Publicamos la alocución de Benedicto XVI tras haber celebrado la eucaristía en la explanada que se encuentra junto al aeropuerto de Brno en la República Checa.
* * * ¡Queridos hermanos y hermanas!Hemos llegado al final de esta solemne celebración y la hora del mediodía nos invita a la oración del Ángelus. Estoy feliz de rezarla aquí, en el corazón de Moravia, región fraternalmente unida a la de Bohemia, tierra marcada por muchos siglos de fe cristiana, que evoca el origen de la valiente misión de los santos Cirilo y Metodio. Cuando, hace veinte años, Juan Pablo II decidió visitar Europa central y oriental después de la caída del totalitarismo comunista, quiso comenzar su viaje pastoral desde Velehrad, centro de los famosos congresos unionistas precursores del ecumenismo entre los pueblos eslavos, y conocido en todo el mundo cristiano. Vosotros recordáis además otra visita suya, la de 1995 a Svatý Kopeček, cerca de Olomouc, con el inolvidable encuentro con los jóvenes. Quisiera retomar idealmente la enseñanza de mi venerado predecesor e invitaros a seguir siendo fieles a vuestra vocación cristiana y al Evangelio para construir juntos un porvenir de solidaridad y de paz. La tierra de Moravia tiene muchos santuarios marianos, que multitudes de peregrinos visitan durante todo el año. En este momento quisiera dirigirme en peregrinación espiritual ante la montaña boscosa de Hostýn, donde veneráis a la Virgen como vuestra protectora. Que María mantenga encendida la fe de todos vosotros, la fe alimentada también por numerosas tradiciones populares que hunden sus raíces en el pasado, pero que justamente tenéis el cuidado de conservar para que nunca falte el calor de la convivencia familiar en los pequeños pueblos y en las ciudades. A veces se constata, con cierta nostalgia, que el ritmo de la vida moderna tiende a cancelar algunas huellas de un pasado rico de fe. Es importante, sin embargo, no perder de vista el ideal que las costumbres tradicionales expresaban, y sobre todo se debe mantener el patrimonio espiritual heredado de vuestros antepasados, para custodiarlo y, aún más, hacer que responda a las exigencias de los tiempos presentes. Os ayude en ello la Virgen María, a la cual renuevo la consagración de vuestra Iglesia y de toda la nación checa.
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