Ofrecemos a continuación el texto del discurso de Benedicto XVI a los patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias orientales católicas, durante la reunión que mantuvieron el sábado 19 de septiembre en la Sala de la Roca del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo. * * * Señores cardenales,beatitudes,venerados patriarcas y arzobispos mayores:Os saludo a todos cordialmente y os agradezco por haber acogido la invitación a participar en este encuentro: a cada uno de vosotros os doy mi abrazo fraterno de paz. Saludo al cardenal Tarcisio Bertone, mi Secretario de Estado, y al cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, junto al Secretario y a los demás colaboradores del dicasterio.Damos gracias a Dios por esta reunión de carácter informal, que nos permite escuchar la voz de las Iglesias a las que vosotros servís con admirable abnegación, y de reforzar los vínculos de comunión que les unen a la Sede Apostólica. El encuentro de hoy me trae a la mente el del 24 de abril de 2005 ante la tumba de san Pedro. Entonces, al inicio de mi pontificado, quise emprender una peregrinación ideal al corazón del Oriente cristiano: peregrinación que hoy conoce otra etapa significativa y que es mi intención proseguir. En diversas circunstancias habéis solicitado un contacto más frecuente con el Obispo de Roma para hacer cada vez más firme la comunión de vuestras Iglesias con el Sucesor de Pedro y para examinar juntos, en cada ocasión, eventuales temáticas de particular importancia. Propuesta esta renovada también en la última Plenaria del Dicasterio para las Iglesias Orientales y en las Asambleas Generales del Sínodo de los Obispos.En cuanto a mí, advierto como deber primordial promover esa sinodalidad tan querida a la eclesiología oriental, y saludada con aprecio por el Concilio Ecuménico Vaticano II. La estima que la Audiencia conciliar reservó a vuestras Iglesias en el Decreto "Orientalium Ecclesiarum", y que mi venerado predecesor Juan Pablo II reafirmó sobre todo en la Exhortación apostólica "Orientale Lumen", la comparto plenamente, junto al augurio de que las Iglesias Orientales católicas "florezcan" para cumplir "con renovado vigor apostólico la misión a ellas confiada... de promover la unidad de todos los cristianos, especialmente orientales, según el decreto sobre el ecumenismo..." ("Orientalium Ecclesiarum", 1). El horizonte ecuménico está a menudo conectado con el interreligioso. En estos dos ámbitos toda la Iglesia tiene necesidad de la experiencia de convivencia que vuestras Iglesias han madurado desde el primer milenio cristiano.Venerados hermanos, en este encuentro fraterno, desde vuestras intervenciones surgirán ciertamente esas problemáticas que os acosan, y que podrán encontrar orientaciones adecuadas en las sedes competentes. Quisiera aseguraros que estáis constantemente en mi pensamiento y en mi oración. No olvido, en particular, el llamamiento a la paz que pusisteis en mis manos al final de la Asamblea del Sínodo de los Obispos del pasado octubre. Y, hablando de paz, el pensamiento va, en primer lugar, a las regiones de Oriente Medio. Aprovechó por tanto la ocasión para anunciar la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, convocada por mí, y que se celebrará del 10 al 24 de octubre de 2010, sobre el tema: /La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hechos 4, 32).Mientras auguro que la reunión de hoy aporte los frutos esperados, invocando la maternal intercesión de María Santísima, os bendigo de corazón a vosotros y a todas las Iglesias Orientales católicas.
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