenta con vos. Por eso decían algunos por ahí: “Dios no quiere tu dinero, Dios no quiere tu talento, Dios no quiere tu corazón, Dios no quiere tu inteligencia, no quiere las obras de tus manos, no quiere tu predicación. ¿Qué quiere Dios? Te quiere a vos, quiere todo, todo, no un pedacito de la torta, quiere todo, todo, hasta el bizcochuelo quemado, quiere todo”. Y hay que entregar todo y Él da todo. Y es un gran intercambio. Si yo le doy todo lo mío y Él me da todo lo suyo, es como decirle a un Senador de la Nación: “Senador, le cambio mi sueldo por el suyo”. Jajajaja… ¿Te imaginás ganar el sueldo de un Senador Nacional?. Así es con Dios. Vos dalo todo, lo que sos, lo pequeño, pero dalo, entregalo y vas a ver que Dios te va a dar de más: el treinta, el sesenta, el ciento por uno. Pero jugate por Dios. Y de eso se trata. En la confianza, en creer en Dios, confiar en Él. Vengan a mí, decía Isaías, vengan y coman y beban gratis, pero vengan, muévanse, pongan de lo suyo. Y Jesús tiene cinco panes y dos pescados, lo poco tuyo. Y ponelo y la bendición de Dios va a llegar, seguro. Cerrá los ojos, va a pasar. O acaso creemos que cuando los hebreos tenían que cruzar el mar Rojo, Dios les abrió el mar y ellos, en seco, pasaron. ¡No! Ellos tuvieron que mojarse los pies y, cuando entraron al agua, se abrió el mar. Pero, primero era la confianza. Primero era invertir, poner todo lo mío para ir a recibir. Dar todo lo que soy, para que Dios me dé todo lo que es Él. ¿No es eso lo que nos está pidiendo Jesús hoy? Que te des enteramente a Él y Él se va a dar enteramente a vos. Nada más vos le das una cosita de lo que sós. Pero, Él te da todo, lo que sea, es un intercambio. Pero hay que hacerlo y empezar y dar el primer paso. Y ahí es donde Él te fortalece, te reanima, te va ensanchando el corazón y te va creando más de ese ambiente tuyo de fe, de confianza y empezás a mirar las cosas con fuerza, y empezás a ponerte fuerte, valiente, a no tenerle miedo a nada. Y vas a terminar como termina Pablo diciendo: “¿Quién puede separarme del amor de Dios? ¿Quién? Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada. Yo tengo la certeza, certeza, no opinión, de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura, podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Nuestro Señor” (Rm 8, 35.37-39). 
Ojalá que como Pablo lo hayas interpretado como es el amor, es esa seguridad, esa certeza. Porque el amor de Dios no es el amor de ese que viene y te dice “te quiero mucho” y después no te ayuda. El amor de Dios es el que se juega, pero tenés que dar el primer paso. Tenés que poner los cinco panes y dos pescados, si no, no hay nada. Confiá. Primero rendí el examen, después viene el diez. Así es. Por eso, nos quedemos con lo que dice el Salmo144: El Señor es justo y bondadoso, está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad.

martes, 29 de julio de 2014

sábado, 26 de julio de 2014

COORDINADORES, CAPITANES Y LIDERES DE LA CAPILLA DE ADORACIÓN EUCARÍSTICA.




                                                                   

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,44-52):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán alhorno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»

Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

Palabra del Señor

A los narradores les gusta que sus historias sean escuchadas, pero más les gusta que quienes las oigan saquen provecho de ellas. Jesús, buen conocedor de la psicología humana, sabe que para que sus oyentes se interesen por lo que él les está diciendo es importante que les llame la atención, y que más poderoso para llamar la atención de esa gente sencilla que contarles historias de buscadores de tesoros o de grandes negociantes... 

Todos nosotros necesitamos una ilusión, imaginemos cuanto más esta gente sufrida a la que Jesús se está dirigiendo, cansados de todo decidieron escuchar al maestro que de manera sencilla cuenta lo que es el Reino de los Cielos. 

En la primera parábola se habla del tesoro escondido, parece ser que la gente a falta de bancos o lugares seguros en la casa enterraba los pocos tesoros que tenían, y siempre hay de aquellos que tienen por tener y disfrutan teniendo guardado aunque pasen necesidades, y como no le cuentan a nadie lo que tienen por ser desconfiados, cuando se mueren todo se pierde. Esta vez el hombre de la parábola encuentra el tesoro en el campo (que obviamente no es de él) y lleno de alegría lo entierra de nuevo, va vende todo lo que tiene y compra el campo para que el tesoro sea suyo sin que nadie diga que lo robó. ¡Tonto el hombre! Pero, dígame, ¿Quién no sueña con algo así? Hoy en día algunos piensan en ganarse la lotería, la tómbola, o vaya a saber qué, pero un poco de platita no vendría mal...

Cómo usted puede ver Jesús no es ningún tonto, porqué con esto ya ganó la atención de su auditorio. Todos estarían pensando cómo no se encuentran ellos un tesoro así en el campo del patrón donde trabajan para ir a comprarle el campo y quedarse con el dinero, -¡Ojalá me pasara a mí!. Lo mismo sucede con la parábola de la perla fina, la misma idea, soñar que yo soy el comerciante y que también haría cualquier cosa por tener esa perla fina... Pero aquí Jesús da una vuelta de rosca...

Cuando vio la carita de atención e interés que todos le prestaban se puso a contar la parábola de la red y les dijo: “Así sucederá al fin del mundo... separarán a los malos de los justos para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes” Dos más dos es cuatro. De todos modos aclaremos, dijo el lechero poniéndole agua a la leche, lo que Jesús nos dice es qué si por un tesoro de mucha o poca plata sos capaz de venderlo todo, si por una perla fina sos capaz de despojarte de todas tus riquezas, ¡Cuánto más por salvar tu vida! ¡Cuánto más por el Reino de los Cielos!. A esta altura, me imagino, que todos los oyentes ya querían ser discípulos de Jesús...

Lo que el Señor hoy nos dice, con su peculiar estilo, es: hermano dejá de perder tiempo con todas las tonterías que hacés y dedicate a lo que en verdad sirve. Como el rey Salomón que sólo quiso tener “un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal”; así nosotros debemos dejar de lado todo lo superfluo y dedicarnos a lo esencial, esto es, el Reino de los Cielos.


“¿Comprenden todo esto?”. “Sí”, le respondieron. Ojalá nosotros también respondamos lo mismo y no sólo de palabra sino en la vida. Amén.

viernes, 18 de julio de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo  según san Mateo 13, 24-43

Jesús propuso a la gente esta parábola:

«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: "Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?" Él les respondió: "Esto lo ha hecho algún enemigo".

Los peones replicaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" "No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero ».
También les propuso otra parábola:

«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, ésta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas Y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».

Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: «Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo». Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!»
                                                                                                                             Palabra del Señor.

Tanto usted, como yo, muchas veces, hemos querido terminar con los problemas de una vez por todas, darle punto final a algo. Cuando nos hemos fijado en tratar de sacar algo malo, muchas veces, por arrebatamiento, por equivocación, porque todavía no estaba maduro, hemos terminado tirando lo bueno, haciendo más daño que el bien que podíamos hacer. O también, por ahí hemos pensado: ¿por qué a mí?, ¿por qué a mí me va mal?, ¿por qué tengo problemas yo, por qué no los tiene fulano o mengano o el otro o aquél que es malo, que no sirve para nada, que hace mal las cosas, que no se preocupa, que no es una buena persona? ¿Por qué a los malos Dios no los castiga y los buenos tienen que sufrir?1. ¿Por qué Dios deja que se mezcle lo bueno con lo malo? Lo que la Palabra de hoy, tanto en el libro de la sabiduría de la primera lectura como en el Evangelio, nos dice es: Hermano... ¡paciencia! 

La primera lectura nos habla de eso. Dios es bueno y es grande y Él tiene poder para destruir el mal y a los que hacen el mal. Pero Dios es tan fuerte que “domina” su cólera, su enojo, su justicia. Se vuelve paciente y espera, porque lo que quiere es que el que se equivoca se convierta y cambie, se arrepienta. No quiere la muerte del pecador, quiere que cambie, quiere que viva. 

Pensemos nosotros si Dios, a la primera caída que hemos tenido, nos hubiese cortado la cabeza: ¡No quedarían creyentes en ninguna parte del mundo! ¿Quién puede decir: ‘¡Ah, yo no tengo pecado!’? Nadie. Si Dios nos tendría que haber castigado la primera vez que nos hemos equivocado, ya no existiríamos. Pero Dios nos tiene paciencia y así le tiene paciencia a todos, y así deja que esta cizaña crezca al lado del trigo para ver de una vez, después, que esa cizaña se convierta. 

Jesús dice: ¡Cuidado! Porque lo que Dios quiere es que las cosas se hagan bien. Y la idea de Jesús es: ‘Muchachos, no nos arrebatemos. Si no distinguimos todavía, puede ser que dañemos. Esperemos a terminar, cuando por sus frutos los conozcamos, y ahí se van a dar cuenta todos, van a ver de qué se trata y vamos a poder arrancar la cizaña y tirarla al fuego, y vamos a poder arrancar el trigo y guardarlo en el granero.’ 

Por eso se necesita paciencia y discernimiento. Y vos, que andás corriendo por detrás de tus pecados para cambiar, para dejar de ser malo. Que decís: ‘Quiero mejorar, quiero cambiar, quiero dejar de ser malo, quiero arrancar de mí esto otro’. Sacate eso de la cabeza de una vez por todas. Hacelo por Jesús. No busqués arrancar la cizaña, sino buscá que crezca el trigo humano. Empezá a pensar en positivo, valorá lo bueno que tenés, lo que Dios te puso. Ya sé que es difícil. Muchas veces, en la casa, es difícil ver el bien. Muchas veces, en el trabajo, en el mundo, en todos lados, acá en la Parroquia, es difícil ver las buenas actitudes. Y así pareciera que es nuestra actitud, nuestra manera de ser, el fijarnos, con binoculares en la maldad, como si fuera lo único. Siempre nos estamos quejando de algo. Y con Jesús, tenemos que pensar en positivo, para darnos cuenta de lo bueno, para no querer arrancar la cizaña. 

Muchos de nosotros vivimos examinando el pasado para decir que soy así por lo que viví cuando era chiquito. Es cierto que algunos necesitan tratamiento terapéutico, pero en la mayoría de nosotros, no se trata de saber por qué soy así. No quiero ver por qué soy así, no quiero echarle la culpa a mi mamá, a mi papá, porque tengo esta manera de ser. Lo que tengo que ver es quién quiero ser, cómo quiero ser, no criticar la cizaña que hay que arrancar. No es eliminando el mal cómo me voy a cuidar, es poniendo la fuerza dentro mío. 

Cuando usted llega de noche a su casa, ¿qué hace? ¿Corre las tinieblas, saca lo malo, patea la oscuridad? No. Va y prende la luz y se acabó. No existe más la oscuridad. A usted le hace frío, ¿qué hace?¿Dice: ¡Fuera frío!? No: Se abriga y listo. No mirés por qué soy así, mirá hacia dónde querés llegar. No mirés lo malo que hiciste ayer, mirá un poco adelante, fijate a dónde vas, practicá eso. 

La verdad está en esto: GRANDEZA EN LO PEQUEÑO. Todo empieza de a poco. Todo empieza despacio. Todo comienza chiquito. La primera célula tuya no se la podía ver y ahí empezaste y mirá lo que ahora sos, aún la grandeza la tenés ahí. De a poco. ¿Querés llegar lejos? No quieras dar el gran salto. Caminá, vas a llegar. Como la fábula de la liebre y la tortuga: la tortuga despacio, pero con la firmeza para seguir adelante. Paso por paso, poco a poco, despacio vamos a llegar a la meta. Ponete la meta y concentrate en eso, es importante para vos y hacelo. Si pretendés hacerlo de un día para el otro no vas a conseguir nada. Nos pasa que somos ansiosos. Agarramos un libro, lo leemos, llegamos a la mitad y lo dejamos, no lo leemos más. Nos sentamos a ver televisión y comemos… porque la televisión no nos llena. Prendemos la radio, la televisión, el mini componente y hacemos funcionar todo. Tengo que tener todo prendido. Vayamos despacio, cosa por cosa. Disfrutemos, aprovechemos y veamos crecer despacio nuestra vida. No importa si tardamos, porque esto no es una competencia. Lo que importa es que caminemos y disfrutemos esta vida que el Señor nos da. “Pero tengo problemas”. “Sí, miles, hasta que te mueras vas a tener problemas”. Pero también hay alegría, estás vivo: ¡aprovechalo! Fijate lo bueno que hay, que Dios te quiere regalar y te lo ha puesto ahí. ¡Cuánto de trigo que Dios ha puesto en tu vida! Ese granito de mostaza que Dios puso en tu vida y todavía sigue en semillita. Y te ocupaste de sacar todo, limpiar siempre el granero y has perdido tiempo porque mañana va a estar sucio de nuevo, porque no te preocupaste en sembrar. Hacelo hoy. Empezá de nuevo, querete un poco. No importa cómo lograste ser como sos, importa lo que vas a llegar a ser. No importa lo que te rodea, importa lo que se siembre. Empezá despacio, con grandeza, porque eso es lo que importa: el descubrir la voluntad de Dios, ir mirando, organizando y hacerlo despacio. 

Hoy le pidamos a Jesús eso, que nos enseñe a tener paciencia con nosotros, que nos enseñe a tener paciencia con nosotros mismos, que nos enseñe a aceptar que hay cizaña en nuestra vida al lado del trigo y que nos muestre con claridad que lo peor que podemos hacer es querer arrancar todo de golpe, que lo que tenemos que hacer es dejar crecer las dos y alentar el crecimiento del trigo, ser grandes en eso poco que hacemos, para que se desarrolle, crezca y mi vida no sea tan amarga sino que sea significativa, sea feliz, valga la pena haber vivido.

martes, 15 de julio de 2014

“Carguen sobre ustedes mi yugo y encontrarán alivio”





"ALIVIO"

“Redescubrir la necesidad ineludible de cargar el yugo de Jesús para encontrar alivio en nuestras vidas”

): Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30.

Este "himno jubiloso" de Jesucristo pone de manifiesto, de un modo muy especial, la conciencia que tuvo Jesús durante su vida terrena de ser hijo de Dios. El motivo de la acción de gracias no está, como podría parecer a primera vista, en que la revelación ha sido escondida a los sabios y prudentes de este mundo y concedida a los pequeños. La contraposición entre el ocultamiento y la revelación está destinada a hacer resaltar la idea que se quiere expresar positivamente: Jesús está contento porque Dios se ha revelado, por fin conocemos a Dios tal cual es. Ese es el motivo de alegría que tiene Jesús, con Él todos los hombres pueden decir que ya conocen a Dios.

La expresión “sabios y prudentes”, apunta a los doctores de la Ley, que ocupan la cátedra de Moisés (23,2) y atribuyen la obra de Jesús al poder de Belzebul, el príncipe de los demonios (12,24). Ellos piensan que no tienen nada que aprender de un hombre tan humilde y sencillo como Jesús. La pretensión de ser sabios les cierra los ojos y los oídos a la presencia de Dios en la actividad del carpintero hijo de María (13,55). Como se sienten demasiado seguros de sí mismos y de su propia doctrina, no se dejan interpelar por el mensaje del reino de Dios (cf. 15,6). 

En contraposición con los sabios y prudentes están los pequeños. El término griego dice literalmente "niños pequeños", que incluye una clara connotación de ingenuidad e ignorancia. Más aún, el vocablo tiene un cierto matiz peyorativo: se trata del simple, del ignorante, de alguien que desde el punto de vista humano no tiene demasiadas luces. Esta gente sencilla está emparentada con los niños (18,14), los afligidos y agobiados (12, 28) y las ovejas sin pastor (9,36). La ignorancia de la gente sencilla no constituye una virtud ni es algo meritorio que explique la razón de la preferencia. La raíz de todo está en el amor generoso del Padre.

Después de pronunciar esta acción de gracias, Jesús revela su propia identidad. Ser hijo constituye el núcleo de la conciencia que Jesús tiene de sí mismo frente a Dios. Por eso declara primero que nadie conoce al Hijo sino el Padre, haciendo ver de ese modo que el reconocimiento del Hijo es siempre un don que procede del Padre. Luego afirma que nadie conoce al Padre sino el Hijo, y en razón de este mutuo conocimiento sólo el Hijo puede revelar el verdadero conocimiento del Padre.

El yugo suave y la carga liviana:

La imagen del yugo, ya conocida en el Antiguo Testamento (Jer 2,20; 5,5; Os 10,11), designa corrientemente en el judaísmo la ley de Dios escrita y oral (cf. 15,2). Este yugo no constituía para los judíos piadosos una carga insoportable, ya que la Torá era dulce como la miel del panal, motivo de complacencia y lámpara para los pasos de aquellos que la meditan de día de noche (cf. Sal 1; 19,8-15; 119). Tomar sobre sí el yugo es también una expresión metafórica del lenguaje rabínico, que designa la aceptación y el reconocimiento de la doctrina de un maestro. En el libro del Eclesiástico (Eclo 51,23-27), la Sabiduría personificada invita a poner el cuello bajo su yugo, a fin de ser instruidos y de encontrar un gran descanso. En este pasaje, de marcado tono sapiencial, Jesús emplea esa misma imagen para dirigirse a los que están afligidos y agobiados. Pero al hablar de "mi yugo" no se refiere a la sabiduría o a la ley antigua, sino a sí mismo y al gozo de seguir sus pasos. Por lo tanto, Jesús pide a sus seguidores que se dejen instruir por él y se hagan discípulos suyos. Al mismo tiempo, se pone a sí mismo como modelo, de modo que el seguimiento implica también imitación. Esta última idea se encuentra expresada del modo más pleno en 1 Ped 2, 21: “...Cristo padeció por nosotros; así dejó un ejemplo para que sus discípulos sigan sus huellas”.

“CORAZÓN DE TIERRA... BUENA”



                                                              "SEMBRAR - FECUNDIDAD”
“Reasumir que todos somos tierra donde el Señor siembra su Palabra para preparar adecuadamente nuestro corazón y dar fruto abundante de lo sembrado en nosotros”

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 1-23:

El sembrador salió a sembrar... El sembrador siembra, no cultiva, no riega, no fabrica la semilla, el sembrador es solamente sembrador. Según la parábola, ¿quién hace la semilla? Dios. ¿Quién riega? Dios. ¿Quién produce la semilla? Dios. ¿Qué necesita Dios del sembrador? Que siembre. De lo demás se encarga Dios. El sembrador es el predicador. Imaginemos: salían los discípulos a predicar y hablaban del Reino de los Cielos y algunos decían: “¡Ah..., esos son pavadas!”; otros decían: “¡Qué bueno que está!”; y al ratito no se acordaban de lo que decían. Otros le interesaban, pero tenían tantas cosas que no hacían nada. Y otros sí escuchaban la Palabra. Y los discípulos fueron a Jesús a decirles: “Pero, Maestro, hemos predicado y solamente se ha convertido este grupito”. “No importa, dice Jesús, porque tu tarea no es convertir, tu tarea es predicar. Tu tarea no es dar la gracia, tu tarea es predicar. Tu tarea no es armar una predicación bonita, ni hacer que la Palabra de Dios tenga fuerza, ya la tiene sola. Tu tarea es decir la Palabra tal como está. Si se convierten o no, vos no te hagás problema. Porque de los que se conviertan, unos valen el 30, el otro 60 y el otro, el 100 por 100”. Como vemos, Jesús divide en cuatro partes, estos son los que se convierten y estos son los que no se convierten. Hay un 75% que no escucha la Palabra y si la escucha no la practica; y sólo un 25% que se convierte. Y ahí es donde Jesús dice: esos van a dar el fruto con todo y lo más bueno de todo es que aquellos que se conviertan van a ser también predicadores, con su vida y con su Palabra. Por eso, tu tarea, predicador, es predicar y no te desanimes, no te canses de hacerlo, no tengas miedo del fracaso, predicá y nada más hacelo bien, como dice la Palabra.

Podemos mirar esta parábola también desde el punto de vista del convertido. A todos nosotros, en algún momento, nos predicaron la Palabra y aún ahora nos la siguen predicando. Muchos de nosotros somos predicadores de la Palabra y, sin embargo, también, muchas veces, escuchamos predicaciones de la Palabra. Y uno se pregunta: ¿Cómo anda mi corazón?, ¿Qué clase de corazón tengo? No tengo un corazón de oro, ni de piedra, ni de hierro. Tengo un corazón de tierra, pero tierra buena, tierra fértil. Y en este corazón llega la Palabra de Dios. Hay muchos de nosotros que ni siquiera quieren escuchar la Palabra: “Vamos a Misa”, “¡Ah..., qué voy a perder tiempo!”. Lo dicen en casa, lo vemos en nuestros vecinos, en los amigos, en los compañeros de trabajo, son esos que no quieren no oír hablar de Dios. Y cuando uno les habla de la Iglesia, lo único que hacen es criticarla y murmurar de la Iglesia: “¡Uh... porque los que van a Misa...! ¡Uh... porque los curas...!”. Y entonces uno muchas veces dice “este no quiere ni escuchar”. Esos son los que están ahí fuera del camino. Llega el demonio, dice Jesús, y se come la semilla, ni siquiera dejaron que llegara a su corazón, se negaron a escuchar la Palabra. Esos son esa tierra del camino, esa tierra dura, el pajarito se come la semilla, el demonio viene y se lleva la Palabra y no deja que se conviertan. 

Hay otros, dice Jesús, que son tierra que está bajo una piedra, y son estos que la piedra deja pasar la semilla, enseguida echa raíces y sale, pero como hay piedra abajo no puede echar raíces profundas, entonces viene un sol caliente, fuerte, se acabó, la quema a la planta. Y esos son los que escuchan, le entra por un lado y le sale por el otro. Uno escucha muchas veces: “¡Ay..., qué lindo habló el Sacerdote hoy...!”; “Y, ¿qué dijo?”; “No sé”. Le gustó pero ni se acuerda ya lo que dijo, le guste las cosas de la fe, pero en su corazón no son importantes. Hace grandes propósitos: Yo voy a cambiar, voy a hacer esto, lo otro. Son los que no cumplen las promesas, los que se olvidan de los propósitos, no tienen profundidad en su corazón, falta constancia, falta motivación para seguir adelante en el camino de la fe. 

Y hay otros, dice Jesús, que son como la semilla que cae en las plantas con espinas. Buena tierra, sale la semilla, las espinas asfixian esa planta. Son los que viven en miles de preocupaciones: que la casa, que el trabajo, que la plata, que no alcanza, preocupados por lo que van a comer, por lo que van a beber. Pero, claro, en una cabeza así, dispersa, qué puede esa persona concentrarse en la Palabra. Y entonces vive pensando en otras cosas y no en la Palabra de Dios. Le gusta recibir la Palabra, sabe lo que la Palabra le dice, pero muchas veces no la practica, no la vive, o más piensa en lo que le pasa hoy que en las cosas que el Señor le está diciendo. Son de los que quieren abrir la puerta y se olvidan de entrar. 


Y, después, están los otros que sí, les gusta, la reciben, y plenamente la hacen crecer, según la capacidad, uno el 30, al 60, al 100. Y uno tiene que ver cómo es uno, darse cuenta quién soy yo. Y, dándome cuenta, aceptarme como soy y tratar de mejorar.

sábado, 28 de junio de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio Mt 16, 13-19
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes –les preguntó–, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Palabra del Señor.
“tú eres el mesías, el hijo de dios vivo”

“Fortalecer nuestra fe en Jesús, el Hijo de Dios; para que, como piedras vivas de la Iglesia, anunciemos con valentía su Palabra”

¿Qué dice la gente sobre el Hijo del Hombre?. La pregunta de Jesús parece un poco rara, es como si a Jesús le hubieren surgido dudas sobre la recepción de su trabajo, de su tarea para con el mundo. Pero no es así, no olvidemos que, a la primera pregunta, viene una segunda: “Y ustedes, les preguntó, ¿Quién dicen que soy?”. Es en realidad esta la pregunta central, a Jesús no le interesa tanto lo que opinan los demás sobre Él, sino la opinión de sus discípulos.
A Jesús le pasa lo mismo que a nosotros: la opinión que más nos interesa es la opinión de aquellos que más amamos. Lo que opinen los demás nos tiene sin cuidado, mientras que a la opinión de los cercanos podamos recibirla con humildad.
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. La respuesta de Simón Pedro es rápida y clara, no hay lugar para engaños. Jesús, con esta pregunta, les pide que fijen su posición frente a Él: ¿Qué significo yo para ustedes?. Pedro responde con acierto.
Para Pedro Jesús no solo en el ungido, el Mesías, sino que también es el Hijo de Dios Vivo: Jesús es el mismo Dios en persona. Se reconoce en él la presencia del que viene a salvar, pero no es un salvador cualquiera, es el mismo Dios el que se hizo carne y habitó entre nosotros. Jesús es Dios en persona que ha llegado a nosotros para darnos salvación.
Feliz de ti, Simón. Jesús proclama bienaventurado a Simón, llamándolo por su propio nombre, reconociéndolo como discípulo, Jesús lo llama bienaventurado. ¿Porqué es bienaventurado, porqué es declarado feliz? Porque se deja llevar por el Padre que le indica lo que tiene que decir. Esto te lo ha revelado “mi Padre que está en el cielo”. Simón es dócil a la voluntad de Dios, Simón se deja llevar por el poder de Dios. Simón es movido y conducido por el Padre para que hable de ese modo. Nunca Simón podría haber dicho semejante cosa sin la moción y conducción del Padre sobre él. Por eso es bienaventurado, por eso es declarado feliz.
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” El premio para Simón-Pedro, no es un bien, es una tarea. Jesús ve en él a alguien que fortalecido por el poder del Padre Dios puede confirmar y sostener a sus hermanos. Tiene las llaves, es decir, se le da el don de gobierno. Tiene poder para atar y desatar, es decir, puede juzgar, es legislador del pueblo de Dios. El servicio de Pedro es un servicio desde la autoridad, desde la tarea de Gobierno. Pedro es el servidor de la comunidad desde el gobierno. Representa la figura paterna, debe velar, con autoridad, por el bienestar de la casa. Por eso es piedra, porque su firmeza dará robustez a los demás.

sábado, 21 de junio de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Solemnidad. Blanco

Esta fiesta fue instituida por el papa Urbano IV en el año 1264 “con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud”. Celebramos que Jesucristo se queda en medio de nosotros en estos elementos sencillos y cotidianos de pan y vino. Así nos invita a compartir su mesa.
Evangelio Jn 6, 51-58

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

Palabra del Señor.

“ESTE ES EL PAN BAJADO DEL CIELO”

“Profundizar en la comprensión del Sacramento de la Eucaristía; para que, como comunidad Bíblica, celebremos con toda la Iglesia el banquete del Señor”.

51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

Cuando Jesús nos dice “Yo soy”, está asegurando que su presencia es divina. Es el mismo Dios el que se da como alimento, “bajado del cielo”, a los hombres. La historia sagrada nos enseñó que no basta con el “maná”, el alimento entregado a los hebreos en el desierto para que pudieran seguir el camino hacia la tierra prometida. El nuevo “maná” no es un alimento perecedero, no es algo que sirve para un momento, es el mismo Dios quien se da a sí mismo como “alimento” sagrado para la tarea “sagrada” de vivir y peregrinar en esta tierra hasta el cielo. Por eso Jesús asegura que “el que coma de este pan vivirá eternamente”, la semilla de eternidad está puesta en el “pan” sagrado que Dios nos entrega. El “por siempre eterno”, se da a los “perecederos” y “finitos”, para que estos vivan “eternamente”. “Nadie da lo que no tiene”, nos dice la sentencia popular, Jesús, el “Yo soy”, puede dar eternidad, porque Él es eterno. Este pan bendito es el mismo Dios que se hace alimento para los caminantes, y en comida ritual se entrega a si mismo para saciar de eternidad. En un gesto sagrado, se vuelve sagrada la vida. La presencia de eternidad que el “pan vivo bajado del cielo” nos da, no es para unos pocos. Así como Dios es eterno y comparte su eternidad, también es omnipresente y, lejos de tener una actitud mezquina, elitista y sectaria, decide ser “Vida”, así como mayúsculas, para “el mundo”. El alimento sagrado, que es Dios mismo bajado del cielo, es para toda la humanidad. Ya no es un pueblo determinado, es toda la humanidad que se vuelve “nación santa”. 

52 Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

La reacción que Jesús provoca en su auditorio es de “discusión”. Ellos siguen con posturas racionales, en vez de dejar que la fe los ilumine prefieren la discusión, la manifestación de su soberbia “sabiduría” de hombres que choca de frente con la humilde “sabiduría” de Dios. Razonan cuando hay que usar la fe, piensan cuando hay que usar el corazón, discuten cuando hay que escuchar, se convierten en protagonistas cuando tendrían que ser receptores del “gran” protagonista que es el pan bajado del cielo. Es la imagen típica del ser humano que se cree Dios. En vez de recibir el “alimento” sagrado lo banalizan con sus discusiones teóricas y sin sentido.

La pregunta que se hacen, "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?", manifiesta la actitud falta de religiosidad que ellos tienen. No alcanzan a ver más allá de las apariencias. La pregunta que se hacen tiene una sola respuesta: “De ningún modo la carne de un hombre puede dar vida eterna”. En la medida que desacralicemos nuestra presencia en el mundo, en esa medida todo lo sagrado que realicemos caerá bajo las preguntas y discusiones que manifiesta San Juan en este versículo de su evangelio. Los “judíos”, como él dice, ven lo humano donde deberían ver lo divino, ven con ojos de hombre donde deberían ver con ojos de fe. La mirada desacralizada de la vida nos da una imagen totalmente chata de la existencia. Si logramos cambiar la perspectiva y ascendemos en nuestro mirar podremos encontrar el camino a lo sagrado, podremos ver los milagros de Dios en nuestras vidas, que dejarán de ser “chatas”, vanas y efímeras… para convertirse en sagradas, con sentido y eternas. Hay que cambiar la perspectiva. 

53 Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

Jesús tiene una mirada diferente. No se queda en las discusiones teóricas y sin sentido. Jesús es práctico. Sabe lo que hace y por qué lo hace. Con una rapidez envidiable saca las consecuencias lógicas de la falta de fe, de la desacralización de la vida, de la pérdida de sentido religioso de la existencia. En vez de ponerse a discutir, Jesús lleva a sus interlocutores a las consecuencias, tristes y malas en este caso, del rechazo del “pan de vida”. El único alimento que da la vida eterna no puede ser rechazado sin caer en la muerte. No comer al “Yo soy” hecho pan es no-ser, es perder la identidad, la plenitud, la Vida. 

54El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 55Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

Hay dos necesidades básicas en todo ser humano, que podríamos llamar de supervivencia: la necesidad sexual (que apunta a la vida de la especie) y la necesidad de comer (que apunta a la vida del individuo). Si una persona no “come” se muere. La necesidad de alimentarse en básica. Jesús nos habla de esa necesidad, pero en sentido de plenitud. Así como cultivamos y nos dedicamos a la cría de animales para sustentarnos temporalmente, Jesús nos invita a pensar en “la verdadera comida y la verdadera bebida”. La resurrección final es la garantía de ser alimentados por el Señor. Y aquí las cosas son simples: quien quiera vivir para siempre, tendrá que alimentarse con el alimento que produce vida para siempre. La eternidad de Dios nos es dada por Jesús a través de su propia carne y sangre. Recibir la Eucaristía, no es una obligación, es una necesidad. 

56El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 57Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Raymond Brown[1], nos dice con respecto a estos versículos:

Si comparamos los versículos 54 y 56, advertiremos que poseer la vida eterna supone estar en comunión íntima con Jesús; se trata de que el cristiano siga con Jesús (menein), y Jesús con el cristiano. En el versículo 27 hablaba Jesús del alimento que dura (menein) hasta la vida eterna, es decir, que la fuente de la vida eterna es un alimento que no se acaba. En el versículo 56, el verbo menein se aplica no al alimento, sino a la vida que este produce y nutre. La comunión con Jesús significa realmente participar en la comunión íntima que hay entre el Padre y el Hijo; al mismo tiempo se da por supuesto que el lector entiende lo que esto significa.

Esa participación de la “comunión íntima” con el Padre y el Hijo que la Eucaristía nos da es para ser “vivida” aquí y ahora, como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica:

1394 como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y de arraigarnos a Él.

1396 La unidad del Cuerpo místico: la Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo se une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (Cf. 1 Cor 12, 13). La eucaristía realiza esta llamada: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan” (1Cor 10, 16-17) 

58Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

La Eucaristía es un alimento que dura para siempre. En cada misa celebrada (actualización de la entrega generosa de Cristo), en cada adoración eucarística (encuentro confiado del Amado con el amante), Cristo permanece allí, dándonos vida eterna, vida en abundancia.

Corpus Christi es la celebración que, de un modo especial, nos recuerda esta presencia que da Vida. Valoremos a Jesús hecho pan sagrado y recibamos de su generosidad la Vida eterna.

viernes, 13 de junio de 2014

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio Jn 3, 16-18

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Dijo Jesús: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.

Palabra del Señor.

                                                               “LA COMUNIDAD DE DIOS”

“Revalorizar, a la luz de la Santísima Trinidad, nuestra capacidad de vivir en comunidad; para que, nos amemos como Dios nos ha amado”

16 Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Afirma la primera carta del apóstol Juan en el capítulo 4, versículo 8: “Dios es amor”. En este versículo 16 del evangelio de Juan que estamos leyendo se nos muestra a Dios, que es “amor”, amando. Dios ama, pero ama en demasía, porque nos dice “Dios amó tanto…”. Jesús lo muestra como una verdad irrefutable, para él es innegable ese amor rebosante de derroche que Dios tiene por el mundo, es decir, por nosotros. 

La manera de amar de Dios le lleva, como a todo aquel que ame de verdad, a “entregar”. ¿Y qué entrega Dios? Entrega lo más grande y más querido que tiene, entrega a su propio “Hijo único”. Dios dona su amor en el Hijo, con una intencionalidad que, fruto del amor, es totalmente generosa. Dios no saca nada para él de esta entrega, todo el bien que se produce por la entrega de Jesús es en beneficio nuestro. La entrega de Jesús produce vida, y Vida eterna. 

17 Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Mientras sigamos viendo a Dios como un perverso burócrata escondido tras su escritorio siempre nuestra mirada tendrá el defecto de visualizarlo como un Dios que juzga. Lo imaginaremos como alguien que está al acecho de nuestras incapacidades y equivocaciones. Será el inspector que viene a ver si hemos realizado la tarea a tiempo y forma. Nada de esto está cerca de la realidad. Dios no anda cuidando los mínimos detalles de nuestras acciones, Dios anda recogiendo lo que dejamos tirado, arreglando lo que rompemos, casi como una madre con sus hijitos, nada más que Dios no pierde la paciencia. La salvación divina nos es entregada por Jesucristo y a través de él nos llega la Vida en abundancia, la Vida eterna.

18 El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Fíjese usted lo único que, podríamos decirlo así, Dios exige al ser humano: CREER. Y para los que siempre está mirando el pelo en la sopa, Dios exige creer porque, como decía san Agustín, “el Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, Dios no quiere monigotes ni títeres, quiere amigos, gente que tome decisiones con libertad, personas capaces de involucrarse con su propio destino, que en realidad es una promesa. Por eso la exigencia de la FE. Dios nos ha creado libres y así nos quiere. Si consentimos con la fe al mensaje de la revelación la salvación se hará realidad en nuestras vidas porque, como dice Jesús: “¡ha creído en el nombre del Hijo único de Dios!”.
“El hecho de que el Hijo ha sido enviado al mundo es lo que pone a todos los que oyen el mensaje en una situación de decisión de la que no pueden evadirse: tienen que optar entre la aceptación en la fe de la oferta de la salvación, o su rechazo”