domingo, 6 de septiembre de 2009

Sembrar la Misma Semilla


Jeremías 1: 10 = Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.
Tres precisiones muy concretas nos da este verso:
1)- Ningún creyente ha sido puesto bajo esclavitud de ningún gobernante de ninguna nación de la tierra, así como tampoco, en el ámbito espiritual, lo será de ningún reino. Y cuando digo reino tengo presente al satánico y al religioso, pero también al animal y vegetal. De este último, especialmente, de donde derivan las esclavitudes a las drogas y al alcohol. Este texto nos dice que estamos por SOBRE todo eso.
2)- Dice que está puesto para arrancar, destruir, arruinar y derribar. Entendemos, pero hará todo esto...¿Con qué? ¿Que es lo que hay que arrancar, destruir, arruinar y derribar? ¿Acaso el mundo? No. La palabra no es para el mundo, es para la iglesia. Lo que hay que arrancar, destruir, arruinar y derribar, es la estructura, el sistema, las tradiciones y hasta los status religiosos en la denominada "iglesia" de su tiempo.
3)- Le agrega, en el final, que deberá edificar y plantar. ¿Estará hablando de edificar nuevos templos y plantar, que es arraigar, nuevas denominaciones nacidas de un descontento que pueda estar conviviendo con las existentes? Cristo nunca hizo eso. Él edificó vidas maduras a partir de la espada de la palabra y plantó un evangelio del que casi nadie se acuerda hoy y del que casi no se predica tal cual Él lo hizo. Arrepiéntete; el Reino de los Cielos se ha acercado. Hoy hemos edificado sistemas evangelísticos variados, a partir del evangelismo "explosivo", del testificar, del sistema de las cuatro verdades, o del nuevo nacimiento, pero hemos dejado de lado el evangelio que Cristo predicaba, como la seguridad de que quien puede convertir a las almas es el Espíritu Santo, con convicción y poder, y no la inteligencia o la estrategia de los hombres.
Para esto, ninguno de nosotros necesita otro mandato que no sea el del Señor para salir y abrir nuestras bocas. Y el Señor ya nos lo dio desde la Biblia, cuando nos envía a hacerlo hasta el último confín de la tierra para que entonces sí, pueda venir el fin. ¿Lo estamos haciendo o seguimos esperando autorizaciones humanas de hombres que fuera de todo respaldo bíblico, se arrogan la potestad de decidir si lo haces o no lo haces, conforme a sus visiones o conveniencias personales?

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