viernes, 11 de septiembre de 2009

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 39-42( 11-09-09)

Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo", tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.»

Palabra de Dios
Reflexión
Las palabras que Jesús dice en el Evangelio de hoy están dirigidas a cada uno de nosotros. Jesús nos dice que somos hipócritas cada vez que criticamos a los demás.
Nuestra vida sería mucho más agradable si fuésemos más exigentes con nosotros que con los demás; si nos aplicáramos a nosotros, todos los buenos consejos que prodigamos a los demás; si tuviéramos el mismo afán en mejorarnos a nosotros mismos, que el que tenemos en mejorar a los demás.
Cuando algo va mal, siempre echamos la culpa a los otros......Si mi esposo fuera.......si mis vecinos no..........., si el sacerdote hiciera.......
Y Jesús hoy nos invita a rever nuestra vida, a mirarnos a nosotros mismos, a pensar en nuestros compromisos.
Nos invita a mirarnos....., no a mirar y criticar a los demás.
Sólo cuando nosotros somos capaces de mirarnos, podremos mirar a los demás y ayudarlos también a ellos a ver claro.
Se cuenta que había una vez una señora que tenía muy mal humor, casi siempre estaba nerviosa, y hablaba a los gritos.
Como tenía varios hijos, se pasaba el día, corriendo de un lado al otro, llevando a uno, buscando al otro, haciendo las compras.
Todas sus tareas le aumentaban los nervios, el cansancio y el mal humor.
Cualquier cosa era motivo para que protestara. Levantaba la voz para indicarle algo a su marido y a sus hijos y para buscar polémica.
Una vez, su amiga, le dijo que ella le cuidaba los chicos, y que por favor fuera al médico.
El doctor le recetó unos tranquilizantes, ciertos ejercicios de respiración y meditación y le pidió que volviera en quince días.
Pasó el tiempo, y la señora volvió al consultorio, y el médico le preguntó cómo estaba y cómo se sentía.
Y ella le respondió con absoluta inocencia:
-No sé si sus remedios han servido para calmarme; lo que sí noto es que mi marido y mis hijos están más tranquilos que de costumbre.
Cuántas veces nos pasa a nosotros lo mismo.
No nos damos cuenta, que somos nosotros el motivo de discordia, de pelea y de intranquilidad para los otros.
Que injustamente le echamos la culpa a los demás de nuestros problemas, y no hacemos nada por cambiar nosotros.
El Señor hoy nos llama a que empecemos por nosotros, que tratemos nosotros de mejorar, eso sólo basta muchas veces para que mejore también nuestro ambiente.
Vamos a pedirle hoy al Señor ser verdaderos discípulos suyos. Mirar siempre con misericordia a los que nos rodean.
Y a todos los maestros les deseamos un feliz día, y les pedimos que nos ayuden a los padres a cuidar esas plantitas que son nuestros hijos, podándolas con cariño, para que crezcan mejor.

Oveja perdida, ven
sobre mis hombros, que hoy
no sólo tu pastor soy,
sino tu pasto también.

Por descubrirte mejor
cuando balabas perdida,
dejé en un árbol la vida
donde me subió el amor;
si prenda quieres mayor,
mis obras hoy te la den.

Pasto, al fin, hoy tuyo hecho,
¿cuál dará mayor asombro,
o al traerte yo en el hombro
o al traerme tú en el pecho?
Prenda son de amor estrecho
que aún los más ciegos las ven.

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