lunes, 7 de septiembre de 2009

X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11

Un sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie delante de todos.» El se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» Y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano.» El la extendió y su mano quedó curada.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.
Palabra del Señor.
Reflexión

Jesús entró "otro sábado" en la sinagoga.

¡Sí!, "otro" sábado.

Este evangelio señala la costumbre de Jesús. Su fidelidad cada sábado, en asistir al oficio religioso.

El Señor nos enseña a cada uno de nosotros, la necesidad de ser fieles a la oración, de ser fieles en la concurrencia a misa.

Jesús, fue respetuoso de las tradiciones religiosas, de la necesidad de reunirse para alabar a Dios.

Y en la sinagoga había un hombre con un brazo paralizado. Y Jesús, sin que el hombre se lo pida, "lo cura".

Lo cura un sábado.

Jesús descubre "la necesidad" del hombre.

Y los fariseos se pusieron furiosos. Para ellos el descanso obligatorio del sábado para dar Gloria a Dios, era lo más importante.

Y Jesús, no viene a discutir ese sentido de la Gloria de Dios; pero, en lugar de considerarla como una mera observancia legalista, va hasta el fondo de la razón que justifica el sábado; entiende que la Gloria de Dios es exaltada en primer lugar por el "bien" que se hace al prójimo, por la "vida salvada" a alguien.

Si Jesús contraviene a una tradición, no es para destruir el sábado, sino para honrarlo en profundidad.

Liberar a un hombre enfermo de su mal, es, para Jesús, un modo más verdadero de santificar el "día del Señor", que dejar a un hombre en el sufrimiento, por el pretendido honor de Dios.

Y Jesús dice al hombre: "Extiende tu mano".

Lo hizo y quedó curado.

Este hombre sanó, ante todo gracias a la fuerza divina de las palabras de Cristo, pero también por su docilidad en llevar a cabo el esfuerzo que se le pedía.

Así son los milagros de la gracia: ante los defectos que nos parecen insuperables, frente a metas apostólicas que se ven excesivamente altas o difíciles, el Señor pide esta misma actitud: confianza en Él, y poner por obra aquello que está a nuestro alcance.

Jesús nos dice también hoy a nosotros: "Extiende tu mano......", "esfuérzate".

Muchas metas nos quedan sin alcanzar porque no estamos firmemente convencidos que con la ayuda de la gracia, nuestros pequeños esfuerzos, se convierten en eficaces.

El Señor nos pide que extendamos nuestra mano.....,que luchemos por mejorar.....,no importa si antes fracasamos........, hoy Él nos pide un nuevo esfuerzo.

Vamos a pedirle al Señor, que nos ayude a superar las sumisiones y las obediencias formales: que nos haga comprender desde el interior lo que Dios nos pide, cuando nos pide algo...., que haga que experimentemos que Dios es un Padre que ha dado unas leyes para el bien de sus hijos, un Salvador, que desea "hacer el bien....salvar vidas", y que siempre extendamos nuestra mano si nos lo ordena

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