"¡Se salvó el viaje!". La exclamación fue hecha ayer por un alto funcionario de la Casa Rosada ante Clarín, al comentar las declaraciones formuladas el jueves por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien mostró el deseo del Gobierno de no confrontar con el Papa Benedicto XVI ante su pedido de reducir "el escándalo de la pobreza" en el país. Se refería, concretamente, a la visita que la presidenta Cristina Kirchner proyecta realizar en noviembre al Vaticano, junto con su par chilena, Michelle Bachelet, para conmemorar los 30 años del comienzo de la mediación que permitió zafar de una guerra por el canal de Beagle. El fuerte impacto que había causado en el kirchnerismo el breve, pero contundente llamado papal -hecho en un telegrama con motivo de la próxima colecta anual Más por Menos, del Episcopado- llevó a temer a ciertos funcionarios que el oficialismo -siguiendo su habitual estilo de confrontación- le replicara con dureza. Y que, entonces, volviera a tensarse la relación con la Santa Sede -como ocurrió en enero de 2008, cuando Roma se negó a otorgarle el plácet como embajador de la Argentina a un candidato católico divorciado y en nueva unión- y que todos los preparativos para el viaje quedaran en la nada. En medio de un diferendo semejante, no hubieran existido las condiciones para la visita. Fueron unas horas de vértigo las que se vivieron ese jueves en la Casa Rosada y, sobre todo, en la Cancillería, luego de que los medios propalaran en gran forma el contenido del telegrama papal. Las consultas en lo despachos oficiales sobre los antecedentes de la colecta Más por Menos iban y venían. Quedó claro que todos los años el Papa envía un mensaje de circunstancias, aunque que esta vez había subido el tono. No faltó un funcionario que se quejó amargamente: "¿Por qué el Papa sale ahora con esto en vez de hablar de los escándalos sexuales que viene protagonizando Berlusconi? ". En su paranoia, un oficialista dice haber descubierto que el telegrama "databa de mayo" y fue sacado del cajón por el Nuncio Apostólico, Adriano Bernardini, a quien los kirchneristas ven nada amigo del Gobierno. En verdad, el mensaje fue difundido por la comisión organizadora de la colecta, como siempre, a un mes de la colecta. Pero el Gobierno ya había decidido no confrontar. No está claro quien tomó la decisión, pero el oficialismo asegura que fue la Presidenta. Para el Episcopado parece claro que Cristina -a diferencia de su marido- no quiere chocar con la Iglesia y menos con el Papa. ¿Un síntoma del revés electoral? Con todo, los partidarios de una recomposición total de la relación no deben hacerse expectativas exageradas. En el Gobierno se asegura que Cristina no tiene voluntad de darle luz verde a la designación por parte de Roma del sucesor de Antonio Baseotto -echado unilateralmente por Kirchner hace cuatro años por sus críticas a un ministro- en el obispado castrense. Pero esta vez se evitó una nueva recaída en la relación con la Iglesia.
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