sábado, 5 de septiembre de 2009

EVANGELIO DEL DIA. ( 05-09-09)

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas (6, 1-5)

Gloria a ti, Señor.

Un sábado, Jesús iba atravesando unos sembrados y sus discípulos arrancaban espigas al pasar, las restregaban entre las manos y se comían los granos. Entonces unos fariseos les dijeron:“¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?”

Jesús les respondió:

“¿Acaso no han leído lo que hizo David una vez que tenían hambre él y sus hombres? Entró en el templo y tomando los panes sagrados, que sólo los sacerdotes podían comer, comió de ellos y les dio también a sus hombres”.

Y añadió: “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Palabra del Señor.

Col 1,21-23: “Dios los ha reconciliado para hacerlos santos
Sal 53: Dios es mi auxilio
Lc 6,1-5: ¿Por qué hacen en sábado una cosa prohibida?

Según la tradición judía, el sábado es un día sagrado dedicado al descanso, porque Dios descansó ese mismo día al terminar su creación (Gn 2,2-3). El descanso iba desde el viernes por la tarde hasta el atardecer del sábado. Para asegurarse de su estricto cumplimiento, los maestros de la Ley elaboraron una lista con treinta y nueve clases de trabajos prohibidos en sábado. La Ley permitía tomar algunas espigas al pasar por el campo de un vecino (Dt 23,25), pero estaba prohibido hacerlo en sábado. Los discípulos de Jesús, al igual que los compañeros de David, tienen una razón de peso para transgredir la Ley: tienen hambre. No hay vida plena con hambre. Dios, que está a favor de la vida, también está a favor de los que luchan para que nadie muera de hambre en el mundo. En tiempos de Jesús los poderosos justificaban con la ley del sábado el hambre de la gente; hoy, son los intereses económicos, la carrera armamentista, la indiferencia global, los que siguen negando un plato de comida a gran parte de la humanidad. Ninguna ley, ningún interés particular, ninguna razón, puede justificar o legitimar el hambre en el mundo. Jesús es Señor del sábado porque es el Señor de la Vida. Y nunca fue indiferente al hambre de las multitudes (véase, por ejemplo, Mt 14,13-22; 15,32-38).

VictorinoBta. Teresa de Calcuta

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