Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! 1 Cor 9,16
jueves, 11 de febrero de 2021
Nuestra Señora de Lourdes
El 11 de febrero de 1858 tres jovencitas merodeaban el L. río, junto a la roca de Masabielle, en Lourdes. Bernardita, de 14 años, se quedó extasiada ante una visión."Alcé los ojos, miré hacia un hueco de la peña, y vi que se movía un rosal silvestre que había a la entrada. Advertí luego en el hueco un resplandor, y enseguida apareció sobre el rosal una mujer hermosísima, vestida de blanco, la cual me saludó inclinando la cabeza. Retrocedí asustada; quise llamar a mis compañeras, y no pude. Creyendo engañarme, me restregué los ojos; pero, al abrirlos de nuevo, vi que la aparición me sonreía y me hacía señas de que me acercase. Mas yo no me atrevía; y no es que tuviese miedo, pues el miedo nos hace huir, y yo me hubiera quedado mirándola toda la vida".
A veces hablaba la aparición: "Ven aquí durante 15 días". El 25 de febrero la visión le mandó que se lavase la cara en la fuente. No había fuente; la niña escarbó con las manos y brotó un manantial abundante.
El 25 de marzo, día de la Anunciación, la niña le preguntó a la Señora: "¿Queréis decirme quién sois y cuál es vuestro nombre?" Lo repitió tres veces. La Señora le contestó: "Yo soy la Inmaculada Concepción". ¡Cuántos millones de personas, enfermos y sanos, han pasado por Lourdes desde entonces! ¡Cuántos presuntos milagros se han realizado al lado de aquella bendita fuente!
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